Veinticuatro
Hugo, Margot y Gaspar estaban estudiando en la biblioteca cuando Basil se les unió.
Había visto a los tres chicos en uno de los cubículos con sus caras pegadas a libros de texto. Aunque no se le pasó por alto que las manos de Hugo y Margot jugueteaban distraídamente debajo de la mesa y el moreno usaba el abrigo beige que siempre llevaba puesto Gaspar. Los tres compartían una sonrisa tranquila, boba y satisfecha.
«Pensé que les tomaría más tiempo» se dijo Basil con algo de sorpresa. Era obvio que había cierta atracción entre ellos, pero la timidez aún empapaba sus gestos y miradas. Aquellos tres le daban cierta ternura. En cierta forma le recordaba a como habían sido Laura, Vincent y él en sus primeros años. Hasta que Vincent comenzó a odiarlo.
Basil nunca supo por qué. Si había alguien que podía salvarse de los rumores de la Academia ese era Vincent. Al principio creyó que se debía al enamoramiento de Vincent por Laura y que comenzó a sentir celos por Basil. Aunque si Vincent veía a Basil como un rival, el chico de oro de los profesores nunca había estado más equivocado.
Pero de ello ya habían pasado varios años y Basil ahora se sentía bastante cómodo con la rivalidad que tenía con Vincent. Sería estúpido intentar cambiar las cosas ahora. Quizás algún día podrían arreglar las cosas, si los dos sobrevivían a la graduación, si no se mataban el uno al otro en ella, o si eso no los mataba antes...
Y eso le recordó por qué estaba allí.
Casi le daba pena desconfiar de los tres niños de primero. Especialmente de Gaspar, quien era su compañero de cuarto. Pero sus compañeros tenían razón, había que ponerle un ojo encima. Y, más que nada, confiaba en el instinto y el miedo de Laura. No quería que alguno de sus compañeros fuera la siguiente víctima, al menos no antes de la graduación.
Se habían preparado para ella durante los últimos siete años, estaban jugándose su honor de hechiceros, sus sueños y sus propias vidas en ella. No era justo que un desquiciado se lo arrebatara antes de tiempo. Y menos de una forma tan flagrante. Basil aún tenía grabado en su memoria cómo habían quedado los cuerpos de Francis y Frank. Como si fueran una espantosa obra de arte de un artista retorcido.
Le aterraba y asqueaba pensar que el siguiente cadáver encontrado en los pasillos de la Academia fuera el de Laura o Annabelle, el de Osamu, Allan o Tristan. Incluso no le desearía aquello al egocéntrico de Vincent.
Con ello en mente, dibujó una sonrisa en su rostro y se acercó a los tres chicos.
―¿Qué están haciendo? ―les dijo a modo de saludo y, sin esperar invitación, se sentó en su mesa.
―Tenemos examen de Astrología la próxima semana ―le informó Gaspar con aquella voz calma y profunda que desentonaba con su rostro aniñado y figura desgarbada.
―Todavía me sigo preguntando por qué esto es relevante ―se quejó Hugo, dejando caer la cabeza sobre sus apuntes.
Basil prestó atención a los escritos de los niños. Margot y Hugo tenían una buena caligrafía, aunque el grimorio del muchacho era un desastre de ideas desperdigadas por todos lados. En cambio, la letra de Gaspar se asemejaba a la de un niño de primaria, como si hubiera aprendido a escribir recientemente. Salvo aquel detalle, no había nada extraño en los apuntes de los tres.
―La Astrología es fundamental para la Alquimia, Espiritismo y Demonología. Ya los quiero ver intentando comunicarse con alguna entidad durante Mercurio retrógrado ―les explicó Basil con paciencia.
―Hasta venir aquí no sabía que existía el Zodiaco y ahora debo aprender doce signos extraños para antes del martes y un montón de cosas con nombres raros ―siguió quejándose el pelinegro y Basil supo que no esperaba consejo, sino dejar salir su frustración―. ¿Qué quiere decir que tenga luna en Libra?
―Que eres un coqueto y un indeciso ―respondió Margot con una mirada divertida y haciendo que un ligero rubor floreciera en las mejillas de Hugo.
El mayor se rió, divertido de su torpe coqueteo, pero decidió cambiar sutilmente de tema.
―Hablando de lunas, ¿ya tienen sus disfraces de Halloween?
―¿Es obligatorio ir? Pensábamos saltearnos todo eso ―dijo Margot, claramente poco interesada en aquella tradición.
―Es obligatorio ―respondió Basil con una sonrisa de disculpa―. Samahin es el momento más importante para los brujos. Es el equivalente a la navidad para los cristianos. Es el momento en que el velo entre los vivos y los muertos, entre los diversos reinos, se hace más débil. Fantasmas y demonios pueden pasear por la tierra y hacer travesuras. La Academia está aún más cerca del Más Allá por lo que el ambiente cambia muchísimo durante esa fecha.
―Recuerdo haber celebrado Halloween un par de veces, ir a pedir dulces y ver películas de terror pero no mucho más ―dijo la chica. Últimamente estaba más conversadora que cuando ingresó a la Academia y Basil supo que era gracias a la influencia de la charlatana de Circe.
―En mi comunidad se solía realizar misas y oraciones ―comentó Hugo.
A Basil no se le pasó por alto la expresión de disgusto que centelleó en el rostro de Gaspar, como si un recuerdo desagradable lo hubiera asaltado. Pero, en cambio, siguió diciendo:
―Acá hacemos algo parecido. Primero hay una misa con ofrendas para los espectros del castillo. No quieres ofender a quién prepara tu comida, ¿cierto? Los profesores aprovechan para enseñar algunos rituales específicos en estas fechas. Y luego está el baile de disfraces.
―¿No está un poco fuera de lugar eso del baile? ―preguntó Hugo, confundido.
―Es una tradición que empezaron los estudiantes a mediados del siglo XX ―respondió con un gesto que le quitó importancia―. Escuché que antes estuvo de moda realizar una cena muda. Yo prefiero la fiesta, si me preguntan. Habrá música, muchos dulces, juegos y alcohol para todos.
―Pero somos menores de edad ―exclamó Hugo consternado.
―¿Creés que al Diablo le importe eso? Además, la Academia es un lugar seguro para tener su primera borrachera.
Un silencio lúgubre se extendió entre ellos. Ninguno de los cuatro quiso mencionar que la Academia quizás ya no fuera tan segura como antes, ni siquiera para los sobrios.
―¿Y sí o sí hay que ir disfrazados? ―preguntó Hugo para volver a aligerar la conversación, siempre atento al ambiente―. Yo ni siquiera tengo qué ponerme para asistir a clases.
―No se preocupen. Unos días antes el Director hace aparecer un almacén repleto de disfraces para que puedan elegir ―contestó Basil, entusiasmado.
Hugo lo miró con sus ojos azules llenos de curiosidad y entusiasmo.
―¿Tú de qué te disfrazarás?
―Eso, mi pequeño amigo, es una sorpresa ―entonces recordó por qué estaba allí: tenía que ganarse la confianza de esos chicos. Se daba cuenta de que Hugo y quizás hasta Gaspar lo admiraban un poco, pero sabía que tendría que hacer un mayor esfuerzo si quería ganarse la confianza suficiente para que le contase algo que les sirviera―. Pero si quieren los puedo acompañar a escoger sus disfraces. Margot, si quieres Laura estaría encantada de acompañarte.
―Lo pensaré ―dijo ella no muy entusiasmada.
Definitivamente, la chica sería un hueso difícil de roer.
Y entonces, Basil se despidió con la promesa de conseguirles los mejores disfraces -después del suyo, por supuesto- y los dejó para que continuaran sus estudios. No creía que hacerlos reprobar lo ayudaría a ganarse su confianza.
―Si continúas con esa actitud tan suave no servirás para esto―. Escuchó la voz de Vicent a su espalda.
Basil se volteó y encontró a su compañero sentado en un apartado cerca de las grandes puertas de la biblioteca. Vincent ni siquiera se volteó a verlo; estaba medio escondido detrás de una pila de grimorios y libros sobre ritos nigromántico. Iba pasando rápidamente por sus hojas, consultando sus contenidos. Seguramente se llevaría los que más le interesaran a su nuevo taller. Todos sus compañeros habían comenzado a trabajar en sus tesis, solo les quedaban nueve meses para su graduación.
Basil sonrió y apoyó las caderas en el borde de la mesa, peligrosamente cerca de un tintero.
―Y si tú continúas con esa actitud de mierda que tienes nunca conseguirás acercarte a nadie. Serás un ermitaño inutil. Ya deberías haber aprendido que en nuestra profesión los contactos son indispensables.
―Lo dice el lamebotas de los profesores ―gruño Vicent, esta vez mirándolo con sus fríos ojos claros.
Basil sonrió como lo hacía cada vez que conseguía su atención.
―Sabes bien que tú y yo no somos muy diferentes; solo que yo sí tengo carisma ―dijo Basil extendió la mano hacia Vincent; alcanzó un mechón de cabello antes de que este lo alejara de un manotazo. Soltó un ligero suspiro―. Eres un desperdicio para un rostro tan atractivo, Vince.
―No intentes usar tus trucos conmigo.
―Creéme, si quisiera jugar contigo, te darías cuenta ―respondió el moreno con una sonrisa encantadora, pero que Vincent sabía cuán peligrosa podía ser―. Y será mejor que te mantengas alejado de esos tres de primero. Son mi presa.
Y, sin darle la oportunidad de replicar, Basil salió de la biblioteca con pasos ligeros.
¿Qué habrá querido decir Basil? 👀
Por cierto, ¿de qué creen que se disfrazarán Hugo, Gaspar y Margot?
¿Creen que los profes también se disfrazarán? ¿De qué?
Dejen sus apuestas. Los que acierten se ganarán un talismán de protección. Les hará falta para lo que se viene >:)
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