23화
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―¡Yah, Jeon JungKook! ―Fruncí el ceño mientras aplastaba los botones del control con ahínco y desesperación para tratar de ganarle por, al menos, una vez.
Escuché su risa a mis espaldas mientras, por décima ocasión, me ganaba. Solté el mando de la consola y dejé caer mi cabeza hacia atrás mientras suspiraba con derrota. Ni siquiera había estado cerca de poder vencerle en ninguna de las partidas. Giré mi cabeza a la derecha para verle. Estaba sonriendo con victoria mientras yo estaba en el piso.
―Necesitas practicar más. ―Se veía demasiado feliz por todas las victorias consecutivas que había obtenido. Bufé y me puse de pie.
―No vuelvo a jugar contigo. ―Caminé hasta la cocina para tomar agua y encontrar algo de comer. Fruta sonaba bien.
Encendí la luz, tomé un vaso del estante y lo llené, después lo dejé en la encimera y caminé hasta el frutero para escoger alguna fruta. Opté por una manzana verde. Le quité la pegatina que tenía y me la estampé en la frente, era algo que acostumbraba a hacer por algún motivo que no entendía. La lavé y empecé a comerla.
Me apoyé en el borde del mesón y puse mi brazo izquierdo sobre mi estómago. Intercalaba mordidas de manzana con tragos de agua. Seguía viendo a la puerta esperando que Jeon asomara la cabeza como siempre. Podía oír sus pasos y seguro en menos de cinco segundos ya estaría bajo el umbral. En realidad, solo fueron tres.
―HaeBi, no te enojes. ―Le vi sin expresión y seguí comiendo la manzana―. Juguemos una vez más y te dejo ganar. ―Negué con la cabeza mientras masticaba. Me había dicho lo mismo las últimas tres veces y, como no le gustaba perder, no me había dejado ganar―. Por favor. ―Juntó sus manos frente a él y empezó a caminar hasta donde yo estaba.
―Que no, ya no quiero. ―Di el último mordisco a la manzana y la tiré a la basura. Había comido increíblemente rápido. Crucé mis brazos―. Ya no confío en ti.
―HaeBi. ―Movió sus hombros en un intento de rabieta. Se veía gracioso, pero no era momento de reír. Volví a negar―. Kwon HaeBi, hazlo por esta amistad.
―Anda a jugar contra la consola, ya me cansé. ―Giré a tomar el vaso de agua y me lo terminé, después lo dejé en el lavabo. Cuando volteé JungKook ya estaba a centímetros de mi sonriendo con malicia―. Ni se te ocurra ―dije de manera seria.
―No me dejaste opción.
Acercó sus manos a mi cintura y empezó a hacerme cosquillas. Era el único lugar donde podía sentir eso y no podía recordar cómo lo descubrió. Aunque la sensación me hacía reír, en realidad me estaba enojando un poco. Me senté en el piso tratando de quitar sus manos, pero no se dejaba.
―Ya basta, me vas a hacer enojar.
―Si dices que vas a jugar conmigo una vez más.
―No quiero. ―Intenté dar patadas para apartarle, pero las evitó―. JungKook ―dije con súplica. Pude sentir las lágrimas en mis ojos por la risa.
―Solo dilo, no seas terca.
Ni siquiera era capaz de ver por lo mucho que estaba riendo. Tenía claro que, si no accedía, no se iba a detener. No era la primera vez que usaba el truco de hacerme cosquillas para ceder, porque él sabía que no me gustaban.
―Bien, bien ―exclamé casi sin aliento―. Ya detente. ―Puse mis manos en sus antebrazos y por fin se detuvo.
Al abrir mis ojos me encontré con que el rostro de mi único amigo en Busan estaba demasiado cerca al mío. Él sonreía dejándome ver sus dientes tan únicos y me observaba con atención. Podía sentir el aire caliente que salía de su nariz cada vez que exhalaba, así de cerca estaba.
―¿Ves? No era tan difícil.
―JungKook... ―Tragué con dificultad, porque esa cercanía era extraña. Incluso mis orejas debían estar rojas―. Estás muy cerca.
Al instante borró sus sonrisa y desvió su atención a mi frente, notando, solo en ese momento, la pegatina de la fruta que había comido. Con su mano derecha despegó el adhesivo y se levantó. Lo hizo bolita para luego tirarlo a la basura. También me levanté y fui detrás de él hasta la sala. Antes de salir de la cocina, apagué la luz.
Ambos nos sentamos en el sofá sin una clara intención de empezar una partida más. Nos quedamos en silencio unos minutos. No sé qué hizo él, porque no lo vi, pero yo estuve con mis piernas pegadas a mi pecho y jugando con mis dedos.
―HaeBi ―dijo tan bajo que por un momento creí haberlo imaginado. Volteé en su dirección y me encontré con sus ojos sobre mí. Se veía nervioso por algún motivo que no entendía. Ni siquiera lo había visto así cuando tenía algún torneo de taekwondo, así que me pareció inusual.
―¿Qué sucede? ―Ladeé la cabeza.
―Yo... ―Desvió su vista―... te quiero decir algo. ―Levanté las cejas para que continuara―. Pero no me siento listo.
―Entonces no necesitas decirlo ―tranquilicé.
―No, pero quiero decírtelo. ―Regresó a mis ojos. Tragó de manera audible, aunque al final no pudo continuar.
―¡Kwon HaeBi! ¡¿Por qué no has encendido las luces?! ―Mamá había llegado.
Dejé caer mi cabeza y apreté mis labios antes de levantarme a recibir a mi progenitora. Caminé con parsimonia hasta la entrada y vi a mamá calzarse las pantuflas para estar en casa. Me vio y sonrió, después vio a quien venía detrás mío y amplió su sonrisa. A ella le agradaba bastante JungKook y puede que sea porque era mi único amigo en ese entonces.
―Hola, mamá. ―Le ayudé con una bolsa de compra. Supuse que tenía cosas para hacer la cena.
―Hola, señora Kim. ―Jeon le sonrió de manera discreta y se inclinó.
―Oh, JungKook-ie, hola. ―Se acercó y acarició su hombro―. Ya te he dicho que puedes decirme YoonJi. ―Él asintió. Mamá sabía que JungKook no iba a llamarle por su nombre de pila, pero aún así se lo repetía. Tenía las esperanzas de que dejara su timidez de lado―. ¿Vas a quedarte a cenar?
―No, mi mamá seguro ya preparó la cena en casa. ―Ella asintió en entendimiento―. Tal vez otro día.
―Seguro, puedes venir cuando quieras. ―Le sonrió con calidez.
No supe si JungKook respondió algo o no, porque mi campo de audición se terminó luego de que entrara a la cocina a dejar lo que mamá trajo. Saqué cada cosa y la puse sobre la encimera para después guardar lo que estuviera a mi alcance. A esa edad ni en broma llegaba a los estantes más altos. Al final no tuve que guardar nada, porque mamá me detuvo cuando estaba por ubicar el primer frasco. Ella usaría todo para la cena del día.
―Ve a despedirte de JungKook, dijo que ya se iba ―informó mientras sacaba las ollas y cuencos que necesitaría.
Salí de la cocina con calma. Me encontré a Jeon arrodillado frente a la consola, la estaba apagando. En ese tiempo no hubiéramos podido pagarla, pero mi tía me la regaló como un presente de despedida. Al principio pensé que no la usaría mucho, pues no era tan fanática de los videojuegos, pero luego conocí a JungKook y a él le gustaban demasiado.
―Mi mamá dijo que ya te ibas ―llamé su atención parándome detrás suyo.
Jeon se puso de pie cuando terminó su actividad para nada divertida y estableció un contacto visual que a veces me incomodaba. Había oído que los ojos son la puerta del alma, ¿saben? Y en ese entonces estaba sufriendo por haber tenido que dejar Canadá y todo lo que conocía. No estaba lista y nunca lo estaría. Era de esas cosas que se tenían que hacer para acostumbrarse, porque si no, se evitarían siempre.
―Si, ya es algo tarde. ―Empezó a rebotar sus manos en sus piernas. No entendía por qué estaba nervioso.
―Vamos, te acompaño a la entrada. ―Le sonreí y él también lo hizo.
Empecé a caminar hasta el recibidor y él venía detrás de mí. Me detuve y esperé mientras él se ponía los zapatos. Mamá había sugerido varias veces que le compraría unas zapatillas, porque pasaba mucho en nuestra casa, pero JungKook siempre se negaba a la idea diciendo que no quería que se tomara esa molestia.
Cuando hubo terminado se irguió y abrió la puerta sin voltear a verme ni despedirse. Salió de la casa y yo me paré bajo el umbral, entonces si volteó a mí, pero tenía la cabeza agachada. Estaba moviendo su pie a un ritmo inexistente y hasta podía jurar que también mordía su labio inferior.
―¿Qué te sucede? ―Negó con la cabeza como si dijera: nada―. ¿Por qué estás nervioso?
―Es por lo que quería decirte. Ya lo decidí. ―Levantó la cabeza y puso sus ojos sobre los míos. Si, estaba nervioso, pero también seguro de lo que iba a hacer. No sabía hace cuánto lo estuvo pensando, podían ser días o semanas.
―Bien, dime.
Tampoco tenía expectativas al respecto. Ni siquiera tenía idea de lo que quería decir. Lo que sí tenía era duda y curiosidad, así que esperaba con impaciencia sus palabras.
―Cierra los ojos.
―¿Para qué? ―Fruncí el ceño.
―Por favor ―pidió―. Me pone más nervioso que me estés viendo así... expectante.
―Oh, lo siento. ―Sonreí de manera nerviosa―. Claro, como quieras. ―Cerré mis ojos.
Sus palabras nunca llegaron a mis oídos, porque no las dijo. En su lugar sus labios rozaron los míos en un beso inocente. Fue rápido y torpe, claro, no podía esperar mucho a esa edad, ¿no? Y como no lo esperaba, entre en estado de shock. Solo podía preguntarme: ¿qué acaba de suceder?
Abrí mis ojos con sorpresa y duda cuando se alejó. No entendía porqué lo hizo, mi mente no podía procesarlo. Era fácil de deducir, pero parecía que mi capacidad de razonamiento también se congeló.
Por su lado él estaba parado frente a mí apretando sus labios y viéndome. No sabía qué estaba esperando, ni siquiera podía reaccionar. ¿Qué se suponía que debía hacer o decir? Nunca había estado en una situación así antes y tal vez no vuelva a estar en una similar.
―Tú acabas de... ―Asintió con lentitud―. ¿Por qué?
―Es porque... ―Tragó saliva y pasó su lengua por sus labios―. Mejor olvídalo. ―Negó con ímpetu―. Nos vemos. ―Agitó su mano y se fue corriendo en dirección a su casa.
Me quedé ahí parada tratando de llegar a una conclusión lógica, pero ninguna asomaba por mi mente. Veía al piso y pestañeaba intentando de aclararme. Estuve así un rato hasta que mamá salió a ver porque aún no entraba. Me hizo olvidar el tema mientras le ayudaba a preparar la cena, pero lo cierto es que tendría esa sensación e incertidumbre durante varios días.
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Ya era viernes y no había podido hablar con JungKook desde el sábado después de que hiciera eso. Él, literalmente, me estuvo evitando toda la semana. Los primeros días lo agradecí, porque yo también necesitaba espacio para pensar y para entender, aunque al final no lo había hecho.
Concluí que tenía dos opciones: preguntarle porqué me había dado un beso y luego huyó o dejarlo pasar y perder a una persona muy importante. Sin duda escogí la primera, porque no podía imaginar las consecuencias de la segunda, no quería.
Esperé hasta la salida. Había guardado todas mis cosas mucho antes de que fuera hora, debía aprovechar cada segundo, porque si lo hacía, él volvería a estar lejos de mi alcance. Esperé que sonara el timbre y me colgué la mochila aguardando con impaciencia que él terminara de guardar sus cosas. Cuando lo hizo, salió y yo fui detrás de él llamando su nombre, pero no me hizo caso. Bufé antes de alcanzarle y tomarle del brazo para que volteara.
―¿Puedo saber que te pasa? Me has estado evitando.
No me respondió, solo se quedó parado viendo al suelo, evitando mi mirada. Estuvo así hasta que no hubo personas alrededor. Le vi suspirar con pesadez.
―Lo siento.
―¿Solo vas a decir eso? ¿Hasta aquí llegó nuestra amistad? No puedo entenderte, JungKook. ―Peiné mi cabello hacia atrás y agregué casi susurrando―: Si ya no querías seguir siendo mi amigo, pudiste decirme.
Levantó la cabeza con rapidez, como si hubiera dicho algo sorprendente, y me vio a los ojos. Nunca antes había extrañado tanto que lo hiciera. Me seguía incomodando, pero a la vez empezaba a agradarme.
―No es eso, HaeBi.
―Entonces dime que es, por favor. ―Desvió su vista hasta la izquierda.
―¿No lo entendiste? ―Me quedé en silencio―. ¿No entendiste por qué lo hice? ―Volvió a verme y negué―. ¿De verdad?
―En serio.
―Creí que estabas enojada por eso, creí que tal vez me odiarías.
―Nunca podría. Eres la única persona que tengo aquí. ―Sonrió de manera leve y agachó la cabeza.
―HaeBi, lo que yo quería decir era que... ―Se rascó la nuca―... era que me gustas.
―¿Que yo qué? ―Mi siquiera había pensado en la posibilidad.
―Me gustas ―repitió más bajo.
―Ah. ―Moví mi cabeza de arriba a abajo sin saber qué más decir.
No sabía ni siquiera si yo le veía de esa manera. Sabía muy bien que le tenía demasiado cariño y aprecio. Sabía que no quería que se fuera de mi vida tampoco, pero lo que no sabía era si me gustaba.
―Yo no te gusto, ¿verdad? ―Desilusión, eso demostró su voz.
―No lo sé ―dije de manera honesta―. No había pensado en eso.
―Está bien si dices que no te gusto, podemos seguir siendo amigos.
―No, en serio no sé. ―Volvió a verme y pude distinguir una pizca de esperanza en su mirada―. Nunca me he preocupado por eso. No sé cuándo alguien me gusta. De hecho, creo que nunca me ha gustado alguien antes.
Si, estaba soltando lo primero que pasaba por mi mente gracias a que estaba nerviosa. A veces no pensaba antes de hablar. Le vi reírse un poco y luego se estiró a abrazarme. Lo hizo con fuerza. No solíamos tener tanto contacto físico, porque en Corea del Sur era extraño que personas de sexo opuesto actuaran así. Claro, la excepción eran las parejas.
―Si, si, ya entendí. ―Cerré la boca y asentí mientras me acomodaba sobre su hombro y le abrazaba de vuelta―. Me hiciste falta.
―Tú también a mí. Ni se te ocurra volver a hacer algo así.
―No lo haré. Vas a tener JungKook por mucho tiempo más.
―Pensándolo bien, tal vez no es buena idea ―dije fingiendo seriedad.
―¿Entonces no quieres JungKook por mucho tiempo? ―Se ofendió.
―Es una idea excelente ―añadí riendo. Me apretó aún más entre sus brazos―. Oye, tienes que pagar por lo que hiciste. ―Me separó dejando sus manos sobre mis hombros.
―¿Qué hice? ―fingió inocencia.
―Que descarado. ―Negué con diversión y ladeé la cabeza―. Tú, Jeon JungKook ―puse mi dedo en su pecho―, me robaste mi primer beso.
Le vi abrir sus ojos con demasía y sus orejas se pusieron un poco rojas. Analizó mi rostro buscando algo que le dijera que bromeaba, pero no encontró nada. Él realmente me había dado mi primer beso y no sería un recuerdo malo o desagradable.
―Lo siento. ―Agachó la cabeza evitando mi mirada. Me reí un poco.
―Descuida, está bien, no importa. ―Quité mi mano de su pecho―. Pero si tienes que pagar por eso.
―¿Y que quiere la linda Kwon HaeBi? ―usó un tono teatral mientras volvía a verme.
―¿Linda? ¿Yo? ―Me señalé. Iba a ponerme roja, pero daba igual―. ¿No necesitas anteojos?
―No, ¿por qué?
―Yo no soy linda ―dije con simpleza. Chasqueó con la lengua y sonrió.
―Eres hermosa, pero no le digas a nadie. Las personas pueden ser celosas.
Me sonrojé como era de esperar. No iba a decir que era fea, de hecho iba a decir que era muy linda para bromear, así que lo que dijo no lo esperaba. Me tomó desprevenida.
―Jeon JungKook, tú... ―Fruncí el ceño y él se rió―. ¿No eras alguien tímido?
―Lo soy. ―Se encogió de hombros―. Pero nosotros somos amigos y hay confianza. Además ya te dije lo que siento.
―¿Así que para ti soy hermosa?
―Que sí, pero no lo repitas mucho, porque luego me vas a hacer avergonzar. ―Llevó sus manos a mis mejillas y las apretó.
―Bien. ―Levanté las cejas. Puse mis manos sobre las suyas y las quité. No quería parecer un pez―. Ahora cómprame un helado, porque me lo debes.
―Bueno. ―Entrelazó su mano izquierda con mi mano derecha―. Te compro lo que quieras y pueda pagar.
―¡Que generoso eres! ―Sonreí y toqué su mejilla con el índice―. Pero yo solo quiero un helado como pago.
―¿Cuál es tu sabor favorito? ―Empezó a caminar hasta la salida, así que yo también lo hice.
―No tengo. ―Me encogí de hombros―. Siempre escojo viendo lo que hay.
―Entonces vayamos a ver qué quieres hoy.
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De mora y maracuyá, escogí ambos sabores. Él había elegido de chocolate con menta y de té verde. Él se burló de mí cara cuando dijo el primer sabor. Para mí esa cosa siempre había sabido a pasta dental, no me agradaba en ese entonces.
Habíamos estado caminando de regreso a casa mientras conversábamos. También estábamos tomados de la mano, porque él lo decidió y yo no me opuse. El clima era el perfecto punto medio, ni frío ni caliente. Al parecer, tampoco llovería. Eso era bueno, porque ninguno tenía paraguas ese día. Él perdió el suyo y yo olvidé el mío.
―¿Así que tu primer beso vale un helado? ―Regresó a verme, lo sentí.
―No. ―Comí lo último que quedaba del helado de maracuyá―. Es un precio especial para ti.
―¿Para mí?
―Un precio especial para una persona especial.
―¿Soy alguien especial? ―Comió de su helado sabor a pasta dental, bueno, el de sabor chocolate con menta que era lo mismo.
―Por supuesto. Para mi lo eres. ―Sonrió y regresó a ver al frente.
Soltó mi mano de repente y luego pasó su brazo por detrás de mi espalda. Lo puso sobre mis hombros y su mano me atrajo a él. Hacía cosas que nunca esperaba que hiciera y ninguna me desagradaba. Acabé viendo su perfil mientras él seguía caminando como si nada.
―¿Cuál es el verdadero precio entonces?
―Es un secreto.
En realidad, no había tal cosa como un precio, porque no había siquiera analizado el tema. ¿Quién piensa en su primer beso a esa edad? Al menos yo no, pero imaginaba que seguramente me habría enojado si hubiera sido alguien más. No podía ni hacerme a la idea de que pudo haber sido otra persona, siempre sería él. El chico que también me gustaba, aunque no lo sabía.
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-비🌧
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