☆17☆ VENGANZA OSCURA

Khristen

La vida da golpes tan duros que te pueden convertir en mala persona. Pero los estudiantes de Howlland lo tenían todo resuelto ¿no? Casas, autos, ropa, buena vida...

¿Por qué todos eran ariscos y prepotentes? Sentirse el mejor puede ser sinónimo de soledad. Las personas que todos ven en la cima suelen ser las más rotos.

Cada quién lo demostraba de manera diferente. Aaron era el llanero solitario, Arthur la piedra inaccesible, creo que Jason solo necesitaba atención y reconocimiento, Eskandar gritaba sin palabras que era un cero a la izquierda para sus padres y el chico alemán que hacía horas me había tratado como basura, tal vez, cargaba con un peso más grande del que podía soportar.

Las heridas abiertas en las personas sangran de distintas maneras, pero a todos les duelen. Supongo que la diferencia radica en el medio que se desarrollen.

Yo, por ejemplo, nunca tuve padre. Crecí con mamá en nuestro pequeño hogar de Palm Springs con las tartas de Daisy y las muñecas de Lilly. Mi madre siempre dijo que las cosas dolorosas es mejor enterrarlas y no saber de ellas, por lo que la incógnita de mi progenitor masculino se ha mantenido hasta el Sol de hoy. También tuvimos problemas financieros y otras vicisitudes, pero no por eso yo crecí como una ogra sin corazón. Así que estoy convencida que el dinero transforma a las personas para mal.

Medito en todo esto en el Palacio-baño de la Academia. Aproveché entrar ahora, en el último minuto porque como tengo comprobado, nadie viene. Salgo del mismo deseando no tener que esperar mucho al señor Kane en el aparcamiento cuando el silencio sepulcral de la terraza central activa mi alerta. No hay ni un alma por los pasillos.

Raro.

Recorro los alrededores y parece de repente que la tierra se ha tragado todo vestigio de vida. Es una tarde de octubre, los rayos débiles del sol comienzan a menguar con prontitud, y el clima frío acaricia mi piel recordándome que debo empezar a traer mi abrigo. Atravieso la biblioteca abrazándome a mí misma, el vestíbulo principal, la zona de los casilleros y las demás áreas están vacías.

Raro por porción doble.

A lo mejor todos se han marchado en cuanto ha sonado el último timbre. Nunca sucede en la semana que llevo aquí, pero puede pasar... Decido salir de una vez de este lugar y llegar hasta la Limusina de Alioth, cuando una bolsa de una sustancia pegajosa me cae encima en cuanto abro la puerta.
Puaj, es carne molida de hígado con salsa de tomate.

No estuviera tan mal sino fuera por el repugnante hecho que lleva descompuesta al menos tres días ¡Esos ricos desgraciados me las van a pagar! ¿Creen que esto es gracioso? Se van a enterar en cuanto me quite la cosa de arriba...

Me saco la mugre de los ojos y camino en retroceso al baño de chicas para ducharme. Voy dejando rastros apestosos con cada paso y cada minuto que sigue el fuerte hedor se burla de mi nariz. Esto huele realmente asqueroso, confirmo ahora que también tiene queso podrido, y de seguro está batido con extracto de mofeta. Llego a un cuarto cualquiera y empiezo a desvestirme.
La ventaja de Howlland es que existen unas especies de batas en un escaparate público, así que me visto con una después de limpiarme minuciosamente. He tardado una hora despegando la viscosidad de la mezcla, contrarrestado la sensación putrefacta con una decena de cremas de rosa que me encontrado aquí adentro y he vaciado al menos veinte muestras de perfume sobre mi cuerpo. Aún así, el ligero olor nauseabundo que se me ha quedado lograría marear a cualquiera que se acercase lo suficiente.

Para cuando salgo del cuarto de baño ha empezado a oscurecer. Es raro que Alioth no me haya mandado a buscar, son aproximadamente las siete y media. Vuelvo a llegar a la entrada principal y empujo la puerta con el pie,
con cuidado que los muy pitufos hayan colocado otra bolsa de porquería arriba. Todo despejado, así que salgo afuera y un fuerte viento gélido me produce escalofríos.

Raro por porción triple.

Hace un momento no había este viento. Camino frotándome los brazos hasta la limusina de Alioth y antes que lo consiga otro viento me sube el vestido. Entro en pánico cuando resuena el eco de una risa siniestra que me eriza la nuca. La tenue claridad que quedaba desaparece del cielo de forma repentina y una oscuridad pavorosa abarca el ambiente. Escucho varios aullidos irreconocibles, quizás de coyotes, quizás de zorros, como si se acercaran en manada. Trato de ubicarme con todos los sentidos para buscar un lugar seguro, pero mi cuerpo no reacciona.

Estoy temblando.

《Venga Khris, tienes que salir de aquí》

Busco a tientas la limusina, solo quiero encerrarme y esperar a Alioth. Justo cuando toco lo que creo es el cristal de la ventanilla, otro golpe de viento me tumba al suelo y las risas se acentúan. Son varias, quizás una decena, y lo peor suenan roncas y perversas dándome la sensación de estar en una terrible pesadilla.

—¡Ayuda!

Grito cuando las siento más cerca. No puedo ver nada, no sé dónde estoy; sigo tan asustada que no he podido parar de temblar y cuando los aullidos me rodean, es todo lo que necesito para que mis lágrimas se desborden.

—¡Si van a matarme solo háganlo!

Entonces los aullidos se detienen. Me tienen rodeada, lo siento. Como mismo percibo que las bestias, el tipo que sean, les gusta jugar con su presa primero, infundirle pánico, oler su miedo y saborearlo.

—No queremos matarte. Aún... —responden a coro dos voces varoniles que me resultan más temibles que cualquier bestia.

Son las voces de Theo y Timothy Dónovan.

Por supuesto que esto es obra de ellos, es su venganza por que los expulsaran una semana. Su venganza porque me culpan que les quitaran los puntos en destreza cuando encabezaban la tabla. Y por supuesto, su venganza porque una plebeya atentó contra su orgullo. Y si por sentarme en el pupitre de uno de ellos casi me matan de asfixia, no quiero ni pensar lo que van hacerme ahora.

—¿Y si no quieren matarme de qué se trata todo eso? —alzo la voz tratando de hacerme oír por encima de la terrible ventolera que sacude mis oídos.

—Darte tu merecido primero. —Distingo la voz de Theo y al momento un relámpago raja el cielo de norte a sur.

Ha sido lo peor que ha podido pasar porque el relámpago alumbró por segundos el panorama. Mi respiración se vuelve pesada, mi corazón late al punto máximo que una persona puede soportar y un pavor cubre mis extremidades, sube por mi pecho y acorrala mi garganta.

Ellos... ellos... los descendientes de los destroyadores... están aquí.
Los australianos, los arrogantes, los inigualables Sullivan, vestidos con camisas rasgadas como con garras, con los cabellos peinados con pinchos hacia arriba, las manos ensangrentadas mezcladas con tierra y esos ojos peligrosos que no se doblegan ante un poco de piedad. Son tantos que no creo se trate solo de los australianos, sino de otros internos de Howlland. En sus miradas esos micros segundos pude descifrar claramente odio, rencor, asesinato...

Delante de ellos reposaban figuras con capas negras de lo que no tenía dudas, eran los alemanes y rusos.

—Déjenme en paz. —Las lágrimas me empapan el rostro y el clima frío hace que me falle la voz—. ¿Lo siento vale? No volveré a cruzarme en su camino ni...

—Eres tan estúpida —interrumpe Theo con una sonrisa agresiva—. ¡Ataquen!

Siento el suelo palpitar y me hago un ovillo previendo los golpes de los cazadores. Sin embargo no pasa nada, algo los ha detenido. Un resplandor ligero consigue que abra los ojos y me quedo muy confundida pues la mayoría de los seres que me rodean bajan la cabeza ante el recién llegado. Camina sin prisas, con porte erecto.

No. No camina...

Está levitando mientras avanza, y ni siquiera mueve las manos.

—De pie —ordena.

Me levanto trepidando sin molestarme en sacudir la bata que, antes de toda esta pesadilla, era de un blanco inmaculado. El personaje también trae una capa negra igual que sus primos y a su lado un joven ruso sostiene una farola que alumbra un símbolo estampado en la parte izquierda del pecho con forma de cóndor.

El hecho que haya detenido el ataque de los destroyadores no significa que me tranquilice, todo lo contrario. Sé que estoy en graves problemas para mis cortos diecisiete años, el mero sonido de su voz produce un temblor instantáneo en todo mi cuerpo. Ante mí, tengo al que no me cabe la menor duda, es el líder de los descendientes de los Oscuros. No tiene que presentarse. Derrocha autoridad por cada poro que el ilustre traje oscuro no le ha cubierto. Su piel es pálida y quimérica, los penetrantes ojos negros, como un agujero sin fondo doblegarían a cualquier ser.

Se queda analizándome durante unos minutos que me parecen eternos. Su rostro se mantiene impávido, pero noto una variación cuando percibe mis temblores.

—¿Me tienes miedo? —pregunta.

Niego con la cabeza en contra de todas las señales que lanza mi cuerpo.

—Pues deberías —advierte. Luego mira a los gemelos— ¿Pensaban ejecutar a esta chica a mis espaldas? —regaña tan bajo, tan sereno que paradójicamente te horroriza.

—Claro que no —aseguran sumisos.

—Son unos inservibles —sacude la cabeza suspirando—. ¿Saben quién es ella?

Los gemelos se miran, debatiéndose silenciosamente la respuesta. Timothy se adelanta.

—Es la plebeya que...

—Tttt... ay querido primo —El recién llegado palmea su mejilla negando con la cabeza—. ¿Cómo han cumplido dieciocho años siendo tan inútiles, uhm?

—Nosotros...

El sujeto suelta de nuevo un suspiro de resignación y a pesar de la tenue luz veo el nerviosismo de los gemelos.

—Me presento formalmente —Vuelve a mirarme—. Soy Jasper Donovan, descendiente del clan Oscuro, primogénito del linaje Donovan y heredero de Rumania —alarga las consonantes en un sonido que me recuerda una serpiente cascabel.

—Co-como sea —logro articular—. Yo no he hecho nada, deja que me vaya de aquí.

—¿No has hecho nada? —Levanta una ceja y sus ojos negros vuelven a darme repelús.

—Solo me senté en el pupitre y ellos ya me dieron un...

—Tu ingenuidad me asquea —corta molesto pero sin perder la calma— ¿Cómo es posible que no sepas quién eres?

—Yo... soy Khristen Allen.

—Debes morir —suelta sin reparos, sin titubear.

—Por favor... —Me tiembla el labio inferior y se me ha resecado la garganta—. Haré lo que ustedes quieran.

Ignorando mis palabras levanta ambas manos y el cielo empieza a vibrar encendiendo las nubes con rayos sonoros.

—¡Escuchen todos! —alza la voz para hacerse oír por encima del tornado que se está formando en el firmamento—. Esta criatura será el sacrificio que calmará a los clanes. Hoy, culminaremos lo que nuestros ancestros empezaron. Hoy, romperemos la profecía.

Murmullos y exclamaciones por parte de los presentes hacen eco en el lugar. Rayos y truenos estremecen todo por encima de mi cabeza y la penumbra que antes cubría el jardín delantero de la Academia se llena de luces celestiales provenientes de la catástrofe que está formando Jasper. Nunca he visto nada parecido, las nubes se han tornado color sangre, la luna resplandece con brillo malicioso, y los elementos de la naturaleza climática responden al llamado del heredero Donovan tan obedientes y rápidos que me hace replantear sino estaré ante el ser más poderoso de Howlland.

Jasper comienza hablar en un idioma indescifrable para mí, supongo que rumano. Y aunque no entiendo ni una palabra, las contracciones en mis extremidades me advierten lo que desesperadamente quiero evitar: van a matarme.

Ascultă-mă aer, tunet și întuneric. Să terminăm cu moștenitoarea, să terminăm cu ființa profeției¹.

¹Escúchame aire, trueno y oscuridad. Terminemos con la heredera, terminemos con el ser de la profecía.

Todos alrededor repiten al unísono por lo bajo las palabras de Jasper y veo como los descendientes destroyadores se acercan con ojos voraces.

Tengo que salir de aquí, eso sino fallezco antes de un infarto cardíaco. Los pies no me responden, he dejado de fabricar saliva; y donde antes tenía un cerebro ahora hay un montón de desechos acuosos. Van a matarme, y no puedo hacer nada.

Să evităm vărsarea de sânge și haosul pe care această eroare născută îl va aduce. Salvează Irlendia!²

²Evitemos el derramamiento de sangre y el caos que traerá este error nacido. ¡Salva Irlendia!

—Salvează Irlendia! —repiten todos y mis rodillas castañean sin que pueda evitarlo.

Son voces horripilantes, todo esto lo es.

《Ayuda, ayúdeme alguien por favor》

Mis lágrimas acentúan su cauce y cierro los ojos mientras remolinos de viento se forman en todos los puntos cardinales. El cielo tiembla, los relámpagos caen. Y la escasa fortaleza que me quedaba se esfuma cuando veo pasar la vida ante mis ojos. Mi madre, Lilly, Daysi. Los días vividos con los Kane, incluso Ulises. Todo perdiéndose en un momento, todo reducido a nada...

《Nadie puede ayudarte Khris, es el fin》

Cierro los ojos sin dejar de temblar, resignándome a mi inminente destino. El primer ataque llega con un golpe en mi cara que me tumba al suelo y me hace escupir sangre. No sé quién ha sido y sinceramente ¿qué importa ahora? Me preparo para el siguiente y justo a punto de ocurrir escucho un estruendo a pocos centímetros.

Han atacado a Jasper.

A partir de ahora todo ocurre muy rápido. La manada de australianos, griegos e italianos atacan al rebelde pero este es escurridizo y experimentado. La organizada tormenta que se había formado se sale de control y fuertes vientos azotan todo lo que encuentren al paso. El sacrificio que se pensaba llevar a cabo conmigo, se convierte ahora en una hecatombe de jovenes que pelean por detener esta nueva pieza que ha aparecido en el juego. La oscuridad vuelve a ser el factor predominante y juro que estoy a punto de desmayarme.

Cuando siento el primer contacto piel a piel, este rompe los esquemas de mi interior. Estoy aterrorizada, no tengo nada en claro y voy a perder la conciencia. Pero de lo único que estoy convencida es que a partir de este segundo exacto tengo esperanza. Él me carga y me afinco a su pecho. No le veo la cara, pero sé quién es. Se trata del único que me provoca sensaciones tan contradictorias. Peligro, añoranza, enigma y paz.
Sí, quién me rescata es nada menos que mi acosador misterioso.

Dejo que me sujete fuertemente y me saque de aquí. No sé si es mi mareo, mis nauseas, o que estoy delirando; pero corre a una velocidad inaudita. Montículos de tierrra se alzan detrás y la fatiga me indica que efectivamente, aceleramos a un paso inhumano. Más no me importa, mientras esté cerca de él no me importa nada, no le temo a nada.

Pero la presión es tanta que permito rendirme. Me dejo llevar por el bloqueo de mi cerebro y me desmayo.

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