⛤ Prólogo.

PRÓLOGO

"EL DOLOR DE UNA GRAN PÉRDIDA"

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Un año antes.

Todo había pasado demasiado rápido como para comprender que fue lo que realmente había ocurrido.

Había demasiada sangre para no poder distinguir de quién era, si pertenecía a su madre o si era de esas cosas. Lo único que Stella podía ver era a su madre morir en sus brazos, mientras intentaba detener de cualquier manera el sangrado, pero sabía que sus intentos eran inútiles y que su madre moriría allí. No podía cargarla en sus brazos, su pierna herida no le permitiría llegar más allá de la puerta sin caerse, tampoco podía curarle la herida, sus cosas estaban en el auto y no quería alejarse de su madre.

Sollozaba mientras acariciaba el cabello castaño de la mujer que estaba en sus brazos, mientras veía como su alma abandonaba su cuerpo y ese destello de vida se apagaba en aquellos ojos negros. Todo lo que tuvo en su vida, lo único que tenía en realidad, la abandonaba y dejaba a la deriva.

No podía decir nada, sus palabras se quedaron atascadas en su garganta junto al nudo que se formaba en ella, y los sollozos se hacían más sonoros.

Fue un error haber ido a esa cacería en primer lugar, pues un nido de vampiros era difícil cuando no se tenía en cuenta cuántos eran. Siendo solo dos cazadoras, era un suicidio, y por eso se culpó. Stella se culpaba de la muerte de su madre, ya que ella había insistido en que podrían acabarlos sin ayuda. Se equivocó y esa era su condena.

Abrazó al cuerpo de su madre cuando dió su último aliento, y entre lágrimas sollozaba. La había perdido para siempre.

Unos pasos apresurados resonaron en todo el almacén abandonado, pero Stella ya no tenía fuerzas para defenderse, quería acabar con todo. Si venían a por ella, se dejaría matar, porque ya no tenía nada a qué aferrarse a la vida, no tenía motivos para seguir luchando, lo había perdido todo.

━ Por dios ━ escuchó que dijo un joven, seguido del tintineo que hacen las armas al caer al suelo.

Stella no levantó la mirada, ni abrió los ojos, pues conocía esa voz y realmente no quería verle la cara a ese joven.

━ Stella...━ llamó, pero la niña no lo miró.

Escuchó como se acercaba con cautela hacia ella, pero no lo miró en ningún momento, ni se alejó del cuerpo frío de su madre. Sólo soltó otro sollozo cuando oyó que el chico se arrodillaba frente a ella.

━ Lo lamento, Ella ━ dijo el hombre, quitándose la gorra en símbolo de respeto ━. Debí saber...

━ No ━ cortó la joven, con su voz desgarrada ━. No quiero oírlo, Nate.

La joven se aferró más al cuerpo de la difunta, mientras abría los ojos lentamente para mirar de reojo al hombre. Nate Froseth, cazador y amigo de suyo desde que tenía memoria, fue quien corrió hasta ese lugar cuando supo que irían a esa cacería y le advirtió a Emily D'arcy que era peligroso.

El chico asintió, mirándola fijamente, viendo todo el dolor que los ojos cafés de ella reflejaban. La entendía, sabía lo que era perder a un ser querido por algo sobrenatural, por lo que simplemente se quedó allí, en silencio, dándole el tiempo necesario a la joven para poder tomar el cuerpo y llevarlo al auto para preparar el funeral.

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No supo hasta que hora estuvieron allí, solo sabía que ya había amanecido y que Nate la convenció de que debían irse, antes de que otros miembros del nido llegaran.

Él se encargó de llevar el cuerpo de Emily al auto, mientras que Stella iba detrás de él cargando las armas y los machetes. El camino hasta el vehículo fue en silencio, con el sonido de las botas de Stella resonar contra el suelo siendo lo único que se escuchaba.

Pasaron varias horas hasta que Nate estacionó su auto en un bosque, alejado de la carretera y de toda civilización, no sabría decir si era para evitar que la policía llegara e hiciera preguntas o para darle privacidad a la joven que había acabado de perder a su madre y le daría un funeral de cazador.

La difunta Emily estaba en el auto, en el asiento trasero, ya envuelta en una sábana blanca, que Stella no sabía de dónde la había sacado Nate, mientras que los otros dos cazadores buscaban leña por todo el lugar.

Nate decidió que debía darle espacio a su amiga, por lo que Stella estaba a unos metros de él mientras cortaba la madera, pero nunca le quitó la vista de encima, pues quería asegurarse de que no cometiera una locura o que algo salga de la nada para lastimarla. Quería cuidarla, como alguna vez se lo prometió a su madre.

Stella levantó el hacha, sintiendo sus huesos crujir ante el esfuerzo, y la bajó con fuerza hacia la madera, quebrandola. Los recuerdos de la noche anterior iban llegando a medida que cortaba la madera con el hacha, y de solo pensar que esos troncos eran los cuellos de los vampiros, lo hizo con más fuerza. Nate la veía desde lejos, intentando contenerse a no ir hacia ella y envolverla en un abrazo, porque la conocía lo suficiente como para saber cómo era ella con el contacto físico.

Stella iba por su tercer tronco, cuando sus piernas fallaron y sus brazos se sintieron cómo gelatina, haciendo que el hacha cayera frente a ella y Stella cayera de rodillas al suelo. Las lágrimas salían con más fuerza, se llevó sus manos a su rostro, cubriéndolo, y ahogando sus sollozos contra sus palmas. Sentía un dolor intenso en su pecho, casi igual al que sentiría si le estuvieran clavando algún cuchillo afilado en uno de sus pulmones y su aire se cortara lentamente.

Fue entonces cuando Nate supo que fue suficiente y caminó hasta ella, una vez a su lado, la abrazó sin importarle que luego lo golpeara. Para su sorpresa, ella no lo atacó, ni golpeó como en sus intentos anteriores hace algunos años, sino que se acercó a él, tomándolo por la camiseta negra lisa, y sollozó sobre su pecho. Él se aferró más a ella, dándole todo el consuelo que pudiera darle.

Cualquiera que los viera allí, pensaría que solo era una pareja de adolescentes abrazados, pero quienes sabían el contexto detrás de ese abrazó sabría que solo eran una joven de quince años que lloraba por su madre y un joven de dieciocho que la consolaba por su pérdida.

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El fuego ardía, las maderas se quemaban hasta quedar en cenizas, y Stella veía como su madre finalmente se iba para siempre. No tendría una lápida en un cementerio, porque era una mujer buscada por la policía, tampoco podía tener una urna con sus cenizas porque era casi como llevarse un objeto de un espíritu y no dejarla descansar en paz.

Sus ojos cafés estaban fijos en la gran fogata, mientras sentía la fría brisa abrazar su cuerpo como una canción de cuna rota. Nate la había dejado sola hace unos minutos, agradecía que le diera privacidad, por lo que el chico estaba esperándola en el auto a unos cuantos metros de ella.

Ya no tenía lágrimas para llorar, todas abandonaron su cuerpo, al igual que sus emociones.

No sentía nada.

Ni tristeza, ni dolor.

Solo sentía una cosa...

━ Buscaré a los que faltan ━ habló Stella, por primera vez desde la noche anterior ━. Buscaré a cada persona que te falló, cada persona que te deseó esto ━ agregó ━. Juro que lo haré, madre ━ su voz salió afilada como una daga ━. Los mataré, uno a uno ━ su mirada seguía fija en la fogata que se iba apagando cada vez más ━. Los mataré a todos.

Eso sentía... Ira.

































































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PRÓLOGO ✓

Pobre de mi Stella :(

¿Qué tal la vieron?. ¿Quieren seguir leyendo?.

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