☆2☆LO QUE SIGNIFICA SER UN KANE.
Aaron
Todo el mundo piensa que es espectacular ser un Kane, pero se equivocan. Llevar este apellido es una carga que le ha ocasionado a mi familia muchas tragedias. Para empezar, mi abuelo en vida nos llevó muy recio porque según afirmaba, nuestros ancestros habían sido entrenados para ser los guerreros reales, los que defendían al linaje Daynon el dador de poderes gracias a la estrella caída. Por lo tanto los Kane debíamos ser hombres de acero y las mujeres tener temple de hierro. Las palabras cariño y afecto para el intransigente Aquila Kane eran malas palabras, ofensas a nuestro apellido.
En segundo lugar, nunca tuve una niñez como cualquier niño común y corriente. A diferencia de Arthur que fue matriculado en Princeton, nuestro padre decidió que yo estudiara en casa; tal vez las circunstancias de mi venida al mundo lo llevaron a ser más sobre protector. Como consecuencia, estuve muchos años sin relacionarme con nadie; mis amigos eran el ordenador y el celular, y solo veía a mis tíos y primos pocas veces al año en reuniones familiares. Este año cumplí la edad necesaria para entrar a la Academia y tampoco es que haya hecho relaciones potenciales. Cada quien parece encajar en su grupo ideal pero yo no, no me siento a gusto completamente en ninguno.
Para empezar están los Súllivan del elemento tierra, australianos multimillonarios gracias a la explotación de minas de oro. Tan arrogantes como los demás, pero con un halo de fiereza en sus miradas de un verde turbulento. Otros compañeros de la Academia presentan rasgos similares aunque vengan de Italia o Grecia. Pero definitivamente el apellido Súllivan resuena por sí solo, son como los alfas de su clase.
Luego están los Nakamura, japoneses del elemento agua. Los Nakamura procrean como ningún otro linaje y envían cada año a la Academia Howlland al menos treinta o cuarenta herederos. Estos son los cerebritos de la escuela, pero para nada tienen aspecto de nerds; fuertes y dominantes son los adjetivos correctos para ellos. Algunos chicos rusos y otros coreanos se le igualan en inteligencia, pero los Nakamura sostienen el imperio naval más grande del planeta así que son los más reconocidos.
Le siguen los Kumar de Dubái y los Hassan de la India. No es que sean brillantes en matemáticas, pero su ingenio natural en los entrenamientos de campo abierto en Howlland y el desenvolvimiento que demuestran para resolver complejos enigmas los han coronado como los consultores de todo el que guste pedir consejo. Con esos árabes pasa lo más extraño de los linajes, pues presentan habilidades del elemento aire, pero también tierra.
Cuentan que es debido a sus ancestros del clan Atamar, pescadores del universo paralelo. Estos ya manejaban de forma natural el elemento tierra, pero como eran aficionados al mar sus hijos comenzaron a lanzarse a las aguas nunca antes navegadas de Irlendia en busca de aventuras. Sin embargo los atamarinos eran tan ambiciosos que cuando cayó la estrella Saol buscaron maneras de adquirir control también sobre el agua. No obstante las cosas no salieron como deseaban y terminaron teniendo cierta conexión con el aire.
Así pues, que el clan Atamar domine el elemento tierra y hasta cierto grado el aire, no ayuda en nada al orgullo de sus descendientes que ya es lo suficientemente gordo fuera de los linajes por ser los máximos empresarios de las cadenas hoteleras en todo el mundo. Desde Dubái, Singapur, Montecarlo, y todas las ciudades donde se estornuda plata en cantidades desorbitantes, los resorts de lujo de estos árabes son los más aclamados internacionalmente. De hecho mi familia ha estado trabajando en colaboración con ellos desde años pasados. Por tanto, los Kumar son los reyes de la casta más selecta entre sus estatus de castas y coronan a cada bebé desde que nace con la gloria de su cultura.
Luego están los Ferreira, líderes en el mercado de belleza y cosmetología y sus derivados. Los brasileños del elemento tierra, son los menos conflictivos de la Academia, me atrevo a decir. Pero esto es en cuanto a los chicos, pues las chicas son unas auténticas narcisistas que se la pasan el día con sus aliadas las francesas pegadas al espejo, haciéndose selfies o hablando de moda.
Los O'Brien son, en teoría, los otros que más conozco además de los Kumar producto al trato obligatorio que ha mantenido mi familia con ellos a lo largo de generaciones. Del elemento agua, dueños de los inmobiliarios más importantes de Norte América e Inglaterra. La elegancia le corre las venas, son emprendedores del mañana, al menos eso repite la tele como una canción gastada que odias escuchar vez tras vez. Los O'Brien comparten muchas similitudes con los Kane en cuanto a estatus se trata. Representan en Inglaterra lo que nosotros en Estados Unidos. Nuestros apellidos son los dueños en conjunto de muchas firmas incluyendo la Academia. Mi hermano Arthur jamás ha podido arreglar su tensión con el heredero principal, Jason. Yo creo que es en parte porque ambos son los primogénitos más importantes de los linajes y todos esperan que estén a la altura. Por lo tanto cargan demasiada presión en sus hombros y se han declarado rivales irremediables. Yo en su lugar, limaría las asperezas porque tarde o temprano deberán volverse socios y su inmadurez no representará nada bueno para los negocios.
Por último, están los Dónovan, los apartados y temerarios Dónovan. Del elemento aire igual que los Kane, pero ahí terminan las coincidencias. Tienen las características físicas marcadas y oscuras. Cabello y ojos negros como el Averno, piel extremadamente blanca que impacta; y un aura aterradora que te indica un claro mensaje: aléjate. Vienen directamente de Rumania, de la tierra dónde proliferaron muchas de las leyendas de los clanes legendarios. Nadie quiere acercárseles excepto los alemanes y los rusos; no me extraña. Los herederos de Alemania también tienen sus vibras escalofriantes y de seguro todos son descendientes de oficiales de la Shutzstaffel, más conocida como las SS. A esta información privilegiada solo tienen acceso Jonan O'Brien y mi padre, pero apuesto mi fortuna que es así.
Tengo pruebas y ninguna duda.
Y después de esta breve exposición de los apellidos más notables de la Academia, vuelvo a recordar porqué me paso los horarios de descanso en la biblioteca o la sala de computadoras. Mis primos, los demás Kane, se pasan los breves ratos de descanso en la alcoba privada de mi hermano Arthur. Razón por la que todos los tildan de autosuficientes pero claro, a ellos no les importa. No me interesa ganarme apodos de gratis así que en el mes que llevo en Howlland, me he cuidado de no tocar esa alcoba y en cambio he sobrellevado el tiempo libre en la biblioteca. Me he leído un total de veinte libros completos.
Sip, veinte veces prefiero pasar páginas que arriesgarme con la separación de clases.
La tercera razón por la que afirmo que mi apellido está lleno de tragedias, es el fatal evento que ocurrió con mi querida madre. No llegué a conocerla, pero siempre la he querido por el hecho que sacrificó su vida por mí. Me explico al detalle: Mi padre se casó con su prima.
Los Kane somos especiales no solo por ser los únicos descendientes en el planeta Tierra del clan Fayrem, sino por pertenecer a la mejor raza de guerreros dentro de ese clan, algo así como el grupo élite de Fayrem. En cada linaje hay un Legendario que sobresale y se enseña de él en clases. Para los Kane fue Ared, un general de tropas que cruzó por un agujero negro a nuestro universo en la década del veinte. Se enamoró perdidamente de Estella, una de las hijas del empresario William Wilkerson que por ese entonces comenzaba sus proyectos en Las Vegas. Ared estuvo un tiempo con los Wilkerson y promovió la idea del Flamingo, el primer casino de Las Vegas. Así sus descendientes se hicieron con la cadena de casinos más grande del país entre otros negocios. Actualmente de estos se ocupan mis tíos y mi padre solo tiene moderadas acciones.
Mi abuelo fue el primogénito de Ared, y estaba tan obsesionado con su padre que inició una tradición nombrando a todos sus hijos con la letra A. Para cuando tuvo a su primer hijo varón, Alioth, ya la hermana de Aquila, Amelia, tenía una hija fértil llamada Anna con promesa de seguir dando descendencia pronto. Así que cuando Anna dio a luz a Ariana, mi abuelo la comprometió con Alioth. De esta manera se perpetuó el apellido Kane y se fortaleció nuestra sangre. Por esto nuestro linaje por ración doble es el más legendariamente puro que existe sobre la faz de la Tierra.
Si soy sincero, mi abuelo Aquila estaba un poco majareta, pero esas son otras historias y ahora acabo de llegar a la calle donde vive la empleada que Arthur despidió ayer. Mi encomienda es dejarle la paga y soportar en el proceso la mirada asesina que probablemente me dedique. Yo no fui el que la echó de la Fortaleza pero soy un Kane después de todo, y debe ser motivo suficiente para ella. Estaciono el auto y camino al condominio de apartamentos.
El sol se está ocultando, lo que no favorece a Skid Row, el mayor barrio pobre de Los Ángeles. No tenía idea que la ex empleada viviera acá y es extraño porque se le pagaba bien, o al menos eso creo. A pocos metros, recostados en un poste de luz eléctrica, dos chicos que aparentan mi edad fuman cigarrillos mientras analizando mi auto. Su aspecto no me gusta nada, con los tatuajes marcándoles cada centímetro de los brazos y la barba de al menos..., no sé, tres años.
Desviando mi vista de ellos, me acerco a las rejas oxidadas y toco el botón del viejo intercomunicador que corresponde según la información que me proporcionó mi hermano. Un breve tono de espera antecede a la voz femenina.
— ¿Sí? —Se escucha desde el otro lado.
— ¿Es Maggie Smith?
—Sí. ¿Quién me busca?
—Señora Smith es Aaron Kane. He venido a traerle... Creo que es mejor que hablemos en privado.
—¡Oh señor Aaron Kane! Permítame un momento —agrega nerviosa.
Tarda poco y luego la reja principal es abierta permitiéndome subir hasta su puerta, que por suerte no es la última de arriba.
—Discúlpeme señor —dice en el umbral—, no era mi intención hacerlo esperar abajo.
Vaya, si no estuviera seguro que es ella porque tengo la dirección en mi iPhone, jamás la hubiera reconocido. Está... cambiada.
Maggie Smith viste ropa ligera de un color que le asienta muy bien. En mi casa usaba un horrible atuendo que Arthur dispuso con un color que opacaba el brillo de su piel. Ahora resplandece sobre la tela, me recuerda las muchachas árabes que estudian en Howlland. El cabello le cae suelto hasta la cintura; nunca lo llevaba así en la mansión pues mi hermano es estricto con la presentación de la servidumbre. Pero ahora Maggie es una escultura labrada en manos generosas, sus curvas, cada atributo, combinado a la perfección con la suave tela y un cabello suelto que evocaba fantasías. Luce muy bien, demasiado bien.
—¿Señor?
《Deja de mirarla Aaron》
《¡Deja de mirarla de ese modo!》
—No he esperado nada, descuide —resto importancia aclarándome la garganta, mi voz ha sonado inevitablemente ronca—. ¿Puedo pasar?
—Por supuesto señor. Qué descortesía de mi parte no ofrecerle entrar. —Se lleva la mano a la frente—. Discúlpeme de nuevo, no suelo recibir visitas.
Me hace un ademán para que entre y cierra la puerta a nuestras espaldas. El apartamento es más pequeño que mi habitación. Aunque se nota que es pobre, todo luce arreglado y limpio.
—No es un lugar digno de usted pero no tengo dónde más recibirlo. Por favor señor, siéntese. — Me señala el mueble más cercano y yo me acomodo desviando la vista de su figura—. ¿Hay algo que pueda hacer por usted?
—Para empezar dejar de llamarme señor todo el tiempo, apenas tengo dieciocho años.
Ella me llevará casi diez años, es un poco ridículo.
—Pero su cargo y apellido...
—Simplemente no me gusta.
—Lo siento señ... —Ríe, causándome espasmos por todo el abdomen.
Esa risa... No creo que pueda concentrarme en lo que me hable si acompaña cada frase con esa risa desparpajada.
—Casi lo vuelvo hacer, es tan extraño no llamarlo así ¿Cómo desea que me refiera a usted?
—Solo Aaron, gracias. —Me acomodo la gabardina y la aliso un poco. En realidad está perfecta pero mis manos no pueden quedarse quietas. Así que busco el sobre en uno de los bolsillos—. Y por favor tampoco me trate de «usted».
—De acuerdo Aaron. —Asiente y se coloca el cabello a un solo lado de los hombros—. Estoy a tu disposición.
«Ya no, por culpa de Arthur»
—Yo-o...
—Si de ahora en adelante no existirá formalismos, entonces también deberás llamarme por mi nombre y no «señora Smith». ¿O acaso te parezco muy vieja y por eso lo de señora? —pregunta y creo advertir un tono coqueto en su voz.
—Ah... bueno en verdad me... me pareces...
«Me pareces una ninfa de la mitología celta.»
Trago varias veces saliva para bajar el nudo en la garganta. Mis manos sudan como si las glándulas internas se hubiesen descontrolado sin retroceso, también mi frente y espalda; de momento la gabardina me sobra porque el calor aumenta por segundo. Mis nervios van más allá de mi cuerpo e invocan a las ondas de aire que empiezan a zarandear los objetos de los alrededores.
«Cálmate Aaron ¡Por Fayrem! Se dará cuenta.»
—No me pareces vieja —me las ingenio para contestar—. Oye... am... He venido a traerte el... el pago del mes pasado. —Le extiendo el sobre descubriendo en el acto que la mano me tiembla.
—Te agradezco tanto —dice tomando el sobre—. Estaba preocupada por las cuentas a fin de mes. Pero no tenías que haberte molestado personalmente.
—Mi hermano, él ha insistido.
—Me siento muy avergonzada por lo sucedido en la Fortaleza.
—No fue tu culpa.
Sonríe apretando los labios y a mí me vuelve el nudo en la garganta. De momento un silencio incómodo se apodera del ambiente y no soy capaz de romperlo. Ya está, le he dado el dinero y toca que me marche. Pero mis pies no reaccionan. La he visto par de veces en la mansión desempolvando los rincones o llevando el café. Pero nunca había reparado en lo atractiva que era hasta hoy. Nunca imaginé que esa sonrisa me calara tan hondo, nunca me fijé en la suavidad de su piel, nunca tuve ganas de...
— ¿Aaron?
Su voz me llega lejana, porque estoy perdido entre mis pensamientos. Pero la realidad apremia, la realidad de tener enfrente una mujer madura que arquea las cejas esperando que diga algo. Comienzo a inventarme en la mente una excusa más o menos razonable para pedirle que vuelva a la Fortaleza cuando una niña pequeña sale de la única puerta interior del apartamento con una tiara de juguete y una tela amarrada al cuello.
—Mami, mami, mira. —Corre hasta su madre dándose una vuelta.
—¡Qué hermosa princesa! —Maggie le besa la coronilla—. Pero las princesas no llevan capa Isabella. —Le zafa la tela del cuello—. Las princesas llevan vestidos elegantes —le explica, amarrándole la tela alrededor del pecho.
—Pero yo quiero una capa. —La niña hace un puchero—. Como una heroína.
—Hagamos algo. Mamá después te coserá el vestido con capa más alucinante de la historia —apuesta Maggie y a la niña se le iluminan los ojos—. Pero ahora estoy ocupada. —Me señala—. Y no es educado interrumpir cuando los mayores hablan Isa.
La niña me escudriña y se acerca más a donde estoy sentado. Es bastante bonita, de unos seis años, y se parece mucho a su madre, a pesar de las evidentes diferencias del cabello rubio y la piel clara.
—¿Eres un príncipe?
Río por la ocurrencia.
—No Isabella, solo un americano normal como tú. —Le extiendo la mano disculpándome en silencio por la pequeña mentira. No soy normal, nadie en mi familia—. Mi nombre es Aaron.
—Pareces un príncipe. —Ella me saluda con su mano—. También tus ropas lo parecen.
—Gracias —le digo sonrojándome. Es increíble cómo puedo sentirme avergonzado frente a una mujer por culpa de su expresiva hija.
—Isabella estás incomodando al visitante —regaña Maggie—. Ve al cuarto y espérame allí.
—Adiós Aaron.
—Adiós Isabella, me ha encantado conocerte.
—A mí también. —Coloca sus manitas detrás de la espalda— ¿Vendrás de nuevo? Quiero enseñarte un castillo que mamá me compró en Walmart.
—Vamos Isa. —Su madre se levanta y la toma del brazo.
Aprovecho y me levanto también, viendo como la ex empleada conduce a su hija a la habitación.
—Nunca viene nadie y ella se emociona —dice a modo de disculpa.
—Es encantadora —Me paso una mano por el cabello cuando Maggie vuelve a sonreír— Es una niña muy bonita, como tú.
Ante la confesión la sonrisa de ella se desvanece y mi corazón se disloca. Maggie me observa ahora sin rastro de coquetería, de una forma analítica, profunda... De momento dejo de ver a una ninfa encantadora para toparme con una criatura digna de cuidado, como una fiera depredadora que estudia su oponente. ¿O presa?
Esto divagando. Ciertamente. Aunque la realidad que la mirada femenina se ha oscurecido es tan sólida como una roca.
《Por todos los Kane, eres la vergüenza de tu familia Aaron》
—Em... yo, yo espero que no te ofenda mi...
No puedo creer que haya dicho eso en voz alta. En estos momentos incómodos es cuando deseo tener la habilidad de retroceder el tiempo y no la de crear estúpidas ondas de aire.
—Para nada —interrumpe mi balbuceo—. Es un honor que alguien como usted considere eso, simplemente me ha sorprendido es todo.
Sus ojos chocolate vuelven a mostrarse a gusto y la tensión se despeja un poco; solo un poco, porque el sudor de mis manos no permite que me relaje por completo. Tengo que salir de aquí.
—Debería i-irme... —añado dando la espalda, apurando mis pies hacia las escaleras.
—¡Gracias! —grita ella en referencia al dinero, pero ni siquiera me vuelvo.
Cuando estoy afuera, el contacto con el viento nocturno me arde en la piel, la temperatura corporal está tan elevada que puedo reventar. Entro al auto y enciendo el motor, desconcertado por completo.
《¿Qué rayos ha sido eso Aaron?》
—☆Notas☆—
Gabardina: Prenda larga usada como sobretodo generalmente con cinturón, botones grandes y bolsillos.
Fotos de Maggie e Isabella en la Guía (libro público en mi perfil)
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