☆23☆SER PADRE.
Alioth.
"Un día, cuando estés en mi posición comprobarás lo que te hablo"
Estas fueron las sencillas palabras que me dijo una tarde de verano mi padre después que castigó severamente a mi hermano Alker por un asuntillo de chicas. En su momento me pareció que se había excedido con él.
De todos mis hermanos, Alker fue el que más dolores de cabeza le dio a la familia. Le gustaba beber e ir a grandes fiestas, llegaba a las tres o las cuatro de la madrugada y derrochaba gran parte del dinero de los Kane. Sin embargo cuando se trataba de algo grave respecto a sus hermanos estaba como el primero para prestar su ayuda y apoyo. Se caracterizó siendo un niño por ser bien cariñoso y desde los veinte, aproximadamente, se ha dedicado a donar grandes fondos a fundaciones de cáncer y cosas por el estilo. Su negocio mayor, y por ende el de el resto de mi familia, es administrar los mayores casinos de Las Vegas. Pero Alker sin duda tiene un gran corazón, lo malo es que resulta tan grande como su frenesí.
A pesar de ser el menor, concibió un hijo incluso primero que yo, a este primogénito lo nombró Ábner y es el primo que ayuda a Arthur con el Concesionario de autos mientras está estudiando en Los Ángeles, aunque su destino es suceder a su padre como gerente de los casinos. Todos mis hermanos viven en Nevada y los veo pocas veces al año, manejar estos establecimientos no es tarea sencilla. La mayor es Asella, que solo tiene una hija, Altaís de veinticinco años. Después de cuatro años vine yo. En tercer lugar nació mi otra hermana, Adara a la cual le llevo solo un año y tiene dos hijos, Adrián de veintidós y Alissa de dieciocho; la cual nació dos meses antes que Aaron. Y por último nuestro Alker, lo trajeron al mundo cuando Adara recién cumplía los cinco. Apareció con su primogénito Ábner un día de repente, cuando apenas era bebé. Nadie conoce quién es la madre y mi hermano se ha encargado de ocultarlo todos estos años. Por esto consiguió otro de los disgustos del gran Aquila. Con el fin de emendarlo, nuestro padre le concertó matrimonio con una heredera de los Alonso, los españoles descendientes junto con los O'Brien del Clan Idryo.
Alker estaba renuente pero en cuanto conoció a la muchacha cayó perdidamente enamorado hasta el día que ella cerró sus ojos en la muerte debido a la leucemia. Fruto de esta relación nacieron Anira que actualmente va en el grado de Arthur y Ánssel, un año menor.
Y esto es un resumen de los Kane excluyendo las desdichas, ya que contar las mismas me tomaría más de un setenta y dos horas.
¿O tal vez más?
Pero volviendo a las palabras de mi padre, y su pronóstico de que algún día comprobaría lo duro que era tratar con los asuntos de hijos jóvenes, debo decir que nunca imaginé lo difícil que resultaría tratar ciertas cuestiones porque simplemente no pasaron por mi cabeza. Llevo esperando a Aaron unos quince minutos; lo cité en el despacho para tratar el problema de... bueno, su problema.
Cuando escucho que toca a la puerta lo hago pasar.
—Buenas tardes padre.
—Siéntate hijo —pido y me acomodo en el asiento ¿Cómo se supone que empiece esto?
—¿Qué tal la Academia hoy? —pregunta.
—Bien, esperaré a mañana para tratar contra los que participaron en el "Acecho Temible".
Ordené que Khristen no asistiera hoy a Howlland por precaución, mañana debo enfrentar lo que quería posponer hasta que no tuviera más remedio y aún no sé cómo hacerlo. Ya analizaré el mejor proceder, ahora lo que toca es mi hijo y esto debo resolverlo de inmediato.
—Verás Aaron no eres un niño, sabes porqué estás aquí —hablo sin dilatar más el asunto.
—Por Maggie —responde firme.
Respiro hondo ante la mención del nombre y le sostengo la mirada con la intención que mi voz salga igual de firme.
—¿Estás consciente que lo que estás haciendo es incorrecto Aaron?
—¿Por qué es una empleada? —suelta como si nada.
—¡Y diez años mayor que tú!
—Nueve...
—Aaron ¿ser un Kane no significa nada para ti?
—Padre, no me digas eso. Desde que vine al mundo he sido el mejor Kane que he podido. Siempre he hecho todo lo que me has pedido, sin rechistar, sin quejarme ¿no tengo derecho a ser feliz, al menos una vez?
—Expresándote así tal parece que nunca has sido feliz —hago notar.
—Me conformo —Se encoge de hombros.
—Hijo verás...—Aprieto mis sienes. Como supuse esto es difícil—. No puedes afirmar que tu felicidad depende de esa mujer ¿no te das cuenta que es un capricho?
—Yo la amo.
—No la amas. —Me levanto de la silla golpeando la mesa—. Eres un crío, te falta muchísimo por vivir y no sabes lo que hablas.
—Pensé que ya no era un niño —Arquea una ceja recordándome mis propias palabras.
—Lo siento Aaron. —Niego con la cabeza, mirando la mesa—. Tendré que sacarla de la Fortaleza.
—¡No hagas eso! —Se levanta también— ¿Por qué tú y Arthur vuelven a insistir en una injusticia como esa? Tiene una niña, padre.
—¡Razón de más para que te apartes de ella!
—No lo entiendes —Patea la silla donde estaba sentado provocando que caiga al suelo—. Yo realmente no soporto estar sin ella— expresa con amargura—, necesito su pelo, sus manos, el perfume de su piel canela, no puedes quitarme eso padre —Se acerca a mí con ojos suplicantes—, no puedes...
Dios mío, es tan angustioso ver a mi hijo en estas condiciones, todo por un capricho infantil que él se cree como verdadero. Aún recuerdo cuando tenía seis años y se antojó de un piano. Vi correcto que aprendiera un instrumento musical así que le pagué las clases. Son escasos los momentos que Aaron me ha suplicado algo, nunca ha sido de pedir nada y por tanto, me he encargado de complacerlo. Pero definitivamente se sale de todos los límites y no puedo ceder.
Solo de imaginarlo con esa mujer... por Fayrem ni siquiera sé cómo pudo.
—Lo siento —vuelvo a decir negando con la cabeza.
—Padre... —su voz falla y los ojos se le ponen llorosos— ... no me hagas esto.
—Me duele más a mí que a ti, créeme hijo.
Aaron aprieta los puños y cierra los ojos en un gesto de aguante, quizás conteniendo las lágrimas. Está visiblemente molesto y luego de sacar aplomo, vuelve hablarme.
—Está bien, te prometo que no volveré acercarme a ella. Pero no la despidas, no tiene a dónde ir. Por favor...
Suspiro considerando la situación, fuera del capricho, Aaron es sensible por naturaleza y realmente está preocupado por las circunstancias de esa mujer. Si la dejo en la Fortaleza tendré que asignarle trabajos que la ocupen lejos de donde puedan verse y vigilar a mi hijo.
—De acuerdo —determino—, pero mañana empiezas en Howlland y cuando llegues te quiero localizado, nada de merodear por ahí sin mi consentimiento.
—Gracias —Me sorprende con un abrazo—. Muchas gracias padre.
—Vale. —Palmeo su espalda y revuelvo sus cabellos, a veces me recuerda mucho a su madre.
Sale sin decir más nada y yo me desplomó en la silla preguntándome en que momento creció tanto. Justo ahora necesito uno de esos tés que me prepara Vanessa para relajarme. Me acerco a la mesa y presiono el botón que redirige mi llamada a la cocina dónde debe estar preparando la cena.
—Buenas tardes señor Kane, ¿qué necesita? —saluda con su dulce voz.
—Buenas tardes Vanessa ¿Crees que puedas traerme un té de menta y jengibre?
—En seguida señor Kane —responde y cuelgo a esperarla.
La mando a pasar cuando escucho que toca la puerta, ha tardado pocos minutos. Entra sonriendo y deja la bandeja encima del despacho. Le coloca dos cuadritos de azúcar a la taza y me la entrega.
—Endulzado a la medida que le gusta.
—Muchas gracias. —Señalo una silla— Por favor.
—Oh... claro. —Se sienta—. Tengo pendientes en la cocina pero si usted lo pide...
—Podrán arreglárselas sin ti. —Sonrío y ella me imita— ¿Qué tal Khristen?
—Está bien, se quedó hasta el mediodía en la cama y luego ayudó a lavar las sábanas y cortinas.
—Mañana se incorporará a la Academia, yo me encargaré de darle una reprimenda a los culpables del episodio de ayer.
—Le dije que no era para tanto —Sacude la mano minimizando.
No respondo nada y pienso el buen trabajo que hizo Daysi encontrando a Vanessa para que cuidara de la pequeña Khristen. De tantas mujeres en California, ella buscó a la más dulce e inocente de todas. A pesar de ser de una clase inferior, a veces admiro a Vanessa por su fuerza para salir adelante.
—¿Le ocurre algo? —pregunta.
—Me duele un poco la cabeza —Bebo de mi taza.
—Está muy tenso en estos días —nota—. Sé que no me corresponde pero debe tratar de relajarse, el estrés enferma.
—Lo sé, el problema es que todo se junta últimamente. —Suspiro, intuyendo los días negros que se avecinan.
Traté de ocultar el origen de Khristen pero fue en vano. Todavía no tengo idea de cómo Jasper Donovan lo ha descubierto...
—Reúna calma señor Kane, la vida es corta y no puede pasarla pensando demasiado en el futuro, viva un día a la vez.
—Buen consejo. —La miro con detenimiento, tiene unos ojos verdes peculiares.
—Es el consejo que nos daba el doctor a los estudiantes que hacíamos las prácticas en el Hospital.
—A veces no es tan sencillo —apunto pensando en mi hijo menor.
—Es natural que nos preocupemos en exceso por nuestros hijos, no hay forma de evitarlo.
—¿Me lees la mente? —indagó jocoso.
—Oh no, no quiero sonar imprudente, pero no he podido evitar ver en las condiciones que salía el más chiquito de los Kane.
—Aaron... —Suspiro de forma larga— Nunca pensé que me complicaría tanto las cosas... Su hermano en cambio, tiene su carácter, bastante parecido a su abuelo debo confesar. Pero siempre ha estado muy consciente de su lugar y comportado como tal. Aaron no obstante..., hasta pareciera que detesta ser parte de esta familia.
—No lo conozco a plenitud pero se desprende que es un chico muy maduro para su edad y obediente.
—Eso espero —hablo más bien para mí mismo pensando en el agravio de la empleada.
—Es normal que cometa errores, está en una época difícil.
—Lo sé —Me peino el cabello con las manos hacia atrás —. Ahora entiendo mejor a mi padre respecto a la crianza de mis herederos.
—Puede sentirse satisfecho —halaga colocándose un mechón de cabello detrás de la oreja; en vano, porque vuelve a salir—. Ha educado solo a dos jóvenes excepcionales. Arthur es dominante pero responsable. Aaron es dulce e inteligente.
—Aaron me recuerda mucho a su madre.
—Debió ser una mujer extraordinaria.
—Lo fue —rememoro y una espina se remueve en mi pecho.
Nunca he podido superar a Ariana.
—Por las fotos dentro de la casa, se puede apreciar que parecía de otro mundo. Su belleza es impresionante.
—Aaron heredó su dulzura y gentileza, incluso se parece más físicamente. A veces hace gestos que me permiten verla a través de él.
—Debe ser un aliciente, tenerlo a él y recordarla.
Vanessa ha expresado lo último con añoranza y aunque no imagine que yo tengo conocimiento que adoptó a Khristen, de igual manera siento un poco de pena por ella. Ahora pienso que es muy extraño que no haya tenido hijos propios.
—¿No has pensado retomar las clases? —inquiero recordando que la razón por la cual abandonó fue su hija adoptiva y las convulsiones que esta sufrió de pequeña.
Lo que la mujer no sabe es que Khristen por ser del linaje Daynon necesita estar cerca de alguna fuente de energía, una no muy potente, para que no evolucionen sus poderes. Daysi se encargó que tuviera la adecuada mientras vivían en Palm Springs excepto aquella ocasión que su fuente de agotó. Yo me encargué de suplantarla y las convulsiones llegaron a su fin, pero Vanessa perdió la carrera y en cuanto a esto no pude hacer nada.
—No creo señor Kane. —Se encoge de hombros—. Mi tiempo ya pasó y pretendo usar los ahorros para asegurar el futuro de Khris.
—Tienes mucho potencial Vanessa. —Me inclino hacia adelante—. No lo desperdicies. Sino es por ti, hazlo por tu hija. Estoy seguro que le alegrará ver que su madre vuelve a la carrera de sus sueños.
—Aun si considerara la idea, debería tomar las clases por las noches, y mi trabajo en la Fortaleza no termina hasta tarde.
—Yo me encargaré de eso —aseguro—, déjamelo a mí.
—Señor Kane...
—Insisto. Hablaré con Jackson para que te lleve en mi limusina y te traiga. El dinero no será problema por supuesto.
—No sé que decir...
—'Gracias' suele ser una buena palabra.
—Sí —ríe y el despacho se ilumina.
Se acomoda otra vez el mechón de cabello detrás de la oreja que se empeña en caer. Mi mano se mueve un poco y resisto la tentación de colocarlo en su lugar. Después de todo, ni siquiera sé por qué estoy concentrando mi atención en un bulto de pelos.
—Es solo que no estoy acostumbrada a este tipo de cosas —continúa—, ya sabe que me ocurran oportunidades así...
—Ya era hora que cambiaran tus circunstancias ¿no crees?
—He estado tan concentrada en sacar adelante a mi hija que mis deseos quedaron en segundo plano.
—Por eso mismo te mereces todo lo que te estoy ofreciendo. Vanessa, eres una mujer increíble.
—Gracias. —Vuelve a sonreír.
—¿Ves cómo no es tan difícil?
—No... —Se levanta nerviosa alisándose el delantal y reprime la sonrisa— Debería... debería volver a la cocina, la cena debe estar terminada y tengo que supervisar... bueno usted ya sabe...
—Claro. —Le ofrezco la bandeja.
Ella intenta sostenerla pero el objeto se resbala entre mis manos y las suyas, derramándose el líquido que había dejado en el fondo de la taza mojando unos papeles y salpicando en su cara. Los turrones de azúcar también caen dispersos por el suelo.
—¡Oh cielos cuánto lo siento! —Se lleva ambas manos a la boca.
—Ha sido mi culpa.
—Para nada. Disculpe mi torpeza señor Kane —suplica cuando ve que boto los papeles en un cesto cercano.
Son facturas que tendré que volver a pasar.
—No te preocupes no era nada importante —tranquilizo buscando un paño que me sirva para secar la mesa.
Ella saca uno de su delantal y se aproxima a secar la superficie.
—Puedo hacerlo, descuida —intento tomar el paño pero ella lo retiene.
Cuando nuestras manos rozan accidentalmente, una corriente eléctrica se genera consiguiendo que ambos lo sintamos.
—Lo siento.
—No te disculpes más —digo a centímetros de sus ojos.
—No sé que ha sido eso. —Baja los ojos para no sostener el gris de los míos.
—Es la energía estática, es... es lo que lo ha provocado —Me aclaro la garganta.
La verdad no había pasado por algo parecido desde hace un tiempo; tampoco es que roce muchas manos femeninas. Sin embargo las de Vanessa son muy delicadas, algo sorprendente teniendo en cuenta el tipo de trabajo que hace.
—Permíteme. —Tomo el trozo de tela y ella no lo impide.
Lo primero que hago es limpiar con la punta las gotas de té que humedecen sus cachetes, también tiene en la frente. Ella no se aparta ni baja la mirada esta vez, al contrario, me mira con sus ojos verdes similares a un prado virgen, los cuales reflejan gratitud e inocencia. A pesar que que he terminado de retirar el líquido, ahí me quedo mirando sus pupilas, su delgada nariz, su refinado mentón; detallando cada centímetro de su rostro. Bajo la mano y tiro el trapo a dónde pueda caer.
Y aquí estamos los dos, en un silencio incómodo entre cuadritos de azúcar en el suelo y un té derramado sobre mi mesa. Por alguna razón, las mejillas de ella se han sonrojado y yo me he quedado sin idea de cómo enmendar la situación.
—Ya... ya mandaré alguien que lo limpie —se me ocurre y me alejo de su cuerpo—. Regresa a tus actividades que yo me haré cargo de esto.
—Como ordene —responde obligándose a reaccionar y hace por salir de la estancia.
—Vanessa —llamo antes que cierre la puerta.
—¿Sí señor Kane?
—Gracias. Por todo...
—Gracias a usted.
Me dedica una última sonrisa, diría que tímida, y cierra la puerta.
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