Lección veinticuatro: corrupción
Gritos y percusiones de toda índole afectaban el campo sonoro evitando que se pudieran oír los improperios lanzados por ambos contendientes que se preparaban para su confrontación en el medio de la ronda de presidiarios.
Drew se preparó a lanzar el primer ataque, pero Líen lo frenó con un gesto de sus manos para así saludarlo realizaando una reverencia marcial tal como solían hacer antes de cada combate de taekwondo, acto que su padre aplaudió motivando al mayor de los dos a imitar el gesto.
—¡Eso es, que no se pierda el respeto! Esto es una pelea entre caballeros, no entre animales —bramaba divertido el comisario. Los muchachos comenzaron a caminar orbitando uno entorno al otro.
—Quedate tranquila, no se van a lastimar, siempre pelean —susurró una chica morena de contextura delgada al oído de Nayla—. Yo me llamo Rinry y te doy mi palabra de que todo va a salir bien... ¡Che, pero qué novia más bonita se eligió Líen!
Los ojos verdes ya crispados por la desesperación dudaron antes de desviar el curso de su mirada hacia la pelea nuevamente. Su temor superaba a su raciocinio.
Un sonido seco causado por el paso del hermano mayor golpeteando el piso se disparó y la pelea dio inicio. Drew atacaba con una ferocidad impresionante combinando puños y patadas fluidas a velocidades vertiginosas, pero Líen las evadía como una hoja flotando en el viento. La bestial patada del Sabom atinó al costado de la cabeza de su hermano, pero aún siendo ese el golpe noqueador que tantas veces lo había declarado vencedor de cualquier contienda, su efecto se vio anonadado por un acompañamiento que Drew realizó con su cabeza hasta desentenderse por completo de la inercia contundente con que lo habían atacado.
El tiempo para técnicas elaboradas era escaso, los chicos buscaban destrozarse mutuamente abusando de su propia velocidad hasta convertir sus extremidades en simples látigos saliendo disparados hacia su objetivo para reincorporarse rápidamente a fin de no quedar desprotegidos. No había oportunidad de defensas como las de los Poomsae; esto era esquivar o soportar, y nadie podría durar mucho recibiendo ese tipo de ataques. Los cuerpos de ambos contendientes parecían reaccionar por cuenta propia, ni Nayla ni ninguno de los allí presentes había acudido a un combate tan feroz en mucho tiempo.
«Nunca voy a ganarle si seguimos este ritmo, casi me tiene acorralado» Se decía Líen intentando resistir un minuto más tras haber recibido una enorme cantidad de ataques de los presidiarios y posteriormente de su hermano. La pierna de Drew impactó contra su rodilla ocasionándole muchísimo dolor. «No creo que Padre me entregue a Manuel si pierdo, tengo que ganarle para poder llevármelo a él y a Nayla de acá, y para eso sólo hay una forma, sólo una...»
Avanzó sobre el que portaba su misma sangre recibiendo dos codazos antes de poder ubicar el hueco correcto en la guardia de su adversario para poder atacar. De pronto, un sonido seco como si alguien hubiera golpeado la pared con una cachetada se produjo al tiempo que Líen impactaba la palma de su mano abierta en el pecho de su hermano. La adolescente que lo acompañaba reconoció el sonido casi de inmediato. —Ese ruido es igual que el que escuché en el parque Alberdi cuando los linyeras asesinaron al tipo Aquel...
Sintió el agarre que la tenía prisionera ceder súbitamente. —¡Drew! —gritó Rinry desesperada— ¡¿Qué hiciste Líen?!
El mayor de los hermanos risados cayó de rodillas sosteniéndose el pecho como había hecho en el pasado el señor Eliseo y todos los hermanos de Líen se desesperaron gritándole a Rinry que se apurara a salvarlo.
—¡Dejen de chillar! Va a estar bien cuando lo curen —aseguró el Padre de aquella multitud en tanto la morena soltaba a Nayla y corría a socorrer a su hermano caído. Líen abrió los brazos.
—Hecho —aseguró. Hubo un choque de miradas entre la suya, llena de ira, y la socarrona que se había implantado en el rostro de su padre. Ambos sabían que hubo un pacto que los llevó a aquella situación, pero por algún motivo el mayor no quería ceder al acuerdo.
—Ganaste, muy bien, pero si para que este tipo de espíritu justiciero pudiera aflorar fue necesario cachetear un poco a ese mocoso, comprenderás que no te lo voy a dar para que tu ímpetu vuelva a calmarse.
—¡No! —bramó el chico de rulos—, si querés que siga peleando para vos, lo hago, pero dejá en paz a Emanuel.
Repentinamente su padre achinó la mirada mientras elevaba el tono de su voz. —¿Y desde cuándo vos me das órdenes a mí, pendejo? Emanuel se queda con Drew, si es que la piba lo logra despertar.
Ofuscado por la ira, Líen caminó hasta donde Nayla, la tomó de la mano esquivando los empujones de sus otros hermanos, y juntos salieron del penal a las zancadas y entre gritos e insultos. La castaña no sabía cómo reaccionar, lo que acababa de ver la dejó pasmada, no entendía cómo para Líen eso podía ser normal.
Atravesaron parte de la villa en tanto un torrente de preguntas caían sobre el muchacho por parte de su novia y éste contestaba con vaguedad ocasionando que el desdén en ella aumentara a cada paso.
—¡¿Se puede saber por qué no me querés contar?!
—¿Contar qué?
—¿Qué significa todo esto? ¿Qué está pasando, Líen? —Los orbes escarlata tiritaban mientras su dueña trataba de conseguir algo más conciso por parte de su novio—. Yo creí que tu papá los había sacado a todos de la calle para cuidarlos, no para andar dejando que unos presos los reventaran a golpes y ver como se peleaban entre ustedes.
Líen suspiró con una fuerza exagerada, buscó con la vista un lugar para sentarse y al encontrar en la esquina un tronco seco le indicó a su novia que lo acompañara.
—No fui sincero con vos, Nayla. Las cosas fueron un poco diferentes a como te las mencioné...
—¿Me mentiste...? ¡¿En qué cosas?!
—¡No te mentí...! Bueno, sí, pero no porque quisiera hacerlo —Agachó la cabeza despeinándose con una mano, enredando sus dedos entre los risos antes de contestar—. Yo... bueno, mi padre no me rescató de la calle ni a mí ni a todos mis hermanos; él nos puso ahí.
Buscó las palabras para continuar y al no hallarlas, La castaña comenzó a exasperarse.
—¡¿Qué estás diciendo, Líen?! ¡¿Cómo el comisario va a mandar a unos nenes a pedir limosnas y a robar?! Eso es ilegal, no tendría sentido.
—Y no... pero así es. Hay toda una red de corrupción allá afuera que la gente no ve, o no quiere ver, no sé. Pensalo: todos sabemos dónde hay prostíbulos, en qué zonas se vende droga, quiénes son los que roban en cada barrio, dónde se esconden las clínicas clandestinas de abortos, pero nadie puede hacer nada porque a esos lugares siempre hay alguien que los protege. Para que un lugar así pueda funcionar tiene que haber un policía, un comisario, un juez, alguien que esté detrás y les permita seguir adelante mientras que ellos se cobran su parte, ¿entendés? Todo lo que considerás ilegal no pasa bajo las narices de la policía: ellos lo generan.
Nayla bufó ante esas afirmaciones. —Ese tipo de teorías me los esperaría de uno de esos loquitos que hablan en internet sobre conspiraciones por doquier, ¿pero de vos, Líen? —Y fingió una risa poco creíble. Había crecido en un mundo tan legalista que le costaba asimilar que algo de eso ocurriera sin poder denunciarlo. Después de todo, Nayla era una justiciera.
—No es una teoría, Damita, es verdad. La policía cobra dinero por cada clínica que aborta en cada ciudad, por cada lugar que vende drogas, por cada zona que liberan para que los ladrones puedan actuar con libertad. Cobran porcentajes jugosos para sacar a algunos de la cárcel, a veces inventan causas para que la gente inocente también les tenga que pagar, permiten a los prostíbulos secuestrar a chicas lindas de una ciudad y sacarlas del país abriéndoles la frontera para que las prostituyan contra su voluntad, llenándolas de drogas en otro país muy lejos de donde salieron... ¡Horas tardan en pasarla de una punta a la otra del continente! Ellos lo controlan, y cuando esas chicas tienen hijos, o los abortan o los utilizan... nada se desperdicia.
—Y vos saliste de ahí.
—Sí. Todos en mi casa lo hicimos. Primero nos alquilaban para pedir monedas, después las pedíamos nosotros; cuando en lugar de lástima dábamos miedo pasábamos a robar, algunos fuimos seleccionados para trabajos especializados y de esos unos fueron mandados a matar a los que se querían salir del sistema sin pagar la fianza; otros fuimos usados en los puertos para descargar drogas y armas; otros siguen robando y haciendo más y más trabajos de esos que no pueden fallar. Para las boludeces usan a los reclusos, para las cosas importantes tienen su propia manera de hacer justicia.
De pronto esa palabra sonó en la cabeza de La castaña trayendo un nuevo pensamiento a su mente.
—La Justicia Negra... son ustedes —Aquello fue más una afirmación que una pregunta. Líen se limitó a asentir con la cabeza—, ¿entonces eras vos al que me enfrentaba todo este tiempo? ¿Vos mataste a toda esa gente?
—No.
—¡¿Cómo que no si me acabás de decir que son ustedes?!
—Hay un grupo que hace de sicarios, otros que tenemos otros encargos. Yo entreno a Manuel y me dedico a hacer descargos ilegales en el puerto. Hace años que no mato.
La sangre de la chica de los ojos verdosos se heló al instante. Frente a ella Líen, el chico más bueno que hubiera conocido, se alzaba como uno de los rufianes más grandes.
—Entonces vos mataste —Otra afirmación. Líen meció la cabeza verticalmente en silencio sepulcral—. ¿Y por qué dejaste de hacerlo?
—Porque era traumático —Ambos guardaron unos momentos de silencio tras los cuales el adolescente continuó—. Yo no sabía que lo que hacía estaba mal, viví pensando que estaba ayudando, tal como pasa hoy con mis hermanos. Un día una mujer pagó bien para matar a un infiel, un don nadie llamado Oscar Necochea, y me mandaron a mí a pesar de ser un nene. La misión era fácil: infiltrarme a su casa, colocar un brasero que soltara monóxido de carbono de manera imperceptible en su taller y dejar que muriera dormido, así el forense escribía que la que le andaba mal era la máquina y la investigación se cerraba sin represalías. Hice todo como me lo dijeron, pero cuando estaba por irme algo salió mal y la casa entera explotó.
» Necochea murió, sí, pero también lo hizo toda su familia, incluida una nenita de mi edad sobre la que justo ese día él tenía custodia.
» Traté de entrar a la casa y salvar a alguno, pero lo único que pude ver fueron cadáveres ardiendo con los rostros desfigurados y en posiciones de gritos y de sufrimieto. Todavía los veo cuando cierro los ojos. Creo que nunca me los voy a poder olvidar.
El par de orbes castaños saltó el espacio que los separaba desde la tierra hacia el cielo. Nayla no cedió a parar de preguntar.
—Entonces de ahí vienen las alucinaciones...
—Sí, y creeme que si pudiera volver atrás cambiaría todo lo que hice... pero no puedo. Si me salgo aunque sea medio centímetro de los planes de mi familia no la cuento. Mi propio padre me podría matar, si es que Drew no lo hace primero.
—No sé qué pensar de lo que me estás diciendo. Siento que me mentiste y que ahora estás tratando de ganarte mi lástima porque sabés que yo debería mandarte a la mierda por esto.
Las manos de Líen arrancaron una hoja de papel de su carpeta del colegio y sin siquiera mirar lo que hacía, comenzaron a plegarlo. —Vos deberías dejarme, sí, no entendería que hicieras lo contrario. Pero yo no te estoy diciendo esto para que me tengas lástima, Nayla, lo que quiero es simplificarte las cosas ahora que no nos vamos a ver más.
—No entiendo cómo algo de esto podría volverme el perderte una cosa más fácil... Desde ahora, cada vez que te vea en el patio de la escuela voy a sentir repulsión.
—¿En el patio de la...? ¡Nayla, vos no me entendiste? —El chico se había exasperado como si la incomprensión de la chica que lo estaba abandonando lo hiriera incluso más que lo que estaba a punto de decir— Casi maté a mi hermano y él no me lo va a perdonar. Yo de esta noche no paso.
La castaña cambió su faz del enojo al miedo y con el llanto trabado en la garganta increpó a Líen casi desesperada. —Pero vos le ganaste, no te puede lastimar... ¡Son hermanos!
—Vos no lo conocés, damita, él no sabe perdonar. Pero no te pongas triste che, que tampoco me voy a dejar tan fácil; necesito que vos estés a salvo y entonces me escondo en algún camión y voy a donde me lleve el viento... Por mí no te preocupes.
Existen momentos en la vida donde el amor vence al miedo, que si bien son escasos, sus efectos suelen marcar camino en nuestra infinidad, y ese, para Nayla, era el momento correcto. La maestra, la prisión, el niño golpeado, la pelea... una lista de cosas que poco a poco la fueron descolocando las emociones de la adolescente haciendo que se ofuscara. Sus labios chocaron con los de Líen en un beso salvaje. El golpe, la confesión y sus ojos enrojecidos despejaban las confusiones haciendo que su corazón latiera nuevamente.
—No te voy a dejar, pelotudo. Vos y yo nos escapamos juntos.
—¡No! —estalló el muchacho— Mirá si te voy a arriesgar así, estás loca.
Ella no dio un paso atrás. —Loca, sí, pero no tanto como para dejar que vos te me vayas. A mí no me importa tu pasado, te juzgo por lo que sos hoy conmigo, y te veo alguien bueno y dulce. No te merecés esto, ni yo tampoco me merezco que me dejes.
—Nayla, no. Odiame si querés, pero no me sigas que no sé si voy a poder estar bien. No te quiero arriesgar.
—Vos no me estás haciendo nada, yo lo elijo. Mi amor... por favor...
Antes de que el chico pudiera seguir oponiéndose una de sus hermanas los alcanzó saltando sobre los tejados.
—¡Nerema! —Se exaltó Líen— ¿Por qué estás acá?
—¿Por qué estoy yo? ¡¿Por qué estás vos acá, pelotudo?! ¿No ves que Drew te está buscando para matarte? —estalló Nerema exasperada—. No tenías que haber peleado, el mocoso no lo valía. Vení conmigo, nosotros te vamos a sacar de Buenos Aires, pero el resto depende de vos.
Asintió sin bacilar y ambos siguieron a la chica de cabellera afro, la cual tras avanzar un par de cuadras se volteó súbitamente para anunciar. —Yo te conozco a vos, ¿no? ¿Pero de dónde?
—Sí, Mico, nos conocimos en uno de tus asesinatos. Vos me capturaste —Las palabras de Nayla hicieron que la chica que los guiara abriera los ojos como platos.
—¿Le contaste? —Su hermano negó con la cabeza— ¿Pero se va con vos, no?
—Sí, Mico —Se adelantó a responder la castaña. Líen no la quiso enfrentar.
—Qué bueno. Sería una pena tener que callarte de otra manera.
—¡Vos a ella no le vas a hacer nada, esté yo en Buenos Aires o esté ella sola acá!, ¿me escuchaste?
La cazadora del grupo de asesinos se rió mientras aceptaba. —Quedate tranquilo, bobo, que a ella no le vamos a hacer nada. Ya sabés cómo es papá; si no le pagan no hace nada.
—Sí...
Caminaron entre pasillos hasta llegar a una ruta donde un muchacho alto los esperaba en una moto.
—¡Eh, no me dijeron que venía acompañado! —Se quejó el chico—. Momento, a esa chica la conozco, ¡vos trataste de matarme la otra vez!
Nayla achinó los ojos al reconocer al chico que le había informado que ya habían eliminado a todos los nombres anotados en el diario, aquel al que casi mata y no se atrevió a hacerlo.
—Vienen juntos. Vas a tener que ir por adentro para que la policía no te pare la moto.
—Sí, ya sé, somos muchos... ¿Por qué tiene que venir ella?
—Hermanos... —La voz de Líen parecía quebrarse.
—Vos llevalos que es mejor si está lejos —concluyó la morena a lo que el muchacho más alto asintió—. De acá, si van todo por la calle de tierra, a tres kilómetros van a encontrar una estación de servicio, y al lado un lugar donde cargan sandías y las llevan para el sur. Apenas bajen traten de meterse entre el cargamento y no hagan ruido ni se coman nada así los llevan sin pagar. Nosotros vamos a perder a Drew para que crea que fueron para Brasil.
—Ah, ¿entonces yo los llevo y al bajar salen corriendo? —cuestionó Calem—. No los voy a poder despedir... Bueno Líen, no te hagas problema que yo te cuido a tu discípulo y le doy de comer a tu perro.
El chico de rulos rió entre lágrimas para luego abrazar a sus hermanos. —Nere, Calem... por favor, cuídense —suplicó Líen. El más alto le entregó un paquete pequeño.
—Tomá, se lo robé al líder. Con esa plata mínimo llegás a Chile y te tomás un avión para donde sea.
—Gracias.
—Tomá un poco más —agregó Mico extendiéndole algunos billetes—, por si te falta para los documentos falsos...
Los tres rieron. —En todo caso para ella, yo tengo de sobra.
—Bueno, pero que no te pesquen —Mico comenzó a empujarlos— Vayanse, loco, antes de que nos agarren!
Entonces el chico alto y la pareja de adolescentes subieron a la moto y partieron en búsqueda de una libertad ilusoria, de un escape ante la muerte y de una excusa para huir a su realidad que Líen jamás se hubiera atrevido a tomar.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top