☆25☆ COMPLEJO KANE
Khristen.
Esos días que quieres tener el poder de chasquear tus dedos y desaparecer todo cuanto te rodea.
Sí, me pasa siempre.
Pero juro, juro sobre la base de mi nombre que nunca he tenido tantas ganas de desaparecer a una persona como a Arthur Kane. Me tiene al borde de un colapso nervioso.
Pensaba que con una personalidad resbalosa iba a poder hacer de lado sus estupideces pero no, no es suficiente. El tío realmente es cargante, controlador e intenso. Aaron no se podía creer todo lo que Arthur había mandado ha colocar en el apartamento que nos asignó Alioth, por lo que tuve que arrastrarlo de la segunda planta a la zona de empleados para que lo comprobara por él mismo. Aún perplejo se despidió para comer y prometió que me ayudaría con la paranoia de su hermano aunque seguía sin entender el motivo de repentino interés.
Arthur está raro desde ayer. Por más que trate de convencerme que lo que sucedió la madrugada del martes fue de verdad, más irreal me resulta. ¿En cuál mundo paralelo el fenómeno me espía bajo la luz de la luna por mi ventana mientras duermo? Cuando el ruido que se produjo por el marco roto me despertó, no entendía lo que mis ojos veían: Ahí estaba él con sus ropas elegantes aunque un poco chamuscadas y el cabello castaño oscuro despeinado con mechones cayéndole en la frente empapada de sudor, observándome sin recato acompañado de una extraña expresión en esos ojos grises tan turbulentos como enigmáticos, porque ¿quién en este universo puede descifrar al inaccesible Arthur Kane? Y sin embargo algo se sobresaltó en mi interior.
Al salir afuera, la brisa helada castigaba mi cuerpo, juntándose el agotamiento del día terrible que había tenido y las ganas enormes de mandarlo a comer chiles picantes. No sabía que quería y la impaciencia estaba en mi contra. Pero Arthur no sacó ninguna de sus burradas o se burló de mi pijama. Se quedó observándome por tiempo prolongado y aseguró que me protegería con su vida.
Me quedé en shock ¿realmente era el imbécil arrogante que me obligó a nombrarlo señor la tarde que llegué a la Fortaleza?
Pues aparentemente sí. Pero me convencí que algo con el peso suficiente estaba influyendo drásticamente en su forma de proyectarse. Y por lo que mi mente podía concretar, debía tratarse del oscuro episodio al que me habían sometido los gemelos Dónovan y luego Jasper. El director Kane había dicho que se llamaba «Acecho Temible» y era una práctica desprendida de la antigüedad en el universo de Irlendia, donde los destroyadores se juntaban en manada para atacar violentamente objetivos ajenos a su mundo que suponían amenaza para unos pocos cazadores.
Bueno, al parecer yo no soy solo una ajena en Howlland, sino que también represento una gran amenaza ¿Por qué? No lo sé, pues poco me importa la espectacular vida de estos pijos y todos sus ofuscados secretos. Mi único deseo desde que empecé en la Academia ha sido graduarme en paz, siendo invisible a toda costa. Cosa que me será improbable debido a, uno, ser la hija de la ama de llaves; dos, tener un grupo de sádicos ansiando matarme; y tres, ser el centro de entretenimiento de un heredero millonario que disfruta haciéndome la vida imposible.
Ya he terminado de arreglarme para el día de hoy y abro la puerta repasando mis anotaciones de cómo evadir a los Súllivan y demás parientes. Alioth me aseguró que en los salones de clases los profesores no me perderían ojo y a la hora de almuerzo debía acudir a su oficina para no quedarme sola ni un minuto. Medidas extremas que no son pocas teniendo en cuenta los delirios de Jasper a los cuales el director no se muestra muy convencido de aplacar. Estoy ingeniando otras medidas cuando una alarma aguda y sonora, peor que una sirena de policía, se activa sin pausa. Luego empieza la niebla y mi tos.
—¡¡Arthur Kane!! —grito tapándome los oídos.
Quien llega es Eddy, uno de los encargados del mantenimiento de autos y transporte de los empleados y desactiva el traste que con un par de minutos más, hubiera estallado mis tímpanos.
—Lo siento señorita Allen no sé por qué se activado la alarma de reconocimiento de objetos extraños.
—¿Acaso soy un objeto extraño? —chillo apretando mis puños.
—Claro que no señorita. —Él se rasca la cabeza—. Ha debido ser un error en el sistema, lo compruebo y ya mismo lo arreglo.
Resoplo y camino hasta un gnomo, de esos que desprenden por las cuencas oculares rayos infrarrojos para seguridad nocturna de cuerpos con alta temperatura, y le pateo la cabeza molesta. En el acto, de unos altavoces que recién me entero también hay colocados de forma invisible, se escucha la voz de Arthur.
—Aunque los patees todos, volveré a comprarlos ridícula.
—¡Me tienes harta! —protesto hacia donde imagino que estén las mini cámaras.
—Te ves más graciosa y ridícula cuando te enfadas ¿lo sabías cierto?
—Pues no —grito al aire—, nunca he tenido un fenómeno obsesionado conmigo.
Los altavoces no reproducen ninguna voz y estoy por jactarme que le he callado la boca cuando vuelve hablar.
—Apresúrate al driveway principal, vas retrasada.
Es lo último que se escucha y la impotencia me hace patear otro gnomo. Lo sé, él puede comprar miles por cada uno que yo rompa. Pero aún así, haré que se gaste más de lo previsto por psicópata. Me pongo atravesar la gran terraza para llegar al driveway y ahí está el Lamborghini de Arthur estacionado con su propietario al lado esperando de pie. Lleva el cabello peinado hacia atrás y viste con un chaqué azul oscuro bordado en oro, camisa y pantalón blanco y un brillo de esos que proyectan las pelis cuando aparece el villano.
Bueno lo del brillo ha sido invento mío. Pero no es menos cierto que los arrogantes de Howlland tienen ese reflector donde quiera que se paren, lo cual me molesta por ración doble.
Arthur sostiene en ambas manos un iPad que no deja de revisar incluso cuando llego. No veo a su padre por ninguna parte y tampoco la limusina. Espero que no se haya marchado porque ni en un millón de años me volvería a montar con su hijo en ese auto. Respecto a Aaron, no hace falta mucho cerebro para adivinar que debe estar arreglándose como es propio de un Kane.
—Entra —ordena Arthur sin levantar la mirada de la pantalla digital.
El perfume que usa es como todos los demás, intenso y penetrante. Ni siquiera estoy tan cerca y comienzo a ahogarme, por lo que hiperventilo con mis manos para incomodidad de él.
—Eres una exagerada —Niega con la cabeza y baja su iPad.
—¿Exagerada? ¿En serio? Yo no soy la que convirtió el departamento de la zona de empleados en una resistencia impenetrable.
—Otra vez con eso. —Rueda los ojos—. Eres tan obstinada ¿no te das cuenta que es por tu propio bien?
—¿Y eso te importa mucho? Creí que no perdías tiempo en problemas de la gente común...
—Eres una empleada de mi casa y te guste o no, asistes a una academia con gente poderosa capaz de hacerte desaparecer sin pensárselo dos veces. Así que vivirás de acuerdo a mis normas y punto —dictamina con su tono autoritario.
Agrrr... como me gustaría patearle la cabeza igual que a los gnomos.
—Sí claro... y supongo que un detector de objetos extraños tampoco sobra —bufo.
—Pues no se hubiese activado si te hubieras vestido correctamente —Me enfrenta—. Mira esa ropa, no me sorprende que todas las alarmas se disparen.
—Eres un...
—Y ahora entra al auto, ya he esperado suficiente por ti.
—Sabes que no entraré a ese auto poseído ni aunque me obligues.
—Pues tendré que hacerlo. —Da dos zancadas hacia mí y debo retroceder cuatro pasos hacia atrás.
Es tan alto y desprende tanto vigor, que muchas veces tengo que recordarme que intento prevalecer como una chica fuerte que no se deja dominar por los de su tipo para no amedrentarme.
—Atrévete —reto tratando de sonar firme pero lo cierto es que tiemblo como una hoja.
La última vez que reté a este loco terminó manejando a más de seiscientos kilómetros por hora.
—Bien. —Relaja sus hombros y me da la espalda.
—¿Bien? —Me quedo confundida por su serenidad.
Entra en el coche y se sienta en la parte del conductor. Mueve dos dedos y se abre la puerta del otro lado. Oups, está usando sus habilidades. No he terminado de pensar esto cuando sacude la mano completa, consiguiendo que me eleve en el aire y una ráfaga de viento me empuje directo al interior del Lamborghini.
—Pero qué...
No me da margen a quejarme, pues arranca con rapidez y todavía estoy acomodándome en el asiento cuando ya estamos a kilómetros de Mansión Fortress.
—Me las vas a pagar —digo entre dientes.
—Ya van cuántas ¿cien amenazas no cumplidas? —sonríe observando la carretera—. A veces olvidas con quién tratas Khristen.
—Con un psicópata, eso no lo olvido nunca —Me abrocho el cinturón.
—No te pongas a llorar como una cría, no siempre conduzco como en aquella ocasión. Lo que obtuviste fue tu merecido por desafiar mi pacto de paz.
—Ajá señor pacífico...
Arthur me mira de reojo y finjo que no me doy cuenta. Si piensa soltar otra tesis de su cargo importante prefiero tirarme a la carretera en plena marcha.
—Ridícula...
—Fenómeno.
Irritado, enciende el reproductor de música el cual noto, está conectado al bluetooth de su iPhone. Justin Timberlake es el que suena, complaciéndonos con su pegadizo ritmo. Jamás pensé que alguien como Arthur escuchara pop dance, así que me llevo una torta invisible.
—¿Creías que escuchaba Mozart y cosas por el estilo cierto?
—Pues sí... más o menos.
—Ese es Aaron. —Tuerce los labios—. Por sus clases de piano tuvo que recrear los mejores clásicos de todos los tiempos.
—No lo sabía.
—Te lo dije Khristen, hay muchas cosas que no sabes.
—¿Puedo preguntarte algo?
Me mira frunciendo el ceño.
—Depende.
—¿Por qué me estás llevando a Howlland? ¿Por qué no ordenaste que Eddy o Jackson lo hiciera?
—Alioth tuvo que salir antes en su limusina por una reunión con algunos padres de los rebeldes que te prepararon la trampa el lunes. Y no voy a ordenarle nada a nadie si me dirijo al mismo lugar, sabes que en mi familia odiamos el derroche innecesario.
—¿No que tu familia se dedicaba al negocio de los casinos? Todos esos establecimientos infernales son la viva imagen del derroche.
—Es diferente. Ese derroche nos propicia dinero y el dinero entrante es prioridad, no importa por la vía que sea.
—¿Es la mentalidad que estudias en tercer grado?
—En parte.
—Menudo rollo capitalista tendré que aguantar cuando llegue a los veinte —Me auto compadezco.
—Piensa lo que quieras. Rollo o no, al final los internos de Howlland somos los primeros en todas las economías mundiales. Un imperio se forma con trabajo no con ideas y estoy seguro que cuando llegues a tercero estudiarás muchos conceptos que te abran la mente.
—¿Sabes que es lo que pienso? Que quiénes creen que el dinero lo puede todo, terminan haciendo todo por dinero.
—El dinero y el poder son las cosas más importantes del mundo. Y —agrega con rapidez levantando una mano en señal de pausa cuando ve que intento replicar—, no me vengas con esa fraseología de pobres sobre que el dinero no compra la felicidad.
—Es puramente cierto. Mi madre y yo siempre hemos tenido lo básico y somos muy felices. Por tanto estoy de acuerdo con que el dinero no compra la felicidad.
—Es cierto —apoya—. El dinero no compra la felicidad, pero la pobreza no compra nada.
—Ja, dijo el gran Arthur Kane. —Hago una mueca.
—Te fastidia que tenga razón. —Detiene el auto al frente del castillo Howlland, hemos llegado a la Academia.
—Me fastidia que estés equivocado pero igual, sé que no habrá nada que te haga cambiar de opinión —Safo el cinturón de mi asiento.
—Puede haber algo —Me mira de repente y esta vez, vuelve la sensación de la madrugada del Martes.
Los ojos grisáceos con todo detalle te atrapan dentro de ellos como una tormenta en pleno apogeo. Te subyugan y doblegan, te hacen prestar atención. La mayor parte del tiempo me la paso odiando a Arthur Kane, pero cuando me observa de esa forma siempre termino muda sin explicaciones, termino con una tribulación contradictoria en mis sentimientos, termino completamente rendida...
—Bájate —espeta virando la cara.
—No pensaba quedarme un segundo más junto a ti —Reacciono abriendo la puerta y tirándola.
No importa que Arthur tenga los ojos más debilitantes del mundo, al final se demuestra el estúpido arrogante que es. Y yo otra estúpida por pensar un momento que hay más detrás de su fachada indiferente. ¿Lo que sucedió el martes en la madrugada? Pues él mismo lo dijo, que se golpeó la cabeza y por eso parloteaba cosas sin sentido. ¿Que haya asegurado mi apartamento? El complejo Kane en evidencia siendo si dueño un maniático del control. Sí, porque el maldito complejo Kane siempre saldrá a relucir en todo lo que haga el más impetuoso del linaje.
Por eso me repito: No lo soporto y nunca lo haré.
—☆Notas☆—
Chaqué: Prenda de ropa masculina parecido a un traje convencional con la diferencia que la parte trasera es más larga llegando a la mitad de los muslos. Trae un bolsillo en el pecho para colocar un pañuelo y se usa arriba de chalecos de vestir.
Aquí les dejo un edit de estos dis que parecen luchadores en un ring cada vez que se encuentran ja ja. (Amo este edit)
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