16화
⠇⠑⠋⠞ ⠃⠑⠓⠊⠝⠙
🍭
Una semana monótona, eso había sido. Se podía resumir en pocos puntos clave: escuela, hacer tarea en los cambios de hora y recesos, evitar a MinJae y practicar hasta tarde. Por suerte, para mí salud emocional, no me había vuelto a topar con JungKook. Se sintió como un respiro y de verdad lo había necesitado.
En ese momento me encontraba echada en la cama con posición fetal tratando de apaciguar el dolor que estaba sintiendo. Nunca antes había tenido cólicos tan fuertes, pudo haber sido gracias a la gran cantidad de estrés y agobio que sentí en ese corto tiempo. Lágrimas salían de mis ojos, muy opuestas a la tristeza, se debían al dolor. Había querido llamar a SeAh o a mamá, pero mi infortunio era tal que mi celular se había quedado en el piso de abajo junto con mi mochila y el simple hecho de intentar moverme intensificaba la molestia que estaba teniendo. Además me sentía más débil que de costumbre.
La única esperanza que tenía era que mi progenitora llegara pronto. Había dicho que saldría temprano para arreglarnos antes de ir a la dichosa cena. Ni siquiera sabía si sería capaz de ir, de verdad me sentía muy mal y ni mi voluntad por hacer feliz a mamá sería suficiente en ese caso.
En algún punto de mi agonía, me quedé dormida. Dudo que mi siesta durara mucho, tal vez fueron menos de quince minutos. El dolor era insoportable y solo iba en aumento. No había dejado de llorar y ya estaba empezando a darme sed.
―Mamá ―chillé como niña pequeña con una voz quebrada. Ella aún no llegaba.
Entonces oí mi celular sonar. Alguien estaba llamando. Me quejé en mi sitio sin intención de moverme. La llamada terminó, pero en pocos segundos estaba sonando de nuevo. La situación se repitió durante varias veces; perdí la cuenta en la quinta. Aunque una de ellas fue de SeAh, según el tono especial que tenía, el resto eran de otras personas, incluso podía ser mamá, pero algo dentro de mí no lo sentía así.
La casa estaba llena del sonido de mi teléfono que se interrumpía cuando las llamadas se cortaban. Pude distinguir el cielo de un color naranja y rojizo gracias a que empezaba a anochecer. Deseaba que mi progenitora llegara, de verdad necesitaba que alguien me ayudara, porque no podía moverme. Había intentado levantarme muchas veces, pero no llegué ni a sentarme. Debería haber una opción en la vida que permitiera evitar el periodo a menos que quisieras tener hijos ya. Era un martirio cuando se ponía así de intenso.
De pronto, a través de todo el ruido, logré oír la puerta de la casa abrirse y cerrarse. «Es mamá», mi instinto aseguró. Quería gritar su nombre, pero mi voz apenas si salía. Definitivamente odiaba el periodo.
―¡Cariño estoy en casa! ¡Tu teléfono está sonando!
«Lo sé, mamá. Lo sé», respondía en mi mente incapaz de hablar.
De nuevo hubo silencio. Incluso las llamadas cesaron. «Por favor, mamá. Ven», rogaba en mi mente. Unos segundos después escuché los pasos de mi progenitora en las escaleras. El momento me parecía eterno. La oí caminar por el pasillo hasta detenerse junto a mi puerta. Golpeó un par de veces el trozo de madera antes de hablar.
―¿Cariño, estás ahí? ―El sonido de llamada de mi móvil siguió su voz. Lo había subido.
―Mamá ―me esforcé por decir. El tono fue lastimero, pero al parecer no me oyó.
Esperó unos segundos detrás de la puerta antes de decidir invadir mi espacio. En ocasiones pasadas me hubiera enojado un poco por eso, pero ahora lo necesitaba. Yo necesitaba a mamá. La puerta se abrió con una lentitud exasperante. Veía todo desde mi cama con la misma posición de la última hora. Mi progenitora asomó la cabeza con cuidado y reparó en mí al instante; abrió la puerta por completo entrando en mi habitación y recorriendo el camino hasta sentarse en la cama junto a mí.
―Dios, cariño ―se veía preocupada―, ¿qué sucedió? ―Tocó mi frente descartando que tuviera fiebre. Secó mis lágrimas.
―Mamá, me duele mucho.
―¿Comiste algo en mal estado? ―Supuse que había concluido eso gracias a la posición que tenía. Negué lentamente―. Dime que sucede. ―Acariciaba mi rostro con lentitud y cariño.
―Son cólicos, mamá. ―Mi rostro se había vuelto a empapar. Me vio con sorpresa.
―Nunca antes habías estado así. ―Acariciaba mi cabello―. Cariño, debes cambiarte. ―Pensé que se refería a la cena, me asusté por un instante―. ¿Dónde están tus pijamas?
―En el tercer cajón. ―Me encogí un poco más. A veces llegaban punzadas con gran intensidad.
Mamá se apresuró en ir al armario para sacar la primera pijama a la vista. Con la misma rapidez volvió a mí, me ayudó a sentarme y a cambiarme. Lo hacía todo con delicadeza y paciencia. Una vez que tuve la ropa de dormir puesta, destendió la cama para que me acostara bajo las cobijas. Lo hice sin decir mucho y de manera lenta.
―Trata de dormir, cariño. Prepararé una bolsa con agua caliente y te traeré un analgésico. ―Volvió a acariciar mi cabello―. Llamaré al señor Han para decirle que no podremos ir. ―Me sonrió y dejó un beso en mi frente.
―Gracias, mamá. ―Cerré mis ojos.
Antes de salir puso mi celular en la mesita de noche. Luego cerró la puerta con sumo cuidado y sus pisadas se perdían a medida que se alejaba para ir al primer piso. Estuve tratando de dormir por un largo rato, pero mis intentos vanos se vieron interrumpidos porque, de nuevo, alguien estaba llamando. Tomé mucho aire y suspiré, sea quien sea, debía tener una razón para no dejar de intentar contactarme.
Me apoyé en mi codo y me estiré hasta tener el celular en las manos, aunque antes de poder ver quién llamaba, el nombre de la persona desapareció y mamá entró con prisa. Volví a acomodarme en mi cama, solo que me senté al ver que mi progenitora traía un vaso con agua y en la otra mano, supuse, las pastillas.
―Toma esto y en un momento te traeré la bolsa con agua caliente. ―Recibí las pastillas y el vaso. Tomé unos cuantos tragos para pasar las pastillas y le devolví el recipiente―. Cariño ―parecía dudar de lo próximo que diría―, tu maquillaje está corrido. ¿No quieres desmaquillarte?
Era algo que estaba claro que iba a suceder. Había llorado por un largo tiempo y ese día decidí usar productos que no eran a prueba de agua. Asentí en respuesta a mamá, quien rápido se puso de pie yendo hasta el tocador. Paseo sus ojos por los envases hasta que dio con el desmaquillante, después tomó los algodones y se acercó mientras humedecía estos. Me los extendió; con dificultad los tomé y empecé a retirar la mezcla de delineador, rímel y sombra que tenía sobre las mejillas. Al terminar, mi progenitora los recibió y los fue a tirar al baño. Seguido de eso salió una vez más.
Me deslicé por sobre las sábanas hasta estar en una posición cómoda y me recargué sobre mi lado derecho viendo mi habitación. Mi escritorio frente a la ventana y un librero a su lado. La puerta del baño y el tocador. A mi espalda estaba el armario. En el piso había una alfombra rosa pastel a petición de mi madre. El día que la compramos busqué con ímpetu una color celeste o verde agua, pero únicamente había esa que mamá insistió en llevar a casa. Desentonaba con la paleta de colores que tenía en mente, pero al menos combinaba.
Seguí paseando mis ojos por la habitación hasta que pude ver el conejo de peluche que seguro mamá tiró por accidente al mover las cobijas. Mi interior se debatió entre levantarme a tomarlo o dejarlo ahí. El hecho de no moverme iba ganando, pero al parecer los recuerdos que ese conejo llevaba consigo eran más fuertes. Con pesadez fui hasta él y lo llevé conmigo de vuelta a la cama. Me quedé abrazando el felpudo mientras seguía viendo mi habitación con la esperanza de encontrar algo que no hubiera visto antes. Claro que fue imposible tomando en cuenta que conocía la habitación desde hace cuatro años. Al final me cansé y el dolor parecía no querer irse aunque su intensidad bajó un poco.
Pasaron unos minutos más, en los que empezaba a aburrirme, cuando mamá llegó con la esperada bolsa con agua caliente. Se acercó, me descobijó, colocó el objeto en la parte baja de mi abdomen y me cubrió de nuevo. Se sentó a mi lado mientras sonreía.
―El señor Han aplazó la cena ―informó―, pero mi querido yerno insistió en venir a verte. ―Entonces entendí porque estaba tan feliz.
―Eso no era necesario. ―Me removí un poco en mi cama.
―MinJae es muy atento, déjalo. No hay muchos chicos así hoy en día.
―Supongo. ―Desvié mi vista de mamá.
Sentí como mi progenitora se puso de pie y caminó hasta la puerta. Se quedó parada en el umbral y me llamó. Regresé a verle, dándole paso a que hablara.
―Cuando llegue, haré que venga. Les daré privacidad. ―Me guiñó el ojo. ¿Le tenía tanta confianza para eso? Me hubiera emocionado, pero no era él con quien quería estar.
―Si, mamá. Como sea. ―Volví a moverme y me tapé con las cobijas hasta el cuello.
A los segundos escuché el click de la puerta que indicaba que había sido cerrada y retiré las cobijas. Ya casi era verano y el calor se empezaba a sentir. Me acomodé viendo al techo mientras jugaba con mis dedos sobre el pecho y mantenía al peluche preso en mis brazos. No sabía cuánto tiempo estuve así, pudo ser media hora, pero mis pensamientos, sobre nada en específico, fueron interrumpidos con un par de toques en la puerta.
―Adelante. ―La persona del otro lado se adentró en mi habitación con rapidez. Era la segunda vez que estaba aquí.
―Hola, bebé ―sonaba preocupado―. ¿Cómo estás? ―Llegó y se acostó junto a mí con tanta confianza que él mismo se había dado.
―Aun duele, pero al menos ya no estoy llorando. ―Sentí como giró su cabeza sobre la almohada para verme.
―¿Son... ―Al parecer la situación le puso nervioso. Tragó saliva sonoramente―... problemas de chicas? ―También regresé a verle. Puse mis ojos sobre los suyos sin problema, él no me hacía sentir nada.
―Sí, son "problemas de chicas". ―Dibujé las comillas en el aire y el rió.
―Lo siento, es incómodo. ―Me encogí de hombros.
―Es natural. Cuando te cases, a tu esposa le puede pasar; si tienes una hija, a ella igual.
―Espero que tu seas mi esposa. ―Llevó su mano hasta las mías y las cubrió―. Y que tu seas la mamá de mis hijos.
―No digas tonterías. ―Regresé al techo―. Deja de soñar despierto. No me voy a casar contigo. Además, piensas muy a futuro, aún no es tiempo de eso.
―¿Te gusta romper mis ilusiones?
―No, yo solo te hago ver la realidad que claramente ignoras.
―La realidad es que eres mi novia y seguro tu mamá apoyaría la idea de que seas mi esposa. ―Se tomó el atrevimiento de meterse bajo las sábanas de mi cama.
―Controla a tu hombre interior.
―No voy a hacer eso, tonta. ―Le oí reírse―. No haré algo que no quieras. ―Volteé a verle con el ceño fruncido―. Excepto hacerte mi novia, ahí me tomé una licencia. ―Me sonrió como un niño pequeño que aceptaba una travesura.
―Empezaste mal esta relación. ―Cerré mis ojos.
―Pero lo voy a hacer bien. ―Era capaz de sentir la intensidad de su mirada a un lado de mi rostro―. Eres muy linda, incluso sin maquillaje. ―Recordé que tenía la cara completamente limpia. Por instinto levanté mis manos para cubrirla.
―¡Oye! ―Le pegué en el pecho.
―¿Qué? Es verdad. -Reía conforme con mi reacción―. Deja ese peluche, bebé. ―Arrebató el conejo de mis brazos y lo tiró al pie de la cama. No reaccioné lo suficientemente rápido para evitarlo.
―¡Idiota! ¡Mi conejo! ―Le veía muy enojada―. Debes respetar lo ajeno. ―Me crucé de brazos, hice un puchero y giré hasta darle la espalda.
―No te enojes, bebé. ―Sentí como se acercaba―. Puedes abrazarme a mí. ―Con sus brazos me rodeó por la cintura pegándome a su pecho por completo.
―Oye, ¿qué haces? ―Traté de quitar sus brazos, pero se aferraba con mucha fuerza―. MinJae, te estás pasando. ―Siseó.
―Vamos a dormir. Lo necesitas. Te sentirás mejor.
―¿No me vas a soltar de verdad? ―Sentí como negó con la cabeza―. Esto te va a costar. ―Suspiré atrayendo la bolsa con agua caliente de nuevo a mi abdomen. ¿Qué otra opción tenía? Al menos sabía que mamá estaba en casa por si sucedía algo.
MinJae se acercó más a mi cuello y suspiró junto a mi oído. ―Siempre hueles bien. ―Se estiró un poco y dejó un beso en mi mejilla.
―Mas te vale callarte si no quieres que te deje sin descendencia. ―Cerré mis ojos dispuesta a dormir.
―Mi novia es tan cariñosa ―dijo sarcástico.
Antes de responderle mi teléfono sonó de nuevo. Para entonces ya había olvidado todas las llamadas que había estado recibiendo. Con los ojos cerrados tanteé por la cama hasta que tuve el celular en la mano. Lo puse frente a mi rostro y abrí los ojos. Vi el nombre de TaeHyung, pero no pude contestar, porque mi acompañante decidió que era mejor idea tomar mi celular y sacarle la batería para que se callara y pudiera dormir. Susurró en mi oído que descanse y, ya que en verdad me sentía cansada, simplemente dejé que mis instintos me dejaran caer dormida.
🍭
―TaeHyung, deja eso, tenemos que practicar la coreografía. ―JiMin se acercó a V y yo fui detrás.
―¿A quién estás llamando con tantas ganas? ―Me burlé un poco de él. Alzó su vista a verme y pude notar que estaba preocupado.
―HaeBi no contesta mis llamadas. ―Hizo un puchero.
―Debe estar estudiando y tal vez puso su celular en silencio, hyung. Hoy no iba a venir.
―A mí no me dijo nada. ―Ladeó la cabeza―. ¿A ti te dijo? ―Empezó a formar una sonrisa de picardía.
―Si... ―Rasqué mi nuca―. El día que me hiciste ir tras ella. Aunque sentí que mentía; dudo que esté estudiando.
―¡El descanso terminó! ―HoSeok se levantó y empezó a aplaudir para llamar nuestra atención―. Aún tenemos que completar la coreografía. ―Respondimos con sonidos llenos de pereza.
Todavía faltaban varios meses para el comeback, pero debíamos practicar y preparar todo. La coreografía era algo primordial. Incluso si la canción aún no estaba del todo lista, el baile debía pulirse hasta en el más mínimo detalle para dejar un gran impacto.
―¿Y si le pasó algo? ―dijo TaeHyung a mis espaldas.
«¿Pasarle algo? Tal vez si está estudiando». No quería preocuparme, aunque estaba claro que más temprano que tarde acabaría pensando en los peores escenarios. Muchas veces ya había llegado a salvarle y no me perdonaría si algo llegaba a sucederle. Aunque por ahora, debía centrarme de lleno en la coreografía o Hobi hyung me mataría.
―Seguro va a llamar de vuelta, dale tiempo. ―Le resté importancia al tema.
🍭
Se podía sentir el calor en la sala de prácticas. Llevábamos tan solo media hora ensayando y ya estábamos exhaustos. Las respiraciones agitadas de mis hyungs llenaban el ambiente. Me había tirado y acostado en el frío piso tomando una posición de estrella. El calor en mi cuerpo, gracias a tanto esfuerzo, era intenso.
Me levanté de manera abrupta. Necesitaba agua.
Caminé hasta la puerta con la intención de ir por una botella de aquel líquido. Al tener la mano en la chapa de esta, empezaron a gritar como almas en pena para que les trajera agua también. Accedí y salí hasta el comedor.
Mi cabello y ropa estaban mojados de todo el sudor. Debería darme una ducha larga para relajarme luego. Mi respiración empezaba a regularse.
Saqué siete botellas, dejando seis sobre la mesa mientras tomaba el agua de la mía. Se sentía refrescante el líquido frío recorriendo mi interior. Acabé todo el contenido de la botella de una vez y la tiré al tacho de basura. Me dejé caer en una silla, necesitaba aire antes de volver ahí con toda la sala caliente a pesar de la ventilación.
Para matar el poco tiempo que planeaba quedarme, saqué mi celular. De manera inconsciente abrí mis contactos buscando el nombre de la chica que había estado en mi mente toda la semana. Detuve mi accionar antes de presionar el botón de llamada.
―¿Y si le pasó algo? ―Me excusé aplastando ese icono verde.
La llamada ni siquiera conectó, fue directo al buzón de voz. Intenté varias veces más obteniendo el mismo resultado. No había respuesta. Decidí abrir la aplicación de mensajería instantánea y mandé un mensaje, pero no llegó, ninguno de ellos. Empezaba a ponerme nervioso. «Maldita sea».
―Tal vez sólo se quedó sin batería. ―Seguí viendo la pantalla con la esperanza de que los mensajes llegaran, pero no sucedió.
Suspiré antes de bloquear la pantalla y guardar el celular en mi bolsillo. Me dispuse a acomodar las demás botellas en mis brazos para volver a practicar. Al llegar, mis hyungs se acercaron como zombies, solo que, en vez de mi cerebro, ellos querían el agua.
―Tardaste mucho. ―NamJoon habló mientras abría la botella.
―Si, hyung. Es que afuera estaba fresco.
«Y quería saber cómo estaba HaeBi».
―Te entiendo. Aquí dentro ya es un horno. ―Movió su camiseta para ventilarse y se alejó.
―¡Vamos a practicar hasta las nueve y mañana les quiero ver con más ganas! ―En cuanto al baile, HoSeok hyung nos vigilaba. En cada error ponía una cara intimidante.
Durante esa hora nos concentramos en mejorar cada paso. Buscábamos crear una sinergia entre todos. Todavía faltaba mejorar varios aspectos, pero estaba saliendo a flote. Aun así, mi mente no dejó de pensar que los mensajes que le mandé a HaeBi no le habían llegado. Sí me preocupaba, no lo iba a negar.
―Por fin terminamos. ―YoonGi hyung estaba sentado en el piso.
De a poco el resto se fue sentando. Estábamos rendidos, necesitábamos un baño y, seguramente, dormir por un día entero.
―¡Vamos a comer carne! ―gritó JiMin.
―¿Tú vas a pagar?
―Ah, NamJoon hyung, no seas aguafiestas.
―Otro día te cocinaré carne, JiMin. Un día donde no me vaya a quedar dormido en medio de la cocina ―agregó Jin hyung, obteniendo una sonrisa de JiMin.
―¡Gracias, hyung! ―Se arrastró por el suelo hasta llegar y abrazarle.
―Has estado muy callado, JungKookie ―NamJoon llamó mi atención―. ¿Sucede algo? ―Todos regresaron a verme y negué rápidamente.
―Solo estoy cansado. ―Empecé a levantarme―. Ya me voy. Quiero tomar un baño.
Ellos se quedaron sentados charlando y yo fui lo más rápido que pude a la residencia. Mientras esperaba el ascensor le envié otro mensaje a HaeBi diciendo que si en cinco minutos no aparecía, iría a buscarle. Tampoco le llegó el mensaje. Envié otro unos minutos después y nada.
Al llegar a casa, tomé una ducha rápida y me vestí. Iba a ir a casa de HaeBi para comprobar que estaba bien. Si no lo hacía, tal vez mi conciencia no me iba a dejar dormir tranquilo.
🍭
-비🌧
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top