(1) Lost
La lluvia caía de forma intensa en Imaoro, la capital del mundo Korbe.
Para los irlendieses sería excesivo afirmar que las precipitaciones eran nocivas y quemaban la piel, pero para el menor de los Kane resultaban como el mismísimo ácido. Él había estudiado en la Academia que en la atmósfera los óxidos de azufre se convertían en ácido sulfúrico por reacción con la humedad dañando la vegetación, los animales y los seres humanos. Por eso estaba convencido que alguna sustancia del mundo donde ahora se encontraba entraba en reacción cuando rompía a llover se volvía sumamente dañino para él, no lastimando, sin embargo, a los irlendieses.
Buscó con rapidez un lugar donde ocultarse, pero era difícil siendo la hora pico en que las calles de la capital.
Las calles estaban llenas todo el rato, pero sobre las siete de la tarde hora de Korbe, se volvían mucho más concurridas. Si algo aprendió Aaron desde que el agujero lo escupió en el mundo, fue que los xarianos eran unos auténticos capitalistas. El horario laboral más común comprendía doce horas, y los que hacían tiempo extra eran más que los que concluían su jornada a las siete. Aun así, se contaban suficientes transeúntes que andaban pidiendo xaritaxis o estaban sacando de los estacionamientos sus xariautos, por lo que el paso libre y sin estorbos se complicaba.
El tráfico también se congestionaba por el cielo, pues en los altos rieles se desplazaban los transbordadores modernos y sobre volaban las naves privadas de los más ricos.
Aaron estaba seguro que Imaoro era más loca que la gran manzana, New York, y estaba más abarrotada que Tokio, Japón. Era como un conjunto de ambas, mezclando también las ciudades más ajetreadas de la Tierra.
Como los portales de las tiendas seguían llenándose de irlendieses que se refugiaban de la lluvia, y él no tenía dinero para hacer estancia en algún restaurante, no le quedó otro remedio que rebuscar por los callejones un espacio habitable que pudiera socorrerlo. Esto representaba otro problema por una razón principal: los callejones en Imaoro tenían dueños.
Aaron lo sabía muy bien desde su entrada al universo paralelo.
No había sido en ningún aspecto lo grandioso que había imaginado, sino todo lo contrario. El agujero lo escupió encima de la "casa" de unos vagabundos malhumorados que se desquitaron repartiendo batazos al chico. La primera reacción de él como descendiente de guerreros fue enfrentarlos, pero al sumarse otros vagabundos que salían como ratas de sus guaridas, no le quedó más remedio que echar a correr lejos de allí.
Desde entonces aprendió andarse con cuidado en callejones que lucían acomodados, pues evidenciaban ser lugares de hábitat de dichos vagabundos. Ninguno era xariano, de eso se dio cuenta el descendiente. Los xarianos compartían similitudes con su prole asiática: ojos rasgados, cabello lacio y acento oriental. Eran los eruditos más selectos de toda Irlendia y por tanto desde pequeños tenían el futuro asegurado. Los más encumbrados viajaban a la capital de su mundo Korbe, la ciudad de Imaoro, para multiplicar su fortuna y perfeccionar o innovar proyectos.
Pero los seres de otros mundos que habían viajado a Imaoro en busca de su oportunidad dorada debían trabajar extremadamente duro para subsistir entre los xarianos. El coste de vida resultaba muy alto, y por ello, los emigrantes que no lograban prosperar se convertían automáticamente en vagabundos. Al menos podían vivir de los desechos que los xarianos y demás pudientes no consumían.
Aaron era el recién llegado, no tenía antigüedad y encima era raro, así que debía luchar un lugar en las callejuelas para poder comer.
Pasaron días sin que encontrara su propio sitio, y dándose por vencido decidió deambular por el fondo de los restaurantes donde los restos de comida fresca eran mejor opción que la descompuesta en los latones. No toda la comida de Irlendia tenía el mismo aspecto que la terrestre, pero gran parte sí, y la que difería, sabía bien. De hecho, pensar ahora en las recetas que en algún momento crujieron entre sus dientes aumentó el vacío de su estómago. ¿Cuántos días llevaba sin comer?, ¿dos, tal vez tres? El tiempo en este mundo era lento y espeso, así que era difícil averiguarlo a pesar que los días tenían aspectos normales.
Pero se trataba de Irlendia, nada era normal en dicho universo.
La lluvia seguía cayendo y como la capucha que llevaba no aguantaría mucho antes de empaparse por completo, Aaron ignoró el sonido de su estómago y echó a correr.
Corrió bajo el líquido que deterioraba la prenda superior, echando una mirada rápida entre los contenedores de basura de varias esquinas. Finalmente divisó un buen refugio que conformaban tablones de madera, tablones que de seguro había tirado alguien por estar viejos llenos de comején. Formaban una pila lo suficientemente grande dejando tal espacio en su interior que parecía irreal que estuviese vacío. Así que se introdujo arrinconándose en el fondo y se quitó el viejo abrigo que ya empezaba a gotear lluvia ácida. Cerró los ojos, brindando una escena penosa a cualquiera que pasara y lo viera.
Ahí en el callejón, con frío y el estómago gruñendo más alto de lo que le solía gruñir a Ulises, sucio y sin más amparo, Aaron Taylor Kane tiritaba esperando que la lluvia cesara. Suplicó en silencio por dormirse, porque cuando se dormía las horas pasaban más rápido y no tenía consciencia para pensar en sus tragedias. Y ya fuera por el agotamiento, o la falta de nutrientes necesarios para mantener la energía, el joven quedó rendido mientras el sol del sur se inclinaba ante Imaoro.
•Amé este fanart que encontré en Pinterest. Si alguien conoce el autor me lo haga saber 🙏🏻
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