Primera Parte

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│ ❝seguramente pensaría en que estaba pecando en contra de la palabra divina acerca del homosexualismo y que su entrada al cielo se vería nublada por ello. Pero, por otra parte, quizá lo ignoraría si se trataba de Félix.

╰──╮⸙; Esto es una adaptación de mi propia obra, así que por eso no aclaro nada en la descripción, no me vayan andar queriendo funar por ahí por plagio sin darse cuenta que soy la misma autora KJASKJAS .❞

Lee's Exorcism.

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Hwang Hyunjin es el hijo más joven del último sacerdote de la Iglesia de Jeondong en Jeonju, Jeolla del Norte, una bonita propiedad religiosa de los católicos que su padre tenía la dicha de dirigir. La vida religiosa siempre le ha parecido un lindo gesto de agradecimiento al creador de todos en esa tierra que habitaban, desde pequeño siendo inculcado con las ideologías de seguir el camino correcto hasta que su Señor regrese por los suyos y destruya toda la maldad del mundo.

Su padre los llevaba siempre a misa los sábados por la tarde cuando no tenían deberes de la escuela, y siempre hablaba con todos los pastores de lo orgulloso que estaba de sus hijos. La hermana de Hyunjin pertenecía al coro de la iglesia, ella siempre estaba muy contenta de que les enseñaran nuevas canciones hermosas que hablaban del amor del Señor y que se sentía tan pacífica al cantar junto a sus amigos.

En cambio, Hyunjin estaba interesado en convertirse en misionero para tener la oportunidad de heredar el puesto de su padre pronto. Había estado estudiando mucho sobre las cosas de la iglesia, la biblia y repasando los deberes comunes del sacerdote ideal para una iglesia como lo era Jeondong. Su padre a veces lo invitaba a participar en las misas, siendo orador o ayudando en algunos bautizos.

Pero a decir verdad, la real intención por la que Hyunjin quería ingresar a Jeondong era por su vía de conexión con el Vaticano.

El Vaticano era una ciudad ubicada en Europa, donde se conoce que es la sede central de la iglesia católica Romana. El Papa era una de las personas que habitaban allí junto a algunos de los sacerdotes más apegados a él. La importancia del Vaticano para la iglesia católica era sumamente importante, ya que representaba su cultura y el impacto de la religión, y eso era lo que despertaba su curiosidad.

Había estado leyendo en sitios web algunos de los escritos provenientes del Vaticano, pero algunos se cortaban y estaban inconclusos a pesar de que aparentemente se preservaban como habían sido escritos originalmente. Y sorpresa, también había descubierto la curiosidad por los escritos prohibidos o los que el Vaticano esconde para si mismo. Entre ellos, halló una prueba de que había un libro más en la Biblia, esta era sobre un apóstol que según la persona que lo descifró pertenecía al círculo de los comunes doce apóstoles que acompañaron a Jesús en sus días en la tierra pero había sido eliminado por alguna extraña razón de las traducciones de la Biblia para otros países y que de hecho, el libro de dicho apóstol fue escondido en el Vaticano ya que advertía algunas cosas sobre el mundo que no querían que nadie supiera. Ni siquiera la propia iglesia católica.

Le ha preguntado a su padre sobre ello, pero solamente recibía como respuesta que no desconfiara de los escritos del Señor y que se pusiera a estudiar nuevos rezos para el día de su ascensión, por fin, a ser el nuevo sacerdote de la iglesia.

Dejó el tema de lado cuando fue nombrado el nuevo sacerdote, su padre organizó una ceremonia parecida a la de los festejos de los días santos de abril y pidió a la gente del pueblo unirse a la celebración de su nuevo líder religioso. Para ese entonces Hyunjin ya había cumplido los veintiséis años de edad y su madre tenía la arrogancia de echarle ojos a las muchachas de la escuela dominical en excusa de que era momento de escoger a una de ellas como su fiel esposa. Su hermana al final se convirtió en una de las maestras del coro que enseñaría a las nuevas candidatas todas esas historias que cantaría para la fiesta de su hermano, Hyunjin, y se encontraba muy feliz por él.

La ceremonia inició con un pequeño rezo, donde su padre agradecía el tiempo que se le permitió servir como líder y que esperaba que esa misma gratitud la experimentara su hijo más querido, deseando prosperidad, paciencia y sobre todo la fe necesaria para cumplir su nuevo cargo. Luego se le fue entregada la túnica de su padre, y citó algunos textos bíblicos en su primer tiempo como el nuevo sacerdote. Para Hyunjin fue inevitable notar a aquellas chicas que sonreían bobamente para llamar su atención, pero a pesar de los ojos amenazadores de su madre por acercarse a ellas para charlar solo las ignoró. Después vino el banquete especial preparado como regalo por el pueblo y tras ello se cerró el día con un nuevo rezo donde oficialmente Hyunjin estaba a cargo.

Solamente esperaba que fuera sencillo los primeros días.

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Pero no habían pasado tan siquiera dos semanas cuando ocurrió.

Hyunjin había cancelado una de las misas del miércoles para dedicarse a remodelar algunas cosas del templo, ya que la pintura estaba gastándose por las lluvias y quiso al menos darle una mano de obra al pequeño edificio. Como todo un chico testarudo, se negó a la ayuda de su padre diciendo que debía hacerse responsable de como lucía el sagrado templo de Jehová y por supuesto, se compró un bonito crucifico en forma de collar una vez que tuvo el dinero a la mano.

Las butacas estaban cubiertas de aceite para madera, dándoles un buen brillo que les hacía lucir como nuevas. Y los colchones que servían para las personas que se arrodillaban, fueron enviados a la lavandería.

Hyunjin se encontraba ordenando sus cosas en la pequeña oficina que había en el templo cuando escuchó unos desesperados toques en la puerta principal de la iglesia. Había ido apresurado al oír llantos de dolor, así que abrió para saber que sucedía.

Se encontró con un joven que se arrodillaba en el suelo, su cabello teñido en una extraña mezcla entre el negro y el blanco y la cara empapada de lágrimas. Con cuidado le tomó de los hombros para preguntar que le pasaba, esperando ayudarlo en lo que fuera.

—N-no lo sé —respondió el muchacho, evitando mirarlo—, me eh estado sintiendo muy enfermo pero los médicos me dijeron que estaba bien y no es así, la temperatura sube a casi cuarenta y me desmayo sin razón. Por eso vine a usted, necesito que me cure, escuché que ayudaba a personas enfermas con sus oraciones. Por favor.

El joven sacerdote le dio al pobre chico un asiento en su oficina, preparando un té instantáneo para que la temperatura fuera leve y pudiera darle el tiempo de buscar entre los libros de su padre algunos rezos que puedan ayudar a sanar la enfermedad.

—¿Cuánto tiempo llevas enfermo? —preguntó intentando tomar confianza.

—Dos semanas, empezó como dolor de cabeza pero después vinieron los desmayos, a veces vomitaba y la temperatura iba aumentando cada día—dijo mientras miraba al mayor—, luego mi cabello hizo esta cosa extraña e intenté cortar los primeros mechones blancos pero seguían creciendo así que lo dejé así. Y vine aquí porque a veces siento escalofríos, me da mucho frío y mi piel se irrita más fácil con telas suaves. También apareció esto.

Mostró su mano derecha, donde una horrible marca de un zarpazo estaba impregnada en su piel.

—¿Seguro que no tienes un gato por ahí o..

—No tengo gatos, soy alérgico y es lo extraño con la marca. Solo desperté un día y la tenía ahí.

Hyunjin suspiró sin saber que más decir, así que tomó su celular para preguntarle a su padre sobre alguna habitación desocupada que pueda haber en la iglesia y pueda mantener bajo su cuidado al pobre muchacho tembloroso, asustado de lo que le sucedía. Para su fortuna, la respuesta fue positiva y pronto se encontró acomodando algunas cosas básicas para dejarlo descansar tranquilamente mientras se aventuraba en los libros para hallar una respuesta al problema.

Citó un viejo rezo acerca de las enfermedades de la piel para que la marca pueda aliviar poco a poco y luego se aseguró de que el joven durmiera. No sin antes preguntarle su nombre.

—¿Puedes decirme como te llamas? Es por el protocolo de servicio y esas cosas—mencionó al abrir la puerta para irse.

—Lee Félix

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Los días siguientes Félix pareció mejorar bajo el cuidado del sacerdote, cada mañana el joven castaño rezaba por su salud y agradecía que estuviera sintiéndose mejor con la ayuda espiritual. Asistía a las misas que Hyunjin daba esperando encontrar pronto la cura a su enfermedad tan extraña.

Hyunjin había comentado que podría intentar conseguir ayuda de un sacerdote más sabio, teniendo que viajar a la iglesia ortodoxa de San Dionisio en Ulsan para buscar una respuesta pronta a lo que le pasaba. Ofreció que sería un viaje pequeño, solamente de unos tres días para ir y volver tranquilos, por supuesto también mencionó que no hacía falta pagar nada ya que la iglesia tenía fondos para este tipo de servicios. Félix no quería seguir aprovechándose de la humildad en la que estaba siendo tratado, así que rechazó la oferta y dijo que se sentía mejor.

Sin embargo, la misma noche que Félix dejó la iglesia, Hyunjin tenía un mal presentimiento en mente.

Había estado despierto luego de haber encontrado entre sus cosas su vieja libreta donde estudiaba el caso del Vaticano. Estaba empolvada por el tiempo que pasó en el olvido, así que la tomó y repasó sus propios escritos para ponerse al tanto de lo que sabía hasta ahora, y se le ocurrió una buena idea. Se sabía que el Vaticano era la sede más importante de la iglesia, entonces eso significaba que podía encontrar allí una forma de curar a Félix y de tener un contacto cercano al lugar.

Buscó entre sus apuntes el número telefónico de la ciudad de Europa, luego realizó una serie de llamadas que le condujeron finalmente al número de la iglesia del Vaticano y con la emoción echa un revoltijo se comunicó con algunos pastores en línea. Les detalló la rara enfermedad que Félix estaba teniendo, desde el extraño tinte en el cabello hasta la marca de su mano y fue cuando una sensación punzante le decía que algo andaba mal. El pastor estaba hablándole sobre las raras enfermedades que ocurrieron en los tiempos de Jesucristo, esperando que alguna coincidiera con la Félix y poder buscar entre los libros del Vaticano las respuestas a ello.

Su celular comenzó a sonar, así que pidió unos minutos a los pastores para atender la llamada entrante y se apresuró en contestar cuando notó al nombre de Félix en la pantalla.

Lo primero que escuchó fue una voz desconocida, parecida a la de un hombre adulto que arrastraba las palabras de una forma que le generaba escalofríos y después el sonido de cosas cayéndose le asustó.

—¿Félix? ¿Estás bien? —preguntó preocupado.

Nadie contestó.

Hyunjin se disculpó con el pastor, diciendo que debía atenderlo en otro momento y rápidamente buscó la dirección de Félix en los datos que tenía guardados. Canceló la misa de ese día también, estaba seguro que con lo que acaba de escuchar tendría un día muy ocupado.

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El apartamento donde Félix vivía estaba alejado de la ciudad, esto debido a que no le gustaba el ruido de los autos en la noche y su trabajo necesitaba de un lugar en paz. Según lo que le había contado durante los días de su estancia en la iglesia, amaba pintar cuadros de animales y los exhibía en algunas ferias de arte. Hyunjin no se consideraba un fan de esto, ya que sus padres siempre hablaban de que algunos artistas convocaban a los espíritus malignos para obtener fama por lo que prefería alejarse de los eventos de dichas personas. Sin embargo, cuando escuchó a Félix hablar de lo tranquilo que se sentía al crear cada cuadro que vendía, solo pudo sentir admiración hacia él.

Tocó el timbre del piso que correspondía a Félix, esperando a que pudiera abrir pronto. Miró que algunas señoras lo observaban desde una puerta lejana, una de ellas sonriendo con sorna y Hyunjin concluyó que se debía a que no tuvo el tiempo para cambiarse la túnica de la iglesia.

Félix abrió la puerta asustado, temblaba del miedo y el mayor tuvo que actuar rápido cuando notó que su mano escurría sangre.

—¿Qué te sucedió? ¿Alguien te hizo daño? —cuestionó mientras lo guiaba hacia la pequeña sala de estar, buscando en el baño un botiquín de emergencias.

El casi peliblanco negó, aún tratando de procesar lo que ocurrió.

—Estaba pintando algo, pero algunas de mis cosas comenzaron a moverse solas y creí estar alucinando, luego sentí que una cosa me golpeó e intenté llamarle a usted —explicó, señalando el frasco de pinceles en el suelo y los rastros de pintura fresca—Me desmayé como las anteriores veces y cuando desperté mi mano sangraba, mi cabello se tiñó más, pensé que estaba alucinando hasta que encontré esto en mi cuarto.

Hyunjin lo siguió cuando se levantó para mostrarle, el cuarto del menor era pequeño pero muy lindo al entrar por primera vez. Félix le tomó la mano para enseñarle una de sus paredes, la cual estaba llena de letras y símbolos extraños pintados en sangre. El joven sacerdote sintió un escalofrío al pensar que la sangre podría pertenecer a Félix, quien se escondía detrás suyo.

—¿Es la primera vez que ocurre? —preguntó, sacándole una fotografía a la pared para enviársela a su padre y averiguar en que idioma estaba el escrito.

—Si, escuché que estas cosas aparecen cuando hay algo persiguiéndote, ¿cree que hice algo malo y ahora Dios está castigándome? —el menor le miró a los ojos

—Dios no hará tales cosas jamás, si en verdad hiciste algo malo no creo que sea obra suya—consoló—Espero hayas escuchado que todo aquel que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama, no conoce a Dios, porque Dios es amor alguna vez, allí lo dice todo.

—Pero si Dios no me ha castigado, ¿Quién más pudo ser?

—No lo sé, mi padre ha contado que a veces existe personas que odian a otras al punto de tener que acudir a una bruja para que le maldiga toda su vida. Te contaré una experiencia de papá, mientras curo esa herida—mencionó, haciendo que el menor recuerde su mano que sangraba todavía.

Ambos regresaron a la sala de estar, donde se sentaron en los sofás y Hyunjin comenzó a contar la historia para distraer al menor de lo que dolería curar la herida. Había notado que era similar a la marca de las garras, por lo que tuvo miedo de que reaccionara mal y decidiera ya no confiar en él.

Hyunjin quiere que Félix confíe en él siempre.

—Cuando papá realizó su primera misión para predicar la palabra del Señor se le encomendó un pueblo cercano a Seúl, no recuerdo su nombre pero la iglesia quería que atendiera su servicio en una capilla para las personas que quisieran acercarse para confesar sus pecados o simplemente una ayuda para rezar. —tomó un poco de algodón junto al agua oxigenada, brindando una suave caricia a la mano lesionada de su menor que le miraba intrigado—Los primeros días que estuvo en el servicio fueron tranquilos, la gente iba y venía, algunos llegaban angustiados a la capilla para irse aliviados mientras que otros solamente se angustiaban más al saber que ahora Dios y la Virgen van de la mano de sus decisiones. Pero un día un hombre llegó corriendo a la capilla en busca de papá, estaba aterrorizado y temblaba mucho, decía que su cuñado estaba en una especie de estado de shock y que la curandera del pueblo no lograba nada a pesar de usar tratamientos naturales. Así que mi padre cerró la capilla para ir a verlo pero mientras iban de camino a la casa del señor sentía una extraña pesadez.

—¿Y que era?—preguntó el menor, quejándose cuando el mayor tocó la herida con el algodón.

—Al principio no supo muy bien de que se trataba, supuso que se debía a que veía a ese hombre muy nervioso y también estaba comenzando a entrar en pánico porque parecía muy grave el asunto—respondió—, cuando llegaron a la casa del cuñado del señor, se escuchaban jadeos parecidos a los de un enorme animal agonizando y se apresuraron en ingresar para saber que le ocurría. Él estaba paralizado, el cuñado, como en estado de shock, con el rostro pálido, mirando fijamente hacia enfrente y no respondía por su nombre cuando le llamaban. La curandera les dijo que creyó que se trataba de una parálisis hasta que escuchó algunos susurros del hombre que lloraba porque todo ardía a su alrededor y papá pensó en lo primero que pudo pensar cualquier sacerdote experimentado está poseído, su cuerpo está en el infierno inconscientemente. Rara la vez han llegado personas diciendo que estuvieron en el infierno, o que lo sintieron, normalmente son quienes están bajo la influencia de algún demonio o espíritu maligno que, o se aprovechó de ellos, lo invocaron, o alguien quiso parar de listo y maldecir—hizo una pausa para vendar a Félix, cuidando de no lastimarlo al apretar la gasa—. Papá le preguntó al señor si su cuñado había tenido problemas con alguien, ya sea dinero, una pelea tonta, herencia, y si por casualidad vivía cerca alguna bruja o hechicera. El señor le dijo que lo vio pelearse con un compañero de trabajo porque al parecer le habían pagado mejor y tanto fue el enojo de esa persona que dijo que lo iba a hacer sentir el infierno, luego le mostró la casa de la bruja del pueblo y papá dio su opinión. La persona habría ido con la bruja para que esta maldijera al pobre cuñado del señor y ahora estaba experimentando las consecuencias de los actos condicionados por el enojo de su compañero...

Félix se quejó por el vendaje, apretando los labios para no gritar. Hyunjin se sobresaltó en su lugar, temiendo haberle hecho daño.

—Tranquilo, puedes seguir—sugirió alejándose del mayor.

Hyunjin lo tomó de la muñeca, acercándolo nuevamente a él y acarició su rostro, esperando brindar un poco de tranquilidad en modo de disculpa.

Es lo que quería creer.

—Papá pidió que le trajeran su biblia, un rosario y el agua bendita que estaba en la capilla, así que el hombre, que se llamaba Lee Joonhyuk, fue por ello. Buscó uno de los consejos que Jesús dio a sus discípulos para realizar el exorcismo, luego comenzó a recitarlo mientras rociaba al hombre con agua bendita y extendía el rosario hacia él para que los espíritus que lo atormentaban salieran de su cuerpo—Hyunjin terminó de vendarlo—.Fue como ver un remolino salir del hombre, las cosas se movían y risas extrañas se escucharon hasta que por fin el hombre pudo dejar el estado en que estaba y agradeció a mi padre por lo que hizo. Descubrió que el compañero del señor había contactado a la bruja del pueblo para que le hiciera una maldición y así sintiera el infierno como un castigo por ser mejor que él, fue duro y cruel pero el hombre de todas formas perdonó a su compañero. Eso fue todo.

Félix asintió, entendiendo el punto de la historia que había escuchado. Hyunjin sacó su celular para ver si su padre había visto su mensaje pero al contrario de la respuesta que esperaba, su padre dijo que no tenía idea de que podía decir los símbolos y le sugirió contactar a otra iglesia que estudiara idiomas como ese. Se apresuró en mandar un mensaje a los pastores del Vaticano esperando que ellos resolvieran el código, mientras tanto necesitaba mantener a Félix a salvo de otro ataque así.

—Creo que hice enojar a alguien, solamente pedí permiso para tomar un jugo de la tienda y se molestó conmigo—le comentó asustado,—¿Crees que me hizo algo como a ese señor?

Hyunjin negó por la inocencia del menor, atrayéndolo en sus brazos para tranquilizarlo, sintiendo el perfume de vainilla agradablemente. Pensó en que podría hacer para cuidarlo, no podía estar atendiéndolo en la iglesia porque los interrumpirían las misas, tampoco podría confiarlo a otro sacerdote cercano ya que todos eran personas mucho mayores que ambos y las historias que ha escuchado de sacerdotes pecadores le asusta como para pensar en dejarles a Félix con ellos. Si la única opción era quedarse con él hasta recibir respuestas, lo haría sin dudar.

—Bokkie, ya que no aceptaste viajar a otro lugar para poder sanarte...¿puedo quedarme aquí contigo? —preguntó.

—¿En mi departamento?

—Sólo será hasta que tenga idea de que te sucede, y haya una cura además de ver si en verdad nadie hizo la maldad de ponerte en esta situación—se apartó un momento del abrazo, mirándolo a los ojos—, soy tu sacerdote personal, no cualquiera tiene ese privilegio.

Félix se rió antes de hundirse en sus brazos de nuevo, estar con Hyunjin de esa manera lo hacía sentir a salvo, tranquilo y en paz.

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Los días que Hyunjin pasó en el departamento se convirtieron en dos semanas, dos semanas donde estuvo al total pendiente de las cosas que le sucedieran a Félix. Se preocupaba cuando de repente se sentía mareado o lo veía deambular como si fuera a desmayarse, por lo que siempre cargaba su rosario para rezar esperando que Dios pueda escuchar su clamor para sanar al menor.

Su padre había acordado encargarse de las misas con gusto, para él era un acto ejemplar que Hyunjin se preocupara por el bienestar del muchacho peliblanco y advirtió que tampoco se obsesionara con los mensajes del Vaticano si estos decidieran hablar más con él para asesorar a Hoseok con un tratamiento espiritual. Ya que temía que su hijo decidiera enfocarse más en su investigación del Vaticano a que atendiera bien a Félix.

Pero en cambio a lo que pensaba, Hyunjin realmente estaba pasándola bien con Félix.

Lo ha estado ayudando a pintar más cuadros, encargándose de ir por cubetas de pintura a un armario en especial, comprando pinceles, alimentando al pequeño loro que tenía de mascota, ensamblando más lienzos de madera, o limpiando las manchas de pintura que cayeran en el suelo. A veces Félix le decía que fuera su modelo, vistiéndolo con trajes clásicos de la edad medieval para pintar un bonito retrato de Hyunjin en un caballo blanco y con ángeles alrededor.

Decidió llamarlo el caballero del cielo, argumentando que para él Hyunjin era eso.

La rara enfermedad de Félix no había avanzado hasta ahora, inclusive el tinte blanco empezaba a desvanecerse un poco para su alegría y creía que se debía a que la presencia de Hyunjin con el aura religiosa a su alrededor ahuyentaban a los malos espíritus de su hogar. Las heridas de su mano estaban sanando también, los zarpazos luciendo como una cicatriz de la niñez.

—¿Quieres cenar algo en especial, hyung? —preguntó un día, conforme terminaba de pintar otro retrato del mayor, esta vez vistiendo como un ángel. Hyunjin le había dado permiso de dirigirse a él como hyung, en un gesto de confianza.

—Lo que sea estaría bien, mientras no te esfuerces todavía—respondió tratando de no moverse, Félix odiaba tener que volver a acomodarlo para guiarse.

—Has dicho eso desde que te quedaste el primer día, creo que ya me siento muy bien como para hacer algo decente de cenar—se refirió a las cajas de comida rápida en su cesto de basura—.Solo dime que quieres, yo lo haré.

—¿Cuál es tu comida favorita, Bokkie? —el mayor habló.

—El kimchi— contestó distraído, delineando la aureola que iba sobre el cabello de Hyunjin en la pintura.

—Entonces cenemos eso, pero yo lo prepararé —advirtió antes de moverse, al observar que Félix limpiaba sus manos y los pinceles ya estaban remojándose para quitarles la pintura usada.

Caminó unos cuantos pasos para quedar frente a Félix que lo miró curioso, no era la primera vez que Hyunjin se ofrecía a hacer las cosas por él.

—¿Y porqué lo harías?

—Porque yo estoy cuidándote —sonrió antes de abrazarlo.

Si a Hyunjin le dijeran que ese sentimiento en su pecho al abrazar al menor significaba el amor que empezaba a tenerle, de una forma platónica, seguramente pensaría en que estaba pecando en contra de la palabra divina acerca del homosexualismo y que su entrada al cielo se vería nublada por ello.

Pero, por otra parte, quizá lo ignoraría si se trataba de Félix.

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Luego subo la segunda parte, ando en clases, chau amores.

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