☆13☆ NARIZ ROTA.

Aaron

Confieso que cuando nuestra ama de llaves Vanessa me preguntó si se le había quedado algo a Khris necesario para nuestro estudio, me dieron ganas de decirle que estaba desaparecida. Luego vi sus ojos cansados, con bolsas debajo y un oscurecimiento marcado, la comida preparada esperando en su mesa y no pude contárselo. En cambio, le pedí un cuaderno cualquiera y ella inocentemente me lo alcanzó. Creo que su agotamiento no le permitía razonar que no bajaría de mi habitación y recorrería doscientos metros por un insignificante cuaderno.

Ahora estoy deambulando por todos los rincones de la Mansión Fortress. Ya revisé el área de Voleibol, la cancha de Tenis y el gimnasio; aunque dudo que Khris se metiera en este último. Termino de buscar en el jardín del estanque de las estatuas y salgo por el driveway encontrándome con una escena que me deja impactado.

—La vas a dejar en paz y punto —dice contundente mi hermano.

—¿Y a ti qué te importa si me gusta? —lo enfrenta Jason.

—¿Crees que no te conozco? Solo quieres usarla para divertirte.

—¿Y por qué no? —se ríe el rubio encogiéndose de hombros suficiente delante de Arthur que está haciendo un esfuerzo por contenerse.

—No quiero tu nariz inglesa metida con nada que tenga que ver conmigo.

—Es una plebeya, no tiene que ver contigo.

—¡Déjala en paz! —le grita mi hermano— O te juro que...

—¿Qué? A ver ¡qué! ¿Vas a usar tus miserables poderes como hace cinco años?

—No entiendo que tiene un infantil suceso de hace cinco años con Khristen —espeta Arthur entre dientes.

—Tiene que ver y lo sabes, nunca has podido superar que yo, un O'Brien te haya vencido a ti el gran Kane —dice lo último especulando con la voz.

—Éramos unos críos —corta Arthur desviando la vista y apretando los puños.

—Sí, eso dices siempre ¿y sabes qué es lo que pienso? Que realmente no soportas que sea mejor que tú y te quemes las pestañas cada noche estudiando para demostrarles a todos lo que no eres.

—Cierra la boca.

—No eres más que un fraude Arthur Kane, y no mereces ser representante del clan Fayrem.

Ante la declaración mi hermano arremete furioso contra Jason y los dos se baten en un forcejeo vergonzoso para nuestro estatus. Corro hacia ellos e intento separarlos, pero termino con un codazo en las costillas y un puñetazo en la nariz.

—¡Aaron! —Se detiene mi hermano al ver un hilo de sangre.

—¿Estás bien? —pregunta sofocado Jason.

—Creo que... aush... creo que se me ha partido —respondo tocándome el puente de la nariz.

Vaya si duele... Duele mucho.

—Es tu culpa —Arthur se envalentona nuevamente.

—¿Qué? ¡Has sido tú el que ha empezado!

—Tú empezaste con tu juego absurdo de meterte con Khristen.

—¿Qué problema tienes con eso? Es solo una criada.

—Ya me hartaste.

Estoy un poco mareado como para impedir su discusión, pero si siento claramente que las ondas de aire alrededor se juntan formando una espiral gigante que se aremolina en la mano derecha de Arthur. Tanto Jason y yo estamos petrificados, solo he visto hacer algo parecido a los Donovan. Dicha espiral es lanzada con potencia contra Jason que cae al suelo sin poder evitarlo.

Él tose y se quita la camisa que por alguna razón relacionada con su habilidad, está empapada. El cielo negro comienza a rajarse en líneas de luz sucedidas por truenos. Es Arthur, Arthur mi hermano lo invoca...

—No estaba preparado, pero te lo voy a cobrar —grita Jason.

Sus amenazas quedan sin cumplirse cuando Arthur forma más espirales con rapidez, y las lanza una tras otra sin darle tiempo a su oponente de coger un respiro.

—Terminarás asfixiándolo ¡Arthur para!

Llego hasta él y lo halo por la camisa, consiguiendo que me escuche. El cielo también parece volver a la normalidad y los truenos se esfuman.

Sin embargo esa breve pausa le sirve a Jason para incorporarse y moviendo en círculos los brazos extendidos clama a el agua de nuestra piscina. Mi hermano y yo giramos las cabezas observando con horror como el agua se levanta en una pared, contenida únicamente por voluntad de O'Brien.

—Nada es diferente de hace cinco años Kane —se burla—. Fui más poderoso que tú antes y lo sigo siendo ahora.

Diciendo esto, hace un movimiento de empuje con sus manos y el agua se dispara a la velocidad de la luz sobre mi hermano sin que ninguno de los dos pueda evitarlo. El impacto me tira lejos del lugar y caigo sentado a pocos pasos.

La piscina es inmensa, y tardará una eternidad vaciarla completa. El agua sigue saliendo directo a estrellarse contra Arthur y temo que se ahogue. Avanzo entonces hasta Jason y tiro de su brazo.

—¡Déjalo vas a matarlo!

—Bicho malo nunca muere —responde indiferente.

—Ya fue suficiente... ¡Jason detente!

Sigo tirando de sus brazos pero es inútil. Me saca un buen tramo de altura, por lo tanto tiene más fortaleza que yo. Además, el dolor de mi nariz late cada vez con más intensidad.

—De acuerdo —le grito— ¡Queda claro que eres más poderoso!

Ante mis palabras, parece reaccionar y salir de su burbuja de ira. Baja los brazos y el agua cae en la terraza y el césped, deteniéndose finalmente el torrente que fluía de la piscina. Llego hasta Arthur y me agacho para reponerlo. Está acostado boca arriba y reacciona cuando le doy suaves cachetadas. Se sienta tosiendo y escupiendo agua.

—Está bien ya pasó. —Masajeo su espalda ignorando el dolor desesperante que me azota la nariz.

—¿Qué es todo este alboroto?

La voz de nuestro padre se escucha a unos metros pero para cuando levanto la cabeza ya está entre nosotros acompañado de Jackson.

Se le han quedado los ojos como platos al observar el panorama. Arthur tirado en el suelo, empapado y escupiendo agua. Jason a pocos metros con el pantalón hecho jirones y el sudor recorriéndole el cuerpo, y yo sangrando por la nariz en medio de todo.

—Papá... —intento tomar la palabra.

—¡Estás sangrando!

—Puedo explicarlo señor Kane —interviene Jason.

—Sí, a ver cómo se lo explicas. —Arthur se pone de pie con dificultad—. Cuéntale cómo vaciaste toda nuestra piscina y casi me ahogas.

—Porque tú empezaste a lanzar remolinos de viento contra mi cuerpo dejándome sin oxígeno.

—¡Era necesario darte un escarmiento!

—Todo esto es por una simple criada.

—No voy a permitir que hagas lo que te da la gana.

—¡Basta! —protesta mi padre poniéndose entre ellos.

Sabia decisión, teniendo en cuenta que ya estaban otra vez desafiándose caminando uno hacia el otro.

—¿No les da vergüenza? Esto no es propio de hombres de su rango. Manejan empresas multimillonarias y provienen de los linajes más importantes del mundo ¡Parecen dos ignorantes que no saben diferenciar su mano derecha de la izquierda!

—Él ha empezado —masculla Jason por lo bajo.

—Empezaste tú metiéndote con quién no debías —responde Arthur dándole una patada a una piedrecita.

—¡Me importa un rábano quién ha empezado! —sigue mi padre—. Esto no se va a quedar así, mañana en la Academia los quiero a los dos en mi despacho.

—¡Padre esto ni siquiera ha ocurrido en Howlland!

—Ya he dicho lo que va a suceder y tú te callas y obedeces —exige, plantándole cara a mi hermano—. Y tú O'Brien debería darte pena actuar de tal modo con la educación que te ha dado tu familia.

Jason se limita a bajar la cabeza.

—Ahora ven Aaron, quiero que Vanessa te examine.

Lo sigo callado sin reprochar que la madre de Khris tiene unas ojeras que cruzan el Atlántico. Por culpa de sucesos que nada tienen que ver con su trabajo deberá sacrificar horas de descanso. Jackson se adelanta para avisarle y yo subo con mi padre por la terraza a la planta alta. Todavía tengo el pecho agitado por la conmoción de hace un momento y aunque mi padre me da un pañuelo para contener el flujo de sangre, dudo mucho que el diagnóstico de mi nariz sea igual de simple.

Entramos a la sala de emergencias que está cómodamente amueblada y tiene una boutique médica envidiable para cualquier farmacia. Mi padre mandó a preparar la sala de emergencias cuando Arthur y yo empezamos a desarrollar nuestras habilidades. En la mayoría de los niños nacidos de entre los linajes, las habilidades comienzan a despuntar sobre los doce o trece años. A mi hermano le llegaron tarde, y a mí lo contrario, por lo que desarrollamos parejos y nos pasábamos el tiempo experimentando el uno con el otro.

Esto invariablemente terminaba en accidentes y por lo tanto, en la sala de emergencias.

Jackson llega al rato acompañado de Vanessa que bosteza y sonríe al mismo tiempo provocando que mi pena hacia ella aumente. Tiene una bata de satén de noche color crema y un sobretodo encima que se amarra para cubrirse los pechos. Aunque Vanessa es una mujer atractiva, de ojos verdes y cabellos cenizos, es extraño que Khris no se le parezca en nada.

—Siéntate en la camilla debajo de la lámpara hijo —pide mi padre y le hago caso—. No te preocupes, Vanessa estudió enfermería en el pasado.

—Abandoné las dos últimas semanas antes de graduarme —cuenta ella colocándose unos guantes— ¿Tienes dificultad para respirar Aaron?

Asiento con el pañuelo debajo de mis fosas nasales, la hemorragia continúa.

—¿Qué pasó con tu carrera? —indago mientras me alumbra los ojos con una linterna pequeña.

—Mi hija, que empezó a sufrir convulsiones de repente, necesitaba estar a tiempo completo hasta que se recuperara —explica y me toca la nariz.

—Aaauu ¡cielos! —Aparto la cara con lágrimas en los ojos. Es un dolor indescriptible.

—Sí, tiene una fractura señor Kane —dictamina quitándose los guantes—. Le aconsejo analgésicos para el dolor, antinflamatorios para bajar la hinchazón y muchísimo reposo hasta que sane. Debe estar alejado de cualquier cosa que represente una amenaza para su cara.

—¿No podrá ir a la Academia?

—No lo creo señor Kane —sigue ella—. Debe estar la mayor parte del tiempo con la cabeza elevada para ayudar a que la inflamación disminuya y mejorar la respiración. También debe ponerse hielo, sentirá mucho alivio.

—No padre, puedo hacer todo eso en la Academia.

—No hay discusión hijo, te quedarás esta semana en casa.

—Pero Khris...

—Aaron —interviene Vanessa colocándome una mano en la espalda—, mi hija puede arreglárselas sola, es más fuerte de lo que parece.

—Además yo estaré pendiente de ella —asegura mi padre.

—De acuerdo —acepto porque sé que los gemelos Dónovan están expulsados esta semana y ella no corre peligro.

Al menos no por parte de ellos.

—Pido permiso para retirarme a mi apartamento señor —solicita la madre de Khris.

—Claro —Mi padre le abre la puerta—. Has sido muy útil esta noche Vanessa, te aseguro que serás recompensada por ello.

—Por favor, no ha sido nada. —La mujer sonríe y Alioth se queda mudo unos segundos.

—Te hemos despertado fuera del horario laboral y tú has accedido sin rechistar, eso es mucho —insiste mi padre colgándose de la puerta—. Te lo recompenzaré —le mira directamente a los ojos.

¿Es ideas mías o eso se escuchó más personal de lo necesario?

—Entonces gracias. —Ella cruza de brazos sin dejar de sonreír.

Se quedan así un minuto incómodo hasta que Jackson se aclara la garganta.

—B-Buenas noches a todos. —Vanessa espabila y trata de bordear a mi padre para salir.

Él interpreta mal sus movimientos y después de otro minuto los dos se ríen al haber escogido derecha e izquierda a la misma vez.

—Ahora sí. —Mi padre se aparta finalmente de la puerta y ella puede marcharse—. Gracias de nuevo.

—Gracias a usted.

—Jum... Padre —llamo al notar que se queda viendo como ella baja las escaleras.

—¿Sí hijo?

—Quiero irme a mi habitación a dormir.

—Tienes razón es medianoche, todos deberíamos irnos a dormir —habla también para Jackson.

—Con permiso señores —dice Jackson haciendo un gesto de despido con la cabeza para luego retirarse.

—Mañana empezarás con los medicamentos, de momento tómate hoy un analgésico. —Mi padre rebusca en los estantes de medicinas y me alcanza una píldora.

—Gracias. —Agarro también la botella de agua que me da.

—Te acompañaré a tu habitación.

—Padre, tengo la nariz rota no las piernas.

—Quiero hacerlo.

Permito que me acompañe y atravesamos todo el vestíbulo superior hasta llegar a mi puerta. Paso un poco de trabajo en quitarme la ropa sin rozar la nariz. Tiro la camisa manchada de sangre en el suelo.

—Has adelgazado —nota mi padre— ¿Estás comiendo bien en la Academia?

—Normal. —Me encojo de hombros quitándome el pantalón.

—Hace un tiempo que no te veo ejercitando en el gimnasio.

—No tengo muchas ganas. —Me meto en la cama.

—Hijo yo... verás... —Suspira—. Te quiero ¿lo sabes verdad?

—¿A qué viene eso?

—Sé que entre el trabajo de director, los negocios y demás no pasamos tiempo como antes, por eso quiero tomarme un tiempo para que compartamos como familia, tu hermano, tú y yo.

—Te refieres unas vacaciones adelantadas o...

—Quiero ir con ustedes al fin de semana de moda en París.

—Ah eso...

El "Fin de semana de moda en París" es un evento anual organizado por el linaje Dubois para promocionar sus marcas. Asisten las grandes firmas de modas de todo el mundo que también participan en la semana de moda en París organizada por Dior y Saint Laurent. Se presentan los últimos modelos mediante un desfile de pasarela en lugares públicos, no privados. Los Dubois siempre han tenido una visión abarcadora, y aseguran que los eventos privados solo sirven para un grupo exclusivo de millonarios, y ellos quieren que sus diseños abarroten todo el planeta. Por eso realizan tan vistoso marketing en zonas concurridas.

Este año se dará a los pies de la Torre Eiffel, a la orilla del río Sena. Está previsto para el primero de noviembre. Mi padre nunca va, según él no tiene tiempo con sus negocios para perderlo un fin de semana completo en Francia. Pero la mayoría de los internos de Howlland asistimos porque representa un fin de semana sin deberes paseando por las calles parisinas, probando las delicias culinarias de la Alta Cocina y acostándonos a las cuatro de la madrugada.

—Me alegrará que vengas —digo sonriendo—. Pero debes prometer que no intervendrás en nuestra rutina.

—¿A qué te refieres? —ríe él.

—Padre ¿te piensas que los chicos nos la pasamos estudiando y encerrados en las paredes del hotel excepto cuando asistimos a la presentación de la pasarela?

—¿No es lo que hacen? —se asombra.

—Buenas noches padre. —Me vuelvo al otro lado reprimiendo una carcajada y tapándome con la manta.

—Buenas noches hijo.

Revuelve un poco mis cabellos antes de apagar las luces. Recoge mi camisa manchada de sangre y cierra la puerta. Por mi parte cierro los ojos, ignorando el dolor de mi nariz e intentando dormir. Justo cuando pienso que voy a conseguirlo, vuelve atormentarme la misma imagen que no sale de mi cabeza en estos últimos días:

Una figura exquisita, con melena oscura hasta la cintura y ojos chocolates.

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