20화

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Solté un gran grito de frustración y empujé mis libros y cuadernos hasta que estos chocaron con la pared a la cual estaba pegado mi escritorio. Me había agobiado, estaba claro. No podía concentrarme en nada de lo que decían esas páginas impresas ni en los apuntes y resúmenes que había hecho, porque mi celular seguía vibrando en el cajón. Sabía que le había dicho a todos que no me molestaran esta semana a menos que yo les hablara primero, debido a que los exámenes de fin de semestre estaban a unos días, pero tenía muy claro quién estaba llamando, lo había estado haciendo diario a la misma hora. Las otras veces solo lo ponía en silencio, pero hoy estaba esperando una llamada de mamá, porque había dicho que quería que le ayudara a meter y guardar la compra cuando llegara.

Me recargué sobre el espaldar de la silla y estiré mis brazos como si quisiera tocar el techo. Dejé que mi cabeza cayera hacia atrás por unos segundos, abrí los ojos y solté un suspiro pesado. Distinguí que mi teléfono dejó de emitir ese ruido molesto, así que puse mi vista en el cajón deseando que por fin hubiera terminado, pero, opuesto a eso que quería, volvió a escucharse en toda mi habitación. Ladeé mi cabeza poniendo una mueca de: ¿es en serio? y me levanté hasta el velador para sacar el celular de esa prisión autoimpuesta. Aplasté el gran botón verde que bailaba en la pantalla y me llevé el aparato a la oreja.

―¿Qué? ―solté con enojo. Lo había repetido un sinnúmero de veces y él parecía no querer entenderlo.

―¡Bebé! ¡Por fin! ―su voz denotaba alivio y felicidad.

―No tengo tiempo para esto.

―Quería invitarte a comer. ―Rodé los ojos con incredulidad.

―MinJae ―no busqué sonar amable―, te dije mil veces que no me molestaras a menos que yo te hablara.

―Bebé ―sonó como un niño al que acababan de regañar―, solo me preocupa que no estés comiendo bien.

―Si estoy comiendo bien. ―No quería entablar una conversación larga―. ¿Eso es todo?

―Vamos a comer, te voy a recoger. ―Casi pareció una orden.

―Te dije que no, maldita sea. ―Estaba algo irritada y estresada gracias a la presión que ponía sobre mi misma. Incluso SeAh me trataba con pinzas cuando los exámenes se acercaban.

―Bebé...

―No, MinJae. ―Le interrumpi―. Sabes que esto es importante, no tengo tiempo para perder. Solo detente y preocúpate por tu vida, ¿sí?

―Por favor, HaeBi. No te he visto en toda la semana.

―Me da igual. No me vas a ver la siguiente tampoco.

―Te extraño.

―Teníamos un trato, ¿lo olvidaste? Deja de invitarme a cenar, ya iremos cuando el semestre termine. ―Le oí suspirar al otro lado del teléfono.

―Nunca habías estado así. ―Claramente estaba decepcionado de que no pudiera obtener lo que quería.

―No todos nacemos en cuna de oro, con fortuna en nuestras cuentas y un futuro asegurado. La gente normal se tiene que esforzar para no quedarse abajo. Y entiendo que tú no puedas captarlo, porque ya naciste arriba, pero al menos respeta lo que te pido. Deja de hacer lo que quieres ―solté de manera rápida y casi sin respirar.

―Solo me preocupo por ti.

―No te lo pedí. ―Se quedó en silencio, suponía que no encontró algo más que agregar―. Voy a colgar.

Alejé el aparato del costado de mi rostro y finalicé la llamada. Lancé el celular a mi cama y peiné mi cabello hacia atrás con las manos. Tuve suerte de que los rebotes del teléfono no lo llevaran a terminar en el piso y con sus partes desparramadas.

Me quedé parada en medio de la habitación con mi mirada perdida y con mis manos apoyadas en la cintura. Mi poco ánimo ya se había esfumado. Necesitaba un respiro, no solo del estudio sino de todo; empezaba a ser abrumador y no me sentía capaz de manejarlo.

Decidí tirarme de frente sobre el colchón y hundí mi rostro en las cobijas. No duré mucho así, ya que no era fácil respirar de ese modo. Giré mi cabeza a la izquierda y alcancé a ver el cielo de color naranja gracias a que estaba atardeciendo. Junté mis manos a los codos del brazo opuesto y los usé como una especie de almohada improvisada.

A pesar de que el sol recién estaba empezando a ocultarse, lo más seguro es que fueran cerca de las ocho de la noche. En verano, el anochecer sucedía más tarde, por lo que los días eran más largos. Cuando las vacaciones llegaban era lo mejor, pero en ese instante, con todo lo que tenía en la cabeza, simplemente quería que los días pasaran más rápido. Estaba cansada de manera mental y física. No podía manejarlo.

Me quedé en la misma posición hasta que el color naranja se transformó en rojo, luego en morado y finalmente en negro. No se podía ver ninguna estrella gracias a todas las luces de la ciudad. Ellas les quitaban el protagonismo a esos astros tan lindos que debían acompañar a la luna. Tal vez se sentía sola.

Suspiré y cerré mis ojos por un momento. Giré sobre mi lugar y acabé con la vista fija en el techo y mis manos descansando sobre mi torso. Estuve así poco tiempo, tal vez solo segundos, porque mi celular empezó a vibrar de nuevo. Estiré mi brazo derecho tratando de encontrar el aparato y cuando lo conseguí, lo puse frente a mi rostro. Por fin era mi progenitora. Contesté con rapidez.

―Hola, mamá.

―Hola, cariño. ―Siempre usaba ese tono familiar y cálido. Incluso si estaba enojada, seguía teniendo atisbos de él―. ¿Estabas dormida?

―No, solo estaba descansando un poco. ―Me senté y opté por ver al piso.

―Me alegra, ya lo necesitabas. Ni siquiera pude verte el fin de semana pasado.

―Lo siento, mamá. Los exámenes están cerca y yo... ―había empezado a excusarme, pero mi progenitora me interrumpió.

―Cariño, lo sé y lo entiendo. Créeme que estoy muy orgullosa de la mujer en la que te estás convirtiendo. ―Sentí una opresión en el pecho al saber que le estaba mintiendo respecto a algo muy importante―. Cariño, estoy a unos minutos de llegar.

―Te espero abajo. ―Me levanté con la intención de ir al primer piso.

―Te tengo una sorpresa; espero que tengas tiempo para mí.

―Seguro, mamá. ―Sonreí―. Siempre tengo tiempo para ti.

―Bien, cariño, voy a colgar. ―La llamada se cortó.

Bajé con prisa y empecé a encender todas las luces ya que estaba oscuro. Después fui al sofá y me acosté en él mientras esperaba poder escuchar el motor del auto de mamá. Muchas veces ella había insistido y sugerido que debería tener un auto también, pero siempre me negué a la idea. Al principio fue porque sabía que era algo que mamá no podía costear y después solo lo hacía por costumbre. Hace meses que no mencionaba nada al respecto, así que suponía que se cansó de ello.

Encendí la pantalla del celular y lo puse frente a mí rogando que no cayera directo en mi cara por la posición que opté por usar. Deslicé hacia abajo la barra de notificaciones y eliminé todas aquellas que no me interesaban en el momento. Al final solo quedaron los mensajes que había recibido. Había cuatro personas, las habituales, y el chat grupal de mi clase. Fui primero a los mensajes de SeAh.

viernes, 8 de julio de 2016

SeAh_18:46
HaeBi, HaeBi, HaeBi.
Estuve pensando toda la tarde y tuve una idea genial.
Cuando las clases terminen, deberíamos ir a un parque acuático o de diversiones. Nos lo merecemos.

HaeBi_20:33
Podemos hacer lo que quieras.
Solo intenta no arriesgar nuestras vidas en el proceso.
Descarta las montañas rusas.

Salí a la pantalla principal de la aplicación y continué con el siguiente chat sin leer.

MinJae_19:51
HaeBi, todo lo que hago es porque te quiero.

HaeBi_20:34
Solo olvídalo y no me molestes. Por favor. Dame un respiro por ahora.

¿Se pueden justificar las acciones de alguien con un "te quiero"? A veces me parece tonta esa excusa y además estaba muy usada. Siempre que lograba hacerme enojar, decía lo mismo, como si fuera fácil y no podía entenderlo. A mi me costaba demasiado poder expresar mis sentimientos, pero él decía los suyos cada vez que tenía oportunidad y hasta cierto punto se volvía tedioso. Es como si, mientras más lo dijera, más peso y valor perdiera. Se volvían palabras vacías.

Continué con el tercer chat en la fila y lo abrí. Al leer cada mensaje me dio gracia y ternura al mismo tiempo. No podía negar todo lo que sentía, aunque tampoco era capaz de expresarlo de manera correcta.

TaeHyung_20:07
¿Hace cuánto que no hablas con JungKook? Me está volviendo loco preguntando por ti.
Oh, ahí viene de nuevo.
TaeHyung_20:09
Si, adivinaste. Preguntó por ti una vez más.

HaeBi_20:35
Lo siento, TaeHyung oppa. Te invitaré snacks la próxima vez por las molestias.
Si vuelve a hacerlo, dime y lo detendré. ;)

Finalmente llegó el turno del cuarto chat. Era el que más ansiaba leer porque quería saber cuántas cosas escribió JungKook en él. Toda la semana había estado mandando mensajes a montones que solo veía después de acabar de estudiar lo que había puesto en mi lista del día, aunque esa vez me rendí temprano y decidí que no seguiría repasando más.

JungKook_18:45
Sé que ya saliste de estudiar, entonces espero que ya hayas comido algo.
JungKook_19:02
¿Ya terminaste?
Bueno, tal vez no.
JungKook_19:18
Quiero verte. TnT
¿Sabes que hace una semana no te he visto en condiciones?
Voy a tener que cobrar esas salidas que me debes.
JungKook_19:34
Se supone que no debería molestarte, pero no puedo evitarlo. ¿Te enoja que lo haga? Puedo detenerme.
JungKook_19:36
Bueno, no puedo detenerme. Lo acabo de intentar y duré dos minutos. TnT
JungKook_20:02
¿Quieres salir mañana? Si paso un día más sin ti, voy a entrar en estado de abstinencia. No quiero pasar por eso, sálvame. :(
JungKook_20:10
TaeHyung se burló de mí, porque estoy preocupado y le he estado preguntando por ti desde... bueno, le he estado preguntando mucho, pero él sabe lo mismo que yo: nada.
¿Ves que eres tan importante para mí?
JungKook_20:24
Perdón por molestarte tanto. Seguro estás fastidiada. TnT

No fui capaz de controlar la sonrisa que se formó en mi rostro. Realmente él era muy atento y me hacía derretir. Si, me gustaba demasiado, pero no podía aceptarlo, no estaba bien.

Tuve la intención de empezar a responderle, aunque al final no lo hice, pues logré escuchar el auto de mamá llegar. Bloqueé el celular y lo lancé al sillón antes de ponerme de pie. Caminé hasta la puerta y abrí esta. Salí de la casa con la lentitud suficiente para que mi progenitora pudiera aparcar el auto y abriera la cajuela.

Ella se bajó del carro, se acercó a mí y me abrazó de la manera en la que se abraza a alguien a quien no se ha visto en meses o años. Acarició mi espalda y después dejó un beso en mi mejilla.

―Cariño ―sonrió de manera sospechosa―, hoy vamos a ver películas el resto de la noche.

Me quedé perpleja en mi lugar. Desde que llegamos a Seúl ella nunca había tenido espacio para ese tipo de cosas; el trabajo le consumía por completo. Durante mucho tiempo estuve deseando que eso sucediera, como en los viejos tiempos, pero sabía que no había posibilidades, así que tampoco se lo pedía.

―¿Qué? ―Quise confirmar haber escuchado con claridad.

―Es un viernes por la noche, la gente normal se divierte. No te voy a dejar ir a alguna fiesta, porque es peligroso, pero podemos estar en casa y comer palomitas y helado. Ya compré todo. ―Seguía sonriendo y yo también lo hice. Le abracé de la misma manera en que ella lo había hecho hacía un momento.

―Está bien, mamá.

―Temía que dijeras que no. ―Rió con nerviosismo y negué sobre su hombro.

―Como en los viejos tiempos.

―Claro, hoy vas a ser mi bebé. ―Se alejó y tocó mi nariz de manera juguetona―. Pero primero bajemos las compras. No creo que quieras comer helado derretido. ―Ambas hicimos una mueca de disgusto y después nos reímos al notarlo.

Cuando era pequeña, la gente solía decir que mamá y yo éramos copias exactas. Solíamos hacer los mismos gestos y tener las mismas reacciones, pero a medida que crecí nos volvimos diferentes y en ese momento sabía que no parecíamos madre e hija. Mi rostro había cambiado y ella a veces bromeaba al respecto diciendo que, incluso, me parecía más a mi tía que a ella. Yo, en cambio, me preguntaba si me parecía más a mi padre. Nunca había visto una foto de él, así que tampoco podía saberlo.

Quité todas esas ideas de mi mente antes de sentir la necesidad de preguntar al respecto. Sabía que era un tema que a ella no le gustaba tocar, porque nunca había tenido la intención de hacerlo. Al final me limité a caminar con mamá hasta la parte trasera del auto para tomar las bolsas de la cajuela. Había comprado tantas cosas que, a pesar de estar las dos, tuvimos que hacer dos viajes para meterlas.

Mamá entró con prisa y dejó las fundas en la mesa del comedor. Empezó a buscar, lo que supuse, eran los botes de helado. Sacó uno tras otro. Los sabores eran de chocolate, vainilla, mora, galleta y café. Reí por eso mientras empujaba la puerta con el pie para que se cerrara a mi espalda. Ella caminó hasta la nevera y abrió el congelador para guardar esos envases.

―¿No estaba disponible toda la heladería? ―Abrí una de las bolsas para sacar las cosas que mamá había comprado y poder guardarlas en la alacena.

Escuché como se rió de manera calmada y volteó a verme cuando me asomé por el umbral de la cocina. Tomó el último frasco de helado, lo guardó, cerró el congelador y giró todo su cuerpo en mi dirección.

―En realidad, no sabía cuál comprar. No sé cuál es tu helado favorito ―sonó triste y apenada. Chasqueé la lengua llamando su atención.

―No tengo sabor favorito ―tranquilicé―, pero podría reevaluarlo si pruebo el helado de café. ―Formé una sonrisa de inocencia, porque sabía que a mamá no le gustaba que tomara o probara cosas de ese sabor.

―¿Por qué te gusta tanto? ―Negó con su cabeza mientras sonreía con resignación―. Por hoy te voy a dejar comer eso frente a mí.

―¡Eres la mejor mamá del mundo mundial! ―festejé a la vez que levantaba mis manos al aire y me acercaba a ella para darle abrazo. Palmeó mi espalda con cariño.

―Haz el canguil mientras guardo el resto. ―Mi cara se tornó seria en un instante y le vi horrorizada―. ¿Qué? ―Levantó las cejas.

―¿Quieres que queme la casa? ―inquirí de manera exagerada―. No, eso no puede ser, porque la cocina no es de gas. ―Me quedé en silencio formando la siguiente pregunta mientras mi progenitora me veía de manera divertida―. ¿Quieres que queme el canguil y no comamos nada?

―Solo lo tienes que poner en el microondas. ―Me dio palmadas en el hombro―. Nunca te haría hacer eso en la cocina. Tú sí eres capaz de quemar la casa incluso si no tenemos cocina de gas. ―Salió de la cocina riendo a la vez que yo iba detrás.

―¡Eso no es cierto!

―Cariño ―dijo de la manera más amable que pudo―, quemaste la olla en la que ibas a hacer tu ramen.

―Eso fue un suceso extraño. ―Crucé mis brazos e hice un puchero fingiendo estar ofendida―. Juro que estaba apagada ―me defendí.

―Lo que hasta ahora no entiendo es porque no oliste que algo se quemaba. ―Siguió con el camino hasta las bolsas de la compra.

―Estaba concentrada en ese libro de historia y tenía la puerta cerrada. En serio no lo noté.

―Toma. ―Me extendió una caja con palomitas de maíz que se hacían al microondas―. Haz todas y, por lo que más quieras, sigue las instrucciones. No quiero que quemes nuestra comida.

―No las voy a quemar. ―Empecé a caminar hasta la cocina agitando la caja―. ¡Incluso van a ser las mejores palomitas que hayas probado en tu vida!

Durante todo el tiempo que me demoré en hacer las tres bolsas de canguil, mamá entró a la cocina varias veces. Guardaba cada cosa en el lugar que le tocaba según la organización que seguía. Ubicaba las cajas o frascos, me daba una mirada rápida y salía, estuvo así hasta que terminó. Entró con las bolsas vacías y las guardó en un frasco que ella tenía para eso, después se apoyó en la encimera y me observó mientras ponía las palomitas en un tazón grande, de hecho, era el más grande que pude conseguir entre los utensilios de cocina.

―Tal vez no debí decirte que hagas todo. ―Giré con el tazón apoyado entre mi pecho y sostenido con mi brazo izquierdo mientras llevaba bocados de canguil a mi boca.

―Si tú no lo quieres, yo me lo voy a terminar.

―¿Todavía puedes comer tanto?

―Una vez al año no hace daño. ―Me dirigí a la sala y me senté en el sillón―. ¿Qué vamos a ver? ―Sonrió mientras se acercaba a sentarse a mi lado.

Mantenía mi vista en su rostro mientras seguía comiendo esperando por su respuesta, pero antes de que eso sucediera, sentí la vibración de mi celular y entonces recordé que no había respondido los mensajes de JungKook. Dejé el tazón apoyado en la mesa de centro y me giré para tomar el aparato. Vi a mamá como si le estuviera pidiendo permiso para atender eso.

―Anda, pero no te demores. Voy a preparar la película. ―Tomó el control del televisor y lo encendió.

Me acerqué a dejar un beso en su mejilla y fui corriendo hasta mi habitación. Cerré la puerta y me senté en la cama. Prendí la pantalla del celular y comprobé que tenía más mensajes, pero solo iba a responder los de Jeon. Lo desbloqueé y seguía en su chat, así que pude ver los nuevos al instante.

JungKook_20:40
¿Viste los mensajes por accidente?
JungKook_20:47
¿Me estás ignorando?
JungKook_20:50
¿Te enojaste? TnT

Reí al ver sus mensajes. Pude notar que estaba escribiendo y opté por responder las últimas preguntas que había enviado.

HaeBi_20:53
No los vi por accidente, pero tuve que hacer algo.
No te estaba ignorando.
No estoy enojada.

El indicador de que estaba escribiendo desapareció y ahora decía que estaba en línea.

HaeBi_20:54
Eres un dramático, ¿lo sabías?

Al instante estaba recibiendo una llamada suya. Dudé por un momento si contestar o no, pero al final lo hice. Llevé el celular a mi oreja y esperé a que hablara primero.

―Sabes que no puedo despegarme de ti. Te extraño. ―Solté una pequeña risa.

―Solo tienes que esperar por... ―Fingí contar―... son como siete días. No vas a morir.

―Si lo haré.

―Que no.

―Bueno, tal vez no, pero si me voy a sentir mal. Ni siquiera puedo llamarte cuando quiero.

―Solo es por esta vez. Después podrás llamar cuando quieras.

―También quiero verte, HaeBi.

―Oh, claro. Permíteme revisar mi agenda invisible y te aviso si tengo tiempo. ―Hice un sonido con la boca fingiendo buscar algo―. Mi agenda está llena, pero creo que puedo mover esta hora de estudio y ¡voilà! Se te abrió una hora para el almuerzo, pero esta vez tu pagas tu comida ―sentencié.

―Me parece justo, señorita ocupada. ―Su tono fue divertido, claramente le había hecho gracia.

―Y, ya que su cita ha sido agendada, es momento de colgar ―hice el mejor tono de secretaria que pude―. Alguien me está esperando.

―¿Quién? ―sonó más serio, tal vez molesto.

―Alguien importante por quien hasta movería tu cita si me lo pide ―dije con confianza.

―¿Quién es, HaeBi?

―¿Estás... celoso? ―pregunté con burla sabiendo que si lo estaba. Me respondió con silencio―. No tienes de qué preocuparte, mamá no compite contigo en ese sentido.

―Ah, bien, anda. Voy a colgar. ―¿Cómo describir su tono? ¿Seco? ¿Frío? Se había enojado.

―No te enojes. ―Hice un puchero aunque él no podía verlo.

―Voy a colgar, HaeBi ―repitió.

―Bien, su cita ha sido removida ―dramaticé.

―No estoy enojado. ―Resopló y cambió su tono una vez más―. Anda con tu mamá, no le hagas esperar ―sonó más amable.

―Bueno, entonces te veo mañana. Sueña conmigo.

―Y tú conmigo. ―Sonreí y respondí con un sonido de mi boca―. Ahora sí voy a colgar. No duermas tarde. ―Finalizó la llamada.

Me levanté y dejé el celular en la cómoda. Lo conecté al cargador y después bajé a la sala para seguir con el plan que mamá tenía. Vimos dos películas, hablamos un poco para "ponernos al día" y acabamos durmiendo a las dos de la mañana. Las palomitas se terminaron contra todo pronóstico, pero no tuvimos oportunidad de tocar el helado. Justo cuando me dejaba probar el de sabor a café, el universo conspiraba para que no lo hiciera.

🍭

-비🌧

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