Cuarenta y seis

El Director había abandonado la escuela un par de días después del despertar de su amada. Ninguno de los docentes sabía cuánto tardarían sus vacaciones, su "luna de miel" como prefería llamarla Rodia; pero tampoco les preocupaba mucho, con tal de que mantuviera tranquila a Lilith por un par de siglos. Al menos había puesto todo en orden antes de marcharse.

Lo primero que hicieron tras la batalla -que no tardaría en recibir un nombre dramático por parte de sus alumnos más creativos- fue atender a los heridos y recoger a sus muertos. Tanto los nuevos como los que fueron utilizados por Lilith. Afortunadamente, no fueron tantos como Rodia había temido. Pero, si se les sumaban las muertes previas, era un número alarmante de decesos a mitad de año escolar: ocho estudiantes y dos docentes.

Esa misma mañana tras la batalla, quienes no se encontraban en la abarrotada enfermería, asistieron a una improvisada misa en honor a los caídos. Esta vez, quemaron todos los cuerpos en piras para evitar su profanación en un futuro. Rodia vio cómo su pequeño y valiente trío se aferraba entre sí, con los muchachos conteniendo el llanto de Margot mientras veía el cuerpo de Oscar ser reducido hasta las cenizas. Por Aleister supo que el muchacho había muerto interponiéndose entre un demonio mantícora y una de sus compañeras, Circe. El veneno de la ponzoña fue más rápido que el auxilio que pudieron darle.

Marie, Loui, Frank, Christine, Laura, Oscar, Howard y Arthur. Rodia se obligó a recordar los nombres de cada uno de sus estudiantes muertos. Era lo menos que les debía. Pensó también en sus dos colegas. Sheridan había sido un completo idiota, pero Artemisa siempre le había caído bien, incluso cuando había sido su propia profesora. Aún recordaba cómo ella siempre encontraba algo curioso sobre las cartas natales de sus estudiantes que utilizaría como chascarrillos. En su caso, ella solía encontrar gracioso el hecho de que Rodia fuera un géminis nacido en mercurio retrógrado o algo así. Debía admitir que la extrañaría un poco.

Las vacantes en el personal docente eran notorias. Por ello, a la noche siguiente, las clases se habían suspendido para que los docentes celebraran una reunión. Y claro, también para que los espectros pudieran limpiar y reparar el castillo sin miedo a que un candelabro cayera sobre un estudiante distraído.

El Despacho del director seguía inhabilitado, quizás para siempre. Luego de la visita de Satanás, había quedado un hedor a azufre y carne pútrida insoportable que no se iría por un largo tiempo. Así que se habían encontrado en una vieja sala de reuniones. Desde las paredes de piedra caían cortinas de terciopelo de aspecto fantasmal a la luz de los candelabros. En la mesa rectangular había dos sillas de estilo gótico sin ocupantes que nadie pasó por alto. A la cabeza de la mesa, el Director les había informado que ya había conseguido un nuevo ancla para la Academia, una piedra fundadora que le permitiría existir aún si él se marchaba. Debió de haber utilizado una gran cantidad de poder demoníaco para ello, porque su piel morena siempre tersa tenía un aspecto ceniciento. Se lo veía cansado, con los codos sobre la mesa y su mentón apoyado sobre sus manos cruzadas. Incluso estaba vistiendo de una manera más sencilla de lo normal, una simple camisa color marfil y un fino saco sobre sus hombros. O quizá solamente era todo el estrés de la situación.

―Ahora bien ―dijo el Director, sin muchos ánimos―. Antes de escoger los docentes reemplazantes para las asignaturas de Astronomía y Alquimia, debemos definir algo más importante. Mi reemplazo en la dirección de la Academia.

Sus profesores lo miraron con sorpresa. Sabían que alguien debería tomar su rol, pero aquello les era inconcebible. Desde que el más viejo tenía memoria, desde que la Academia hubo sido creada, la única criatura que llevó el nombre de Director allí había sido Lucifer.

―No le confiaría esta escuela a ningún demonio inepto. Tiene que ser uno de ustedes ―continuó el Diablo con una sonrisa satisfecha ante la conmoción que creaban sus palabras.

Aleister, sentado a su derecha, fue el primero en hablar:

―Es conmovedor saber que confía en nosotros... ahora.

El director alzó una ceja pelirroja, casi parecía divertido.

―¿Aún sigues molesto por haberle ocultado mi relación con Lilith?

―Estoy molesto porque no nos dijo que había una bruja de los tiempos bíblicos potencialmente violenta debajo de nosotros.

―Hay cosas peores que brujas debajo de aquí ―repuso Lucifer, siguiéndole el juego. Había algo en la insolencia de Aleister que siempre le había provocado gracia. Incluso ahora, cuando lo veía hacer un mohín dramático y mascullaba algo parecido a «Semántica», tenía que controlar las ganas de revolverle su cabello castaño. En cambio, se aclaró la garganta y dijo―: Volviendo al tema. Estaré más tranquilo si dejo la administración de la Academia a uno de ustedes, quienes han crecido aquí y me han mostrado su lealtad...

―Y que te hemos vendido nuestra alma al firmar nuestro contrato de trabajo ―comentó Rodia con una franqueza mordaz que no se acobardó cuando sintió el peso de los ojos de serpiente sobre él.

―Siempre tan motivador ―suspiró Lucifer, quizás debía comenzar a buscar subordinado un poco más obedientes―. A lo que quiero llegar es... que ya elegí un vicedirector, si quieren llamarlo de ese modo. Alguien que estará al mando durante mi ausencia. Este docente puede mantener su cátedra si así lo desea, pues ya he pensado en un reemplazo para Demonología.

―Desde ya te digo que yo no lo haré ―comentó Alei antes que nadie.

―Sabía que rechazarías si te lo ofertaba.

―Pues, pensaste bien ―respondió y se cruzó de hombros con aire triunfal antes de decir: ―Propongo a Emil.

―Yo también ―secundó Noreen, hablando por primera vez. Ella siempre había sido una mujer de pocas palabras; conocía mejor que nadie el valor de estas y no las desperdiciaba. Aunque su rostro estaba surcado de arrugas, aún la recordaba joven y valiente, en el momento en que le había entregado sus ojos en un acto de fe a cambio del poder de la clarividencia.

―Espera, ¿qué...? ―comenzó a decir Emil, pero fue interrumpido por el último profesor que faltaba votar.

―No tengo quejas ―dijo Rodia, esquivando la mirada confundida del peliblanco que buscaba una explicación. Aquello no tenía ningún sentido.

―Me alegro que todos estén de acuerdo, pues es a quién escogí ―declaró el Director.

―¿A pesar de que resultó ser un hijo de ángel y no se lo dijo? ―le picó Aleister. Al otro lado de la mensa, Emil y Rodia palidecieron ante aquella verdad que habían ocultado con tanto temor a su Señor.

―Yo no soy quien juzga a nadie, ese es el trabajo de los otros. Aunque me sorprende saber que tengo otro sobrino más, y del lado malo de la familia ―respondió Lucifer, agitando una mano para quitarle peso al asunto.

―Pero, Señor...

―Desde que eres un niño has sido el más aplicado y obediente, casi a niveles estresantes ―le contestó Lucifer casi con ternura; sin embargo, sus ojos rojos eran serios―. Por eso confío en que lograrás evitar que estos locos destruyan el lugar. Sin mencionar que eres uno de los mejores brujos que he instruido.

Emil boqueó por un momento, sin saber cómo reaccionar ante tal proposición. Aquel era un mandato que no podía y, para su sorpresa, no quería rechazar. Finalmente cuadró los hombros y asintió hacia el dueño de su alma.

―Si es así tomaré el cargo con honor, Señor ―dijo solemne.

―A niveles estresantes ―repitió Rodia, pero le dirigió una sonrisa a Emil. Por un momento, casi parecía estar orgulloso de su rival antes de volverse hacia su jefe―. Entonces, ¿quienes estarán a cargo de las cátedras?

―Ya he contactado con dos brujos magistrales que estarán a cargo de Demonología y Alquimia. Seremos afortunados en volver a contar con Khalida y Cheng. Ellas llegarán en unos días.

―¿Y Astronomía?

―Oh, el reemplazante llegará esta noche. Es un demonio. De los pocos en los que confío ―respondió el Director con una sonrisa.

―¿Quién? ―preguntó el profesor Alei, achinando sus ojos con sospecha ante el repentino humor de su jefe. La sonrisa del Director solo se ensanchó aún más.

―Stolas.

―¡¿Stolas?! ¡Oh, no! No, no, no. No estaré bajo el mismo techo que esa bola de plumas. Yo me voy. ¡Renuncio!

Rodia miró confundido a Emil y este negó con la cabeza ante el escándalo de su colega.

―Es su ex-amante. Las cosas entre ellos... no terminaron bien ―explicó en un susurro. Una de las tareas que conllevaba ser amigo de Aleister era conocer su historial romántico. El cual, si fuera redactado, podría comprender un pasillo entero de la biblioteca.

―No renunciarás, Aleister. No te lo permitiré ―sentenció el Director, poniéndole un alto al berrinche de su profesor.

―¿Por qué, de entre todos los círculos del Infierno, lo escogió a él? ―se quejó este, dejándose caer en su silla cual niño berrinchudo.

―Es de los pocos demonios de confianza con los que cuento. Sin mencionar que es el mejor Astrónomo que existe, el creador de tal disciplina. Además, el castillo necesita de energía demoníaca para funcionar, y Stolas se ofreció amablemente a proveerla.

―Se ofreció amablemente a proveerla ―repitió Aleister con voz chillona.

―¿Preferirías que hubiera contratado a Baphomet? ―preguntó el Director con picardía y el efecto fue inmediato. Alei se puso pálido. 

Como impulsado por un mecanismo, el profesor de Pociones se sentó recto y su voz sonó seria y calma cuando dijo:

―Prometo que me comportaré como una persona madura y profesional, aunque tenga que trabaja con esa rata con alas. 

Rodia volvió a mirar a Emil en busca de aclaración.

―¿Otro de sus ex? ―preguntó y el peliblanco asintió.

¿Recuerdan que les dije que este sería el último capítulo? Bueno, les mentí. Porque tenemos un capítulo más antes de llegar finalmente al epilogo. Se los subiré en un rato. 

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