☆29☆ HAY SACRIFICIOS QUE SON NECESARIOS

Arthur.

Lo veo llegar sigiloso, pensando que las sombras de la noche pueden esconderlo de mi vigilancia. Lo que no sabe es que mientras lo observo, voy uniendo puntos de razonamiento y deduzco dónde y con quién ha estado.

Deja el Bugatti en uno de los jardines del este, y mira hacia todos lados antes de atravesar la terraza principal. Desde aquí arriba puedo presenciar cada movimiento, específicamente, desde el tejado del apartamento de Khris. Ya han terminado de instalar todas las alarmas que ordené, pero las mini cámaras he decidido colocarlas yo mismo. Aprovechando la penuria, hoy intenté algo que no había hecho antes con resultados satisfactorios: Me elevé sobre el nivel del suelo varios metros, muchos más de los que consigue elevarse mi padre. El deseo me vino la vez que me enfrenté a Jasper y vi de primera mano que él podía hacerlo, y pensé ¿por qué yo no? Ya he comprobado que mis habilidades se asemejan a las de los descendientes del clan Oscuro, así que esto tenía que funcionar. Y bingo, funcionó. Coloqué cámaras entre las hojas de las palmeras junto a los altavoces, en los marcos superiores de las ventanas que dan a su cocina y en los postes que sostienen las antenas WiFi.

Pero volviendo al tema de mi hermano, esta no se la dejaré pasar, voy a ponerle freno de una vez por todas. No obstante no actuaré como la última ocasión, que casi lo hago papilla y no resolví nada. Aaron puede ser molestamente testarudo a veces. Aunque qué puedo decir, lo heredó como todos los Kane... No es que tenga muchas oportunidades para demostrarlo, la mayor parte del tiempo es introvertido y su carácter despreocupado se confunde con docilidad. ¡Ah! Pero el muy pillo, es tan aplicado cuando le interesa. Por ejemplo, para perseguir a esa inmunda que se ha anotado de conquista. Tuve una discusión con mi padre al enterarme que la dejó trabajando en la Fortaleza, era sabido que mi hermano no se iba apartar así voluntariamente.

Hoy estoy cansado, y tengo que estudiar montones de páginas sobre Diseño 3D para un ensayo que debo exponer a primera hora. Pero en cuanto mañana den las seis, resolveré sin demora ese asuntillo vergonzoso.

—☆—

Odio las mañanas agitadas. Para empezar tuve que lidiar con el pésimo humor de Khristen y su pataleta de romper los gnomos. Luego no quería montarse en mi auto y tuve que gastar energías en colocarla dentro. Y después cuando llegamos a la Academia, estuve a punto de rebajarme y confesarle algo de lo que me estaría arrepintiendo por el resto de los soles que me alumbren. Es difícil equilibrar todo; que ella sea del Clan Daynon y por tanto superior a mí y al resto que la rodean, que no sepa la verdad y siga en la posición de una criada vistiendo ropa horrenda de mal gusto, que tenga esa bocota que me saca de quicio, incapaz de quedarse callada porque tiene que replicar todo lo que se le dice. Menuda muchachita...

A veces me digo a mí mismo 《Arthur ¿por qué te atrae esa niña?》No puedo definir si es que saber su origen activó mi instinto de millones de años, el querer defenderla, cuidarla, o hay algo más. ¿Es atractiva? No solo atractiva, es hermosa a grado cabal. Antes me había fijado pero no le daba mucha agua porque vamos, solo era un ser inferior, jamás me rebajaría a pensar sobre ella de esa forma. Pero ahora que conozco que es una Legendaria...

Lo que me hace concluir que soy un auténtico granuja.

No la miraba con intenciones cuando representaba la hija de la ama de llaves, me era un estorbo tener que estar al pendiente de sus meteduras de pie y no veía la hora de sacarla de la Academia. Claro, una parte de mi cuerpo siempre se inclinaba a su lado de la balanza porque existía un imán incomprensible que me obligaba. Pero despedía conjeturas rápidamente porque no iba a desperdiciar mi valioso tiempo en pensar en la ridícula más de lo estrictamente necesario. Luego me enteré que era daynoniana y todo cobró sentido. Ya las circunstancias no eran cuestionables respecto a su estatus y pude reconocer que... bueno que me atraía. Pero conste que solo un poco.

Pero no me importa, puedo con eso. Toda mi fabulosa vida la he trazado a base de metas. Soy el mejor en Howlland en casi todos los aspectos. No he podido ser el cabecilla en la tabla de pociones porque desciendo del clan Fayrem y solo poseo el elemento aire. Igual no es que me interese mucho, mi objetivo no es destacarme por ser un fenómeno como dice Khris. Planeo crecer como líder mundial en la carrera que escoja a desempeñar; ya lo soy para la juventud actual y me he ganado el respeto de varios presidentes a nivel internacional. Pero cuando me gradúe me he prometido que el nombre Arthur Kane sea conocido hasta por los fetos de todos los rincones de la tierra.

Soy asquerosamente rico, soy guapo, diría que demasiado, en fin soy todo lo que cualquiera desearía ser y lo tengo todo. Khristen llegó a estorbar y tal vez por eso la atracción. Es diferente de lo que he conocido y tratado hasta ahora y lo diferente atrae. Sí, es eso. Luego de enterarme de su secreto comprendí mi responsabilidad porque hay algo muy gordo envuelto con su presencia, lo siento en mis huesos. Pero no he tenido oportunidad de releer el Libro Legendario y definitivamente no hablaré con mi padre. Me enfada que no haya tenido la confianza de compartir conmigo algo así. Vamos, que soy yo, a mí se me puede confiar cualquier cosa.

Pero no, me tengo que enterar por el cadáver andante y luego por la alimaña adversa.

Si mi abuelo estuviese vivo estoy seguro que no me hubiera ocultado algo como eso. Siempre tuvo atenciones especiales conmigo y pronosticó que sería el más poderoso de los Kane.

De cualquier forma, ahora debo concentrarme en lo que voy hacer. Salí de Mansión Fortress hace quince minutos y estoy manejando a la dirección de la mujerzuela con la que pienso tener una seria conversación. Yo, rebajándome a mantener una conversación con esa estirpe, las cosas que hago por mi hermano... Solo espero que no me colme la paciencia y acepte lo que voy a proponerle pues hoy he tenido un día cargado en la Academia y no estoy para contemplaciones con nadie.

Cuando el GPS me anuncia que he llegado, me bajo del auto y respiro hondo antes de tocar la puerta. Espero un poco y no sale nadie. Vuelvo a tocar. Su turno terminó a las seis, por tanto ya debe estar en casa. Toco una tercera vez. Quien abre es una niña rubia con ojos curiosos.

—¿Tu madre está? —No se me da bien lidiar con críos.

Niega con la cabeza mugiendo como una vaca, o al menos a eso me suena.

—¿Dónde está?

—¿Eres el hermano del príncipe Aaron cierto?

—¿Príncipe Aaron?

—Él me enseñó una foto de su familia y te vi en ella. Sino no te hubiera abierto, mi madre me ha dicho que no le abra a desconocidos.

—Dime dónde está tu madre —Me aprieto el puente de la nariz, la paciencia no es una de mis cualidades.

—En el parque.

—¿El parque de aquí cerca?

Se encoge de hombros y sé que no conseguiré más información útil. Doy media vuelta y me dirijo nuevamente al auto. Cierro la puerta y enciendo el motor. Googleo en el mapa los parques cercanos a esta ubicación y me dirijo al primero con la esperanza de atinar al correcto y no perder más tiempo.

Que equivocado.

Recorrer cada parque de Santa Mónica me haría perder menos horas que bajarme del auto e intentar caminar entre el gentío, se me olvida el minúsculo detalle que soy famoso. Innumerables personas se acercan rogando que pose para selfies, que les estreche la mano y que les firme la ropa. Lo que tengo ganas es de mandarlos a la Antártida  pero eso sería malo para mi imagen, así que me muerdo la lengua y cumplo las peticiones. Apenas puedo avanzar pocos pasos sin que se repita la escena... una y otra vez.

Para mi estabilidad, termino a la media hora de interactuar con cada gentuza del parque y puedo buscar a mi objetivo sin más impedimentos. Por eso suelo salir con escoltas al mundo exterior, para evitar estos shows inaguantables. He recorrido la zona sin resultado y ya cuando estoy por marcharme, en uno de los últimos bancos, la veo.

La sangre se calienta a un punto dañino dentro de mi cuerpo, esa rabia que no puedo contener me abarca desde el pecho a las extremidades y la cabeza dispara todo tipo de ideas homicidas. Llego hasta la malnacida con los puños apretados y los oídos tupidos, cegado de ira. Está muy acaramelada con un hombre. ¡Un hombre que no es Aaron!

—¡Eres una zorra!

El hombre que la acompaña, y con el que hace unos segundos estaba riendo se levanta en un gesto intimidante.

—¿Disculpa? ¿Te crees que por ser un Kane puedes decir lo que te venga en gana?

Por supuesto que sabe la persona que le habla ¿Quién en Estados Unidos no me conoce? Razón de más para que se cuide esa lengua atrevida.

—Tú te callas la boca. —Lo señalo con el índice en un gesto amenazador—. Y tú...—Ahora señalo a la mujer y solo de comprender la traición que le ha hecho a mi hermano me entran ganas de vomitar—. Tú vendrás conmigo.

—Señor Kane no es lo que usted piensa.

—¿Crees que con esa frase gastada vas aplacar todo lo que te mereces?

—Eh, eh calma —vuelve a intervenir el hombre y está a otra palabra que lo mande directo a volar, literalmente.

—Es el padre de Isabella —dice el elemento femenino.

—Exactamente, tengo todo el derecho de ver a mi mujer.

Mi mujer, mi mujer... el tipo me acaba de llenar la olla. Muevo los dedos furioso y sale de mi vista empujado por una ráfaga de viento. Que se vaya a freír espárragos sino quiere terminar frito él.

La zorra que tengo delante se lleva las manos a la boca, obviamente preguntándose cómo he podido hacer eso. No me importa. A este punto le quedará cerrar la asquerosa boca si quiere mantener su vida y la de su hija.

—¿Aaron se merece eso? —gruño.

Ella balbucea palabras por lo bajo, ya sea porque está recuperándose de la expectación de contemplar cómo el viento me ha obedecido o porque no tiene excusas para su vil traición.

—¡Respóndeme! —exijo sintiendo todas las venas de mi cara tensarse y arder como las llamas del fuego.

—Las cosas son más complicadas de lo que parecen —trata de defenderse la infeliz.

—Complicadas mis agallas —grito—. Podrirte en la cárcel como quise desde un principio sería un final demasiado bonito para ti. Pero le tengo más aprecio a mi hermano del que tú alguna vez fingiste y haciendo uso de la clemencia que deposita mi sistema para todo un año, te permitiré esfumarte lejos, muy lejos sin mirar atrás.

—Quiero a Aaron...

—Sí claro, lo quieres, lo quieres... Lo quieres para que te deposite el primer pago del apartamento, para que te suba el sueldo, para que remunere a tu hija y te compre todos los caprichos que te dé la gana.

Ante mi exposición no responde, solo baja la cabeza y yo estoy tan enojado, rojo y con la presión alta que las ramas de los árboles alrededor empiezan a estremecerse.

—No sé cómo no te da vergüenza engatusar a un niño que está obsesionado contigo. Te vas a largar y como vuelvas acercarte a él te juro, te juro por el apellido Kane que no vivirás para terminar de criar a tu hija.

Ella empieza a temblar sin poder subir la cabeza. Debo verme realmente mal e intimidante porque apenas puede proferir sonido.

—¡¿Te ha quedado claro?!

Asiente muda.

—¿Y qué haces todavía aquí? Piérdete antes que cambie de idea.

Con lágrimas en los ojos se va corriendo y yo me vuelvo en búsqueda de mi Lamborghini. Genial, está rodeado de al menos veinte personas fotografiándose con él y otro tanto más está haciendo fila para lo mismo. Al desagüe mi imagen no estoy para actitud hipócrita ahora.

—¡Saquen sus sucias manos de mi coche!

Ante el bramido la multitud me mira atónita y los que quedaban alrededor del vehículo se apartan azorados con miedo de las consecuencias si se quedan. Bien, al parecer junto con mi arrasadora belleza también están al tanto de mi mal genio. Entro al Lamborghini y puedo oler a mugre...

Ujsh... el olor de la gente común.

Enciendo el motor y salgo a toda velocidad dejando atrás el panorama que me ha conseguido una de esas jaquecas interminables.

—☆—

Para cuando llego a mi casa y puedo tomar un baño de espuma revitalizante e ingierir mi cena nutritiva, no se me ha quitado el dolor de cabeza. Decido centrar la mente en mis deberes de la Academia así que me dirijo a las escaleras del interior de la casa para acudir a la biblioteca. Me encuentro en uno de los muebles de la sala secundaria a un nervioso Aaron revisando su celular.

—¿Pasa algo? —le pregunto.

—Nada —esquiva levantándose. Se va en dirección a la terraza resoplando y pasándose las manos por la cabeza.

Sigo a lo mío sintiéndome satisfecho de mi desempeño, al parecer la mujerzuela está cumpliendo el trato. ¡Y ay de ella sino es el caso!

Después de dos horas de un intensivo en ingeniería industrial me percato de una variable constante en las ondas de aire que entran por el ventanal que da al balcón. Salgo afuera encontrándome con mi hermano que camina de un lado a otro irritado, revolviendo el aire a su alrededor. Tiene demasiada ansiedad, debería decirle a Vanessa que le de algún calmante. No, Vanessa está en las clases de enfermería así que se lo pediré a Khris. Claro que puede hacerlo cualquier otra empleada pero me da la gana que sea ella. Desde la mañana no la veo y mi deber es estar al tanto de sus movimientos.

Le marco al celular pero no contesta. Lo intento tres veces y a la última no me queda otra que acudir a mi hermano.

—Aaron —lo llamo mostrando mi posición y él se irrita el doble al suponer que lo he estado espiando.

—¡Qué no me pasa nada!

Sí que está alterado...

—¿Me vas a escuchar antes de graznar como una oca? Quiero saber dónde está Khristen.

—Ah eso... Salió directo de la escuela con Forian el misterioso.

—¿Con Forian? ¡Y se lo permitiste!

—¿Qué iba a hacer amarrarla? Sabes lo obstinada que es.

—Pues sí Aaron sí, la hubieras amarrado —regaño.

—Vete con tus vibras de viejo lejos de mí me estresas más de lo que estoy.

—¿Qué no pasaba absolutamente nada? —Arqueo una ceja— ¿Y ese estrés repentino?

—¡¿Puedes dejarme en paz?! —Me da la espalda y sale buscando la puerta de su habitación.

—Yo sé cómo se te quita eso —le grito riéndome antes que desaparezca.

Sé que justo como están las cosas debería ser más condescendiente, pero disfruto meterme con él. Cosas de hermanos que solo comprenden los hermanos.

Emprendo el recorrido a mis aposentos por el balcón y abro la puerta que da al mismo. Escojo un canal cualquiera en el televisor y finjo que veo un programa, aunque en realidad no puedo concentrarme. El tiempo me pasa lento y voy alternando el programa con los vídeos de las cámaras de seguridad de las afuera de la mansión pero todo se mantiene tranquilo. Me desespero cuando dan las diez y la ridícula no aparece. Debería decirle a mi padre pero decido esperar un poco más. Apago el televisor y decido revisar mis últimos apuntes de Arquitectura. El examen no es hasta finales de mes pero mi inquieta cabeza parece no hallar serenidad.

Me adentro tanto en el estudio que cuando la alarma de objetos extraños se dispara en el apartamento de Khris ya son las once. La mando a llamar exigiéndole prontitud, me va a escuchar todo lo que tengo que decirle ¿estas son horas de llegar?

Demora más de lo requerido y cuando sube al balcón pierde más tiempo atinando cuál será mi habitación. Le mando un mensaje con el ala y la puerta correspondiente y cierro los libros, manteniéndome en el sillón a esperarla con un balanceo inquieto en el pie.

—¿Vas a llegar a mí o te vas a quedar babeando por mi habitación? —inquiero después que se quede boquiabierta durante tres minutos en el umbral de la puerta.

Y aquí la tengo finalmente, después de estar desaparecida toda la noche. Con un pijama patético de alguna serie infantil y el cabello húmedo pegado a la tela. Se activa un tic en mi sistema nervioso y saco autodominio, cosa extraordinaria teniendo en cuenta mi temple de acero. Pero debo reconocer que aún vestida de saco, Khris es una de las criaturas más hermosas que he visto.

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