☆27☆ LA VERDAD


*Como a veces les anuncio, Wattpad sigue loquito y no avisó del 26, revisen por favor el capítulo anterior antes de leer este. Un beso achocolatado*

Forian.

Doy un brinco suficientemente alto y afinco mis pies al pequeño pendiente que sobresale de la roca. Estoy practicando escalada libre, sin arnés, estribos o ganchos. Uso mi ingenio nato y mis garras para mantener el equilibrio verticalmente. Howlland tiene un cuarto al lado del campo de entrenamiento preparado para hacer escalada artificial bajo techo. Para desarrollar la capacidad de la rápida toma de decisiones de los estudiantes, se les asigna una vez a la semana que vengan aquí. Yo por supuesto, no tengo restricciones y a veces uso los ejercicios que tienen a disposición en la Academia para desestresarme.

Llevo treinta minutos pensando en la chica bajo mi protección y todo lo que se avecina.

Aún recuerdo la primera vez que vi a Khristenyara. Era tan pequeña, indefensa, tan rosada... Su piel contrastaba con los pelusas rojas que cargaba en la cabeza. Los daynonianos nacen con un peculiar sentido del instinto frente al peligro, pero después de mirarme con detenimiento un tiempo breve, se lanzó a mis brazos confiada. A veces me pongo a meditar en muchas cosas del pasado, y me abarca una nostalgia imborrable que no superaré hasta que se haya cumplido la profecía.

Doy otro salto pero el pedazo sobresaliente está flojo y se parte bajo mi peso. Saco veloz las garras de mi mano derecha y las entierro en el muro. Me resbalo bastante y dejo arañada la pared, pero detengo el movimiento de caída varios metros antes de llegar al suelo. Comienzo de nuevo.

Khristen me pidió que la acompañara a Palm Springs y sé que tiene pensado hablar con Daysera respecto a todas sus dudas. No la culpo, venir a la Academia ha destapado cosas que hemos tratado de evitar durante años. Pero estoy seguro que si la anciana decidió ocultarle la verdad fue porque determinó que el tiempo perfecto para que ella la descubriera era este.

Tanta sangre, tantas muertes... por algo que es inevitable...

Llego a la cima y me siento a coger un respiro calmando la agitación de mi pecho. Desde aquí arriba todo luce bastante chico, pero no significa que los problemas lo sean. Miro las dos franjas circulares que marcan mi brazo izquierdo añorando la tercera. Ha pasado bastante pero no deja de remorderme la conciencia. No, no me arrepiento de haber salvado a Khristenyara, nunca lo haré. Pero me pongo a pensar en mi padre y la última cara de decepción que me dedicó, toda la preparación que vio perdida a lo largo de los siglos...

Salto hacia el vacío y caigo agachado, con los puños apoyados en la superficie. Los destroyadores siempre caemos de pie.

Me incorporo y alcanzo una toalla para limpiarme el sudor. Son casi las cinco y las clases deben estar por terminar, debería aprovechar y bañarme. Voy hasta una de las duchas del cuarto y pongo en máxima la temperatura, dejando que el agua ardiente me hinche los poros. Disfruto a grado máximo del calor y todas las cosas que quemen. Efectos colaterales de mi especie y mi mundo de origen.

Otra cosa que me preocupa es Alioth y los líderes de los imperios. Hace alrededor de dos horas fui citado en su despacho porque no encontraba qué hacer. Digamos que los cabecillas de los linajes se tomaron a mal que la hija de la ama de llaves estudiara en suelo sagrado. Algunos incluso apoyaron el Acecho Temible tildándolo de "necesario" para que la joven respetara a sus compañeros. No faltaron las amenazas y la negación a regañar a su prole por lo que sucedió. Yo escuché atentamente al hijo del aire sin poder aconsejarle mucho; no soy descendiente del clan Idryo, ser consejero no está entre mis aptitudes.

Actúo siempre por mi cuenta, en sigilo y solitario.

Sí le confesé al patriarca Kane que había llegado el tiempo y se preparara para lo peor, que defendiera a la chica cuanto pudiera y yo me encargaría de Jasper y sus secuaces. Cierro la ducha con la piel humeando vapor y me enrosco una toalla alrededor de la cintura. Afuera el clima está un poco gélido y me molesta, por lo que me apresuro hasta los edificios de los internos para entrar en mi habitación y vestirme. Recuerdo que la primera vez que dormí aquí, me percaté que todo era muy frío por las noches; no por ausencia de calefacción sino por la ajena sensación de hogar. O simplemente era que extrañaba a mis hermanos, mi sitio de nacimiento, mi posición...

Me visto con un abrigo de cuero y unos jeans a medida, me costó bastante adaptarme también a ellos pero a golpe de fuerza todo se logra. Todavía hay cosas que no he podido asemejar en diecisiete años viviendo en la Tierra. Por ejemplo, los artefactos que usan los humanos para comunicarse llamados teléfonos. Pero hay otras cosas que en contra de mi propio pronóstico debo reconocer, me gustan. Como los autos por ejemplo, o los equipos eléctricos que asan las carnes con sus propios jugos. Pensar en esto me da mucha hambre.

El hambre de los destroyadores es voraz. Nunca se calma, solo se apacigua.

Para cuando termino de saborear cada hebra de carne de unos filetes que guardaba en la nevera, salgo del dormitorio y me encamino buscando a Khris. El timbre ha sonado y los cientos de estudiantes empiezan abarcar los pasillos, otros salen a por sus autos. Pero es fácil dar con ella, tiene impregnado un olor único, su corazón marcha doscientos latidos por segundo, generalmente, y al cabello rojo poseyente de la tonalidad más privativa del color le es imposible escapar de mis ojos de halcón. La diviso rápido saliendo junto al menor de los Kane del Salón de Arte, con la cabeza baja abrazando unos lienzos con pinceladas básicas mientras él  revisa su celular. Bordeo las chicas que se meten 'accidentalmente' en mi camino y llego hasta ellos.

—Forian. —Se sorprende cuando le corto el paso.

Los latidos de ella superan el ritmo cardíaco usual y se queda mirándome raro.

—¿Lista? —Es mi saludo.

No se me da muy bien articular las palabras y Khristen tiene cambios en su sistema nervioso cada dos por tres.

—S-Sí...

—Vamos.

—Nos vemos después Hoyuelos.

—¿A dónde vas?

—Debo resolver algo, después te cuento ¿sí?

—Khris —La detiene por el brazo— Cuídate —Me mira receloso.

—Todo está bien, confío en Forian.

El muchacho se lo piensa un momento y luego se marcha.

Khris y yo salimos caminando juntos en la dirección contraria y al pasar por el lado de los franceses y brasileños los murmullos no se hacen esperar. A ella se le precipita el fluido de sangre, los sentidos se dilatan y las mejillas se enrojecen. Respuesta: está avergonzada. Deduzco que no le gusta ser el centro de la atención y en sus circunstancias eso es malo, nació para ser el centro.

—Es natural, nunca me ven con nadie —respondo a sus pensamientos.

—¡Otra vez leyéndome la...! ¿Sabes qué? No tiene caso —finge despreocupación pero su cuerpo se tensa.

—¿Por qué estás tan nerviosa?

—Yo no estoy nerviosa.

—Se te olvida que no puedes mentirme...

—¿Eso le haces a tus citas? —Me desconcierta con su pregunta— Las llevas a cenar y les dices: Epa, ¿te pongo nerviosa? ¿Te parezco atractivo?

—¿De qué estás hablando? —Me confundo.

—Forian, no puedes hacer esas cosas —se queja roja como un chile—. Sabes el efecto que provocas en las mujeres y aún así vas y se los echas en cara. No lo hagas, es vergonzoso. —Apresura el paso y me adelanta.

—¿Estás nerviosa por mí?

—Oh, ahora te haces el tonto —resopla— ¿No que podías descifrar todo míster adivino?

—Khristen —hablo serio—, puedo descifrar tus emociones pero no adivinar tus motivos.

Ante la confesión se detiene y el rostro se enrojece todavía más, alcanzando el color de su cabello.

—Osea qué... tú... te acabas de enterar de mi boca que me... Cielos. —Se golpea la frente en un gesto gracioso.

A veces no entiendo a las adolescentes y sus cambios de humor. Nervios, rabia, vergüenza... Cambian muy rápido. Por eso les enseño a los descendientes no tratar con ellas ni escogerlas como presas para ningún negocio, no formalizar contratos y no considerarlas para relación.

—No estoy acostumbrado a tratar asuntos femeninos. —Me encojo de hombros.

Ella no contesta, por el contrario se masajea la cabeza hablando consigo misma. Doy por concluida la conversación, si es que se puede nombrar así, y la dirijo hasta el Jaguar que tengo parqueado afuera. Lo mira frunciendo el entrecejo, luego sube. Juguetea con sus dedos, entrecierra los ojos y el corazón vuelve acelerarse. Sé lo que está pensando.

—No puedo correr a hípervelocidad a todos lados, es agotador.

—Por supuesto que sabes que me recordé de esa noche. —Prende el reproductor y deja el canal de radio que tengo seleccionado—. Pero ey, tranqui, no quiero volver a probarlo, no quiero desmayarme otra vez.

—Te encantó. —Escudriño más profundo.

—Fue algo fuera de lo común, pero he tenido demasiada velocidad en estos días, gracias.

—Lo siento pero debo manejar al menos a cien kilómetros por hora si quiero llegar en dos horas. De lo contrario tardaríamos mucho.

—A cien kilómetros está bien.

Alza el volumen de la música country y comienza a escribir un texto en su aparato móvil, deduzco que avisándole a su madre que llegará tarde. El viaje es tranquilo y de vez en cuando conversamos de la Academia. Agradezco en silencio que ella no me haga preguntas personales, deseo cuidar la voluntad de Daysi sobre su origen. Cuando finalmente entro en Palm Springs, me dirijo primero a la tienda de mascotas para desconcierto de Khris.

—Mi barrio está al sur.

—Seré breve —le digo deteniendo la marcha.

—¿Te quieres comprar un perro o algo similar? —pregunta leyendo el cartel del establecimiento.

—Solo compraré un regalo para una vieja amiga —anuncio y ella se asombra el doble—. Y odio los perros.

Entro al lugar sabiendo lo que quiero y me tomo el tiempo necesario en detallar que el animal tenga un plumaje saludable, esté correctamente alimentado y los ojos brillen con ese matiz característico. Pago cuando me siento satisfecho de la elección. A juicio de los humanos debe representar mucho dinero a mi juicio, ha valido la pena.

—Pero qué... —Se aparta Khris cuando me posiciono en el asiento de conductor, con el ave posada en el brazo— ¡¿Has comprado un búho?!

—Sostenla, es mansa.

—¡Ni en un millón de años!

—Estás aterrada.

—No pienso tocarla —asegura.

—Vamos, sostenla. No te vas arrepentir. —Se la acerco y ella levanta sus manos en defensa.

—¿Te has vuelto loco? No me pondré ese bicho en el brazo.

El búho suelta un ladrido bajo y se retuerce incómodo en el lugar.

—Has herido sus sentimientos.

—Un búho no tiene sentimientos —resopla.

—¿Por qué no lo compruebas?

—Bien, solo para demostrarte que no tengo miedo. —Suspira—. Ven aquí...

Me paso el animal al otro brazo y me saco el material protector que protege de sus garras, colocándoselo a Khristen. Puedo oler su miedo y me contengo de hacérselo notar. No sé como ha perdido tantas facultades de su clan, al punto de pasar como una humana cualquiera.

—Bien, ahora relájate...

—Estoy relajada —increpa.

—Khris... relájate en serio. Respira, eso es... respira profundo. Ahora quiero que mires los ojos del ave.

—¿¡Qué!?

—Solo hazlo, no es tan difícil.

Vuelve a suspirar angustiada pero hace un esfuerzo y se concentra en las pupilas del búho. Creo que mi trabajo está hecho, no tengo que decir nada más pues ya empiezo a sentir las vibraciones de sus fluidos, el instinto reclamando, haciéndose notar. Ocurre la cosa más hermosa del mundo: Khris acaricia la cabeza emplumada y el ave le responde. Se observan superando el abismo que separa la incredulidad, juntas destapan el velo que ensombrece la mente de la chica.

—Encantada de conocerte, Órga.

Ella sonríe y puedo jurar que el búho también. Se acaba de crear un enlace muy especial y solo se romperá con la muerte de una de las dos.

—¿Órga?¹

¹Órga: Dorado en Káliz, idioma de Irlendia.

—Mira sus ojos —contesta removiendo las plumas entre ellos.

—¿No te das cuenta Khristen? Acabas de hablar en Káliz.

—Es... es cierto. —Frunce el ceño, desorientada—. Debe ser por las clases en la Academia —trata de justificar—, nos obligan a estudiar el idioma a profundidad.

—Mmm... claro. Creo que es hora de irnos, se hace tarde para llegar a casa de tu antigua vecina.

Arranco nuevamente el auto y conduzco sin interrupciones hasta el destino inicial. La casa está como la recordaba, con las flores de índigo plantadas al frente, y algunas raíces de árboles sobresaliendo en el portal. Siempre me sorprendió que a pesar de las urgentes circunstancias Daysera tuviese en cuenta tomar semillas de su hogar. Me bajo y toco la puerta. La dueña se demora un poco en abrir pero cuando finalmente lo hace, nos mira complacida.

—¡Daysi! —Khris se le tira encima abrazándola fuerte.

—Oh querida. —La otra acaricia la coronilla roja y después de un sentido abrazo la separa—. Los estaba esperando —dice mirándome.

—Ha pasado un tiempo —saludo.

—Bastante Forian. —Asiente con la cabeza—. ¿Y esta preciosidad? —Remueve el plumaje con su índice en la frente del búho.

—Él me la ha comprado —responde Khris.

—Ya veo —Daysi me mira con suspicacia—. Sabia elección.

—Gracias. Pensé que era hora que Khristen la tuviera, es una lástima no haber podido comprarla antes.

—Se llama Órga —continúa la chica.

—Bonito nombre —expresa la anciana—. Ahora vengan entremos a la cocina, estoy preparando muffins —Nos invita a pasar abriendo más la puerta.

Adentrarme al lugar no es precisamente de mi agrado pues remueve cosas que me han estado doliendo por años. Las pinturas gráficas en las paredes, los sonajeros con figuras reales, y el olor... Ese olor propio del hogar. Seguimos directo hasta la cocina y nos acomodamos en las sillas alrededor de una mesa.

—Y dime querida, ¿qué tal la Academia?

—Bueno, es como lo imaginé. Niños ricos que se creen los mejores del mundo, lujo y glamour hasta en la zona de animales, deberes hasta que te explote la cabeza...

—¿Y los Kane?

Ante la pregunta las mejillas de Khristen vuelven a tornarse coloradas.

—Aaron es encantador. Su padre también nos ha tratado bien a mi madre y a mí.

—¿Y Arthur? —insiste Daysi.

—Arthur es... bueno, Arthur. No encuentro una sola palabra para definirlo. Diré que es peculiar.

—Me alegra que te estés adaptando —declara palpando la parte superior de la mano de Khris—. Pero pregunta eso que tanto deseas cariño, sé que no has venido hasta aquí solo para contarme tu día a día.

—Bueno... —Ella vuelve a juguetear con sus dedos y unos mechones rojos le caen a ambos lados de la cara—. Necesito respuestas Daysi, han pasado sucesos muy raros y tengo la sensación que todos saben cosas menos yo.

Daysi respira lento y cierra los ojos. Luego, cuando los abre, estos parecen fulgurar más de lo normal.

—¿Recuerdas todas las veces que te decía que eras especial?

—Cómo olvidarlo, era todo el tiempo.

—No lo decía por que sí Khristen, lo decía porque te daba el valor que mereces. Eres especial, y era cuestión de tiempo que los más sagaces de Howlland se dieran cuenta. —Ahora agarra fuerte su mano—. Verás mi niña, no eres una humana común y corriente, perteneces a una entidad superior.

—Wo, wo, un momento. —Khristen sacuda las manos—. Daysi, soy yo —Se señala—. La hija de Vanessa, la niña que viste crecer justo al lado de tu casa ¿Cómo me dices ahora que no soy humana? Y que pertenezco a una entidad... ¿superior? Venga Daysi, se escucha más loco que las palabras de Jasper Dónovan.

—Sé que es difícil de creer, pero tienes que hacerlo Khris, no puedes seguir negando tu origen, ha llegado la hora de asumir tu responsabilidad. Escucha...

—Daysi...

—Escucha —habla firme—. Lo que tendrás que asimilar es fuerte pero necesario. Vanessa... ella —Ladea la cabeza— ... no es tu madre.

—Que no es mi... —Khris mira al vacío procesando la información.

—Se encargó de ti a petición mía, y se enamoró de la encantadora bebé que eras. Vanessa hizo un buen trabajo en educarte, saliste un poco rebelde pero es propio de nuestro clan.

—Nuestro... ¿nuestro clan? Quieres decir que yo soy como esos chicos ¿los niños pijos?

—No querida, no eres como ellos, eres más que ellos.

—Daysi... —Los ojos ámbar de Khris se cristalizan.

—¿No has aprendido nada en Howlland? ¿Nada sobre la historia de los clanes?

—No sé que tiene eso que ver —le falla la voz.

—Tu cabello rojo como el fuego devorador, tus ojos preciosos e inigualables, tu piel blanca sin imperfecciones, tu salud de hierro excepto por las convulsiones que te dieron de pequeña. ¿Eso no te dice nada?

—No... es... —Niega con la cabeza y se ríe manteniendo los ojos en el vacío—. No puede ser, yo no puedo ser...

—Dilo Khris —presiono y se vuelve a mí espantada.

—Forian, tú lo has sabido todo este tiempo.

—Sí —acepto—, al igual que Jasper, y Alioth, y Arthur.

—Arthur...

—Ya lo sabes querida —toma la palabra de nuevo la anciana—, ya sabes porqué eres especial. Eres legítima del clan superior Daynon.

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