Lección siete: Perseverancia
Defensa baja y paso corto a la izquierda, paso corto, puño. Repito para el otro lado, después hacia adelante con paso largo, defensa baja y sin volver a avanzar, puño. Hacia la derecha nuevamente pero con defensa al medio, avanzo y puño. Se hace para el otro lado igual y hacia adelante con paso largo nuevamente defensa baja y puño. Por fin, defensa alta a la izquierda, patada frontal y puño. Repito para la derecha, siempre con paso corto. Para terminar al ir hacia atrás se hará un paso largo con defensa baja, nuevo paso largo pero con puño y grito ¡Kya! (que significa literalmente grito) volver al Ciumby, saludo (kyon ye) y fin de la primera forma. Todos los cinturones blanco se sientan y los que rinden para naranja siguen de pie y comienzan con la segunda forma. En frente del alumnado los maestros que van del cuarto al octavo dan están sentados y observando con detenimiento mientras que los primeros danes como Líen permanecen al rededor erguidos en una actitud que mezcla la severidad y el más extremo respeto.
Defensa personal, formas, exhibición de patadas, posturas y defensas, imitación de diferentes técnicas, ruptura de tablones de madera, combates y una larga lista de preguntas teóricas sobre anatomía, fundamento de las técnicas, entrada en calor, alimentación, elongaciones, nombres en coreano, historia y organización del taekwondo. Todos esos eran temas a evaluar en el examen al que se exponían Nayla y sus compañeros para acceder al siguiente cinturón.
Blanco, amarillo, naranja, verde, azul, rojo y negro con sus diferentes puntas era el orden elegido por la escuela que integraba Líen para ordenar los niveles de aprendizaje de los alumnos que la integraban y tras la evaluación de Pal jang todos los que rindieron se sentaron en el centro del área, los primeros danes se acercaron a la mesa de los maestros, tomaron los cinturones que le correspondían a sus alumnos y corrieron a entregárselos.
Nayla hizo una reverencia para luego agacharse, Líen imitó el gesto quedando ambos de rodillas, frente a frente. El chico le quitó el cinturón y luego colocó con delicadeza uno nuevo pero de color amarillo en su lugar. Ambos se incorporaron, se inclinaron en otra reverencia y se dieron la mano intercambiando una sonrisa triunfal. El muchacho se separó de la chica y siguió entregándole sus cinturones a los demás alumnos. El ritual había concluido y los maestros saludaron a los evaluados para luego dar paso a un aplauso de parte de toda la escuela. Todos se retiraron en grupos mientras compartían su alegría con sus compañeros y profesores.
Al llegar al Do yang todos se saludaron y partieron a sus hogares acompañados por quienes los fueron a buscar. Líen se preparó para llevar a Nayla pero esta se negó a ser llevada a su hogar nuevamente.
—Esta vez yo te acompañaré a ti—Dijo la muchacha.
—No creo que eso sea posible—Le planteó el chico de rulos—sabes que vivo en una zona muy peligrosa y no tienes a nadie que te acompañe al volver.
—No me importa. Tu has estado llevándome todo este tiempo, no me parece bien que yo no pueda hacer lo mismo por ti.
—Nayla, no. Es muy peligroso. Quizás otro día.
—¿Qué diferencia hay entre hoy y cualquier otro día?—Respondió la adolescente algo ofendida. Líen no supo qué contestar—Mira, o me dejas acompañarte o me miras hacerlo, pero de que te acompaño lo haré seguro.
—Tú nunca aceptas un no por respuesta ¿No es así?
—¿Y por qué habría de hacerlo?
Líen parecía molesto, más aún así no puso más resistencia. Apenas eran las cinco de la tarde así que solo debía dejar que ella conociera dónde vivía, se desilusione de una vez y al final ella podría seguir con su vida. Después de todo eso era lo mejor.
—Está bien, tu ganas, pero ¿prometes que si te muestro dónde vivo me permitirás acompañarte hasta la parada del colectivo al menos? No quiero que andes sola por mi barrio.
—Prometido ¿Entonces iremos?
—Te lo aseguro.
—¡Por fin!
Nayla trató de transmitir la alegría que le producía conocer la casa del chico que admiraba, pero éste no parecía tener interés en un diálogo fluido como había sido hasta el momento. En el fondo Líen estaba convencido que esa tarde al ver las condiciones de pobreza en las que vivía ella perdería interés en él y la perdería para siempre. La sociedad le había enseñado que crecer entre la basura te puede convertir en más basura a los ojos de los demás y sin quererlo había aceptado eso como una norma de vida inquebrantable y dogmática.
Atravesaron la avenida General Paz y entraron en una villa. Un puesto de gendarmes custodiaba la periferia, los pasillos eran angostos, las casillas estaban hechas de chapa y cemento, muchas telas de cortinas reemplazaban lo que debieran ser paredes, los postes de luz resaltaban por sus miles de cables enganchados robando servicios, muchas antenas de televisión satelital sobresalían de diversas casas sin revocar, banderas de fútbol, leyendas sobre bandidos, sobre policías muertos y droga relucían en grafitis con palabras obscenas y dibujos impropios de la alta sociedad moderna. Las personas en los pasillos vestían entre sencillas y deportivas. Líen pasaba saludando a todos llamándolos por su nombre, bromeando con los más pequeños. Nayla no sabía si estaba asustada o asombrada; todo un mundo nuevo se estaba alzando frente a sus ojos: Casas con música tropical a todo volumen, basura por todos lados, chicos de todas las edades corriendo por ahí mal vestidos, olor a marihuana de vez en cuando, muchachitos con viseras observándolos con un aire de desprecio y superioridad indescriptibles, todo un panorama ajeno al mundo de lujo y elegancia al que los padres de Nayla la tenían tan acostumbrada. Rodearon una esquina y se metieron en una calle de tierra donde el chico sacó la llave para entrar a su casa.
El lugar donde vivía Líen no sobresalía sobre las demás casas por su exterior, también tenía las paredes mal revocadas, también tenía el techo de chapa y algunas gomas de auto sobre la terraza, no tenía antena de televisión ni marcas de disparos en la pared, pero nada de eso era muy llamativo hasta que tras atravesar la puerta los jóvenes ingresaron a su interior. En la opinión de la chica el lugar no podía ser más acogedor: Un interior lleno de colores cálidos con paredes lisas y adornos cuidadosamente elegidos para no provocar una sensación de vacío ni de abultamiento, con muebles de madera en un orden exquisito a la vista deslumbraron a la joven al tiempo que el muchacho acomodaba sus bolsos en un perchero y le servía algo de beber.
—Y ¿Dónde están tus padres?—Preguntó la chica.
—En el mismo lugar que los tuyos, trabajando—Le respondió el muchacho. Nayla puso una sonrisa socarrona en su cara y le planteó.
—¿Trajiste a una chica a tu casa en ausencia de tus padres? Tú sí que eres atrevido.
Líen no entendía nada, no era esta la respuesta que esperaba encontrar. Una vez más Nayla la resultaba increíblemente impredecible.
—Bueno, querías conocer dónde vivo y ya lo conoces. Si quieres puedo invitarte un café en un bar que queda justo en frente de la parada del colectivo que deberás tomar para volver a tu casa
—¿Me estás echando?—Le planteó la adolescente que sabía que el amable Líen no podría mantenerse firme si lo acusaban de ser un mal anfitrión.
— Oh, no, no. Para nada—Cayó el chico—Solo pretendía invitarte a tomar un café, ya que dices que no deberíamos estar aquí los dos solos.
—Bien, tomaré un café y me iré—aceptó Nayla—Pero será aquí, en tu casa.
—¡Ni hablar!
—Me ofreciste merendar juntos. No me irás a decir ahora que pretendes echarme.
—No es eso, pero lo que pasa es que yo...
—Entonces me compartimos un café y me voy. O si prefieres pueden ser unos mates.
—¡No, no! Un simple café estaría más que bien—reaccionó Líen que sabía que el mate puede durar horas—tengo facturas para acompañarlo. Tomamos un café y te acompaño a la parada del colectivo, está bien.
—De acuerdo—aceptó Nayla que empezaba a creer que podía manejar al chico a su gusto.
Esa tarde Líen sorprendió a su amiga con su caballerosidad. Cualquier otro chico hubiera movido los hilos desesperadamente para lograr que entre los dos pasara algo pero el chico era todo un caballero. Conversaron alegremente de la familia de la chica, sus padres y el juicio que les quitara todo, la falsa acusación de mala praxis, los cuidados de la abuela de Nayla, sus mejores momentos compartidos cuando era una niña, hablaron de recetas de cocina, de sus juegos favoritos, de los amigos que tuvieron durante su niñez, de los que se quedaron hasta ahora, Nayla conoció sobre Caleb y Elías, los mejores amigos de Líen, escuchó algunas historias de gente que se fue de su vida, supo que a él le dolía mucho el no saber qué era lo que lo hacía diferente de los demás, incapacitado para formar una amistad verdadera y para disfrutar de las mismas cosas que los chicos de su edad. El pobre Líen no sabía lo especial que había sido toda su vida y lo dichosa que se sentía la gente a su lado, él pretendía aprender más de los otros lo cual a Nayla le daba mucha ternura y así el tiempo del café superó al del mate y los minutos se les pasaron volviéndose horas. Ya había empezado a anochecer cuando se largó una tormenta y la muchacha se negó a volver a su casa con semejante temporal. Líen pensó en insistir pero era imposible, ella tenía razón, el ruido de las chapas era magro y la intensidad de la tormenta iba en franco aumento. Preparó un colchón en el living (lo cual no era decir la gran cosa puesto que Líen vivía en un mono ambiente) y ya se disponía a acomodar las sábanas cuando algo hizo saltar la hasta ahora dormida atención de la joven.
—Oye Líen, si tu duermes en esa cama ¿Dónde duermen tus padres?
El chico levantó la cabeza para mirarla con el mayor detalle.
—Ellos no duermen aquí. Viven en otra parte.
—Guau ¿vives solo?—Preguntó fascinada la chica a lo que el muchacho respondió.
—No se podría decir así, más bien digamos que ellos tienen muchos hijos en esta cuadra y que algunos elegimos un terreno, construimos una casa y nos quedamos a vivir aparte.
—¿Pero qué clase de padre permitiría eso? Es horrible.
— No lo veas de esa forma damita. Ellos son muy buenos.
—Pero ¿Por qué? ¿No te están dejando solo y abandonado al permitir que te les alejes en un barrio tan peligroso? Pienso que eso es muy triste Líen.
—Lo que ocurre es que tu no entiendes.
— ¿Qué tengo que entender?
—Mira, ellos me han ayudado mucho, yo les debo demasiado...yo soy adoptado—El chico dijo esto último como si un nudo atara su garganta—Viví muchos años en la calle y mis padres, que integran un proyecto de rescate social de personas en situación de vulnerabilidad, me sacaron de ese lugar a mi y a todos mis hermanos. Estoy muy agradecido con ellos por eso, sé que nunca seremos una familia como tantas otras, que no me vienen a visitar todos los días, pero ellos se aseguran de que no me falte nada. Tengo que ayudarlos en su trabajo, si, pero es nada en comparación a lo que ellos hicieron por mi. No digas que son gente horrible porque de no ser por ellos yo probablemente estaría muerto.
Nayla no sabía cómo reaccionar, qué decir. Tímidamente se aventuró a enunciar algunas de las primeras preguntas que le surgían a fin de no aparentar desinterés en el asunto.
—Lo siento, debió ser muy duro ¿Cuántos años viviste en la calle?
—Desde que tengo memoria vivía allí. Ellos me rescataron a los once, hace ya seis años.
—¿Y cuántos hermanos tienes?
—Somos veintiséis en total, más algunos que ya cumplieron la mayoría de edad y se fueron. Aunque ayer mi me dijeron que van a agregar a un integrante más a la familia. Tú debes entender que solo los más pequeños están en la casa de mis padres, los que podemos valernos por nosotros mismos nos alejamos un poco mientras nos ayudamos entre todos porque la casa de mis padres también funciona como refugio para los desamparados y para muchas cosas más. En cierta forma estamos mejor así.
—¿No deberían estar en una casa de adopción?
Líen bajó la cabeza nuevamente sin saber cómo contestar. Cerró su puño con impotencia como si tuviera que arrancar las palabras de su interior, sabiendo que si no las elegía adecuadamente podría asustar a su huésped.
—Deberíamos estar en la cárcel, o quizás en un reformatorio. Cuando era chico había gente que me utilizaba para pedir monedas...digamos que desde bebé fue así. Es probable que mi madre biológica haya sido una prostituta, quizás una exclava de las redes de trata. Cuando yo nací fui alquilado a quienes piden monedas. Suelen darles mayores propinas cuando cargan un bebé. Al crecer, habré tenido unos cuatro años, eso no lo recuerdo, yo podía pedir monedas por mi cuenta y me enviaban a los comercios, restaurantes de comida rápida y medios de transporte a pedir más y más dinero. Cuando llegué a los once ya no daba más lástima, estaba empezando a dar miedo y me enviaron a robar. Me dieron un arma y tenía instrucciones de usarla, siempre salíamos entre muchos hasta que mis padres me encontraron. Ellos me llevaron por la fuerza apartándome de ese mundo y salvándome en el proceso de las drogas y todos los males en los que estaban los otros chicos de mi grupo. Los orfanatos no tienen permiso de tomar un niño y encerrarlo, la policía no intervenía, mis padres me robaron de esa gente terrible y me dieron una nueva oportunidad. Tuvieron que enseñarme todo de cero, pude ir al colegio, ellos tenían un proyecto de ayuda escolar donde me nivelaron y tras dar unos exámenes ellos me permitieron ingresar en el año que me correspondía y pude cursar como un niño normal, la policía guardó mi historial, todo en mi vida apunta a una vida "normal"...Hasta pude aprender taekwondo y hoy hay niños que son mejores a lo que fui a su edad y me admiran.
Nayla sintió una opresión horripilante en el pecho al imaginar la infancia de Líen. Ella había crecido rodeada de caprichos y con unos padres amorosos que no permitían que nada le hiciera mal mientras que el muchacho que tenía en frente no sabía lo que era una familia. Toda su vida había estado marcada por la calle y el comercio, había sido un esclavo así como probablemente también lo fuera su madre. Sentía ganas de llorar, si, pero no quería desviar la atención de quien en verdad necesitaba consuelo en aquella habitación. Líen merecía a alguien bueno que supiera curar heridas mucho más profundas que aquellas para las que la chica estaba preparada, no sabía cómo encarar todo esto.
—¿Serviría de algo si te dijera que lamento de todo corazón todo lo que tuviste que pasar y te diera un abrazo?—Preguntó la chica.
—¿Por qué lo lamentas?—Respondió el muchacho—No hay nada que lamentar, ya todo pasó. No puedo vivir lamiéndome las heridas de la familia que no me tocó sin notar lo bello de la familia que poseo. Mis padres son gente buena y aunque no puedan darme lo mismo que otros padres dan a sus hijos, a su manera, me dieron lo mejor.
—Es increíble que frente a todo esto aún te mantengas tan positivo. Yo te admiro por eso.
—Y yo te admiro por atreverte a venir a este barrio a estas horas de la noche...Ya es tiempo de preparar la cena. Pon algo de música mientras yo cocino algo rápido...¿Te gustan los fideos?
Nayla puso a cargar una película mientras Líen preparaba una deliciosa salsa de albóndigas y unos espaguetis con queso rallado y los sirvió en dos platos acompañados por jugo de fruta natural exprimido. Acomodaron la computadora compacta del muchacho sobre una silla, se acostaron en el colchón que el chico había preparado para su amiga y se quedaron dormidos entre películas y charlas que no parecían terminar jamás.
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