Lección veintiuno: tomas y derribamientos

No le contestó las llamadas, tampoco los mensajes aunque bien sabía que los estaba leyendo. Tampoco apareció ese día en el colegio.

Las evasivas de Nayla estaban haciendo que el joven interpretara que aquella inmensa ilusión de amar y ser amado por alguien tan especial no pasaría de la puerta de entrada. La adolescente le huía como quien escapa de sus deudas pendientes. Algo entre ellos se había roto.

¿Había hecho algo mal? ¿La había ofendido? ¿Había sido todo parte de su imaginación?

 Después de todo no la merecía, no había nada raro en esta conducta; símplemente se había equivocado al decirle que sentía algo por él y no quería gastar el tiempo en solucionar una nimiedad de esa magnitud, no valía la pena. Líen entiende.

Tal vez así sería mejor, Padre jamás lo hubiera aceptado. Alejarse de Nayla significaba para él un alivio, pero uno al cual no estaba dispuesto a ceder. Sus deseos de regresar a aquellos tiempos de miradas cómplices, de canciones silbadas en los pasillos del colegio, de tardes de pasto y deporte, de recorrer compases con sus pies en plena danza, de recorrer a su compañera de baile con las manos y la mirada, siempre con respeto, pero con arduo deseo de perderlo. Líen vovo, había aspirado a demasiado. 

Las tardes se pasaron volando: viernes, sábado y domingo hasta que llegado el lunes, la nueva clase de taekwondo comenzó donde, para sorpresa del adolescente, La castaña se hizo presente justo en el momento en que los más gorditos empezaban a sudar.

«Tarde Nayla, llegaste tarde...» meditó para sí mismo intentando convencerse de aquella contrariedad: nadie en su vida había llegado más a tiempo. La joven con sólo atravesar la puerta le había devuelto el aliento.

«Saludá al Do Yang que es tu templo, después a mí que sólo sirvo de guía. Sí, así. Recién después de cumplir los ritos uno se puede poner a entrenar, sino la práctica en lugar de guerrera te va a convertir en bestia... Pasa mucho en algunos estilos..., no me pongas esa cara.» Era estúpido hablarle de esa forma, pero era su única manera de vengarse, no podía entablar una escena en aquel ambiente. No podía ni quería: también era un templo para él. Las órdenes innecesarias continuaron.

«El centro del cinturón frente al ombligo, las dos puntas rodean tu cuerpo y se encuentran de nuevo en el mismo punto, una lo rodea todo y la otra forma el nudo, que se vea como una línea transversal». Su serie de indicaciones innecesarias continuaba, Nayla las acataba sin rechistar. «Sí, así. Entrá en calor sola y después te integrás, ya sabés cómo»

¿Qué buscaba conseguir con aquello? Realmente no lo sabía. Necesitaba sentirse poderoso después de que ella no le contestara un solo mensaje. Quería que supiera que si ella había decidido dejarle de hablar, él no podía dejar pasar una sola chance de dirigirle la palabra, o quizás en el fondo tan sólo estaba buscando que le contestara. Quería oír su voz, sí, ya sabía que estaba enojada. Lo suponía al menos. Quería que le dijera un simple «Sí, ya sé. Callate un poco, ¿querés? Me estás molestando», tan sólo eso bastaría. Nayla guardó silencio. Más y más indicaciones innecesarias partieron de su boca como un torrencial incontrolable. Nada.

—Muy bien, pónganse en parejas. Vamos a practicar Ho sin sool —dijo cuando se hartó de intentarlo. Los cinturones de colores claros pusieron cara de confusión.

—¿Qué es eso? —preguntó un chico que había comenzado hacía unas semanas.

—Es defensa personal. Tiene una serie de pasos para poder aprender, pero una vez que incorporen la técnica van a ver que fuera del Do Yang se usa de un modo diferente.

Los chicos se colocaron de a dos y buscaron algún lugar aleatorio en el tatami donde ubicarse.

»Bien, nuestro agresor nos va a tirar una golpe de puño —anunció el chico de rulos mientras que Natan, que era quien iba a practicar con él, marcaba un puño recto a su nariz casi en cámara lenta para que todos pudieran ver bien la técnica— y entonces nosotros lo desviamos con una defensa hacia afuera de la mano del mismo lado al golpe que nos ataca. Acuérdense de defender siempre con el antebrazo, no con la mano. Una vez que lo desviamos, atajamos su mano con el brazo con que defendimos, con la otra mano lo agarramos del hombro y, colocándonos a su lado y barremos uno de sus pies levantándolo con el pié que tengamos más cerca. Háganlo por detrás, tobillo con tobillo.

Mientras explicaba la técnica Líen la iba realizando en cámara lenta y marcando casi de manera exagerada cada detalle a fin de que sus alumnos no se perdieran de nada.

»Tienen que levantar el pié del oponente con el suyo casi al ras del suelo. No vayan a golpearlo solamente, tampoco le pongan la traba y lo empujen; levanten su pié para poder desestabilizarlo. Los brazos van a empujar el cuerpo del adversario hacia el lado opuesto al que barre el pié, atajenlo con fuerza para que no se golpee. El que cae lleve las manos al piso, no se agarren de sus compañeros porque o si no se van a caer los dos, uno encima del otro y después se pueden enamorar.

La broma fue tonta, pero por algún motivo funcionó. Era eso, o quizás que Natan le tiró un besito a su Sabón cuando lo dijo, como fuera, todos comenzaron a entrenar de inmediato.

(Nota de autor: Les dejo al papu Putin realizando la barrida que acaba de explicar Líen. Atenti al detalle de que él barrió poniendo rodilla detrás de rodilla y no tobillo detrás de tobillo, que el compañero no amortiguó llevando las manos al suelo y que gran parte de esta forma que usó Bladimir se basa en apoyar el peso del oponente sobre la cadera mientras hace fuerza con los brazos, mientras que la toma de Líen es más bien un equilibro de piés y brazos, pero no necesariamente una es mejor que la otra sino que se adaptan a las circunstancias.)

—Muy bien, cambien de pareja, veamos una segunda toma: mi contrincante me ataca del mismo modo —El nuevo contrincante de Líen volvió a lanzar ese puño super lento mientras que el chico de risos marcaba la técnica con igual velocidad—, sólo que ésta vez después de desviar su puño lo que voy a hacer es golpearlo yo en el rostro con Olgul Jirugui y pasar de largo sobre el hombro de la mano con que me atacó hasta quedar con la cabeza de mi adversario debajo de mi axila, y así rodear su cuello con el brazo con que lo acabo de golear. Como pueden ver, ahí lo estoy ahorcando, sólo resta fijar la toma agarrándome la otra mano, o en su defecto, me agarro de la ropa y me aseguro que no me golpee usando mi mano libre para seguir agarrando la suya.

»¡Pregunta! ¿Esta llave, que se llama guillotina, asfixia colapsando la tráquea o las arterias?

—Todo —contestó un cinturón azul del fondo.

—No —contrarió el Sabóm—, sólo la tráquea... o bueno, principalmente la tráquea. Entonces, ¿es más lenta o más rápida?

—¿Rápida? —Cuestionó Natanael.

—Al contrario, más lenta. Con aplastarle la tráquea se tarda más de un minuto para desmayarlo si no está cansado, si aplasto los vasos se tarda menos de la mitad.

—¿Y cómo hacemos para colapsar las arterias? —Quiso saber la más pequeña de la clase.

—Agarrándolo de las solapas de la camisa, o del cuello de la remera; la mano izquierda agarra la solapa del lado izquierdo y viceversa, quedando ambas manos cruzadas una sobre la otra y después sólo tenemos que tirar con cada brazo para su lado y hacia nosotros haciendo que la ropa aplaste los costados del cuello. Menos de un minuto y se desmaya, más de un minuto y se muere. ¿Dudas? —Todos negaron con la cabeza sin emitir sonido—. Excelente, cambiemos de pareja una vez más y pasemos a la última toma.

El cambio de pareja debía realizarse con velocidad, quizás por eso cada uno encontró con quien practicar antes que lo hicieran Nayla y Líen, quizás por eso el chico vio anonadado como a excepción de la adolescente que lo había tenido en vela todo el fin de semana cada uno de los integrantes de la clase conseguían a alguien contra quien enfrentarse, quizás por eso, o quizás porque ella en ningún momento movió un pié; sólo se quedó mirándolo desde la lejanía. La misma mirada perdida de sí misma y encontrada en sus ojos que había estado extrañando con la potencia de un huracán desde su último encuentro había vuelto para clavarse en él, sólo en él.

—Ahorcame —fue todo lo que atinó a decir.

https://youtu.be/YqZcRrO1lw4

(Nota de autor: ¡este video vale oro!)

Nayla aplastó el cuello de Líen con ambas manos en tanto el chico de rulos marcaba paso por paso como si la golpeara en el estómago con la rodilla para luego retroceder un paso al tiempo que metía ambas manos entre los brazos de la chica y así liberarse del estrangulamiento.

—Esto que hice de es importante: primero golpeo para aflojar el agarre y después sorpresivamente retrocedo a la vez que separo sus brazos. ¿Ven como ya me soltó? Aunque hubiera estado apretando con fuerza, y no lo hizo, igual me habría safado. Ahora sólo queda derribarla de algún modo para poder tomar el control de la pelea.

Hincó una rodilla al piso frente a la castaña apoyando su hombro en el ombligo de la chica para luego sujetar por detrás sus rodillas con ambas manos y erguirse empujando con su hombro el torso de Nayla hacia atrás mientras con sus manos llevaba las rodillas de su víctima hacia el lado opuesto: cuerpo hacia un lado, piernas hacia el otro. La chica iba a caer de espaldas con delicadeza debido a la amabilidad con la que su profesor la estaba cargando, pero en lugar de eso, Nayla urgió sus manos a la espalda del adolescente, lo tomó del cinturón y ambos cayeron estrepitosamente al piso, uno avergonzadísimo por encontrarse entre las piernas de la otra, quien no podía contener la risa.

https://youtu.be/iFx_CyyGLq0

(Nota de autor: Considero menos útil esta variación, o al menos si la comparamos con la que enseña Líen, pero la comparto por la recopilación inicial donde muestra la técnica en ejecución en las MMA)

»Bueno, esa es la toma —indicó Líen saliéndose de encima de la chica apresuradamente mientras se deshacía en disculpas—. Ustedes pueden usar cualquier derribamiento que conozcan, lo que me importa es que rompan el ahorque.

Tendió su mano con caballerosidad hacia el suelo permitiendo a Nayla sostenerse de ella al incorporarse, ocasión que la chica aprovechó para levantarse de un salto disfrazado de tropiezo a fin de chocar nuevamente contra el cuerpo del joven y susurrarle en el oído. «Ahora me toca a mí».

Esas palabras, esas cinco palabras bastaron para arrancar del adolescente una sonrisa que permaneciera en su rostro mientras que ambos jugaban a realizar el mismo desarme y a arrojarse al suelo el uno al otro una y otra vez hasta que terminara el ejercicio. Nayla se divertía atrapando a Líen y llevándolo al piso junto a ella en cada caída, él pretendía seguir con su absurdo de dar correcciones e indicaciones innecesarias, pero era en vano: la adolescente se había sumergido en un estado absorto en el que nada de lo que le dijera con palabras podría alcanzarla, sólo disfrutaba de derribarlo y ser derribada, de caer el piso juntos y de reírse como embriagada por las circunstancias. En ese instante las palabras no podían sumar en absoluto.

La clase terminó, todos repasaron las formas antes de salir y luego saludaron al Do Yang para así retirarse. Líen y Nayla permanecían adentro, parados uno a pocos metros del otro.

—¿Hoy también puedo ir con vos hasta tu casa?

—Quisiera ir en colectivo, si no te ofende.

—¿Puedo acompañarte a la parada por lo menos?

La chica rió. —Me ofendería si no lo hicieras.

Salieron del lugar en silencio, Líen no sabía cómo encarar este tipo de situaciones, esperaba que una idea precipitara sobre su cabeza como lo hacen las lloviznas de las tardecitas de abril, pero sus anhelos llevaban pobres resultados hasta que de pronto, la presión de las manos de Nayla contra su brazo lo hizo reaccionar.

La observó confundido, no entendía lo que estaba pasando. Ella no parecía darle la menor importancia a aquel abrazo, tan sólo se aferraba a él como quien sujeta un paraguas ante algún chaparrón de otoño; la llovizna que tanto deseaba por fin había llegado.

—Perdoname por no contestarte los mensajes —suplicó al fin sin perder su tono tranquilo—, la verdad, había muchas cosas que necesitaba pensar y vos te pusiste medio pesado.

—No era mi intención, perdoname vos también.

—¡No!... No, no quise decir eso. Perdoname otra vez, vos hiciste todo bien —La chica se mordió los labios mientras miraba al suelo en busca de las palabras más apropiadas pero éstas le huían. De un momento a otro su calma se vio sofocada. Líen no parecía querer mirarla.

—Entonces estuviste pensando... Supongo que estará mal que te pregunte a qué conclusión llegaste.

—Estaría bien, sólo que no tengo idea de qué contestarte.

El joven asintió silente al tiempo que se sentaban en el refugio a esperar el colectivo.

—Si nos gustamos, o como quiera que se tenga que decir, eso no importa, no te obliga a nada.

—¡¿Cómo que no?! —vociferó la adolescente notoriamente enojada.

—Lo que te digo es que si yo no te convenzo y no querés tener algo conmigo, no me voy a enojar. Aún así podemos ser amigos, ¿no?

Ella lo miraba furiosa, él le esquivaba la mirada. El colectivo inoportuno se acercaba por la esquina y Líen no supo más que frenarlo.

»Ahí viene. Cuidate mucho, Damita, que el viaje éste es demasiado largo.

La chica se levantó bufando, esperó a que el colectivo frenara, pero antes de que ésto terminara de ocurrir giró sobre sus talones e increpó al muchacho de cabello alborotado diciendo.

—A vos no sé quién te enseñó cómo tratar a una chica, pero este tipo de cosas no se hacen. Si vos me gustás y te lo digo es porque quiero que pase algo, y si vos pensás igual entonces no voy a dejar que te me escapés. Más te vale que me mandes más de esos mensajitos y que me invites a tomar algo, porque te voy a estar esperando.

Y sin darle tiempo de formular una respuesta, lo besó con tanta presura que casi estampan sus dientes sin querer y corrió al interior del medio de transporte que ya estaba por marcharse sin ella.

Líen la vio partir desde el refugio anonadado por lo que acababa de acontecer.

—Yo creí que me iba a mandar a la...

Calló su voz al notar que estaba hablando solo y el silencio dio paso al rugir del motor que aceleraba en la esquina llevándose consigo a la chica que lo acababa de aceptar.

»A Padre definitivamente no le va a gustar nada todo esto...

Durante todo este fin de semana los monstruos amorfos habían estado cobrando fuerza, cobrando forma ocasionalmente para traer a su memoria alguna tragedia de sus días anteriores, cobrando volumen para gritar su nombre una y mil veces en su cabeza hasta aturdirlo sin que sonido alguno se escuchara por fuera, pero en ese momento, ese instante en que Nayla dejó de lado sus dudas para chocar sus labios contra los suyos en un beso tan enérgico y poco delicado como solía ser todo lo que viniera de la adolescente, el universo se acalló y todo fue perfecto.

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