☆34☆ ELEMENTO AGUA

Khristen.

Aquí me encuentro, a pocos metros de la piscina, viendo como los demás se divierten y la pasan genial nadando, jugando con los aparatos inflables y bebiendo cerveza. No debo pensarlo tanto, tan solo es quitarme el vestido y entrar. Excepto por el minúsculo detalle que todas, absolutamente todas las chicas de Howlland son modelos de revistas y yo bueno..., soy yo.

Nunca fui de hacer ejercicio, me daba pereza solo de imaginar unas cuantas flexiones. Con Lilly una vez intenté someterme al rigor del fitness y ambas terminamos comiendo barritas de chocolate para supuestamente recuperar energías. Lo sé, contradictorio desde el cacao a la azúcar pero, ¿qué puedo decir? Soy vaga de nacimiento.

Deportivamente hablando, claro.

No es que me acompleje en exceso de mi cuerpo, soy delgada. Por eso como miles de gramos en carbohidratos, parecen no hacerme efecto; tal vez sea por ser Legendaria. La cuestión es que tengo un cuerpo moderado. Normalmente no me preocupo por estas cosas, pero estar entre los herederos multimillonarios más importantes del mundo que encima lucen como unos réprobos salidos de una revista olímpica..., da su temorcillo. Así que es justificado que lo tenga, ¿cierto?

Dudo durante un buen rato hasta que simplemente dejo de pensarlo. Me saco el vestido y me quedo con un bañador color azul índigo. Me acerco a la piscina y ¡pum!, mi odiosa tragedia. Todas, todas las miradas de los que están fuera y dentro del agua se posan en mí como pulgas a un perro. Doy pasos tambaleantes fingiendo que en realidad cada quien está en lo suyo y camino sin la presión visual. Sin embargo las risas se detienen, los chapuzones se detienen, y el canturreo típico de jóvenes que están escuchando su música favorita deja de oírse. Una mirada pesa en especial sobre las demás. No puedo resistir el impulso de encontrarme con ella y al hacerlo, una sacudida caliente y demoledora abarca desde mi esófago hasta el vientre.

Él me está observando con tanto ahínco en esos ojos plomizos y desestabilizadores como si fuese la primera vez que en realidad me ve. No refleja frustración, molestia o hastío como tantas veces he notado, no. Sus ojos inigualables me envuelven en un deseo genuino y no se apartan con cada paso que mis pies, ahora trémulos, dan .

Arthur Kane me está mirando de tal forma que penetra mi alma.

Lo ignoro porque resulta demasiado confuso y vergonzoso, sobretodo porque hace media hora me ha dejado a mi suerte para irse con afinco amigos. Así que afinco mis pies al suelo fortaleciendo las pisadas. A medida que voy entrando al agua, que por cierto está climatizada, se va despejando mis temores. No estoy tan expuesta a las miradas lacerantes, así que me deslizo como sino existiera nadie alrededor y llego hasta el punto donde la piscina se conecta con mar abierto.

Transcurren unos cinco minutos y al parecer, el resto de seres humanos a mi espalda reanudan sus actividades pues ya escucho tarareos y conversaciones. Pasar entre los chicos de la Academia fue una acción sofocante, me alegra ya no ser el centro de atención.

Ahora estoy mirando el horizonte acuoso, con olas remotas como las del cuarto intrincado donde encontré a Haru tocando el violín. Sigo un poco nerviosa así que respiro hondo para relajarme. ¿Siempre será así? Parece que cada cosa que hago ante los estudiantes de Howlland tiene reflectores y un mandato silencioso de prestar suma atención. Claro, soy Legendaria y según Daysi mi cabello igual que el fuego devorador, mis ojos ámbar inigualables y mi piel blanca sin imperfecciones, en resumen, las dignas características del Clan Daynon, atrapan de forma narcótica a los descendientes de los demás clanes. Por tanto, mientras esté entre ellos será mi mayor pesar, será mi condena...

—Es increíble como alguien puede estar tan ciego hasta el segundo exacto que un enigma se resuelve.

Escucho a mi espalda y me sobresalto. La voz me es irreconocible, serena y aunque suene paradójico, epicúrea. Giro un poco la cabeza sin voltearla del todo, y de reojo capto la figura cautivadora que se ha acercado. Trago saliva y me obligo a reaccionar.

—Disculpa, no sé quién eres. —Me aclaró la garganta y le doy la espalda.

Mentira, mentira, ¡mentirosa!. Tiene el prototipo que llena de placer máximo en todos los sentidos. Un par de ojazos como el mismísimo mineral Ágata. Cabello castaño medio, piel rosada, rasgos simétricos y moldeados. Dichos atributos son los propios de un linaje específico.

—Es porque no me he presentado antes. —Muestra una sonrisa ladina y no puedo apartar la vista aunque desprenda autosuficiencia en cada palabra.

«¡DEJA DE MIRARLO!»

Me obligo a girar de nuevo la cabeza y fingir que su presencia no me causa nada en absoluto. Está confirmado, un efecto así solo puede proceder de un Kane, sin equivocación.

Es uno de los primos de los dos chicos con los que vivo.

—Me gustaría que me dieras el placer de hacerlo —insiste pero no lo miro, concentro mi atención al frente, a las olas.

—Si tú quieres —hablo con desinterés y siento su cuerpo más cerca.

—Soy Ánssel —sube la mano a la altura de mi pecho—. Ánssel Kane.

Se la estrecho y por una debilidad innata en mis pobres emociones de chica de diecisiete años. Entonces vuelvo a mirarlo, no de reojo sino plenamente, al detalle.

Y bueno he de reconocerlo sin filtros: es espléndido. Se parece a Arthur, y a Aaron, pero tiene algo que no logro definir... mmm... como un aire gallardo que te invita a descifrarlo. Los chorongos de su cabeza están húmedos y revueltos y tiene colocado encima de ellos unas gafas de buceo transparentes. Su complexión es exquisita y trabajada; veo que tiene lunares igual que sus primos, pero en él están repartidos por todo el rostro, la parte derecha del hombro y así salteados hasta el pecho; tal vez son quince, o veinte.

—Un gusto Ánssel —logro articular.

—He escuchado muchísimo de ti, Khristen Allen.

No me sorprende, tampoco que sepa mi apellido de adoptada. A estas alturas estoy consciente que soy la comidilla de todo Howlland.

—Y yo no he escuchado nada de ti, que pena —respondo con una voz que me asombra; controlada, dueña de la situación.

Ánssel tensa los labios y se proyecta parcial.

—Pues yo había escuchado que no tenías filtro en las palabras pero comprobarlo al directo es como un reto.

—¿Un reto?

—Porque tú no eres nadie y los demás somos todo.

Golpe bajo.

De acuerdo, empecemos por un punto importante: ¿qué diantres hace este chico aquí?, ¿vino a humillarme acaso?. Estaba muy tranquila disfrutando de mi soledad en el agua hasta que hizo acto de presencia, usando sus dotes familiares y espantando mi paz porque bueno, imbécil y todo, sigue siendo en extremo precioso. Pero volviendo al punto principal: no sé que rayos quiere de mí.

—¿Te digo algo Ánssel? —expreso como si fuéramos viejos amigos—. Todos los Kane son igual de idiotas.

Hago por nadar hacia otro sitio pero se me planta delante manteniendo el rostro rígido.

—No me tomes a mal, era un elogio.

—¿Me estás tomando el pelo? —bufo. Menudo concepto de alabanza tiene...

—No lo hago. Hace mucho tiempo deseo conocerte personalmente.

—Pues ya me conoces —espeto con la intención de marcharme pero me quedo anclada en el lugar.

Dos chicas que obviamente también son del linaje Kane, se aproximan en dirección a nosotros. Una de ellas lleva el cabello en dos coletas y luce más joven que la segunda, ambas traen vasos desechables en sus manos, imagino con bebida.

—Hasta que la plebeya ha decidido honrarnos con su compañía —articula la mayor.

Tiene el cabello muy negro, tanto que parece teñido. Su semblante peligroso me levanta las defensas.

—Esta es mi hermana Anira —la presenta Ánssel—. Y ella es mi prima Alissa. —Señala a la chica de las coletas.

—Hola Khristen —saluda más relajada esta última.

Todas las facciones de Alissa parecen delicadas pinceladas que plasmó un pintor con dedicación. Me recuerda esas muñecas exclusivas que venden por número de serie en los centros comerciales.

—¿Ni siquiera puedes responder un saludo? —presiona la primera chica y aprieto los puños—. No sabía que ustedes los plebeyos tenían tan mala educación.

—Anira... —objeta su hermano.

—¿Qué? Solo tengo curiosidad por ella, igual que tú.

Estoy por responder algo ingenioso cuando mis ojos ahora se concentran en la persona que avanza entre las aguas. Vuelvo a sentirme débil y sin poder evitarlo, recuerdo hace cuando me miró de esa forma tan intensa. Arthur llega y se cuela entre sus primos, colocándose a mi lado. Se nota que se ha zambullido varias veces, pues todo su cabello está empapado y le cae al frente; pequeñas gotas de agua permanecen en sus labios, mejillas y orejas.

—¿Qué sucede? —inquiere a sus parientes.

—Nada —responde Anira tranquila—. Estábamos conociéndonos.

—Ya... —Arthur ni siquiera la mira, pues su atención está fija en Ánssel.

Se respira muchísima tensión en el ambiente y era precisamente lo que trataba de evitar cuando vine a esta zona apartada. Quizás deba hacer uso de alguna idea para escabullirme, pero por alguna estúpida razón siento que decir algo en este momento empeoraría la tensión, volviéndola más densa. La cosa está así hasta que un grito agudo y femenino nos hace girar la cabeza a todos.

—¡No seas animal! —Es lo que se escucha.

La chica que ha gritado tiene la piel muy oscura, evidenciando su linaje, Dickson. Su cabello está trenzado a cabalidad y se encuentra cerca de otras que deben ser su familia; también está cerca Hugo. Su grito ha sido dirigido a la punta derecha donde termina la eslora¹ por lo que todos alzamos la vista. Y ¿quién se encuentra desparpajado de la risa en lo último de arriba del flybridge²? Pues Hiro Nakamura. Sostiene una botella grande de cristal en la mano a la que solo le queda el fondo del líquido. Deduzco que es ron porque el japonés se balancea con movimientos torpes y no deja de reírse.

—¡Salta! —le grita Hugo divertido y dentro de la piscina comienza un conflicto de si dejar que lo haga o si alguien sube a buscarlo.

En medio de la revuelta, una chica morena, de cabello largo y lacio con extensiones empieza animar desde la orilla. No se ha metido por completo al agua y por tanto, se observan muy bien los cuadritos que tiene formados en el abdomen. Abby es como ese icónico latinoamericano que todas aspiran ser. Su cuerpo bien formado es de envidia, con curvas de infarto y cintura de avispa. Y lo sabe, ella sabe lo bien que luce y por eso su actitud de: "Atrás niñas, miren lo que es ser belleza latina".

A la insistencia de la brasileña, empiezan a unírsele más peticiones y ahora hay un coro que resuena "Salta, salta".

—¡Pero están locos! —intervengo y me acerco más al centro. Consigo que algunos se desconcierten por mi súbita protesta—. ¡Se va a matar!

—No le pasará nada —minimiza Arthur y lo miro asqueada—. Es del elemento agua —agrega como si eso lo explicara todo.

—¿Y? —repongo—. ¿No ves como anda? Si salta y no coordina bien se estrella contra la popa o cualquiera de las barandillas de metal. ¡Tienes que hacer algo!

Arthur chasquea la lengua como si el caso fuese inevitable y por enésima vez recuerdo lo indiferente que resulta. No le importa nadie que no sea él mismo o que tenga que ver con su control para beneficio propio. También, me enfurecen el coro de los que se supone son los amigos de Hiro. Siguen pidiendo: "salta, salta" como un recital bien aprendido, con melodía y palmas.

Hiro tira la botella y la gente grita. Por desgracia, esta revienta contra una de las regalas³. Oh no esto pinta muy mal. ¿Y si en vez de la botella hubiera sido su cuerpo? En menos de lo que puedo imaginar la hipotética escena, el anfitrión de la fiesta grita «Un Nakamura siempre cumple sus promesas» y se lanza abajo. Todo pasa tan rápido que si hubiera pestañeado no me enteraba:

Su lanzamiento como suponía ha estado mal dirigido y antes de llegar abajo y conseguirse varios golpes mortales con los barraganetes, una ola creada con el agua de las piscina se eleva a la altura justa para atraparlo y lanzarlo más al norte. Al final el teatro acaba con aplausos y vítores como si el chico no se hubiera expuesto a un peligroso apuro.

Dirijo mi atención al causante de la oportuna ola y lo encuentro encima de otra. Jason O'Brien está elevado unos tres metros sobre el nivel acuoso que a todos nos llega a los hombros. Es increíble lo seco que está de las rodillas hacia arriba. Pero ahí permanece, con su sonrisa petulante como si acabara de salvar el día. Bueno, ha hecho justo eso. Se da cuenta que lo estoy mirando y me guiña el ojo aún con sus dientes perfectos y blancos adornando la boca. Con ese gesto altanero reacciono y me doy cuenta que desde que Hiro saltó mis extremidades han estado contraídas en una inquietud permanente. Dejo escapar una exhalación, al final no pasó nada.

—¡Queremos más Jason! —se escucha ahora.

—Que se haga un espectáculo estelar —pide otro.

—Un espectáculo estelar —corean los demás.

Jason pide calma con ambas manos y desciende de su ola. Ni idea qué será un «espectáculo estelar» pero no me suena a nada que harían jóvenes ordinarios en un yate. Hiro se junta a Jason palmeándole el pecho y nadan —este último un poco más lento—, hasta la zona que da a mar abierto. Con un movimiento rápido de dedos Hiro aparta los juguetes inflables y despeja el área. Los dos chicos entonces extienden los brazos al frente y el horizonte marino comienza a revolverse.

—Hugo échanos una mano —pide Hiro con la voz más alta que puede proferir y el alemán no pierde tiempo en juntárseles.

Mira al cielo y sonríe perversamente. Bambolea las manos y las nubes obedecen sus giros constantes. De repente el cielo empieza a oscurecerse y Jason y Hiro siguen ordenándole al mar que se agite.

Caramba, apenas empiezan y un salto nervioso en mi estómago me propicia náuseas.

—¿Qué están haciendo? —le pregunto a la chica de piel negra y cabello trenzado que antes trataba de impedir el salto del japonés.

No debería hablarle, no le hablo a ninguno de ellos primero pero, no sé, no me ha parecido tan estirada.

—A este tipo de actos le dicen «espectáculo estelar» porque es eso, una exhibición de sus habilidades a ver hasta dónde son capaces de llegar o qué cosas extraordinarias pueden hacer —explica ella sin apartar la vista del show que están dando los chicos.

Habla neutral pero no demuestra repugnancia en su tono, lo que me confirma que efectivamente no es tan insoportable como el resto de féminas de la Academia.

—El adjetivo «estelar» imagino que sea en referencia a que sus habilidades vienen por la leyenda de la estrella Saol.

—En efecto. —Ella asiente con la cabeza.

Vuelvo a enfocarme en el panorama extraordinario que se ha robado el protagonismo de la fiesta. Las olas inmensas que han creado Jason y Hiro se baten contra sí en una lucha desmedida que alcanza proporciones máximas. Toda el agua, incluso la que nos envuelve, se revuelve como si padeciera de arrebatos de cólera. La luz solar ha desaparecido y confieso que todo esto infunde un poco de miedo.

Hugo cierra los puños y aprieta los ojos, concentrado. Al instante los truenos se escuchan en el cielo y lluvia caliente empieza a caer. Puede volverse un tifón, porque es muy fuerte, incesante. Y ya sé que estamos en Estados Unidos para ese tipo de manifestación natural, pero estar en una embarcación al poder de japoneses me hace asimilar la idea. Trato de discernir desaprobación o espanto en el rostro de los espectadores pero solo encuentro todos los antónimos posibles: fascinación, éxtasis, admiración...

Mas ahí no acaba todo. Ahora los promotores de tal hazaña, dirigen el caos que han revolucionado contra algunos yates menores de la bahía. ¡No!, ¿y si hay personas allí?. Y aunque no las hubiera, son millones de dólares desperdiciados por un simple momento de excitación. Los yates se hunden destrozados y desaparecen de la vista.

Están dementes. Son estúpidos niños ricos y malcriados.

—Arthur quiero irme de aquí —le grito a voz en cuello pues el sonido del maremoto controlado es demasiado arrollador.

El muy..., ¡muy psicópata! está disfrutando el absurdo espectáculo igual que el resto. Me abro paso entre la agitación y le zarandeo el brazo.

—¡Quiero irme!

—¿Qué? Pero si todavía falta la cena —también grita por encima del ruido.

—Arthur Kane sino me sacas de aquí estaré amargándote con mi obstinado carácter lo que te queda en Howlland —amenazo porque sé que no soporta cuando entro en plan defensivo.

—Pero si eso ya lo haces —alega rodando los ojos.

—Arthur —menciono su nombre con toda la seriedad y exigencia que soy capaz—. Ahora.

—De acuerdo —concede, alzando las manos.

Empieza a batir sus hombros sobre el agua para impulsarse a llegar a la escalera y trato de imitarlo, pero la corriente es demasiado fuerte y va a todas las direcciones. Arthur es fuerte y está ejercitado, además su habilidad de controlar el aire le da cierta ventaja y logra salir rápido de la piscina. Yo maldigo por lo tanto, mi carencia de músculos y resistencia física. Si tuviera mis poderes tal vez muchas cosas me resultaran fáciles.

Intento e intento, pero parece que el señor impaciente se cansa de mis fracasos y agita la palma derecha consiguiendo que una ráfaga grande de viento me acerque a la escalera.

—Eres más lenta que un caracol —masculla ayudándome a subir.

—Yo no tengo habilidades fenómeno —recalco la última palabra y él sonríe— ¿Qué es tan gracioso? —inquiero ya fuera de la piscina.

El ambiente todavía está oscuro y sus ojos grises han obtenido un color fulminante.

—Krhisten... —Suspira chasqueando la lengua—. Ahora puedo llamarte igual —indica victorioso y se va hasta una barra que contiene toallas.

—¿Igual?

—Eres tan fuera de lo común como yo. Oh no espera, más que yo —sigue sonriendo de forma arrogante y ya caigo en cuenta de lo que habla—. Fenómeno...

Susurra la palabra secándose y yo me muerdo la lengua. Maldito pillo, ahora usa mis ofensas contra mí.

Lo peor es que tiene razón. Soy como él y los engreídos que están dando el espectáculo estelar. Soy un fenómeno.


NOTAS

•La ficha de Ánssel Kane está disponible en la "Guía Elemental". Libro público en mi perfil.

¹Eslora: Longitud que tiene un yate o nave sobre la primera o principal cubierta desde el codaste a la roda. En otras palabras: lo que mide desde adelante hacia atrás.

²Flybridge: El área abierta sobre un buque de superficie que proporciona vistas despejadas de la parte delantera, posterior y de los costado del buque.

³Regalas: En náutica se llama así a los tablones que cubren la cabezas remates de todos los reveses o barraganetes.

Un meme de este capítulo:

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