☆14☆ UN PASEO POR LOS SUEÑOS DE DISNEY
Aaron
—Entra —le digo a Vanessa que espera el permiso para alcanzarme la comida.
Ha sido así durante tres días. Desayunos, meriendas, pastillas y cenas. Me lo trae a la cama, me pone fomentos en la nariz y anima asegurándome estoy mejorando. Me paso el resto del tiempo viendo documentales de Animal Planet y jugando PlayStation. Ahora mismo estoy en el capítulo treinta de "Detroit Become Human" mi videojuego favorito. Me lo he terminado al menos diez veces. Me gusta el hecho que cada vez que cambie las decisiones en la historia, diferentes personajes viven o mueren. Nunca hay un final definido, simplemente yo tengo el control.
—¡Holaaa! —grita mi amiga entrando a la habitación.
—¿Khris? Pero...
Es agradable verla. Apoya la bandeja en la mesa al lado de mi cama y me da un sentido abrazo.
—Ya sé, no tengo perdón. —Se sienta a mi lado sobre la cama—. Estos días atrás te juro que quería venir pero en Howlland se empeñan en formar robots en vez de personas, con tantos deberes no he tenido tiempo ni de respirar.
—Te creo —sonrío—. Nos salvan las excursiones internacionales que planifican algunos linajes. Como el próximo Fin de Semana en París.
—¿Qué es eso?
—¡No lo has escuchado! Vaya... falto tres días a la Academia y los franceses se vuelven mudos, porque es la única manera para no escucharlos un mes antes del evento.
—Lo que pasa Hoyuelos es que no ando por los pasillos, ni salgo en los horarios de descanso de los salones.
—¿Y el comedor?
Ella niega con la cabeza.
—Tu padre ha permitido que me lleven un plato al salón.
—Khris, entiendo que todavía te estés adaptando, pero no puedes seguir así el resto de la semana. Por los Dónovan no tienes problemas, ellos se quedan en su hotel de Malibú.
—Los gemelos no son los que me preocupan.
Veo que el rostro se le ensombrece y recuerdo la otra noche, cuando salió corriendo de aquí con la temperatura alta, despojada de serenidad.
—¿Hay algo más? —intento.
Ella recupera rápido la compostura.
—Que extraño a mi mejor amigo —expresa, acariciando mi pierna más cercana—. Tienes que recuperarte rápido.
—Oye Khris la otra noche...
—Tenía hambre —ataja.
—Pero así de repente caíste en un estado tan perturbado...
—¿Y qué estás jugando? —cambia el tema volteándose al plasma.
—Es mi videojuego favorito, también hay una versión de PC.
—¿Y de qué trata?
—Básicamente de un mundo futurista donde androides con apariencia humana comienzan a desarrollar sentimientos y emociones verdaderas.
—Se parece a lo que vivo en la Academia —bufa ella y me sonrío—. Awww Aaron. —Me aprieta los cachetes—. Ya entiendo por qué todas las chicas mueren por ti. Estos hoyuelos son irresistibles.
—Las chicas no mueren por mí...
—¿Bromeas? En mi escuela eras algo así como un dios de la mitología.
—No tienes que exagerar.
—Duda el chico que tiene casi trescientos millones de seguidores en Instagram. —Enarca las cejas sacándose el teléfono del bolsillo de sus vaqueros.
—En internet todo el mundo se sigue y mi familia es conocida, pero eso no significa que yo...
—Te falta solo ciento cincuenta personas para igualar a Cristiano Ronaldo —dice chequeando Instagram—. Incluso tienes más seguidores que Arthur. Eres una celebridad Hoyuelos.
—A todas estas ¿por qué estamos hablando de mí?
—Porque eres encantador. —Me revuelve los cabellos—. Y ya necesitas un corte.
—Sí bueno... me has dado la idea. —Me levanto de la cama pensando en realidad en otra cosa.
—¿Qué haces? Necesitas reposo.
—Bah... He leído que una fractura nasal empieza a soldar al momento y pasada setenta y dos horas los huesos están bastante estables.
—No creo que a tu padre le convenza esa explicación.
—¿Sabes guardar un secreto Khris? —pregunto cambiándome la camisa.
—Aaron Kane ¿qué estás tramando?
—Solo saldré un par de horas, nadie se dará cuenta. —Busco una ropa discreta pero no es que tenga muchas...
—¿Tú no vas a darte un corte o sí? —Khris cruza los brazos y su tono es acusatorio.
Finalmente encuentro una playera de Los Ángeles Lakers de cuando ganaron la final de la NBA en 2010 por segunda vez consecutiva. Está autografiada por el mismísimo Kobe Bryant pero espero pasar desapercibido. También me coloco una gorra encubridora.
—Aaron... —insiste mi amiga.
—Hagamos algo —digo tomando la copia del kit de llaves de autos que tiene Arthur—. Si tú me dices por qué saliste corriendo como loca hace tres noches de mi habitación yo te digo a dónde voy.
—No se vale.
—Hasta pronto Khris. —Le tiro un beso y me dirijo a las escaleras internas.
A esta hora mi padre está en su despacho por lo que no puedo usar las de la terraza; mi hermano debe estar estudiando en su habitación, se la pasa encerrado allí desde su pelea con Jason. Llego al piso de abajo escurriéndome hasta el garaje y me meto dentro del Bugatti Chiron. Salir afuera es estupendo, nada como sentir mi elemento principal en libertad.
—☆—
—¿Este, señor? —pregunta la dependienta sobre el quinto castillo de juguete.
—Sí, este es el correcto.
—En breve le entrego la caja con las piezas.
Me trae una caja gigante envuelta en papel de regalo. He pedido además que le coloquen un gran moño de cintas rosadas.
—Ahora quiero ver todos los disfraces de heroína que tengan.
—¿Talla, señor?
—Pues... no sé.
—¿No sabe la talla del disfraz que comprará?
—Es para una niña de cinco o seis años.
—Un momento.
Tarda un poco y reaparece con dos docenas de opciones de trajesitos infantiles. Demoro veinte minutos en escoger pero no me decido por ninguno.
—¿No tienen edición limitada o algo así?
—Enseguida vuelvo —dice dependienta sonriendo.
Cualquier otro hombre se impacientaría con estas cosas pero si algo tenemos los estudiantes de Howlland es la calma eterna para escoger el mejor look, siempre a nuestro gusto. Pagamos encarecidamente así que los dependientes se toman todo el tiempo que se requiere para complacernos.
—Mire. —La mujer arrastra una percha con disfraces de alta calidad—. Estos son edición limitada, llegaron de Europa la semana pasada.
Dedico unos minutos a observar hasta detenerme en uno igual al que usa Elsa, de la peli de Frozen.
—Quiero este.
—Ahora mismo se lo envuelvo.
Al fin salgo de la tienda de Disney Store guardando las compras en el auto y conduzco directo a Skid Row.
Estaciono frente al edificio de apartamentos y me sorprendo lo rápido que olvido las malas condiciones de vida que tienen algunas personas. No soporto este barrio y juro que no soy de esos que discriminan todo lo que está por debajo de su estatus social. Simplemente me da repelús... Por alguna razón, han dejado abierta la reja principal así que me salto el paso de llamar por el intercomunicador. Subo hasta el piso que busco y antes de tocar la puerta correspondiente me tomo un momento para calmar mis nervios.
«Vamos Aaron, es solo una mujer.»
«Una mujer de figura escultural. Como un dulce de canela. Con una voz que atolondra tus sentidos...»
«Contrólate»
Termino la discusión con mis dos lados, el hormonal y el razonable, y finalmente toco la puerta, que se abre a los pocos minutos.
—¡Señor Kane!
Por el clan Fayrem... que bella es esta mujer. Tiene la melena suelta como la última vez y un vestido entallado azul celeste. Al parecer iba de salida, porque está maquillada cuidadosamente ¡Cómo fui tan ciego en la Fortaleza! Ella parece salida de una revista. Estarura adecuada, curvas formadas y una piel canela suave a la vista.
—¿Señor Kane?
《Espabila tarado》
—B-Buenas tardes Maggie...
—Buenas tardes. —Sonríe posando los ojos en la enorme caja que cargo.
—¿Está Isabella?
—Sí, pasa.
Abre más la puerta y me adentro al apartamento que parece más chico que la última vez. La niña está sentada a la mesa coloreando un libro de dibujos. Al momento que ve la caja los ojos se le iluminan curiosos.
—Hola Isabella.
—Hola príncipe Aaron. Hoy no traes tus ropas reales —nota.
—No —acepto con una sonrisa y me saco la gorra para alisarme el cabello con las manos—. Hoy parezco más un americano normal ¿cierto?
—Me gustan también tus otras ropas.
—Es bueno cambiar. Mira te traje algo. —Le extiendo el paquete y ella suelta los crayones.
—¡Para mí! —chilla emocionada cargándola.
Maggie y yo reímos ante la escena porque la caja es de su tamaño.
—Espera te ayudo.
La coloco en el suelo y juntos rasgamos el envoltorio.
—¡Aaaay! —suelta un gritico— ¡Mamá, mamá! ¡Mira, mira! —Brinca en el lugar viendo la imagen del castillo impresa en la caja.
—Estoy viendo Isa.
—Gracias. —Se me tira a la cintura abrazándome.
—De nada. —Acaricio su espalda—. Pero también hay otra sorpresa.
—¡Otraaa! —Pone la boca en forma de O.
—Revisa —pido carcajeándome. Es muy bonito ver sus reacciones.
La niña descubre el paquete dónde esta envuelto el disfraz y cuando lo abre su cara de felicidad vale todos los dólares que me gasté. Empieza a dar más chillidos agudos por todo el apartamento corriendo loca del frenesí. Obliga a su madre a colocárselo y luego con vestido y tiara puesta me pone de rodillas en el suelo para que armemos juntos el castillo. Después de unos minutos, está listo e Isa se mete adentro entusiasmada.
—Muchísimo gracias —dice Maggie cuando me acerco a sentarme en los muebles—. Sé que las palabras no bastan para agradecer lo que ha hecho, señor Kane —dice mirándome con intenciones que no logro descifrar. Estoy demasiado nervioso para entender indirectas.
En caso de que sean indirectas. O puede que me lo imagine todo. Por Fayrem, necesito calmarme.
—¿Señor Kane?
Golpeo a mi subconsciente y consigo hablar.
—¿Qué te dije de llamarme señor Kane?
—Lo siento, Aaron. Es que no me acostumbro —dice jocosa.
—Ver la alegría de Isabella es pago más que suficiente para mí.
—No pensé que volvería a verte —confiesa apretando los labios—. Y mucho menos con tan costosos regalos.
—Bueno andaba de casualidad por el Mall y vi la tienda de Disney... —Me aclaro la garganta— Y tú ¿ibas de salida?
—A una entrevista de trabajo.
—Entonces no has conseguido nada aún.
—No. —Baja la cabeza—. Intentaría esta tarde.
Lo que pienso es arriesgado, incluso porque puedo ver a Arthur formarme un espectáculo del nivel máximo, esos que suele dar cuando suceden cosas fuera de su control. Sin embargo opto por no mencionarlo todavía.
—Quería llevar a la niña a tomar un helado ¿podrías acompañarnos?
—¡Claro! —Se levanta—. Hace mucho no tomamos un helado fuera. Isa ven —llama a su hija—, Aaron te llevará a comer helado.
—¡Hoy es el mejor día de toda mi vida! Y ni siquiera cumplo años.
—¿Sabes Isa? Para tener regalos o pasar un gran momento no hace falta celebrar un día en específico. Todos son buenos y hay que aprovechar las oportunidades.
—¿Me tendré que quitar el vestido? —pregunta con un puchero.
—Para nada —contesto levantándome.
—Voy a coger las llaves y enseguida salgo —avisa Maggie.
—Isabella y yo te esperaremos abajo.
La niña me sorprende tomándome de la mano y la conduzco abajo quitándole la alarma al Bugatti.
—¡Wow! ¿Ese es tu auto?
—Uno de ellos ¿Te gusta? —La meto en el asiento trasero.
—Parece salido de una peli, no, de un sueño.
—También es mi favorito. —Veo por la ventanilla bajar a Maggie y otra vez mi respiración se descontrola con su exquisito caminar...
—¿Puedo sentarme adelante?
—No Isabella —respondo sin apartar la vista de su madre—, las niñas se quedan detrás.
Maggie se acerca al auto dispuesta abrir la puerta trasera, pero me adelanto y abro la de copiloto. Ella me mira coqueta y le sostengo la mirada, la mía cargada de intensidad. Estoy consciente del efecto hipnótico de los ojos grises de los Kane. Entonces la mujer esboza una sonrisa cómplice, captando todo lo que quiero y no puedo decirle.
—Perdón la demora. —Entra y se sienta a mi lado.
Busco unas Ray Ban que guardo en un departamento del panel que me queda enfrente y enciendo el motor. Lo que hago ahora es conectar el GPS para que me indique el camino rápido a la heladería más cercana y salir finalmente de este barrio horroroso...
En quince minutos llegamos a Holy Roly Ice Cream. Pido tres "Banana Nutella" y un pote de "Milkshake". Debo decir que he estado en heladerías con ambientes mucho más acogedores, pero Isabella perece disfrutar su helado y por una casualidad fortuita, las pocas personas que están en la estancia no parecen reconocerme, porque no reparan en mí.
Cuando terminamos, me animo a invitarlas a cenar en un restaurante digno, uno de los que conozco donde la privacidad y discreción priman. Maggie acepta adulada y las horas se nos pasan volando. Ya ha caído la noche cuando salimos del restaurante y cargo a Isa hasta el auto. Se queda rendida en el asiento trasero.
—Gracias por enésima vez —repite Maggie cuando llego al frente de su edificio.
Son casi las nueve de la noche y no quiero conducir a la Fortaleza. Pero le he pedido a Khris que me cubra y debe estar como loca porque no he aparecido, no es conveniente que me demore más tiempo.
—Ha sido un placer, y perdón por arruinar tu entrevista de trabajo.
—Oh, eso. —Ella sacude la mano—. No era muy seguro que ganara el puesto después de todo. Además no me negaría a una invitación tuya Aaron —revela con un tono diferente, apostaría por íntimo.
Me estremezco.
—Sonará mal lo que voy a decir, pero me alegra que no hayas conseguido trabajo.
—¿Te alegras?
—Verás Maggie...
—¿Qué?
《Díselo》
—Quiero que vuelvas a trabajar en la Mansión Fortress.
—Pero el señor Arthur me echó.
—Arthur no es el único que tiene autoridad en casa ¿sabes?
—Lo siento Aaron, no pretendía ofenderte. Es solo que tu hermano se mostró muy severo en aquella ocasión y temo que esta decisión tuya pueda ocasionarte problemas con él. —Mira abajo mostrándose preocupada y entonces sin aviso, lleva su mano al brazo que tengo apoyado en el espaldar del asiento. Su caricia me eriza los vellos—. Yo no quiero que tengas problemas por mi culpa —susurra y juro que me puede dar un paro cardíaco.
—Déjame eso a mí —alego tratando de sonar despreocupado aunque los dos nos percatamos de mi nerviosismo—. Hazlo por ella. —Señalo con la cabeza a su hija que reposa rendida en el mueble trasero.
—Bueno, en ese caso, haré lo que tú quieras... —vuelve a susurrar y yo siento que la sangre me bombea con una rapidez abismal a todas partes—. La verdad sí que nos hace falta el dinero.
—Maggie yo...—Trago saliva mientras me repito lo cobarde que soy por no poder decirle algo sin que mis miembros se tensen como un idiota inexperto—. Yo...
—¿Sí Aaron?
—¿Cuánto te pagaba mi hermano? —me las ingenio para formular una pregunta acorde al tema central. La verdad no puedo..., no soy capaz de decirle "lo otro" ahora.
—No sé que tiene eso que ver...
—¿Cuánto?
—Tres mil quinientos mensuales.
—¿Esa basura?
—Me las arreglaba. —Se encoje de hombros.
—Te pagaré el doble.
—Pero...
—Te pagaré el doble con la condición que busques otro lugar para vivir.
—¿Está diciendo que me mude?
—No quiero que Isabella y tú vivan aquí —digo firme mirando la carretera.
Al menos una frase salida de mi boca se escucha con firmeza.
—¿Por qué? Vivir aquí no afectará mi trabajo en la Mansión.
—Si quieres el trabajo ese es el único requisito.
—No lo entiendo.
—No tienes que hacerlo. Te daré el fin de semana para que busques un apartamento en Santa Mónica.
—¡Santa Mónica! Están en dos mil o más al mes.
—Entonces te triplicaré el salario. —La miro—. Quiero que te mudes lo más pronto posible y cambies a tu hija del Jardín de Infantes de Skid Row. No quiero que tengan nada que ver con este barrio.
—De acuerdo —acepta.
—Cuando estén instaladas iré a revisar el lugar.
—Como tú quieras, Aaron.
Cielos..., estoy seguro que si sigue diciendo eso con mi nombre en su boca conseguirá que estalle.
—Que pases buenas noches —despido muy en contra de mi voluntad.
—Igualmente —dice, pero se atreve a más cuando se inclina a besarme la mejilla.
Una explosión interna con el grado de temperatura digno de un volcán me estremece todo lo que se puede estremecer. Por un instante dejo de ser Aaron Kane y me convierto en un adolescente hormonal que tiembla de pies a cabezas. Maggie lo percibe todo, y se separa un poco para observarme el rostro el cual intuyo, está rojo por la presión. Le dedica una leve caricia a mi mentón y abre la puerta para salir del auto.
Y aquí me quedo, sentado y tembloroso como el idiota inexperto que soy, mirando por el retrovisor cómo la mujer da la vuelta para cargar a su hija dormida. De seguro no ha comprendido mis requerimientos de que se mude pero no soportaría tener que volver a este lugar; además ninguna persona debería vivir aquí. Veo que sube las escaleras con el peso de Isabella en brazos y si no fuera porque me duele ligeramente la nariz y debo cuidarme el rostro, la hubiera subido yo mismo.
Enciendo el Bugatti un poco fastidiado por todo el caos que soy ahora mismo y acelero para llegar lo más pronto posible a casa.
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