"Jamás existirá una mujer que ame como a ti. "

Después de la graduación, no se vieron mucho debido a los exámenes universitarios que estaba por llegar.

Así que Kaito, fastidiado de la distancia, arribó fuera de la casa de la fémina en una cálida noche, lanzando una piedrita a su ventana.

Ella no tardó en asomarse, ya llevaba su pijama, lista para dormir.

—¡Kaito! —sonrió emocionada.

—¡Buenas noches! —saludó casual. —¿Voy por ti o vienes aquí? —bromeó.

Y ella desapareció como un rayo de la ventana, bajando corriendo a recibirlo. Alcanzó a tomar una cobija que puso sobre sus hombros y medio acomodarse unas zapatillas deportivas.

—¿Qué haces aquí? —danzó alegre a sus costados cuando por fin llegó a él.

—Te extrañaba.

Kaito podía llamarla, y regularmente se enviaban mensajes todo el día, pero decidió venir por ella.

—¿Quieres ir a dar un paseo? —sugirió señalando el ya viejo auto que antes ocupaba para escapar de los atracos.

—¡Claro! —aceptó sin pensarlo dos veces.

Fue así que se fueron a manejar por toda la ciudad, dónde había edificios tan grandes que sus luces lograban confundirse con estrellas.

Condujeron tan lejos que llegaron a orillas de una playa bastante alejada de la ciudad y bajaron a contemplar el escenario.

Estaban sentados sobre la arena, recargados en el uno en el otro.

—Tengo algo importante que decirte después de los exámenes. —dijo Kaito, mirando al mar.

—¿Qué es?

—Te lo diré después de los exámenes. —reafirmó.

Ella rió.

—¡Oh, vaya! ¿Es emocionante?

—Espero que sí.

—Lo espero ansiosa, entonces.

—Te amo. —dijo al aire.

Cada que Kuroba decía esa palabras, el rostro de la fémina se ruborizada, causando mariposas en su estómago.

Esta vez, ella lo besó primero.

Sus estudios universitarios de interés estaban en el mismo lugar, así que al menos estarían juntos. En cambio, los nervios por pasar siquiera el examen eran lo peor.