☆28☆ ACEPTACIÓN.

Khristen.


Clan Daynon, legítima del clan superior Daynon...

Las palabras resuenan en mi cerebro, martillándolo, ahuecándolo, y paradójicamente dejándolo sin espacio. Veamos esto no puede ser tan malo ¿no? Digo los fenómenos viven sus vidas con normalidad, más o menos... Ahora pienso en la noche del lunes, las palabras de Jasper «Debes morir» y la insistencia de Alioth en que fuera protegida. Es tan loco... Tan descabellado... Luego mi madre, esa madre que tanto amo y ha sacrificado demasiado por mí ¿no es de verdad? Sé que no nos parecemos mucho, pero atribuía mis características al padre ausente que nunca conocí. Pero estaba equivocada, mi distintivo aspecto se debe a que soy... soy...

Es tan difícil reconocerlo.

—Tu nombre de nacimiento es Khristenyara Daynon, pero muy pocas personas lo conocen.

—Y por qué yo no tengo... ya sabes...

—¿Habilidades?

Asiento con la cabeza.

—Khris, veo que no lo has entendido —habla Forian—. Tú no vienes de ningún linaje por lo tanto lo tuyo no serían solamente habilidades.

—Entonces yo vendría siendo...

¡Por toda Irlendia! Esto es tan extraordinario ¿de verdad está sucediendo?

—Eres una Legendaria —afirma lo que tanto miedo me da admitir.

No solo me abarca perplejidad ante el hecho, sino que un hormigueo abarca desde mis pies al cuello, apretándome en el último punto, como si millones de cuchilladas atravesaran mi piel en frío en esta zona. Es conmoción ligada con negación. Legendaria... yo... Eso significa que mis poderes serían tan sublimes que fueran incapaces de contener.

—Significa que llegué a la Tierra mediante un agujero negro.

—Así es —apoya Daysi—. Yo te traje.

—¿Cómo es posible? No lo recuerdo. Y ¿por qué escapamos de Irlendia?

—Apenas eras una bebé, es imposible que recuerdes. Los motivos que me empujaron a escapar de Irlendia contigo son extensos, y no estás preparada ahora para saberlos.

—¿Por qué nunca he hecho cosas... fuera de la normalidad?

—Espera —comenta ella y se levanta en dirección a la planta de arriba.

—Todo esto es demasiado —declaro cuando el rubio y yo nos quedamos solos—. ¿Mi madre...? Digo, Vanessa... ¿sabe algo?

—Daysera decidió que era mejor no contarle.

—Claro... Oye y Arthur lo supo siempre o...

—Solo Alioth, desde que eras bebé. Arthur apenas se enteró esta semana.

—Por eso ha estado actuando raro.

—¿Raro? Creo que ha hecho un buen trabajo con la defensa.

—Y me dijo que me defendería con su vida —sonrío incrédula de acordarme.

—¿Qué de raro hay en eso? Es su deber como descendiente del clan Fayrem.

—Forian, estamos hablando de Arthur Kane. —Arqueo las cejas—. El arrogante, insensible e impávido Arthur Kane. Aún si lo llevara en la sangre ¿cómo es posible que cambie de forma tan drástica su proceder hacia mí?

—Hay misterios que son indescifrables.

—Igual que tú.

—¿Yo?

—Eres un Legendario del clan Destroyers y estás observándome desde que llegué a la Academia.

—Hum...

—¿No vas a explicarlo?

—No es el momento.

—Déjame adivinar ¿aún no estoy preparada?

Antes que pueda responder, sentimos a Daysi bajando las escaleras y en breve está de nuevo con nosotros esta vez con una caja de acero mediana entre sus manos.

—¿Qué es? —intento averiguar al ver que está cerrada con llave.

—Quiero que me prometas que solo la usarás cuando no quede otra alternativa.

—¿Pero que hay adentro?

—Es energía Oserium, de la estrella Saol.

—La estrella caída en Irlendia. —Un temblor me recorre desde el pecho, disparándose en mis manos en forma de calambre.

Estoy sosteniendo una porción de lo más poderoso de ambos universos.

—Así es y por tanto muy, muy potente. Un poco puede desatar tus poderes a plenitud, la suficiente puede crear una anomalía y trasladarte de universo. Guárdala, ya has jurado usarla en extrema necesidad. Hasta ahora has vivido diecisiete años reprimida de tus poderes, un poco más no te hará daño. Al contrario, aprovecha este tiempo para aprender todo lo que puedas en la Academia del dominio de habilidades, estudia a profundidad sobre tu clan y muchas otras dudas te serán aclaradas. Estoy segura que muy pronto vendrás aquí de nuevo con nuevas noticias.

—¿No vas a decir nada? —pregunta Forian ante mi cara de renacuajo.

Cuando era pequeña veía como los niños de mi barrio atrapaban los renacuajos y les amarraban tiras al cuello para torturarlos. La cara que adoptaban es lo más parecido a mi expresión actual.

—Estoy un poco conmocionada.

—Es normal —calma Daysi—, ya te irás acostumbrando poco a poco. Cómete un muffin y verás que te sientes mejor.

Me alcanza uno con trozos de dátiles y empiezo a morderlo.

—¿Tú no vas a comer? —me dirijo a Forian.

—No soy muy amante a las frutas.

—Ahora que voy tejiendo hilos ¿cómo se conocieron tú y Daysi?

Cruza mirada con mi antigua vecina e intercambian una decisión mutua.

—¿No crees que es mucha información para un día? —contesta.

—No. He estado engañada toda mi vida, quiero saber todo lo relacionado a mi persona.

—Khris, prometo que te lo iré contando. Por ahora deja que te proteja y los Kane te defiendan.

—No lo entiendo Forian, hay muchas cosas que no encajan.

—Querida —interviene Daysi—, se hace tarde y debes tener deberes de la Academia.

—Un montón —resoplo. Hoy he dado por primera vez Ingeniería Biomédica y todos los principios y técnicas que se aplican en los diferentes campos. Me gusta pero es extenuante.

—Y recuerda, eres fuerte.

—Eso intento.

Sin decir mucho más importante nos marchamos y para cuando llegamos a Westlake Village ha oscurecido por completo. Me la paso este tiempo procesando toda la información que me ha caído esta tarde de golpe ¿Cómo miraré el rostro de mi madre sin sentir nada? ¿Tendría pensado alguna vez decirme que era adoptada? ¿Quiénes serán mis padres en Irlendia?

Órga parece percibir mi inquietud, pues ha estado impaciente en el viaje. Forian ha tratado de desviar mi atención y me ha explicado algunos trucos para subir en la tabla de progreso de habilidades pero es imposible que pueda concentrarme en algo más que no sea que, uno, soy una Legendaria y por tanto dos, Jasper quiere matarme. Supongo que no me quedará más remedio que ir al Libro Legendario y leerlo de principio a fin, hay muchos espacios vacíos que necesito llenar.

También necesito conocer más sobre los linajes. Hoy por ejemplo, en el Salón de Música ocurrió algo insólito que ni siquiera le conté a Aaron.

Quería estar sentada antes del timbre para no encontrarme en los pasillos con nadie. No había llegado a la puerta que estaba semiabierta cuando una melodía de violín atrapable y magnética me cautivó los sentidos. Pocas veces he escuchado algo semejante en la trayectoria de Howlland, por eso mi curiosidad se duplicó y sin detenerme a pensar, entré arrastrada por las notas del instrumento. El creador de dicha hazaña era un joven japonés que me resultaba conocido de mi grado, aunque en verdad no había reparado nunca en él. Tocaba con ahínco, fundiéndose a la música, dejando que penetrara en sus huesos...

Resultaba hermoso verlo y escucharlo. Sin poder evitar la acción, yo ya estaba a pocos metros anestesiada por la escena, disfrutando con los ojos cerrados cuando de repente el sonido dejó de fluir.

—Oh... lo siento no puede evitar entrar —confesé ante el asombro del chico.

Como cada uno de los herederos, era muy guapo, con un cabello extremadamente lacio y negro que le caía en la frente y una pequeña liga sujetaba mechones sobresalidos de atrás. Su cutis era terso, sin manchas, sin imperfecciones. Y a pesar de los ojos típicos de los asiáticos su mirada era muy expresiva. Recordé las bandas orientales que escuchaban mis compañeras de colegio y su fanatismo con los chicos que las integraban; bien, él pudiera pasar por uno de ellos.

—Tocas de una forma maravillosa —agregué al este mantenerse callado.

Había bajado el violín a la medida de los muslos y me escudriñaba con interés, tal vez valorando si merecía la pena que me contestara o no.

—Gracias —dijo finalmente.

Luego fue hasta la vidriera del Salón a guardar el instrumento.

—Por favor por mí no te detengas, puedes continuar —rogué.

Sin embargo fue en vano, el japonés pasó de largo sin mirar atrás y salió por la puerta. Quizás todos tenían un poco de complejo Kane después de todo...

Ahora ya estamos entrando en el camino que lleva a Mansión Fortress. El viaje de regreso se me ha hecho un poco más corto. No sé porque esto sucede por lo general, los regresos son más cortos que las salidas. Cuando el Jaguar estaciona frente al portón de acero, mi acompañante se disculpa por no entrar.

—Sé que a partir de aquí estás segura.

—¿Me sostienes esto? —le extiendo la caja para poder bajarme. El vehículo tiene gomas grandes y queda a bastante altura del piso.

—¡No! —Se aparta asorado y la caja cae al salpicadero del auto.

Cuando estoy en tierra firme vuelvo a sujetar el objeto.

—Lo siento yo... tuve miedo.

—Ya... —digo no muy convencida ¿Forian miedo? Este hombre desprende peligro por todos los poros, es absurdo que sienta miedo de una caja de acero aunque contenga la energía Oserium—. Hasta mañana.

—Hasta mañana Khristenyara, que descanses.

Y seguido retrocede con el Jaguar, para luego perderse por la carretera. Hago seña a la caseta alta dónde están los guardias que protegen la entrada y cuando comprueban de quién se trata abren el portón. Voy directo a la zona de empleados pues tengo demasiada hambre y además dan las once de la noche como para ponerme a contarle a Aaron la fabulosa noticia que soy un fenómeno igual que ellos. Bueno, según Daysi, un fenómeno superior.

Cuando voy a entrar a mi apartamento la maldita alarma de sensores de movimiento vuelve activar estallando de forma desesperante dando el aviso de un objeto extraño y disparando su niebla que me hace toser. Mi reciente mascota sale volando y se posa en el tejado. En otra ocasión me pondría a injuriar el nombre de Arthur Kane y el mal funcionamiento de sus caros artefactos. Pero ahora que tengo conocimiento que soy un ser fuera de lo común es lógico pensar que por el contrario, el sensor está funcionando de maravilla. Avanzo a trompicones hasta la puerta y una vez adentro, guardo bien la caja y me lanzo al micro a buscar mi cena. Mi madre recién comenzó las clases de enfermería gracias a la generosidad de Alioth y llega agotada del resto del día, por lo que se acuesta a dormir para esta hora. Luego de comer me permito un baño relajante en la bañera. Antes, selecciono unos frascos que veo en la mesa de la pequeña sala para agregarlos al agua. Las escencias se nos habían agotado y estas las debió traer mamá hoy para reponerlas. Mezclo las que se me ocurren con el objetivo que me asienten. Necesito por diez minutos dejar de pensar en mi origen y toda la incertidumbre que lo rodea. Justo estoy sumergiéndome en el agua cuando la voz grave del Señor Control resuena en los altavoces.

—Khristen Allen, repórtese urgente en mi habitación y traiga su celular.

—Pero qué rayos...

—¡No contemplaré ni cinco minutos más de retraso! —apremia la voz y es lo último que se escucha.

Chapoteo con roña el agua gruñiendo. Arthur no solo tiene la habilidad de controlar el aire, también se le da estupendo la habilidad de colmarme la paciencia a grados únicos.

Salgo de la bañera maldiciendo por lo bajo y medio me seco el cabello con una toalla. No encuentro mi pijama de Bob Sponja, mi madre debe haberlo lavado, así que me pongo otro de Ladybug. Salgo tan apresurada por las exigencias del psicópata que hasta olvido coger un abrigo. Sin embargo poco me importa ahora el frío cuando puedo evitar que el heredero Kane me suelte un discurso de obediencia y puntualidad. Atravieso la terraza y subo por las escaleras de esta. La quinta puerta es la de Aaron, y por cierto está a oscuras no quiero despertarlo a preguntarle cuál es la de su hermano. Comienzo a tantear por cuál entrar cuando mi celular vibra.

Hablando del rey de Roma.

"Segunda puerta, ala derecha"

Voy a la ubicación que me manda y efectivamente, todo indica por supuesto que esta es la grandiosa habitación del amo del complejo Kane. Está alumbrada a todas luces y la puerta que da al balcón permanece abierta. Tan solo poner un pie adentro y convencerme que su absurda teoría del derroche es respecto a los demás y no respecto a él mismo.

Los ricos son más tacaños que los pobres para el resto de las personas. Para ellos se dan gustos innecesarios.

Este lugar es de catálogo. Si la habitación de Hoyuelos me parecía una exageración, esta es como mucho el tiranosaurius rex de las habitaciones del mundo. Soberbia, lujo, ostentación... Cada artículo grita: nunca en tu patética vida podrás comprarme. Para empezar las paredes mezclan tonalidades terracota claro, gris cemento y beige. Jamás visualicé que dicha elección quedará bien, pero lo cierto es que favorece de maravilla. Las losas son inmensas, color vainilla y a primeros pasos me queda una sala de estar con muebles, mesa de centro y una caminadora eléctrica. Todo está adornado con cortinas de hilos de bronce, alfombras hindúes con arabescos complejos e inumerables lámparas, jarrones y cuadros de arte abstracto. Más allá se encuentra la gigantesca cama del señorito —¿cuál es el ansia de los Kane por camas gigantes? Ni que fueran gordos—. La misma está posicionada entre un espacio que tiene de fondo una pared color coral. A los pies se encuentra uno de esos baúles pijos acolchonado con gavetas y una alfombra que por sus arabescos parece de Arabia.

Al sur del habitación se encuentra una chimenea de mármol blanco y la pared de arriba exhibe varios premios ganados. En las medallas leo "Honor", "Pericia", dos diplomas de reconocimiento al mejor estudiante del año, más trofeos de oro por las consecutivas notas sobresalientes en los últimos años... En fin, galardones que contribuyen a la personalidad autosuficiente del chico. Me aburro de contarlos y me enfoco en el escritorio que se encuentra en el fondo, con un estante lleno de libros universitarios y un sillón donde está sentada la persona que ha interrumpido mi privacidad.

—¿Vas a llegar hasta mí o te vas a quedar babeando por mi habitación?

Arthur siendo Arthur...

—Te has pasado más de cinco minutos —regaña chequeando el Grandmaster Chime de su muñeca cuando me acerco.

—¿Hablas en serio? —resoplo— Apenas me he podido secar el cabello por venir corriendo hasta acá.

—Y tampoco te has podido vestir correctamente por lo que puedo notar. —Me analiza de pies a cabeza subiendo las cejas.

—Me gusta Miraculous —Estrecho los brazos sobre mi pecho.

—¿Dónde estabas? —inquiere, escueto como siempre.

—Y a ti que te im... —Respiro hondo, necesito descansar no una discusión—. Tuve que resolver un problema.

—¿Con Forian Súllivan?

—¡Qué! ¿Me estás espiando?

Acepto sus delirios de defensa y sus trastes de alarmas, pero que se meta en mi vida personal es demasiado.

—Sí —acepta tranquilamente.

—No puedes...

—¿Y tú si puedes llegar casi a media noche con esa alimaña?

—¿Qué tienes en contra de Forian?

—Me da mala espina.

—Es mucho más agradable que tú —declaro irritada y la frente de Arthur se contrae.

Momentos como estos, ahora sabiendo que soy daynoniana es cuando me dan ganas de sacarle mi estatus para callarle la boca. Pero me contengo, porque como dijo Daysi es demasiado para mí, necesito tiempo para asimilarlo. Mantener en secreto que sé la verdad de algún modo lo hace menos real.

—Sabes fenómeno, no vine hasta aquí para escuchar tus perretas por las cosas que se salen de tu control. No puedo creer que haya perdido mi ritual de relajación para esto. —Aprieto los laterales de mi cabeza.

—Por favor —bufa—, ni siquiera has escogido la combinación de escencias correctas para la bañera.

—No... no puede ser. Tú...¿tú cómo sabes?—Lo señalo con el índice boquiabierta.

El muy canalla. Claro, las cámaras por todas partes, los altavoces a los noventa segundos que entré al cuarto de baño. Cielos nunca he sentido mis mejillas arder tanto al punto que siento que voy a desmayarme por el bochorno. Pero antes de desmayarme voy acabar con él.

—Lo vi —dice como si nada el muy fresco levantando su iPad—. Y debo decir que... ¡Oye! —se queja cuando le propino un golpe el brazo.

Para mi mala fortuna lo tiene duro de los ejercicios pero eso no va a frenarme ¡Voy a matarlo!

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