☆15☆ TREGUA.
Arthur
Al fin sábado. Había pasado cinco frustrantes días estudiado como un poseso de los libros para tener el fin de semana libre. Además no es que tuviera muchas opciones después de haber sido recluido en mi habitación como un delincuente juvenil. Le di a Jason lo que se merecía.
Sí, él casi me ahoga, pero solo porque me cogió desprevenido; Aaron se vino a meter haciendo que perdiera la concentración. Sino fuera por eso, los O'Brien estuviesen de luto velando al difunto. Solo de pensarlo hace que me hierva la sangre otra vez: Lo detesto con todas mis fuerzas.
Levanto la barra con pesas y ya van noventa y ocho veces. Llevo rato en el gimnasio, pero mientras más sudo, más puedo aligerar esta rabia que me corroe.
Mi padre me dio un sermón extra largo respecto a mi odio que catalogó como "desmedido", alegando que eso nos haría perder dinero, que tarde o temprano debía formar alianzas empresariales con Jason y que pertenecíamos a los linajes más importantes del mundo por lo tanto era inconcebible nuestra actitud inmadura.
Se ve que él no tiene que lidiar con semejante espécimen en la Academia. Hasta cuando respira me estorba. Verlo regresar a altas horas de la noche con Khristen fue la gota que colmó el vaso. No, no es que me haya vuelto blando con la ridícula de repente. Es que conozco demasiado a Jason O'Brien y sus deshonestas intenciones con las mujeres. Me importa un centavo lo que le pase a la hija de Vanessa en su campo sentimental, pero el hecho que llegue el inglés para hacer de las suyas justo en frente de mis ojos es desafiar abiertamente mi autoridad en Mansión Fortress. Son mis empleados y si permito a sabiendas que por su culpa se dañe el desempeño de cualquiera que trabaje aquí ¿qué clase de capataz soy?
Levanto la barra ciento quince. Los músculos se me tensan advirtiendo que estoy al límite. En el levantamiento cien me tocaba un respiro y me lo he volado.
Por otra parte la pelirroja ha estado muy extraña esta semana. Lo único que me alienta es que le ha dado curvas a Jason cuando este se le ha acercado. No sale de los salones de clase, no va al comedor y no habla con nadie. Tampoco es que en Howlland sean sociables con los criados; Jessica se encargó de correr la voz sobre su origen. Pero como Aaron estaba de reposo mi padre se ha mantenido muy al pendiente de ella y todos en la Academia se han contenido. Pero sé que es cuestión de tiempo para que le hagan alguna jugarreta. Mi padre también me ha obligado a limar mis asperezas con ella, diciendo que no es bueno que un jefe tenga discordias con sus empleados. Llevo toda la condenada semana pensado que hacer para entablar cierta paz con la ridícula pero no me fluyen las ideas, yo nunca he tenido que esmerarme por caerle bien a nadie y mucho menos a una plebeya.
Me esfuerzo un poco más llegando a ciento treinta y coloco la barra en el seguro. Me siento en el banco y alcanzo la toalla húmeda que he colgado antes en la pared del costado para limpiar un poco el sudor. Hacía bastante no entrenaba con tanto ahínco, incluso comenzaba a perder masa muscular. Pero ya empecé corrigiendo ese desastroso desperfecto esta semana. Inicié con abdominales, luego press con mancuerna, cruces de polea y flexiones. Ahora he terminado las pesas, pero esta cantidad no es ni de cerca la que normalmente solía levantar.
Nuestro gimnasio es grande. Tiene tres duchas al final, montones de espejos y más aparatos de los que cualquier alma inocente al fitness puede nombrar. Justo estoy por refrescarme cuando siento un cuchicheo femenino por una de las ventanas. Salgo por la puerta para ver de qué se trata, a esta zona no viene nadie. No sé porque me asombro cuando veo a Khristen caminando de un lado a otro y el teléfono en alto en lo que parece ser una videollamada.
—¡Lo prometiste! —protesta con voz aguda la chica de la otra línea.
—Sé que prometí enviarte las fotos, pero te juro que no he tenido oportunidad. No sé porqué no te basta con las de Instagram.
—Hace rato no actualizan Khris.
—Bueno ten paciencia tampoco es que sean los únicos hombres del mundo.
¿De qué están hablando?
De casualidad...
—¿Me estás diciendo que en todos estos días no has podido hacerles fotos secretas? No te creo Khris.
—He estado estudiando muchísimo, no sabes el rigor académico que exigen en Howlland.
—Sí... y tampoco has retratado a ninguno de los estudiantes de allí ¿Sabes lo que están diciendo en nuestra escuela? Que todas las chicas tienen cirugía en la cara.
—Eso no es cierto.
—Pues si me mandaras fotos podría discutirlo pero qué crees ¡No me has mandado ninguna!
—Vale te juro que en un rato voy y le pido un selfie a Aaron.
—¡Ay! —vuelve a chillar la chica evidenciándose más emocionada de lo que debería permitirse un ser humano—. ¿Escuchas eso? —Se señala el pecho—. Es mi corazón Khris, voy a morir de un ataque cardíaco cuando vea una selfie del mismísimo Aaron Kane no vista por nadie más, capturada nada menos que por mi mejor amiga.
Khris tuerce los ojos divertida y la otra loca sigue brincando y derrochando su excentricidad por la pantalla.
—A veces me pregunto cómo te convertiste en una Aaronlover y yo lo permití. —La pelirroja sonríe como si fuera algo gracioso.
No veo qué gracia existe en simpatizar con ese tipo de locos que se la pasan acosando a mi hermano y al resto de los que estudiamos en Howlland.
—¿Y su hermano? —insiste ahora la amiga y presto muchísima atención.
—No hablo con ese...
—¿Es tan serio como dicen?
—¿Serio? —bufa Khris—. Esa palabra se le queda tan corta a Arthur Kane que no sabría por dónde empezar para sustituirla. Tiene lo que he denominado como "El complejo Kane".
—¿Qué es eso?
—Es creerse lo mejor de lo mejor, el top de la cima. Empezando es un maniático del control, un enfermo con el respeto, un egocéntrico con su aspecto, un mandón insoportable que se cree el rey del mundo. Y eso no es nada, usa unas colonias extra fuertes que levantarían a un muerto, conduce un auto distinto cada día y se empeña en tomar el café amargo ¿Quién diantres se toma el café amargo? Y por si fuera poco....
—Khris...
—¡No me interrumpas Lilly!
-—Mira detrás de ti.
Khristen se vuelve quedando a centímetros de mi pecho. Me he ido acercando tan sigiloso que no ha escuchado mis pasos. Bueno, también ayudó que cambiara la dirección del aire.
—Sigue —desafío—, quiero escuchar lo bien que me tienes estudiado.
—Yo no te tengo estudiado, pedazo de arrogante —dice tratando de oírse segura, pero la verdad se ha puesto muy nerviosa.
Da pasos vacilantes para alejarse de mí, pero la pared de atrás le impide conseguir más distancia. Yo vuelvo acercarme, esta vez extendiendo mis brazos a cada lado de su cara y apoyando las manos en la pared. La respiración de ella se descontrola y muestra el rostro más enojado que le he visto hasta ahora.
—¿De verdad? —Ejerzo presión visual para que no aparte sus ojos de los míos—. Eso no es lo que parecía hace diez segundos.
—¿Me estabas espiando? —se pone a la defensiva.
Señalo la ventana detrás nuestro con un gesto de cabeza.
—Tú interrumpiste mi sesión de ejercicios —exagero.
—Aquí es donde mejor tengo cobertura —reposta.
—¿Me dices que en una terreno de ciento treinta mil metros cuadrados dónde mejor tienes cobertura es justo al lado de la ventana que da al banco dónde levanto pesas? —presiono sacando al detalle las trece hectáreas que ocupa Mansión Fortress y sus alrededores.
—Yo no sabía que tú levantabas pesas ahí.
—No... —bufo y ruedo los ojos.
—No. Y para tu información llevo días hablando con mi amiga a esta hora y a ese gimnasio no ha entrado ni un alma.
—Resulta que hoy he venido más temprano niñata inteligente —ironizo.
—Eh... Khris —dicen desde el teléfono—, creo que mejor te llamo luego.
—No Lilly, no. Quédate en línea, ya he terminado con este... con este... 'señor'.
Me está sacando de equicio que me diga esa palabra. No puede irse así sin más y dejarme aquí plantado como si fuera un crío de preparatoria.
—Oye —La sujeto por el brazo libre.
—¡Qué! —espeta.
—Necesito que cuelgues, quiero hablar algo serio contigo —anuncio haciendo un esfuerzo por la petición de mi padre.
—¿Es de trabajo?
—Claro que es de trabajo ¿por qué otra cosa iba yo a querer hablarte?
—Hey Lilly . —Irritada, vuelve a levantar el teléfono a la altura de su cara—. Ya escuchaste al 'señor'. Ahora resulta que quiere hablar...
—Tranquila Khris, después te llamo. Un beso.
—Un beso.
—Que la suerte L siempre te acompañe.
—Suponiendo que exista, voy a necesitar mucho de eso. —Cuelga y se guarda el móvil en el bolsillo—. Tengo que ayudar a mi madre a recoger la ropa —me dice—, así que nuestra charla tendrá que ser breve.
Lo hace de nuevo, hablarme como si los papeles estuvieran invertidos, como si ella fuese la legítima ama y yo un cualquiera. Sino fuera por mi padre hace rato la hubiera despedido. Es la única que me trata como cualquiera. Con ella dejo de ser Arthur Kane y solo soy... soy un chico.
—¿Y bien? —Arquea una ceja y empieza a zapatear el suelo con el pie izquierdo.
—Necesito darme una ducha, así no me gusta hablar.
—¿Ahora tambien tengo que esperarte? —se molesta.
—Será rápido. Solo quédate aquí.
—Me voy a derretir, comienza a levantar el mediodía.
—Me refiero a que te quedes cerca y no te vayas a ningún lado.
—No voy a salir corriendo si es lo que te preocupa. Aunque ganas no me faltan...
—Bien espérame en el gimnasio, hay un par de sillas.
Entramos juntos y me adelanto a una de las duchas. Oh, olvidé que es de cristal. La miro y ella no pierde tiempo en escupir sus protestas.
—Ni se te ocurra que por un mísero segundo me ha pasado por la mente quedarme aquí —dice sin que yo abra la boca y dobla a la otra zona del gimnasio.
—Quédate por ahí hasta que te diga.
—Baf —ríe—, ni aunque me pagaran me movería. Yo no soy una de tus admiradoras ¿lo olvidas? —Se mete dentro del cuarto de Cardio.
—¿Oh en serio? —Vuelvo acercarme a ella—. Eso no es lo que parecía hace un rato cuando le aseguraste a tu amiga que me tomarías fotos en secreto —Apoyo mi brazo en el marco de la puerta.
—¿Por qué no te vas a duchar y ya fenómeno? —recrimina.
—Eso haces siempre —sonrío suficiente—. Cuando no tienes como rebatirme me faltas el respeto.
—Pero ¡qué! Yo no te falto el respeto —resopla—. Solo soy un espejo de tu forma.
—¿En serio? Pues dime un solo momento desde que estamos tratando cuando te he hablado en mala forma.
—Pues... pues... hace un rato.
—¿Sí? Qué dije... porque no lo recuerdo.
—¿Sabes qué? Voy a ayudar a mi madre. Es obvio que me has retenido aquí por capricho.
Intenta evadirme para salir por la puerta pero se lo impido bloqueándole el paso.
—Quiero enseñarte algo. Si dejas de ser tan testaruda y esperas a que me duche podré mostrártelo.
No responde y se va a sentar incómoda hasta una de las bicicletas a esperarme. Yo vuelvo a la zona de duchas y me quito el sudor lo más rápido posible. No sé porque le he dicho eso cuando estaba pensando en mi lugar favorito, se supone que el valle es el único sitio donde puedo desprenderme de la presión, y debe quedarse en secreto. Sin embargo la situación con Khristen se está tornando agotadora y necesito un medio para hacer la paz a demanda de Alioth. Supongo que aquí en la mansión es difícil para ella dejar de verme como alguien superficial y recio. Creo que llevarla al valle propiciará las condiciones ideales para pactar un acuerdo de no agresión.
En diez minutos estoy listo y voy hasta el cuarto de cardio para avisarle.
—En serio... —Se tapa la nariz— ¿Por qué tienes que echarte medio pomo de colonia?
—Tampoco está tan fuerte...
Sale de la bicicleta y se adelanta a la salida del gimnasio.
—Sígueme —indico encaminándome a la puerta exterior del garaje.
Saco las llaves y la inmensa puerta corrediza se levanta, mostrando mi área favorita de la mansión. Khristen no dice nada pero sus ojos atónitos me sacan una sonrisa. Es obvio que ver veinticuatro lujosos autos de las mejores marcas todos en un mismo lugar es abrumador para cualquiera. Le quito el seguro al Lamborghini Veneno Roadster.
—Sube —ordeno.
—No.
—¿Cómo?
—No montaré contigo en un auto que alcanza velocidades tan altas, no quiero morir.
—Ja, no me digas que tienes miedo —me burlo.
—No tengo miedo.
—Entonces sube al auto ahora.
Respira profundo, tal vez buscando fuerzas para morderse la lengua y no contestarme. Me sorprende que lo consiga y se meta al coche sin rechistar más. En breve estamos en la carretera y por supuesto, ninguno de los dos dice nada en el trayecto. Me pregunto si habrá sido de esta manera con Jason, protestando por su Rolls Royce y volteando la cara al paisaje de al lado para no cruzar palabra.
《¿A ti que te importa Arthur?》
No digo nada al respecto, ni mi opinión sobre que ese idiota se meta con mis empleados, no vaya a pensar después que me interesa lo que le gusta...
Cuando estaciono en lo alto del aprisco veo que Khristen se baja admirando el valle que le queda a los pies. El viento es fuerte por esta zona, batiéndole los cabellos rojos que ondean en todas las direcciones. Controlo mis ganas de manejarlo para desviar la fuerza, no vine aquí para hacer una demostración de mis poderes.
—Es... es hermoso.
—Es mi lugar favorito —confieso sin mirarla.
—¿De verdad? —parece asombrada— Nunca lo hubiese imaginado. —Se aparta los cabellos de la cara.
—¿Por qué no?
—No tiene nada que ver contigo. Vamos, este lugar es virgen, salvaje y natural. Parece deshabitado y al mismo tiempo tener vida propia.
—Por eso precisamente es que me gusta. —Busco sus ojos, sorprendiéndome que haya hecho un resumen perfecto del valle.
Ella no los aparta, por lo que nos quedamos así, envueltos en una ola de miradas gris y ámbar que llega a ser tan intensa que al cabo de los segundos debemos apartar la vista para que nos se nos aflojen las piernas. Yo lo he sentido, ella también; es imposible no hacerlo cuando tantas emociones se mezclan. Intuyo además que Khristen se ha quedado meditando en que tal vez, yo sea más de lo que siempre ha pensado.
—No te gustará escuchar esto Khristen, pero no me conoces realmente.
—Verás Arthur...
—No, no me conoces, y ninguna de esas personas que tanto hablan de mí lo hacen tampoco. Solo ven un reflejo, la imagen que deseo proyectar.
—¿Por qué lo haces entonces? Si realmente eres más que un magnate egocéntrico ¿por qué muestras solo eso? Yo no creo que...
—Para cuidarme.
Las palabras salen sin que pueda retenerlas. Me arrepiento en el acto ¿de qué estoy hablando? El objetivo central es hacer las paces por demanda de mi padre y sacarme este fastidio de arriba, listo.
—¿Para cuidarte? Pero...
—Escucha Khristen —interrumpo—, nos estamos desviando. El punto es que te he traído aquí para... —Suspiro, es más difícil de lo que calculé— . Para pedirte algo.
—Oh no espera —se ríe— ¿El gran y único Arthur Kane me quiere pedir algo a mí, a la ridícula plebeya? —se mofa.
—Compórtate antes que me arrepienta.
—Lo siento —se ríe—, no pude evitarlo.
—Como sea —suspiro—. El caso es que mi padre exige que cambies tu actitud exasperante y yo pido lo mismo.
Para mi sorpresa se carcajea bien alto.
—¿Qué es tan gracioso? —me irrito.
—¡Ah!, esto es demasiado. —Sigue riendo como si le faltara el aire—. Eres tan orgulloso que ni siquiera puedes pedir perdón por tu actitud imbécil de estos días.
—Pero que... ¿pedir perdón? ¡Imbécil!
—Arthur, Arthur... —Ladea la cabeza—, ciertamente el complejo Kane está muy arraigado en ti.
—Ya basta de estupideces —regaño obviando sus risotadas—. Necesito que cumplas con lo que te he dicho o...
—Escucha niño malcriado —Me interrumpe—, estoy dispuesta hacerle ese favor a tu padre siempre y cuando me pidas perdón.
—¡Yo no haré tal cosa!
Se está vengando y lo sabe. Desde esa tarde que llegó a la Fortaleza y tuvo que lanzarme un perdón obligado en el despacho de mi padre lo vi en sus ojos: que me lo iba a cobrar en cuanto tuviese oportunidad.
Chiquilla vengativa y calculadora. ¿Quién iba a deducir que nos pareceríamos tanto?
—Entonces creo que no cumpliré lo que pides. —Va hasta el auto y se sienta—. Anda, llévame a la Fortaleza, todavía tengo que doblar tus ropas.
Me aprieto el puente de la nariz controlando el impulso de formar una ráfaga de viento que la tumbe con auto y todo del precipicio hacia abajo.
—Bien —exhalo.
—¿Bien qué?
—Te pido... te pido...
—Vamos 'señor' no es tan difícil.
—¡Deja de llamarme señor de esa forma! —grito enfurecido.
—¿Eso cuenta como una orden permanente?
No respondo y entro al auto, tirando la puerta con una rabia que la ridícula a mi lado no es capaz de imaginar.
—No te escucho.
—¡Perdón! —suelto de una vez exasperado.
—¿Perdón por?
—No juegues conmigo. —La miro rojo de rabia con los ojos dilatados—. Te he dado lo que querías ahora cierra el pico hasta que lleguemos a la Fortaleza.
—De acuerdo. —Se acomoda complacida en el asiento—. Después de todo hoy ha debido caerse una estrella para ti —se burla.
Aprieto el volante con la intensión de reventarlo.
—Agárrate —advierto entre dientes—, acabas de despertar la bestia veloz que habita en mí.
—¿Qué...?
No dejo que concluya su pregunta, arranco a la velocidad máxima que posee el Lamborghini. Me fundo con el aire como todo un descendiente del clan Fayrem. Sé que ahora mismo todo se vuelve confuso para Khristen, está atemorizada agarrándose del asiento, seguramente arrepentida de haberme hecho enfadar.
—¡Eres un loco! —chilla a altas voces.
《No tienes ni idea pelirroja》
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