Lección tres: ¿Por qué peleamos?
Al levantarse Nayla sintió todo el cuerpo adolorido; todas las flexiones de brazo, abdominales y sentadillas la habían dejado agotada.
Se preparó para el colegio y desayunó con mucha más voracidad que el día anterior para luego emprender el viaje hacia el comienzo de su nuevo día lectivo. El horario del recreo fue el más esperado, y cuando este asomó bajo la forma de un timbre retumbante, la prima de Natan la esperaba en la puerta de su salón.
—¡Hermana! ¿Lograste sacarle los calzones al chico que te gusta?
—¡¿Qué?!
—Que si te lo comiste.
La castaña no sabía qué contestar, se había puesto roja como una cereza y ladeaba su cabeza de izquierda a derecha sin entender bien a qué iban esas preguntas.
—Bueno, si no hubo chape entonces imagino que por lo menos le pediste su número o algo, ¿no?
—No, la verdad no llegamos a eso.
—Pero che, sos preciosa. Seguro el wey no desaprovechó y te tiró los perros como galgos a la carrera.
—No tuve esa suerte.
—Ah... que pena. Me había gustado esa pareja —La muchacha escandalosa miró para otro lado y parecía bailar al ritmo de su propio tarareo—. El chico goma con la chica rara —agregó—, todo cuadraba.
—Pará, ¿por qué yo sería la chica rara?
La skater rió forzadamente como si aquella pregunta fuera un chiste de retórica para luego comprender por el gesto de su interlocutora que su apreciación había sido errónea.
—Bueno, ¿pero qué no es obvio? Porque no hablás con nadie, siempre te paras aquí, sola como un halcón a mirar a todos desde el balcón —movió nuevamente las manos como rapero al pronunciar su rima—, echando a los que se te acercan a tratar de llevarte al oscurito... ¡Sos rara!
A la castaña no le agradó que aquella chica de figura desgarbada, voz extraña, vestimenta holgada y cabello violeta la tratara de rara mas, aún así, por algún motivo ella le caía muy bien.
—Estoy hablando con vos, ¿no? —indicó después de dirigirle una mirada cansada que a su compañera pareció hacerle gracia.
—Hey, ¡tenés razón! Soy amiga de la chica rara... Super.
—Eso te convierte también en una chica rara.
—Qué va, ni que me molestara —Ese comentario reafirmó su reciente cariño hacia esa chica.
—Por cierto ¿Cómo te llamás?
—Soy Chiara ¿Y vos?
—Me llamo Nayla.
Ambas chicas se dieron la mano.
—Y ahora que entramos más en confianza, ¿a qué va esa cara larga Rarayla?
Nayla frunció la cara al escuchar ese apodo y luego contestó. —Estos días se pusieron muy raros. Todo es muy nuevo para mí y me siento un poco sola.
—¿Por qué no vas a buscar a tu chico goma para poder conversar con alguien?
—¿«Chico goma»? Si te refieres a Líen, él está dentro del aula y me da vergüenza volver a ir ahí. Van a pensar que lo estoy acosando... tendría que salir él en todo caso.
—A vos sí que te gusta hacerte problema por todo Nay. Sólo andá y hablale, y que los demás piensen en unicornios y mariposas si quieren, pero que el chico no se te escape.
Había una tonada extraña en la voz de Chiara, como con una mezcla entre mejicano, español y uruguayo que por algún motivo a Nayla le parecía agradable. Suspiró profundo y luego contestó con la voz cargada de pesadumbre.
—Siempre son los muchachos los que buscan a la chica, esto es difícil.
—Y bueno, pero eso es una estructura. Si te aferras a la estructura y la estructura se cae, pues te caes con ella.
Chiara tenía razón, ella debía encarar a Líen y empezar a buscarlo si él no daba la iniciativa, pero para Nayla eso era muy nuevo.
—De todas maneras vengo de su aula y él no estaba —dijo la skater, pero al ver el gesto decaído de su nueva amiga rápidamente buscó cambiar el tema—. Che, ¿escuchaste del nuevo homicidio de esta mañana?
—Que ¿qué?
—Si, mataron a otra empresaria y lo hicieron pasar por un accidente. Lo pasaron por las noticias
—No escuché nada de eso... Siempre se muere gente en las noticias —respondió la castaña restándole importancia al asunto.
—Si, pero hace rato que hay casos de gente que está en la calle y mágicamente ¡Pum! Se muere. Es como si un lunático asesino disfrutara de andar por ahí, matando a cualquiera y confundiendo a la policía que siempre piensa que fue por algún accidente o por muerte natural... ¡Ya nadie se cree eso!
—¿Ah si? No lo había notado.
—¡Tenés que prestar más atención, manita! Ayer como a la una de la madrugada le cayó una estatua en la cabeza a una tal Hilda Duarte cerca de los tribunales. Había sangre por todos lados, fue genial.
—Hilda Duarte... me suena.
—Era una perra. Compraba terrenos del interior y los revendía para hacer hoteles y esas cosas. Ella los desmalezaba haciendo bosta el hábitat de muchos animales y después lo vendía. Dicen que muchas veces les empezaba causas penales a los campesinos para que se fueran y así quedarse con sus tierras. Me alegra que se muriera.
—Hilda Duarte... me suena. —Se repetía Nayla al tiempo que la campana para volver a las aulas se hacía oír.
Otro día aburrido de clases transcurrió con normalidad y el día siguiente fue igual hasta llegar a la hora de la clase de taekwondo cuando por fin pudo volver a ver a Líen el cual tenía una horrible cara de desvelado.
— Chumbi —Gritó el muchacho y todos se formaron según la graduación de su cinturón—, Charyot, kyong ye —Realizaron la misma reverencia de la clase anterior—. Muy bien grupo, trotando.
Si el último entrenamiento la había dejado agotada, éste la dejó completamente destruida. Líen sacó unos guantes con escudos de potencia para patear y los tuvo haciendo giros para todos lados.
Al arsenal de la clase anterior le sumaron a Milok Chagui que consistía en elevar la rodilla flexionada y empujar al contrincante con la planta del pie, Yop Chagui que es empujar de costado, Twit Chagui que es empujar de espalda como una patada de caballo y luego hacer todas estas patadas saltando. En medio de cada secuencia el profesror les pedía más y más series de flexiones y abdominales, cambiaba la forma de empezar las patadas haciéndolos agachar hasta tocar el piso con las dos manos manteniendo las piernas bien separadas para luego saltar y combinar una o dos patadas en el aire antes de volver a tocar el suelo, recorrer un circuito saltando conos y cajones, corriendo de un lado a otro hasta llegar al sabom que tenía el foco para patearlo diez o veinte veces con la misma técnica y en cada una exigía más fuerza y velocidad.
Nayla no pudo conseguir nuevamente cruzar una mirada con Líen a pesar de intentarlo en cada pasaje y cuando la clase terminó el muchacho se sentó frente al alumnado, los hizo respirar mientras meditaban en silencio unos momentos con las piernas cruzadas para luego plantearles esta pregunta:
—¿Por qué peleamos?
Los alumnos se miraron unos a otros puesto que el sabom no solía dar preguntas sino solo respuestas. Algunos se aventuraron a contestar «para demostrar que somos los mejores», otros dijeron «para superarnos a nosotros mismos día a día» y hubo algunos que opinaron «esto es solo un deporte, el taekwondo no es para pelear» pero a todos Líen les compartió la misma respuesta:
—No, no peleamos para ser mejores que nosotros ni para ser mejores que alguien más ni tampoco es por un deporte. Lo hacemos por otra cosa, nosotros peleamos por defender lo que nos es importante: personas, lugares, a veces nosotros mismos... —Otra vez se daba pausas para tomar aire puesto que él también estaba exhausto por el entrenamiento riguroso al que sometía todos en aquel Do Yang— El taekwondo nació como un arte militar para defender a la patria porque la misma incluye a todo lo que apreciamos en esta vida. Cada vez que salgan a pelear no lo hagan por una medalla, ni por un celular, ni por un enojo ni mucho menos por demostrarle algo a otro alguien; háganlo porque de perder les arrebatarían algo que para ustedes es importante.
Uno de sus alumnos lo interrumpió para preguntarle a quema ropa.
—Pero Sabom, ¿qué no el taekwondo es sólo para la defensa?
—¿Cuándo lo usarías entonces? —preguntó el instructor.
—En un robo, o si alguien me molesta, o si veo que están golpeando a otro.
Pero Líen lo contrarió. —Si alguien los amenaza en la calle denle todo lo que les pida. Es más importante su vida que sus pertenencias porque la vida no se trata de poseer. Si alguien los insulta y quiere pelear ignórenlo, es más importante su bienestar que su orgullo porque el orgullo es como el aire dentro de un globo; mientras más crece en nosotros más cerca estamos de reventar. Si no pueden hacer otra cosa que pelear corran, ganan más por correr que por pelear.
Una risotada se desató en el salón y más de uno apuntó sus comentarios a un muchacho con sobrepeso mientras debatían si él sería capaz de correr o no, más el profesor los hizo callar y agregó sin perder la compostura.
—¿De qué viene esa risa?
—Es que si salís corriendo después te van a decir que sos un marica. Yo si me buscan pelea me defiendo —respondió de inmediato un alumno al lado de Nayla.
—¿Y vale más tu seguridad o la del que te esté agrediendo que la forma en la que te llamen unos desconocidos? —planteó el chico de pelo alborotado.
—La mía sí, la del que me venga a joder no —sentenció el mismo alumno sin pesares por su opinión.
—No tenemos que ser tan egoístas... podemos llegar a lastimar mucho al otro, ya sea que él busque el conflicto o que les esté robando, no importa, la vida de ese otro vale mucho más que sus celulares, o lo que quiera que les quieran quitar. No lo lastimen.
—¡Pero si el que nos quiere robar es él! Él se lo buscó por forro.
—Es un tonto, si, pero si le rompen un brazo le quitan la oportunidad de enderezar su vida y eso es mucho pago por un simple artefacto. No va a volver a robar, pero tampoco podrá trabajar y eso es mucho daño. El odio lo puede consumir.
Hubo diferencia de opiniones en el Do Yang, pero Líen no parecía muy participativo a la hora de dar una lección de moral marcial y sin importar los comentarios continuó.
—No peleen, no lastimen a los demás. Quiero que sus nombres sean sinónimo de bondad y rectitud, y si algún día lo que defienden vale aún más que sus propias vidas, en ese momento ya sea que alguien esté tratando de entra a sus casas, que quieran lastimar a sus seres queridos, que los hayan acorralado y los quieran secuestrar o por lo que sea, mi trabajo consiste en enseñarles la mejor actitud posible a tomar frente a esa situación. Sean feroces como un lobo, pero también compasivos e inteligentes como hombres de bien. Si ustedes ganan torneos es algo lindo, pero si sobreviven en la vida usando la pelea como último recurso entonces, como un padre que cuida a sus hijos, me sentiré orgulloso y estaré en paz.
Líen cerró la clase, saludó a cada alumno con una sonrisa (sonrisa que no había relucido en toda la jornada) y luego de despedirlos salió afuera para acompañar a Nayla devuelta a su hogar.
—No te vi estos días en el colegio. —Le espetó la muchacha ni bien estuvieron solos.
—Estuve trabajando, damita —respondió el chico. Su voz se oía cansada—. Mi familia también tiene sus complicaciones y tengo que ayudarlos para que podamos llegar a fin de mes. Ya arreglé eso con los maestros de la escuela y no me computan las faltas siempre que estudie.
—¿Y las clases de taekwondo no te ayudan para nada?
—Al contrario, ayudan si, y mucho. Me regalan el placer de hacer algo por alguien más y eso no se puede igualar con nada, aunque no debo negar que también me vienen como un buen apoyo económico que sin embargo no es suficiente... ¿Vos nunca trabajaste?
—No en verdad. Siempre trabajaron mis padres —admitió ella intentando no sonar como una niña mimada—. Ellos están emprendiendo nuevas cosas en casa ahora.
—Qué bueno.
—Quizás debería ayudarlos un poco —reflexionó al fin viendo como Líen desde mucho antes les brindaba una mano a sus padres sin chistar.
—Ellos lo agradecerán, aunque dudo que se sientan mal con lo que hacés. ¿Vos pensás seguir estudiando al terminar la secundaria, no?.
—¿Sí, por?
—Por nada. Seguro tus papás deben estar orgullosos. —Esto último lo dijo muy amargamente y ese detalle no se escapó al siempre atento oído de Nayla.
—¿Vos no pensás estudiar más después de la secundaria?
El chico negó bamboleando la cabeza de izquierda a derecha con la vista fija en el suelo. —Me queda un año más para pensarlo, aunque francamente dudo que cambie mis planes. No me interesa ser el orgullo de papá.
—¿Qué planes tenés entonces?
—Pienso terminar el colegio y viajar a donde sea. No importa el destino, sólo alzar el dedo en algún semáforo o alguna estación de servicio y llegar a todos lados sin llegar a ninguno en especial. Quiero conocer la Argentina toda, luego salir del país, darme una vuelta por Latinoamérica y si puedo, probar todo tipo de comidas.
Ella rió. —¿Probar comidas?
—Eso es importante.
—¿Cómo te vas a mantener así si no tenés tanto dinero? —Le preguntó la chica algo decepcionada por el proyecto poco ambicioso de su maestro. Ella contaba con un título universitario, un auto, un perro, una esposa e hijos como todo el mundo solía hacer, o al menos según su experiencia.
—No hace falta dinero, conozco gente que vive haciendo artesanías, brindando espectáculos en los semáforos y haciendo amigos en el camino para poder parar en sus casas. Una carpa lo soluciona todo.
—¿Hiciste malabares en los semáforos? —Quiso burlarse la adolescente, pero el muchacho no parecía considerarlo deshonroso y respondió con plena alegría.
—Malabares no, hice espectáculos de artes marciales con fuego. Eso siempre llama mucho la atención, principalmente de noche. Pero no pienso hacer eso de por vida, solo algunos años hasta conocer el país y luego asentarme en algún lugar que me guste mucho.
—¿Vas a estudiar algo después?
—No sé. Hasta ahora mi plan es trabajar en el campo unos años hasta poder comprar mi propio terreno y luego dedicarme a producir miel de abejas, huevos de codorniz o algo así. Quizás estudie un poco de agronomía para eso, pero no creo que complete una carrera universitaria con título y todo.
Nayla se mostraba meditabunda antes de expresar. —¿Por qué las codornices?
—Me gustan las codornices.
—Chiara tenía razón, si sos un poco raro —dijo entre risitas que sin embargo no lograron molestar al muchacho—. ¿No te gusta la vida en la ciudad?
—Quiero tener un campo, trabajarlo todas la mañanas y por las tardes estar libre para disfrutar de mi vida. Sería genial tener un gimnasio enorme donde entrenar taekwondo cada día. Quiero vivir en paz, alejado de todo este ruido..., quizás también preste mi campo a para formar una granja de rehabilitación o un centro donde rescaten animales callejeros, no sé. ¿Y a vos qué te gustaría hacer de tu vida?
—No sé. Había pensado en ser abogada, contadora o escritora porque es lo que siempre quiso mi mamá —respondió ella algo desinteresada en el tema—. Nunca supe con exactitud lo que yo quería.
—Deberías hacerlo. Tenés todo tu futuro por delante y no vas a querer que decidan por vos.
—Tendría que pensarlo bien... No creo que ser abogada sea mi mejor opción, aunque tampoco me imagino viviendo en el medio del campo... Es que quisiera poder vivir de algo donde pueda tener mi rutina, mi dinero y estar en paz. No estoy segura de qué clase de empleo pueda darme todo eso sin consumir mi vida en una aburrida profesión.
—Imaginá algo que te gustaría hacer por el resto de tu vida, no algo que pueda darte cosas. Las cosas las conseguís vos, no tu trabajo... aunque sobre el campo, quizás lo disfrutarías más de lo que pensás, nunca lo probaste, ¿no? Si lo hicieras quizás podría gustarte —insistió el profesor con la esperanza de que sus intereses coincidieran para no sentirse tan diferente—. Uno nunca sabe.
—Es dura la vida en el campo —sentenció la chica.
—Más dura es la vida del Schnauzer.
—¡Eso es completamente cierto! —el razonamiento la había sorprendido—. Aún así, no es algo que deba tomarlo tan a la ligera —Se mantuvo meditabunda unos instantes antes de abombarse con la complejidad de todo lo que le quedaba por transitar y decidir cortar el clima señalando a la siguiente cuadra para decir—. Bueno, ahí está mi casa. Gracias por acompañarme Líen.
—Es un placer. Adiós damita.
La muchacha trató de saludar al chico dándole la mano pero éste avanzó casi sin notar el gesto y la abrazó fuertemente dejándola algo anonadada, luego se dio la vuelta y se retiró como si nada.
Nayla entró a su casa todavía absorta por la sorpresa de ese abrazo para luego desplomarse en el sillón y suspirar repleta de felicidad.
—Mamá, ¿querés que te ayude con algo? —Palabras tontas. Había olvidado que estaba sola.
Mientras tanto Líen regresaba a su hogar y se conectaba desde la netbook que el estado había regalado a todos los estudiantes en un plan social hace algunos años. Sólo en casa, puso a hervir unos fideos con salsa mientras pasaba una a una las fotos de la clase que había tomado ese día deteniéndose para admirar aquellas donde aparecía Nayla y disfrutar cada uno de los gestos de la muchacha.
Colocó el modo de diapositivas y mientras preparaba su cena observaba todas las fotos de su computador hasta detenerse sobresaltado en una muy especial. Abrió el chat y le envió la foto a uno de sus amigos con el siguiente mensaje:
—Calem, ¿vos podés ver a una niñita en esta imagen?
El visto apareció de inmediato mientras Líen observaba asustado a la pequeña con el rostro desfigurado y envuelto en sangre que se reflejaba en el espejo de la clase de los adultos. Calem le respondió:
—Che, ¡si la veo! Esperá un momento, ahí te la marco.
El chico de rulos se asustó todavía más con ese extraño mensaje. No esperaba que alguien más pudiera distinguir la fantasmagórica aparición de la fotografía.
—Tené paciencia, ya te la mando.
La expectación estaba matando al muchacho cuando de pronto un archivo llegó a su computadora. El adolescente le dio click al link y al abrirlo se encontró con la misma fotografía pero en un costado del espejo había una imagen suya agregada con los labios pintados, pestañas largas y el pelo teñido de un amarillo patito más dos naranjas enormes en el pecho a manera de senos, todo esto en una obra de edición apresurada hacha por las hábiles manos de su amigo.
—Ahí está la niñita... ¡Y sos vos! —dijo su amigo en el siguiente mensaje. Líen rió brevemente y al volver a ver la imagen inicial notó que ya no había nada extraño en ella.
—Muy gracioso bro. Esa no me la esperaba.
—Tranquilo hermano, lo de la hija de Necochea fue un error. No debés vivir atado a eso.
—Ya sé semillita, ya sé.
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