Cuarenta y cinco
La dirección se encontraba en completa penumbra. Las luces de los candelabros se habían apagado tras titilar, aterradas de su llegada.
En la oscuridad solo se oían las voces del Director y Gaspar, recitando el conjuro en un idioma gutural, profundo y quebrado, como el sonido de la lava quemándolo todo. Sin embargo, la temperatura del lugar se había vuelto cada vez más fría. Algunas de las chicas se envolvieron con sus delgados brazos, intentando evitar que todo el calor de su cuerpo se les escapara. Una parte de Gaspar que no había sido consumida por el ritual, escuchó que a alguien le castañeteaban los dientes.
Seis veces tuvieron que repetir el mismo conjuro, con cada vez sentía cómo si una parte de su alma era jalada hacia abajo. Algo la había tomado y la usaba para llegar a él, retorciéndola y estrujándola entre sus garras. Sus oídos retumbaban, como si pudieran percibir que algo estaba llegando con pesados pasos. El suelo de la dirección también retumbaba y temblaba.
Estaba respondiendo a su llamado.
Cuando el último verso fue dicho, todo se sumió en una quietud que ensordecía y desorientaba.
Y entonces lo sintió, el olor a azufre, el calor del fuego del Infierno, los gritos de agonía de los condenados. Todo le llegó de súbito y aturdió sus sentidos. Tras el fogonazo de dolor, Gaspar lo pudo ver. Un fuego de color verde ardía alrededor de ellos, contenido en el círculo de invocación. Tras las llamas vio que sus compañeras sollozaban; Spike estaba acuclillado hecho un ovillo dentro de su círculo sin dejar de temblar. Pero Margot, tras él, seguía parada con la espalda recta; no temblaba, pero apretaba tanto los puños que sus uñas estaban haciendole sangrar. Quería correr hacia ella y detenerla y decirle que todo estaría bien, pero no podía. No cuando tenía al mismísimo Satanás frente a sus ojos en todo su horroroso esplendor.
Entre el fuego y el azufre había una criatura casi tan alta como un árbol. Era oscuridad pura, pero su silueta parecía la de un carnero con dos pares de cuernos que rozaban el techo alto de la dirección y largo pelaje de humo y púas. Vio dos enormes ojos del color de la sangre y el fuego. Y sus pupilas cuadradas reflejaban su rostro pálido y sudoroso. Aquel monstruo era su padre.
―Deja de asustar a los niños, idiota―. Gaspar escuchó la voz molesta del Director a su lado y eso pareció sacarlos a todos de aquella pesadilla.
Hubo una explosión y del humo surgió un hombre. O, al menos, era más hombre que antes. El doble par de cuernos y los ojos de cabra seguían allí. Pero ahora frente a ellos estaba un hombre joven, alto e imponente. Vestía de manera casual unos pantalones oscuros y una camisa roja desprendida en el cuello y arremangada que se ajustaban a sus músculos marcados; como Gaspar había visto que llevaban los deportistas cuando aparecían en la televisión. Salvo que la piel bronceada de aquel hombre estaba repleta de cicatrices frescas y supurantes. Gaspar fue capaz de ver el parecido entre ellos. El cabello rubio y rebelde, los rasgos marcados, la nariz aguileña... y los cortes que arañaban su brazo, eso también tenían en común. Si quitaban todo lo diabólico quizás sí podrían parecer padre e hijo.
Al parecer, Satanás también pensó lo mismo, porque le guiñó un ojo a Gaspar antes de volverse a Lucifer.
―¿Por qué me has llamado, hermanito? ¿Ya llegó mi turno de decir "te lo dije"? ―preguntó, y aunque su tono era bromista, su voz tan gruesa como la graba hizo temblar a los estudiantes de primer año―. Pues te dije que, tarde o temprano, este teatro tuyo te explotaría en los cuernos.
―Ahórrate tus chistes sin gracia ―siseó el Director―. Te llamé porque necesito tu ayuda.
Satanás apoyó las manos en sus caderas y lo miró con curiosidad.
―¿Un favor desinteresado? Nosotros no hacemos eso. Menos en un lugar ajeno ―repuso con la inocencia de un niño tentado. Lucifer rodó los ojos y respondió:
―Entonces un trato entre hermanos, como caballeros.
Satanás lanzó una carcajada que reverberó en los huesos de Gaspar antes de dirigirle una sonrisa a su hermano:
―Ahora hablas mi lenguaje. Pero no quiero hacerlo, no contigo. Siempre haces trampa.
―Tú, idiota...
―¿Qué tal si mejor hago un trato con mi hijo? ―propuso cruzándose de brazos, haciendo que estos se vieran más grandes casi del diámetro del pecho del muchacho; entonces, posó su mirada en Gaspar por un instante que le pareció eterno―. ¿Qué te parece, Apolión? ¿Qué es lo que deseas?
Gaspar pensó en la impotencia que siempre sintió al crecer en medio del hambre y la miseria, en todo lo que siempre le hizo falta. Pensó en su poder, en el que siempre reprimió por miedo a perder la poca humanidad que le quedaba. En su deseo de proteger a Margot y Hugo de todo, incluso del Infierno.
Gaspar miró al Director, pidiendo su permiso para hablar, y este asintió.
―Quiero paz. Quiero seguir estudiando junto a las personas que amo ―respondió finalmente con un encogimiento de hombros, con la simple verdad.
Había llegado hasta allí solo, valiéndose por sí mismo. No necesitaría la ayuda de quien nunca estuvo cuando más lo necesitaba para lograr todo lo que se propusiera.
Su padre lo miró con el ceño fruncido y un mohín en sus carnosos labios.
―Eres un aburrido ―dijo, casi con decepción.
En ese momento, las puertas del despacho se abrieron de par en par, dejando mostrar al equipo docente. Emil cargaba con una Lilith maniatada, sogas de maná transmutado rodeaban sus brazos y piernas, incluso su boca.
Los altos príncipes los miraron con curiosidad.
―No sabía que tenías un nefilim aquí ―comentó Satanás con sorpresa.
―Yo tampoco ―dijo el Director, su voz siseó como una serpiente, enroscada antes de atacar y le dirigió una mirada ponzoñosa a Emil antes de ordenarle que dejara a Lilith junto a él.
Se arrodilló junto a ella y posó una mano en su mejilla. La mujer se retorció como un gusano, con la promesa de atacarlo en sus ojos si llegara liberarse. Lilith miró a su compañero con tanto odio y veneno que este fue capaz de sentir dolor físico, como si pudiera estrujar su pecho con solo sus sentimientos. Ella jamás lo perdonaría. Jamás volvería a pronunciar su nombre con cariño. Su orgullo le había hecho perder a la única persona que en verdad lo había amado. Con pena, Lucifer pronunció un hechizo y ella cayó dormida en el frío suelo de su despacho.
Fuera del círculo, Emil perdió su forma angelical y se tambaleó sobre sus pies. Rodia corrió a sujetarlo antes de que cayera desmayado, su cuerpo se había agotado al usar tanto poder.
―Sí que la jodió esa perra ―suspiró Alei junto a sus colegas y, cuando su jefe se volteó a verlo con fuego en los ojos, este alzó las manos en gesto de rendición―. Perdón, señor.
Lucifer pudo oír al resto de sus alumnos fuera, en el pasillo. Algunos quisieron correr a auxiliar a los niños de primero, pero los profesores los detuvieron, sería más peligroso para todos romper el círculo de invocación en ese momento.
―Supongo que me has llamado para esto, Luz ―dijo Satanás, llamando su atención. Su hermano miraba aquel espectáculo con curiosidad y una sonrisa divertida en su horrendo rostro―. Entonces, ¿qué es lo que quieres hacer hermanito?
―Debemos...
―No, no. Te estoy preguntando qué es lo que quieres ―repuso con severidad y Gaspar creyó ver un destello de simpatía cuando agregó―: Ya, en serio. ¿En verdad quieres volver a aprisionarla?
Lucifer lo miró con cansancio. Entonces los ojos de Satanás brillaron con entusiasmo y chasqueó los dedos antes de presentarle su estupenda idea a su hermano mayor.
―Sabes, creo que es tiempo de que al fin te tomes unas vacaciones, hermanito ―dijo e hizo un gesto hacia los profesores; ―. Veo que tienes buenos colegas que podrían hacerse cargo de tu escuelita.
Los ojos del director se entrecerraron con suspicacia.
―¿Qué estás insinuando?
―Oye, sé que no soy el más adecuado para dar consejos amorosos ―comenzó a decir, rascando detrás de uno de sus cuernos y mirando de reojo a Gaspar. Este pensó que su padre parecía tener... ¿vergüenza? Pero aquello duró apenas un instante antes de que Satanás mirara con severidad a Lucifer―. Siempre pusiste tu vocación por sobre Lilith; hasta la mujer más santa se hubiera vuelto loca con un compañero así. Podría enviarlos a otro reino. Allí podrías crear tu propio universo si quisieras. Algo más lindo que este páramo nublado, algo que en verdad le guste a tu mujer.
La sospecha no desapareció del semblante del Director.
―¿Mientras tu orquestas el fin del mundo?
Satanás soltó un suspiro, se sentía frustrado con la terquedad de su hermano. Al fin que intentaba hacer algo bueno por él.
―Tú y yo sabemos que ya no me interesan esas cosas; y, en caso de que comience el apocalipsis no será por mi mano ―carraspeó para ocultar el nombre de su antiguo hermano, «Gabriel» entre su tos―. Pero si te hace sentir más seguro, te juro que no comenzaré el Apocalipsis hasta... ―se volteó a mirar a su progenie―. Dentro de un siglo, quizás. ¿Qué les parece?
Para sorpresa de todos, el Director aceptó. Algo en el aire, en el orden natural de las cosas, cambió mientras los dos príncipes realizaron su trato. Un corte apareció en las palmas de las manos de ambos demonios mientras conjuraban sus promesas. Cuando las unieron, el icor salió de ellas y envolvió sus muñecas y allí se quedó, como un tatuaje de espinas.
―La mandaré allí primero, mientras tú pones en orden tus cosas aquí . Pero no te retrases, si te tardas más de tres días, me quedaré con ella―dijo Satanás mientras tomaba a Lilith en sus brazos y Gaspar sintió como el suelo se sacudía con el rechinar de los dientes del Director. El demonio de la Ira simplemente parecía divertido de los celos de su hermano―. Tampoco creo que este cuerpecito lastimado aguante más que eso, deberías crearle uno nuevo.
Lucifer asintió a esto. No volvería a perderla. Le daría todo lo que necesitara y quisiera. Quizás no pudiera conseguir su perdón, pero la trataría como la reina que es.
Satanás se volvió hacia Gaspar y lo observó con interés.
―Y tú, niño ―le dijo―. ¿Estás seguro que quieres quedarte aquí? Creí que este lugar sería adecuado para tí; pero, si lo deseas podrías venirte conmigo, podría enseñarte todo lo que necesitas. Te convertirías en un príncipe.
Gaspar se volvió para mirar a Margot; le daba la espalda, resistiendo a la tentación de verlo, pero sus hombros tensos nunca habían perdido su firmeza. Miró a Hugo y este le devolvió la mirada desde la puerta; estaba cubierto de sangre e icor, pero sus ojos azules eran claros y puros.
Gaspar se enfrentó a su padre y dijo:
―Aquí está todo lo que necesito.
Satanás asintió en aprobación y comenzó a ser engullido por el fuego infernal. Antes de desaparecer por completo, escuchó su voz profunda y divertida decir:
―Ven a visitar a tu padre en vacaciones, ¿sí?
Y entonces Satanás volvió al Infierno.
Volvemos a tener una aparición de Daddy Satan. ¿Qué les pareció su aparición?
Descubrí que me encanta las interacciones entre los dos príncipes. No quiero dejarlos TTnTT Pero ya solo nos queda un par de capítulos para que termine esta historia.
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