Dieciocho
La muerte se estaba convirtiendo en un mal hábito de la Academia. En un suceso a lo que, trágicamente, se estaban acostumbrando. Danos el pan de cada día.
Hugo no quería que la muerte volviera a ser una constante en su vida. No cuando había tomado la mano de ese demonio para huir de su propia muerte. El mismo demonio que ahora les impartía clase.
Era extraño pensar que aquella criatura con la que sus padres lo amenazaban constantemente, la que habían convertido en su peor pesadilla, ahora se paraba frente a él y sus compañeros con un porte relajado y una sonrisa tranquila en su rostro.
El Diablo, el Director, era un hombre alto e imponente, sí. Aunque con su piel morena, rasgos atractivos y trajes que, según Lily, eran de diseñador podría pasar por un hombre no tan común y corrientes; eran su cabello y ojos, ambos del color de la sangre y las granadas lo que delataba su carácter sobrenatural. Y era su habilidad para controlar a los demonios lo que lo delataba como el soberano de estos.
El Director, porque nadie se animaba a llamarlo de otra forma, era también su profesor de Demonología, la ciencia que estudiaba las entidades del Infierno y el arte de domarlas. Como ellos estaban en primer año, la mayoría de las clases eran pura teoría. Libros y nombres, características, usos y debilidades.
Los padres de Hugo siempre le hablaron sobre un solo Demonio omnipresente, la antítesis de Dios. Un solo Diablo que había arruinado sus cosechas, que había obligado a su tío Issac a asesinar a su esposa, que había tentado a su hermana y a su primo a pecar antes del matrimonio. El mismo que se había metido dentro de él y le hacía voltear la mirada hacia los hombres. Pero, en la Academia, Hugo estaba aprendiendo que había una infinidad de demonios y criaturas del Infierno. Pequeñas y grandes, débiles y poderosas, algunas útiles y otras que era mejor evitar.
Ahora mismo estaban aprendiendo sobre invocaciones y pactos en el aula de clases. El salón era idéntico al de las otras cátedras, pero su falta de muebles ornamentados llenos de objetos, la hacía parecer más amplia. Tenía una decoración minimalista que iba del blanco más puro hacia un negro voráz con formas rectas y simples. Lily lo había llamado art deco. El Director apartó a algunos pupitres con un simple movimiento de mano, ni siquiera necesitaba conjurar, y los había hecho pararse alrededor de un círculo en el suelo.
―Aún no les enseñaré cómo realizar círculos de invocación. No fuera que alguno de ustedes quisiera intentarlo por su cuenta ―les dijo con su voz aterciopelada, pero sus ojos guinda los apuñaló con una advertencia silenciosa―. Por el momento concentrémonos en su primer encuentro con un demonio invocado y cómo deben tratar con él para que, llegado el momento, no sean devorados por uno.
Hizo una pausa para mirar a cada uno de sus estudiantes. Si el Director notó asustado que estaban -y por supuesto que lo había notado-, no les hizo caso.
―Para esta ocasión, invocaremos a Verrince. Este demonio menor es considerado como el diablo de la salud. Él, con tan solo una mirada, podría decirles que males los atormenta, incluso de qué morirán ―siguió explicando con un entusiasmo que no tranquilizaba a los niños―. Así que tomémoslo como una de esas revisiones médicas que hacen las escuelas ordinarias. A ninguno nos conviene que mueran antes de graduarse.
Los siete estudiantes de primer año se removieron incómodos en sus lugares. Hugo notó como el resto les dirigió miradas a Gaspar, Margot y él, quienes habían encontrado a la primera víctima. Pero antes de que alguien dijera nada, el Director carraspeó con educación, llamando su atención nuevamente.
Entonces se quitó los guantes, dejando a la vista unas uñas tan largas como garras. Al igual que en la misa, usó una de sus uñas para cortar la piel de su muñeca, justo en la vena. Su sangre oscura, pétrea, comenzó a caer sobre el círculo, recorriendo los símbolos dibujados con tiza como cuando uno pasaba a tinta los apuntes que había hecho en lápiz.
―Claro está, ustedes no deberían realizar un corte tan profundo o morirán desangrado antes de cerrar la invocación, dejando libre a su invitado ―advirtió el Director mientras su sangre manaba como si tuviera de sobra y quizás así era. La piel a su alrededor mostraba unas escamas doradas que brillaban a la luz de los candelabros.
Los estudiantes permanecieron en silencio mientras el director pasaba el pulgar por sobre el corte, sellando la herida como si nunca hubiera existido. Luego comenzó a recitar un conjuro, un rezo, que Hugo no pudo comprender. Pero sí pudo sentir cómo el aire del salón se volvía cada vez más caliente y pesado como si el sol del mediodía estuviera entrando por los ventanales; aunque, claro, allí no había nunca sol.
Hacía tanto calor que el suelo comenzó a levantar un vapor húmedo que calentaba sus pantorrillas. A su lado, vio que Spike se desprendía su chaqueta deportiva y Margot se arremangaba su camisa. Hugo se apartó el pelo de la cara. No se lo había cortado desde que había dejado su hogar y estaba tan largo que si su madre pudiera verlo le daría un ataque.
Cuando pensó que el calor no podría ser más insoportable, la bruma comenzó a girar alrededor de ellos, concentrándose en el círculo como si fuera un pequeño tornado. Y entonces algo se materializó en ella.
Era una criatura extraña. No era una bestia como los demonios de gevaudan que los habían atacado en el bosque, tampoco se parecía a un humano como lo hacía el Director. Era algo a medio camino. Tenía patas enormes y peludas como una liebre unidas a un torso y brazos humanos, aunque sus manos terminaban en unas largas y astilladas garras. Su rostro también se parecía al de una liebre, pero parte de este carecía de carne, dejando a la vista huesos y tendones. Y en su cabeza, entre sus dos largas orejas había un par de grandes astas de ciervo afiladas como cuchillas. Y como si quien fuera que hubiera creado esta criatura pensara que le hacía falta algo más, le había agregado una larga cola de serpiente y escamas blancas se mezclaban en sus piernas y trozo con piel y pelaje del mismo color.
La criatura olía como la carne podrida al vapor. Algunas de sus compañeras retrocedieron un paso, impresionadas ante tal visión y tal peste.
―Esta sangre tan exquisita ―dijo con una voz rasposa, podrida―. ¿Es mi querido señor quién me ha llamado?
―Así es, Verrince ―le respondió el Director con la naturalidad de quien le le hablara a un viejo conocido... porque así era.
―Entonces adivino que hay una nueva cosecha. ¿Ya ha pasado un año? ―exclamó la criatura Verrince. Y luego, se volteó hacia los estudiantes y pasó una lengua bífida por sus labios. Sus ojos era amarillos y verticales como los de una serpiente―. Bien, bien. ¿Quién será el primero?
Esta vez, todos dimos un paso atrás.
―No teman. Él no los tocará, no debe hacerlo ―dijo el Director, enfatizando la última parte para recordárselo al demonio. Pero este no pareció escucharlo.
―Vamos, vamos. No me hagan esperar, corderitos ―los apuró el invocado.
―Tiene razón. Verrince es también el demonio de la impaciencia. No es bueno hacerlo enojar ―insistió el Director y entonces se volteó hacia uno de los estudiantes―. Hugo, ve tú primero.
Este le dirigió una mirada aterrorizada al Director sin importarme que estuviera pasando vergüenza frente a mis compañeros y a dos demonios.
―Todo estará bien ―insistió con tono tranquilizador.
Hugo tomó una gran bocanada de aire para inflar su pecho, lo que fue una mala idea; el aire le quemó la boca y se la llenó de un gusto asqueroso. Resignado, dio unos pasos al frente con cuidado de mantenerme lo suficientemente lejos del límite del círculo como para que el Verrince no pudiera tomarlo desprevenido.
La criatura se volteó hacia él y el calor y el olor a carne cocida lo envolvieron como una manta húmeda. Verrince lo miró con aquellos ojos de reptil y también sacó su lengua bífida para olisquear el aire.
―Es un muchacho sano y puro como el brote de una flor ―dijo sin dejar de mirarlo, pero pareció que se dirigía al Director―. Aunque ha habido endogamia en tu linage, ¿no? Cuida de tu corazón y de tu sangre. Ah, y deja de reprimir tus deseos, muchacho.
Hugo parpadeó ante esa última frase y las palabras salieron de su boca antes de poder detenerlas:
―¿Q-qué quiere decir?
―Tú me entiendes, pícaro ―respondió el demonio con una sonrisa que mostraba sus largos incisivos―. Ya estás en la edad y me atrevería a decir que, en el lugar correcto, para ello.
Las mejillas de Hugo se tornaron de un rico color rojo, como los pimpollos de amapola.
―Ahora, el siguiente. Vamos, no me hagan perder el tiempo.
―Tienes una eternidad, Verrince ―le recordó el Director, pero agregó―: Virgina, sigues tú.
La muchacha ocupó el lugar de Hugo, dándole una sonrisa comprensiva cuando pasó a su lado. A ella le siguieron las demás chicas Lily y Kali, que resultó ser celíaca y no lo sabía. También pasó Spike, quién debería tener un control periódico de sus pulmones. Al parecer, de pequeño había sufrido una bronquitis que le había dejado secuelas.
A este le siguió Margot, que no se molestó en ocultar cuánto le desagrada el aspecto y olor del invocado. Se paró frente a este con una mueca y los brazos cruzados, sus hombros tensos ante la inspección de Verrice.
Por un momento, Hugo pensó que el demonio mostró pena al decir:
―Estas sana, niña. Tus heridas físicas han sanado, pero hay heridas más profundas que siguen supurando y ardiendo. Caminas y te mueves en un cuerpo que no sientes tuyo.
El rostro de Magot se volvió de un rojo tan furioso como su cabello y se envolvió más en torno a sí misma si era posible. Pero alzó el mentón y su voz se endureció cuando dijo:
―No diga sandeces. No estoy enferma y eso es lo que importa, ¿no?
Entonces dio media vuelta, dejando plantado a un demonio.
Hugo quiso decirle algo o al menos hacer contacto visual con ella, pero Margot esquivó su mirada y fue a pararse detrás de todos, cerca de la puerta.
Y al final solo faltaba Gaspar.
Como siempre, Gaspar se mostró impasible mientras avanzaba hasta el borde del círculo con pasos seguros. En ocasiones como estas, donde se veía tan altivo y valiente, Hugo envidiaba a su amigo. Quería ser como él. Lo quería...
No pudo continuar con aquel pensamiento porque, de pronto, el demonio Verrince abrió sus ojos de serpiente y se dejó caer de rodillas dentro del círculo.
―Verrince, levántate ―ordenó el Director sin levantar la voz pero cargándola de autoridad.
El demonio obedeció y lo miró con mil preguntas en su rostro putrefacto.
―Pero, mi Señor...
―Deja de hacer un espectáculo y limítate a dar un diagnóstico de su salud, tal como lo hiciste con los demás ―dijo el Director, y su voz no dejaba lugar a una réplica.
Verrince asintió y se volvió hacia Gaspar, que lo veía con extrañez y... ¿temor?
―Tienes salud, poder y oscuridad ―se limitó a decir y pareció como si no quisiera seguir, como si cada palabra le provocará dolor.
Gaspar lo miró extrañado, intentando comprender aquel diagnóstico sin sentido. Miró al Director con la intención de preguntarle algo, pero este lo ignoró. En cambio se acercó al círculo, al demonio.
―Es hora que vuelvas a donde perteneces ―dijo el Director con un tono que no dejaba lugar a una réplica.
El Verrince hizo una reverencia y, por un momento, pareció que quería dirigirse hacia Gaspar, antes de replanteárselo y desaparecer entre el vapor y el calor.
El Director explicó algunas cosas mientras mostraba cómo cerrar y finalizar una invocación de manera segura. Pero Hugo no escuchó ninguna de sus palabras, su atención y corazón estaba dividido entre Margot y Gaspar, quienes parecían haber sido afectados por las palabras del demonio.
―Quiero que hagan un informe sobre lo que vieron y aprendieron aquí para la próxima clase ―fue todo lo que registró de las palabras del Director―. Eso es todo por hoy.
No había terminado de decir aquello que Margot, quien se había estado revolviendo en su lugar, cada vez más cerca de la puerta, salió corriendo del salón.
Buenas~
El sábado no alcancé a publicar el capítulo, así que se los traje hoy para no hacerles espera hasta el sábado.
En este capítulo volvemos al presente con los niños porque saben que los adoro y quiero mostrarles más de ellos. Pero no se preocupen, pronto volveremos a tener más de los profes. ❤❤❤
Espero que estén disfrutando de la historia. Si es así, no se olviden de dejar un votito y uno o varios comentarios. Los quiero.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top