☆30☆ CUANDO LO GRANUJA TOMA DESCANSO POR UNA NOCHE

Arthur.

—Te has pasado más de cinco minutos. —Recupero la compostura y finjo que veo el reloj de mi muñeca cuando camina hacia aquí. Pero por todos los relojes del mundo, los números se funden con las rayitas y todo se enreda dentro de la esfera.

Ella resopla y lo que ocurre a continuación es un altercado agotador dónde me echa en cara lo estupendo que es su nuevo amigo y la mala combinación de escencias que ha utilizado para su supuesto baño relajante. ¿Quién se le ocurre mezclar el pomo de bicarbonato que es para limpiar la bañera con las demás sustancias?

—No... no puede ser. Tú... ¿tú cómo sabes?

—Lo vi. —Muestro mi iPad que me da acceso a todas las cámaras—. Y debo decir que ¡Oye! —protesto cuando me golpea.

—¡Pusiste cámaras dentro también!

—Es solo por seguridad. No entiendo por qué estás tan enfad... oh no .—Me aprieto el puente de la nariz suspirando—. No creerás que yo...

—¡Voy a matarte Arthur Kane!

Se abalanza con aires homicidas como una desquiciada y tengo que agarrarle las muñecas para que no acabe conmigo a pescozones.

—¡Quieta! —Intento controlarla pero está fuera de sí—. No creerás que soy tan enfermo como para poner cámaras en tu intimidad.

Las cámaras solo muestran la sala y parte de la cocina y jamás hago uso de esas grabaciones. Hoy estaba demasiado inquieto por su propia culpa de perderse durante horas y no me quedó más que chequear las grabaciones. Khris sigue forcejeando por zafarse y finalmente la suelto apartándome. Ahora mismo con esta fiera cualquier precaución es poca.

—¡De ti ya me espero cualquier cosa! —se queja con la cara roja de ira—. ¡Eres un psicópata!

—Yo no...

—¡No te atrevas a negarlo! —Da pasos hacia mí y me coloco detrás de un jarrón de porcelana chino.

—De acuerdo, de acuerdo soy un psicópata. —Más me vale no irle a la contraria justo ahora— Pero no de ese tipo ¡Cielo santo Khristen! Jamás se me ocurriría hacer una cosa tan turbia como esa.

Ante mi tono de convicción parece irse calmando poco a poco. Aún respira frustrada pero ya no le veo intenciones de asesinarme.

—¿Lo juras?

—¿Cómo crees que pondría cámaras en tu baño, estás loca?

—Tú eres el loco por traumarme con todos los artefactos de seguridad nacional que le has puesto a mi apartamento, exijo que los quites.

—Khris no puedo hacer eso.

—¿Por qué no? ¿Sí gustas espiarme cuando estoy en la sala? —Vuelve a subir el tono y temo que de momento se le nuble otra vez el juicio y empiece a golpearme.

—No, no, para nada. Es solo que...

—¿Qué? ¡Qué!

—¿Puedes calmarte? Tu desorden hormonal no me deja expresarme correctamente.

—Te lo dije ¡me tienes traumada! Así que me vas a dar respuestas quieras o no.

—Khristen yo... —Sopeso los pro y los contras que sepa la verdad—. Yo no soy el indicado para contarte. —Desvío la vista.

—¿Para contarme qué? —Cambia la voz de histérica a sospechosa.

—Eso no importa ahora. Lo que necesitas saber es que las medidas que he tomado son necesarias. —Voy hasta el otro lado de la habitación, de repente hace mucho calor.

No sé por qué me pasan estas cosas, justo a mí que no tengo ningún tipo de tacto y hablo al directo sin tapujos.

—Arthur tienes que ser sincero conmigo. —Me persigue.

—Tú solo concéntrate en estudiar y mantenerte lejos de los rusos, alemanes y rumanos.

—Arthur...

—Y lejos de Forian —añado para no quedarme con la mala espina por dentro.

—¡Arthur!

—¡No puedo! ¿Vale? Quisiera pero no puedo contarte.

—¿Por qué no? ¿Acaso te da miedo admitir que soy Legendaria? —grita consiguiendo un sobresalto en mi corazón y en los ojos ámbar se le forman lagunas—. ¿Qué soy del Clan Daynon y todos quieren matarme? —Comienzan a salirle las lágrimas y siento que se me estruja la vida.

—Khris...

—Es horrible, no sabes lo horrible que es —solloza sentándose en suelo, abrazando sus rodillas—. Yo no pedí esto, no lo quiero...

De acuerdo, puedo ser un granuja indiferente cuando deseo, y eso es la mayoría del tiempo. Pero soportar que ella rechace su origen y le horrorice es una pena capital. Yo quisiera ser respetado por méritos propios y no por descender del clan Fayrem, pero ¿ser un Legendario? Uff eso es un privilegio que solo a un descerebrado se le ocurriría renegar. No sé cómo se ha enterado pero como tenga que ver con Forian voy y le aplasto el cráneo. Mas en las condiciones que está la chica no sería prudente ponerme a indagar.

—Oye no digas eso —hago un esfuerzo por sonar amable—. Es algo estupendo, solo necesitas acostumbrarte.

—Lo peor es que soy adoptada —rompe a llorar.

—Pero Vanessa te tiene como hija propia... Anda Khris levántate —Le doy un empujoncito con el pie.

No me hace caso y sigue llorando sorbiendo mocos.

Por qué hoy, por qué hoy...

¿Tendrá su período? Lo más probable; las mujeres y sus desarreglos... Esta me obliga hacer algo que sino estuviera deseando estar cómodamente en mi cama dormido, ni aunque me pagaran la suma más desorbitante del mundo haría. Me agacho a su altura y le coloco un brazo en el hombro; palmeo con suavidad buscando calmarla.

—Vamos Khris necesitas descansar.

Llora más fuerte y de repente, sin yo esperarlo me abraza. ¡Pero qué cosa es esto! Mi primer impulso es tirarla fuerte lejos de mí. Osea soy un templo, nadie me toca sino lo decido. Pero solloza tan fuerte, y está tan abatida... Las hebras de cabello mojado se le pegan en la cara y otras me humedecen la camisa, siento como trata de cortar el llanto y se estremece en los intentos.

《Te vas arrepentir de esto Arthur》

Quizás mañana, ahora no me deja espacio para pensar en otra cosa que no sea calmar su pegajoso lagrimeo. La rodeo con los brazos, sí yo, el gran heredero Kane le está devolviendo el abrazo a la chica que me tiene tan desorientado como sometido. Al hacerlo, algo insólito ocurre y estoy completamente seguro, no solo lo siento yo. Un temblor se crea al contacto de nuestra piel de esta manera tan entrelazada. Lo percibo desde los brazos y va abarcándome hasta el pecho, el estómago, las piernas. Khris deja de llorar y se separa un poco, confundida por la corriente imantada que no permite que nos soltemos. Me mira a los ojos y le correspondo. Los suyos están marchitos y rojos, y todavía le mojan las mejilas.

Levanto mi pulgar y le seco debajo de uno, luego del otro. Mi corazón late desbocado y tal vez el de ella lo iguale, pero no me atrevo a comprobarlo. Sigo en cambio el recorrido con el pulgar y limpio la punta de la nariz, seguido, de esos labios tan moldeados que posee. Bajo hasta el mentón y debo haber perdido completamente la cabeza, porque justo ahora se me ocurren un montón de ideas absurdas.

—Arthur... —susurra en súplica.

Es... muy fuerte. Algo demasiado fuerte y pesado me está lastimando el esternón. Por dentro, por fuera... Todo me arde y a la vez muero de frío. Por un momento cada objeto alrededor desaparece y solo nos quedamos ella y yo. Ella y yo, y mi celular, que empieza a sonar descontrolado sin ánimos de callarse.

Me basta para devolverme a la realidad.

La suelto al instante incorporándome avergonzado, yendo al hasta el escritorio en el que estaba estudiando donde reposa el aparato que no deja de sonar. Cuando lo tomo veo que es Ábner, casi a medianoche. Si tiene que ver con algo del Concesionario ya estoy planeando la excusa que daré, no tengo cabeza para eso ahora. Aunque de cierta forma le agradezco la interrupción del momento incómodo de hace unos instantes.

—Dime. —Me aclaro la garganta, la voz me sale débil.

—Arthur necesito decirte algo y no te va a gustar.

—¿No puede esperar a mañana?

—¿Crees que te molestaría sino fuera importante?

—Bien dame un momento —Con la intención de salir al balcón paso de largo donde está Khris, aún sentada en el suelo.

Por todo el aire del mundo, no puedo ni mirarla... Una tensión extraña me zarandea cuando siento que busca mis ojos pero me fuerzo a que estos no se encuentren con los de ella. Cierro la puerta y me aparto lo suficiente.

—Qué pasa.

—No me gustan los rodeos así que iré directo al grano.

—Tenemos eso en común, habla.

—Nos han robado.

—¡¡¡Qué!!! ¿Quién ha sido el idiota? —Todas las neuronas alborotadas de mi mente empiezan a maquinar retorcidas maneras de hacer pagar.

—Si tuviera idea le hubiera puesto las manos encima yo mismo.

—Es que hay que tener agallas para robarle a los Kane. ¿Las alarmas sonaron?

—Las desactivaron desde afuera, una hazaña única.

—Era imposible hacer eso.

—Ya vez que no.

—¿Los sensores de presión?

—Quemados.

—¿Las cámaras?

—Rotas.

—Mañana iré a verlo todo con mis propios ojos, hoy no quiero seguir hablando del tema. —Me masajeo la frente, tengo una atracción especial para las jaquecas.

—No deberías dejarlo para mañana.

—Escucha Ábner tengo... —Aprieto unos instantes los labios y cierro los ojos. La imagen de los de Khristen acude a mi recuerdo tan vívida que siento que puedo palparla—. Tengo una situación bastante grave aquí.

—Tú sabrás. Nos vemos mañana entonces.

Cuelga y me apoyo en el muro que bordea el balcón. ¿Es que no puedo tener un período de paz? No recuerdo la última vez que me senté a cenar sin preocupaciones, o dormir sin la coacción de un suceso tormentoso en el día. Mis parientes se la pasan diciendo que tengo una actitud arcáica, pero es que los sucesos de mi vida me hacen envejecer prematuramente. Espero durante cinco minutos afuera, dejando que la brisa fresca acaricie mi cara. Podría decir que me congela, pero realmente adoro el clima helado, ayuda a despejar mi fatiga mental. Además entrar y volver a enfrentarme con Khris... ¿Y si espero a que se canse y se vaya por su propia voluntad? No lo ha hecho hasta ahora... ¿Y si la boto yo mismo? Sí, se escucha feo pero no es que tenga muchas alternativas.

Respiro hondo, tomando el aire necesario para enfrentarme a la situación que me espera en el dormitorio. Puedo hacerlo, vamos que soy yo. Si he podido superar a Jason O'Brien en todas las pruebas académicas, si soy el único Kane que junto a la habilidad típica de su linaje, también dispone la de los linajes descendientes de los Oscuros, si he conseguido ser el primer joven de veinte años a nivel internacional galardonado como "La promesa del mañana", puedo con esto.

Avanzo hasta mi puerta y la abro con toda la disposición del mundo y... está dormida. Khristen se ha quedado rendida en la alfombra a los pies de mi cama. Bien esto sí que no me lo esperaba. Quizás esta vez funcione si la empujo con el pie de nuevo.

《Arthur se te ocurren mejores ideas que esas》

¡Justo ahora no! Estoy reventado de todo el día, descubrí que una inmunda usaba a mi hermano por interés, me robaron y estuve extremadamente cerca de la ridícula sintiendo cositas raras, definitivamente ya mejores ideas no se me ocurren. Llego hasta a ella y creo que está babeando. Genial, en mi alfombra persa ganada en una subasta en Londres por siete millones de euros. Me inclino a recogerla y no es broma lo que pesa esta criatura. Mañana debo recordarle que coma menos harina y más ensaladas. La coloco en mi cama y está por el quinto o sexto sueño porque ni se inmuta. Al final tanto lloriqueo y resulta que todo lo que tenía era sueño. La tapo con la colcha y apago las luces.

¿Quién lo diría? Una chica sin pedirlo durmiendo en mi colchón fabricado con lino de Suecia.

La cama es suficientemente grande pero ni encadenado dormiría a su lado, después de todo tengo mi orgullo. Voy hasta el vestidor y recojo una manta para mí, cierro el lugar con llave y me tiro en el sofá-cama que se encuentra en el cuarto de recibimiento dentro de mi habitación; no es tan calentito pero ha costado bastante por tanto espero sea cómodo para descansar el resto de la noche. No me da tiempo comprobarlo, porque en cuanto cierro los ojos pierdo la conciencia.

—☆—

Algo lumínico y molesto me hace cosquillas en la cara. Gradualmente voy abriendo los ojos y me percato que la luz viene de los primeros rayos solares que penetran por el gran ventanal de la sala de estar de mi habitación. Bostezo abriendo las manos y luego miro mi camisa que está hecha un desastre; ayer estaba tan aturdido y cansado que ni siquiera me cambié de ropa para dormir. Voy hasta el cuarto de baño con la intención de darme un hidromasaje y aún soñoliento me preparo la tina como puedo. Me deshago de la ropa y me meto al agua tibia con sales minerales y otras sustancias, a pesar de mi sonsera matutina me ha quedado bastante bien. Después de espabilar con el baño, me seco y agrego uno de mis geles favoritos de cabello marca Prazer, de la industria brasileña. El linaje Ferreira es reconocido por ser el número uno en productos de belleza a nivel internacional y con razón. Me perfumo, me aplico loción masculina y después de vestirme, atomizo la ropa con un spray de melocotón.

Qué puedo decir, soy un amante de los aromas intensos.

Compruebo la imagen que proyecto en el espejo y me enorgullezco de ver el resultado satisfactorio. Mis ojos grises, mi cabello oscuro amoldado hacia atrás con unas pocas hebras que se escapan al frente, las telas de diseñador que cubren mi cuerpo ejercitado a la justa medida de modelo de revista y en conjunto la actitud triunfadora, ¿quién no estaría obsesionado conmigo y quisiera ser como yo? Soy perfecto.

Luego de terminar el acicalamiento abro por fin la puerta que anoche cerré con llave. Maravilloso, la intrusa inquilina que se apropia de mi cama todavía no ha dado el sí. Me acerco para despertarla y detallo el burujo que ha hecho con las sábanas, ni Ulises hubiese creado tanto caos. Está atravesada en diagonal, con una almohada en la cabeza y los cabellos revueltos ¿Cómo puede dormir en una cama tan pequeña en su dormitorio? Aquí no le ha alcanzado la mía.

—Ey, Khisten —llamo sin resultado—. Venga despierta, vas retrasada.

No sucede nada.

Resoplo indignado y me veo en la obligación de sacarle la almohada de la cabeza. Y... es... es una vista maravillosa. Khris es hermosa, lo he reconocido antes. Pero ahora dormida, sin hacer muecas o andar de bocona, inspirando y expirando inocentemente consigue que me abarque una cálida sensación de placer. Su nariz tan delicada, sus labios formados como si un alfarero se hubiera empeñado en hacerlos, la tranquilidad que refleja...
Parece un angelito. Que pena que sepa que será el diablillo de todos los días cuando la despierte.

Me inclino apoyando una mano en el espacio vacío al lado izquierdo de su cuerpo. Con la mano libre, zarandeo con delicadeza el hombro derecho.

—Khris...

—Mmm... —Comienza a despertar finalmente.

Los ojos ámbar se abren mirándome con fijación. Nos quedamos un rato y... vale, esto se empieza a sentir raro otra vez así que me aparto aclarándome la garganta.

—Vas tarde —Desvío mi atención a un cuadro italiano.

—Buenos días también para ti. —Se sienta en el colchón peinándose el cabello con las manos—. Por cierto cómo llegué aquí —pregunta masajeando su cuello y mirando alrededor—. No lo recuerdo.

—Te quedaste dormida en el suelo. —Voy hasta las ventanas que dan al balcón y abro las cortinas.

—Sí eso lo recuerdo. Me refiero a...

—Babeaste mi alfombra persa —espeto.

—Lo siento, puedo comprarte otra.

—¿Ah sí? —Arqueo una ceja volteándome a verla— Explícame qué experimento químico vas hacer en la Academia para fabricar siete millones de euros.

—Si-siete m-mi...

—Ahora sal de mi habitación, necesitamos desayunar.

—Uyy señor —ironiza sacudiendo los brazos—, pensé que ya habías desayunado.

—Yo no...

—Desayunado anguila.

Y aquí tenemos a la Khristen bocona de siempre.

—Aún no me has dicho cómo llegué del suelo a la cama.

《Yo te cargué, se sobreentiende ¿Por qué me obligas a decirlo en voz alta?》

—Estaré en el cuarto de al lado organizando unos papeles que necesito para hoy, puedes usar mi baño.

—Arthur pregunté co...

—¡Y no dejes pelos en la bañera! Me da asco —Me encamino a la puerta antes que siga insistiendo.

—Eres tan resbaloso —se burla.

—Y tú te vez igual de ridícula cuando duermes.

Prácticamente corro a la puerta y la cierro. Ni siquiera sé porqué estoy sudando, pero al menos he salido de allá dentro.
Uff...

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