(1)"Mientras Procuro Olvidarte"

"Los espacios vacíos me llenan de agujeros.
Caras distantes sin lugar a donde ir.
Sin ti dentro de mí no puedo encontrar descanso.
A dónde voy nadie lo sabe..."

La canción "Incomplete" de los Backstreet Boys se escuchaba desde el antiguo tocadiscos que conservaba Adrián en su habitación de la Academia. Se acababa, pero volvía a repetirse y ya el joven Kane había perdido la cuenta de las veces que las letras sonaban entre las paredes.

Mas no le importaba. Esas letras tenían todo el sentido del mundo, esas letras lo definían.

"Intenté continuar como si nunca te hubiera conocido.
Estoy despierto pero mi mundo está medio dormido.
Rezo para que este corazón no se rompa.
Pero sin ti, todo lo que voy a estar es incompleto."

El humo del último incienso que había quemado ya se estaba disipando, por lo que el ambiente tupido volvería a mostrar con claridad la soledad de la habitación. Normalmente le gustaba la soledad, pero no desde que ella apareció aquella tarde con un vestido de franela y propagó su virginal esencia por los rincones.

—Khristen... —susurró a la nada levantando la mano, alcanzando con sus dedos la figura inexistente de una chica invisible.

Una lágrima rodó por su mejilla, mientras se fundía con el sonido alto que reproducía la canción. Pensó en lo estúpido que fue al no sospechar nada, al no valorar aquella tarde como la única tarde que pasarían en la azotea del edificio ¿Qué le quedaba ahora que su verdadero amor se había ido? Un recuerdo lejano del olor de su persona, de la suavidad de su piel y la delicadeza de su sonrisa; unos cabellos rojos que solo podía alcanzar dentro de su mente, y unos labios perfectos que lo reclamaban en sueños.

Nada más.

Porque se había ido para no regresar.

Apretó la hoja que tenía entre manos, un borrador de tantos poemas que escribía sin descanso, otra confesión que no llegaría a su destinataria. Descansó la frente sobre la mesa, soportando el terrible dolor que consumía su pecho. Khristen se había convertido en su droga visual. No albergó grandes esperanzas de poseerla, pero tenía el aliciente de verla cada mañana en Howlland, con sus ropas diferentes y su energía característica.

Pero ahora no podría verla... no podría seguir admirándola.

Despegó la frente de la mesa y vio el montón de hojas que estaban dispersas sin objetivo. El derroche de sus sentimientos, todo en vano. Agarró con rabia las que pudo y las tiró al techo. Las mismas fueron cayendo lentamente como una cascada de papel.

Entonces, una tentación se dibujó en su cabeza, un escape, una salida...

«Tienes que ser fuerte Adrián, tienes que poner de tu parte.»

«Necesito verla.»

«Le prometiste que no lo harías.»

«No queda nadie aquí para que cumpla la promesa.»

Tiró la silla al levantarse y se arrastró entre la oscuridad al otro extremo de la habitación, escuchando la melodía triste del tocadiscos más distante.

"Las voces me dicen que debería continuar,
pero estoy nadando en un océano solo.
Nena, mi nena, está escrito en tu cara.
Todavía te preguntas si cometimos un error."

Abrió la puerta, esa del cuarto que debía ser prohibido, esa que debía haber mandado a clausurar hacía tiempo. Pero su parte débil se había resistido por cuatro meses, hasta que finalmente cedió por completo volviendo a caer en el vicio que la encerraba. Se introdujo y su esqueleto se estremeció por completo cuando pudo observar los ojos ámbar, inigualables e inhumanos.

Caminó hasta el cuadro y se inclinó sobre él. Levantó los dedos para ir recorriendo cada pincelada y el contorno de los rasgos en el lienzo.

—Eres tan perfecta —volvió a susurrar en medio de su aflicción—. Te prometí que no lo haría, pero debes entender mi corazón Khris, uno que apenas está latiendo con tu recuerdo.

Adrián cerró los ojos y se apretó más contra la pintura. Sonrío sin abrirlos al recordar las chispas que habían lastimado sus labios cuando tuvo la osadía de acercarse para besarla. Había sido la ardentía más placentera del mundo.

Se separó de la imagen sin vida de Khristen y suspiró abatido. Se dio cuenta que las flores que adornaban los alrededores estaban marchitas y debería reponerlas por otras nuevas. También recordó que su familia lo esperaba para comer, aunque pensó no ir.

Los Kane que residían en Nevada estaban de nuevo en California, pero no por una de sus reuniones anuales, sino por motivo de la cancelación de la boda de Ábner. Su primo y la española debían haberse casado hacía tiempo, pero la desaparición de Hiro y Jasper, y el salto de la princesa con Forian a Irlendia había sacudido los asuntos de todos los descendientes. Fue el Ábner el que llegó a la escena donde ocurrió lo último, pero tarde, porque el portal se cerró ante sus narices sin que pudiera hacer nada más que lamentarse.

Lo único memorable fue la energía Osérium que se encontró en el lugar de los hechos y posteriormente se repartió entre los cabecillas principales de los linajes.

Ábner había sospechado esa tarde que Khris fue a despedirse a la Academia, siendo de entre los Kane el que no se quedó tranquilo con la partida de esta. Para cuando Adrián llegó a la mansión y se dieron cuenta que la princesa estaba desaparecida, había transcurrido bastante tiempo. Y entonces apareció a las afueras aquel porche negro y siniestro. Del mismo bajó la amiga de Khris, Lillisbeth Stewart, pero en condiciones totalmente diferentes a cuando Adrián la vio en el cuarto aislante de poderes.

El auto no hizo estancia, simplemente desapareció como mismo había venido, dejando una chica perdida en su propia existencia, atormentada por las luces eléctricas y buscando refugio en la oscuridad.

Álker y Ábner fueron los primeros en adelantarse y manejar hasta el castillo de Jasper. Pero llegaron tarde, encontrando restos humanos incinerados y otros más de metal chamuscados por el fuego. Algo horrible había ocurrido ahí debajo, pero lo más desastroso era que los principales implicados no estaban.

Adrián suspiró repasando aquel período difícil para todos.

—Voy a ir a por ti —le aseguró a la pintura—. Voy a ir por ti aunque sea lo último que haga en vida.

Se pegó dos dedos en sus labios y luego los depositó en los labios del retrato pintado.

Y salió de la habitación.



Llevó la copa de cristal hacia su boca. Un acto normal en una comida normal, pero era tanta la tensión que soportaba, y tanta la presión que ejercía sobre el objeto, que terminó rompiéndolo y cortando su labio inferior con el filo del cristal.

—Oh por el clan Idryo, Arthur. —La preciosa rubia que estaba sentada a su lado se sobresaltó—. Debes tener más cuidado.

Todos en la mesa se estremecieron con el accidente, pero nadie dijo nada porque tenían muy en claro que preguntarle al primogénito de Álioth qué le pasaba era lo mismo que mentarle la madre al presidente. Fue la inglesa la que tomó el borde de una servilleta para limpiar la sangre que brotaba de los carnosos atributos masculinos.

—Estoy bien. —Arthur quizo apartar la cabeza para no dar una escena tan patética delante de sus familiares.

Pero al final se dejó limpiar, porque Jessica O'Brien podía ser tan insistente como un grano en la retaguardia. Esperó que su novia lo limpiara por completo y sellara la herida con un beso prudente.

—Listo, ahora curarás mejor. —Ella le sonrió mostrando también unos ojos cargados de admiración.

Jessica siempre había estado enamorada de Arthur, aunque sufrió un eterno suplicio cuando cierta pelirroja se interpuso en los planes que tenía para reconquistar a su ex novio. Pero hacía cuatro meses estaba desaparecida por el otro universo y a pesar que se estaban concretando proyectos para enviar a un heredero capaz a Irlendia, esos proyectos no incluían a su Arthur. La lesión en la médula espinal sanaría, y las fisioterapias también darían sus frutos, pero él no se encontraría lo suficientemente fuerte para saltar por un agujero negro hasta pasado algunos años y Jessica agradeció el hecho diez mil veces en su mente.

Cuando se enteró que el más poderoso Kane había muerto todo su mundo se redujo a cenizas. Nunca nada había sido tan negro para ella, que solía ver la vida a color como las perchas de los centros comerciales y con el brillo de los diamantes que guardaba su linaje. Pero que le quitaran a Arthur era un peso demasiado grande para sus delicados nervios, y solo lloró desconsolada cada minuto desde que había recibido la noticia. Lloró en su funeral, lloró en su entierro y lloró los días que siguieron después de eso.

No fue hasta que escuchó a su padre confesarle la verdad a su madre que sus ojos dejaron de ser manantiales salados. Lo sabían pocas personas, las necesarias para seguir con la farsa por decisión de Arthur. Pero por pura casualidad bendita ella se enteró y al final tuvo un cese del cruel tormento. Las siguientes semanas estuvo metida en Mansión Fortress como pulga en perro. No se separaba de la silla de ruedas excepto cuando su dueño debía usar el baño. Le cayó tan insistente a Arthur, que este con tal de sacársela de encima aceptó empezar las sesiones con el fisioterapeuta.

Jessica lo acompañaba a todas horas del día, lo ayudaba con los ejercicios y le llevaba la comida a estupefacción de la servidumbre de la mansión. Los O'Brien pensaron que se había vuelto loca, pero su psicólogo alegó que era una respuesta entendible al trauma que había supuesto la muerte de Arthur para después descubrir que en realidad seguía vivo.

Arthur, su Arthur. El amor de su vida.

En resumen, la chica se empeñó de tal manera, que en el cuerpo del joven Kane se empezaron a ver los buenos resultados, también en su estado de ánimo. Antes, él solía maltratarla para que lo dejara en paz, pero a raíz de la indiferencia del carácter de la inglesa a sus malos tratos, Arthur no le quedó más remedio que dejar su capa de acero y dedicarse a ser ese hombre que necesitaba recuperación.
Pasaron semanas y ya era capaz de sostenerse en pie por breves segundos sin ayuda de muletas. También la relación de amistad que compartía con Jessica fue valorada por los padres de ambos para convertirse en algo más serio y perdurable. Él no quería, se negó al principio y todas las veces que Álioth se lo aconsejó. Pero al transcurrir el tiempo y recordarse que Khris nunca volvería, que ya no formaba parte de su rutina... cedió.

No era que hubiera lanzado a Khristenyara al olvido, porque en verdad la extrañaba con cada centímetro del cuerpo. Pero él mismo había aceptado no estorbar en su propósito como emperatriz, y era otro el que cruzaría a Irlendia a apoyarla. Para el mundo estaba muerto, y solo permanecía su nombre como un símbolo. ¿Qué le quedaba a él como persona?

Jessica había sido una gran fuente de ánimo por meses, y lo había entretenido y ayudado. Él no la amaba, pero ella sí que haría cualquier cosa por el profundo amor que le profesaba. Además, Arthur Kane siempre había sido hombre de decisiones llevadas por la lógica, no por sentimientos.

Así que la decisión después de un tiempo fue clara y aceptó comprometerse con la heredera O'Brien.

Y ahí estaban esa noche, sentados junto al resto de los Kane compartiendo cena familiar. Los preparativos para la boda de Ábner en vez de estar en su apogeo habían sido trasladados a una fecha futura. La atención primordial estaba sobre quién sería el escogido de entre los herederos que se sometían a las pruebas.

Varios chicos se habían ofrecido y el entrenamiento de ellos se daba en la Academia, a escondidas de la humanidad. A todos los efectos, Howlland seguía cerrada sin funcionar. Escogerían finalmente a uno, y éste tendría el privilegio de cruzar.

Los descendientes adultos del clan Fayrem se mantenían absortos en sus planes de defensa para ver quién de todos los chicos resultaba el más astuto en seguirlos. Los descendientes del clan Idryo los preparaban como a la realeza, en sabiduría, vista larga y consejos útiles. Los descendientes del clan Lirne aportaban ideas que socorrerían en situaciones extremas y de riesgo, como por ejemplo, hacer trampas para cazar y dónde conseguir agua fresca. Los descendientes de los clanes Destroyer, Oscuro y Xarians fueron descartados automáticamente, tanto jóvenes como adultos. Aunque la mayoría de los que se mantenían del lado de la princesa suponían que por parte de los otros, se estaba desarrollando algún tipo de plan para llegar a Irlendia. Además, muchos herederos habían perdido la vida en el incendio que tuvo lugar en los terrenos de Jasper. El resentimiento y ansias de venganza estaban presentes como una amenaza constante.

El caso era que a la fecha cada quien estaba ocupado en el universo paralelo, por un objetivo u otro.

Por eso, Arthur apretó con fuerza la copa de vino, y por eso la destrozó entre su mano impotente porque aún después de semanas de fisioterapia, no estaba completo para cruzar a Irlendia, para acudir a ella, para reclamar a la mujer que amaba...

Se sentía incompleto.

Recordó esa canción de los Backstreet Boys que solía escuchar cuando estaba a solas y nadie podía verlo. La letra lo representaba, porque desde el momento que Khristen siendo la plebeya Allen, la hija de la ama de llaves, la ridícula testaruda se había aparecido en su vida, todo su ser se descubrió en una dependencia vergonzosa de admitir. Por todo su apellido, la fama que lo precedía y su gran ego, quiso luchar contra sus instintos, y por ende el sentimiento real que iba creciendo.

Luego se volvió esclavo de sus designios. ¿Quién lo diría? El gran Kane al pendiente de una chica común, pendiente de con quién se juntaba, a qué hora llegaba y la ropa que se ponía. Luego la gran noticia, Khristen la daynoniana, la princesa, la futura emperatriz.

Y entonces él se quedó en una silla de ruedas y ella se fue con Forian.

Ciertamente, Arthur pensó que esa alimaña tenía muchísima suerte.

Comprimió las ganas estúpidas que le dieron de llorar. Eso no era cosa suya, él no lloraba, y menos en público. Recorrió con la mirada a los presentes, la forma en que bebían vino y conversaban. Cómo se introducían los alimentos a la boca y no sufrían del terrible nudo en el estómago que a él llevaba asfixiándolo desde que acudió a la mesa.

Siempre que se reunían varias personas era igual, la echaba mucho en falta.

Khristen, su mitad que andaba a kilómetros luz de distancia...

Maldijo por lo bajo su vida. Él seguía en la Tierra, y a pesar de sus lujos, todo su dinero y el amor incondicional de una mujer que lo vería siempre como el mejor partido aunque se comportara como un auténtico monstruo, se sentía incompleto. Lo había intentado con todas sus ganas. Oh, cómo había intentado olvidarla, procurando deshacerse de esa imagen de cabellos rojos revueltos en las mañanas de domingo, con pijamas patéticos de alguna serie infantil y pantuflas de conejitos.

Pero no se iba, seguía apareciendo.

Seguía torturándolo.

Seguía recordándole que era un ser incompleto.

Muerto e incompleto.

Resonaron en su mente las últimas letras de la canción:

"No es mi intención arrastrarlo,
pero parece que no puedo dejarte ir.
No quiero hacerte enfrentar este mundo sola.

Quiero dejarte ir.

Intenté continuar como si nunca te hubiera conocido.
Estoy despierto pero mi mundo está medio dormido.
Rezo para que este corazón no se rompa.
Pero sin ti todo lo que voy a estar es incompleto"


Notas

Quiero dejarles el video de la canción que escuché en este capítulo, que Adrián siente tan dentro de su corazón destrozado, y un poco enfermizo y que Arthur escucha a escondidas porque no ha podido olvidar a su otra mitad.

Sin más, INCOMPLETE de los Backstreet Boys:
🥺🤧

[Aquí debería haber un GIF o video. Actualiza la aplicación ahora para visualizarlo.]

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top