Lección Seis: Espíritu indomable
Las clases de matemáticas siempre habían sido el punto fuerte de Nayla y esto tenía molestos a algunos de sus compañeros. En su anterior colegio las exigencias solían ser altas, de manera que al llegar a la escuela diferente —cuando durante la primer semana de clases la profesora decidió iniciar la cursada con un examen sorpresa a fin de saber en qué nivel estaban los alumnos con los temas básicos—, la chica no solo fue la primera en entregar sino que además lo hizo antes de que la profesora terminara de explicar los siete puntos en que consistía el examen, sorprendiendo así a todos los presentes en el salón.
Cuánto mayor fue la sorpresa cuando, a pesar de haberlo resuelto en apenas tres minutos, la nota resultante del examen fue un diez, lo cual puso en una postura incómoda a la joven, acostumbrada a cerrar todas las materias entre un siete o un ocho a lo sumo, siendo ahora injustamente tildada de «cerebrito» no solo por sus compañeros, sino también por Yesenia, la chica del piercing que la había agredido la primer semana de clases y que no había parado de hacerlo con frecuencia en el último mes y medio de cursada, usando como método los choques y topetones en los pasillos, las burlas por las espaldas y un sin fin de chismes sobre la vida privada de la muchacha, convirtiéndola de esta manera no solo en la cerebrito, sino también en la pobre, la chetita come guiso, la novia del rarito y por supuesto, la zorra.
Fue así que llegando al segundo mes de clases, cuando salían del colegio, Yesenia le puso un pié adelante haciéndola caer al suelo y junto a su grupo se le rieron alegando que se había tropezado por haber estado distraída mirarle el trasero al novio de alguna otra chica. Nayla era consciente de haber sido emparejada entre chismes y comentarios con alumnos, profesores y hasta con conserjes del instituto, y a pesar de que el más citado y por consiguiente, perjudicado había sido Líen, ambos jóvenes prefirieron guardar silencio tolerando contemplatívamente los sucesos como si de ellos no se tratara, pero esta vez ella no lo soportaría más.
—Gracias Señor Rafael, hoy quiero ir caminando. —Le espetó la joven al remisero amigo de su familia cuando éste pretendió llevarla a su hogar.
—¿Estás segura, nena? Mirá que las chicas que te molestaban andan por ahí dando vueltas. —Se preocupó éste último.
—Está bien, voy a ir acompañada. No me va a pasar nada malo —mintió la chica sabiéndose descubierta.
Don Rafael la saludó con amabilidad y se retiró regresando al trabajo. Nayla caminó a prisa las dos cuadras que la separaban de Yesenia y cuando la tuvo a pocos pasos le gritó por la espalda.
—Así que te parece chistoso ir por ahí jodiendo a la gente, ¿no? Te creés muy viva golpeándome a traición, boluda.
El grupo de Yesenia se volteó al escucharla bramar. Las tres chicas parecían extasiadas de ver a Nayla sola, parada en frente de ellas, con su mochilita verde en una mano y el dedo de la otra señalándolas a modo desafiante. Una de ellas estalló en una carcajada burlona mientras las demás rodeaban a la castaña encerrándola contra la pared, a pesar de que en realidad era Nayla la que se acomodaba a sí misma en aquel lugar puesto que, según se lo había enseñado Líen, de esta manera evitaba que alguien la ataque por la espalda y lograría ver la mayoría de los movimientos de sus agresoras evadiendo la posibilidad de algún golpe inadvertido.
—Por fin te animaste a dar la cara, perrita —la enfrentó Yesenia—. sólo que hoy no tenés a tu rarito para que te defienda. Era boba la zorra roba novios.
—Mirá, yo no sé qué te hayan dicho, pero no tengo nada con tu novio ¡ni siquiera lo conozco! No sé su nombre ni me interesa. Sólo quiero arreglar las cosas entre ustedes y yo porque esta manera de tratarnos es asquerosa, y no pienso vivir así todo el año. Quiero cortarla por lo sano.
—¿Pero vos te pensás que te vas a safar de esta sólo conversando? ¡Ni loca, pelotuda! Vos me quisiste quitar a mi novio, y ahora yo te voy a quitar algunos dientes, ¿entendés?
Yesenia avanzó hacia la castaña causando que ésta retrocediera unos pasos.
—¡Yo no te traté de quitar nada! Él fue el que se me acercó a conversar y yo lo rechacé. Tu chico ni siquiera me interesa.
El grupo emitió una carcajada burlona a manera de respuesta. —¿Te pensás que alguien como mi Brian le va a pasar cabida a una cheta arrastrada como vos? Pero por favor zorra, me das pena.
—Yess, si te digo esto, es por tu bien, ¿si? Este chico te está engañando, no conmigo, pero definitivamente lo intentó y de seguro no es la primera vez que lo hace —Nayla volvió a retroceder ante un nuevo avance del grupito en su dirección, logrando que su espalda contactara contra el muro—. Yo no te hice nada, ni siquiera te agredí cuando vos lo hacías, así que por favor, terminemos con esto de una vez. No vine a pelear con nadie, vine a arreglar las cosas porque no lo soporto más.
—¡Y encima te hacés la que no tiene nada que ver! ¿Me querés hacer pelear con mi Brian, no? ¡Pedazo de puta! —gritó la muchacha del piercing y acto seguido intentó golpear en la cara a su interlocutora, pero Nayla se corrió dejando pasar el golpe de largo. La amiga rubia de Yesenia quiso sujetarla de los hombros, pero ella le torció el brazo quitándosela de encima con extrema facilidad para luego posicionarse a sus espaldas, llevándole la manos hasta situarla en medio de los omóplatos, causando que la chica se paralizara del dolor.
Yesenia y su otra amiga se abalanzaron sobre Nayla la cual rotó usando a la chica rubia como escudo humano para impedirles una aproximación y, ya harta de sentirse siempre en postura de víctima, decidió comenzar con la ofensiva empujando con fuerza a la del cabello amarillento contra sus amigas.
La rubicunda perdió el equilibrio tras la proyección y se inclinó apoyando las manos para evitar caerse al suelo y ocasionando una confusión entre sus amigas, oportunidad que Nayla aprovechó para estamparle una rápida patada circular en la cabeza a su amiga del piercing, lo que provocó que Yesenia volteara la cara y luego cayera atontada sobre el tronco de un árbol cercano al lado de la calle.
Una de ellas se apresuró a sujetarla por las piernas buscando derribarla, pero la adolescente se adelantó a la maniobra elevando la rodilla con fuerza, alcanzando así la nariz de su oponente para luego revolearla contra el muro en una toma de Judo para dar fin a su participación en la contienda. Una menos, quedaban dos.
Yesenia y su amiga morocha se dirigieron a Nayla arrojando una lluvia de puñetazos y trompadas los cuales la chica defendió torpemente recibiendo unos cuantos golpes en la cara y las costillas hasta que vio su oportunidad y con una patada en la rodilla derribó a la del piercing para luego empujarla contra su compañera. Nayla saltó pasando sobre la muchacha que inició desde un principio con las agresiones,que aún se sujetaba la pierna arropada en el suelo, y desarrolló una perfecta patada voladora al pecho de la morocha, intentando sin resultados dejarla fuera de combate.
Las cosas se estaban poniendo cada vez más violentas, las tres chicas no sabían cuando rendirse. La pelinegra se incorporó antes que la líder del trío y trató de sujetar a Nayla del pelo, para lo cual ésta reaccionó apretándole los dedos contra su propia cabeza hasta estrujarlos y luego de torcerle la muñeca logró separarse lo suficiente de ella como para entrar una espectacular patada descendente en la nariz de la muchacha la cual cayó de inmediato al suelo inconsciente y con las fosas nasales llenas de sangre.
Solo quedaba una: Yesenia. El enfrentamiento más esperado gozaba de público como la primera vez, flashes de cámaras fotográficas y un montón de comentarios a favor y en contra que se desarrollaban con completa naturalidad en torno a las dos figuras femeninas las cuales se mantenían una alejada de la otra, siempre en posición de guardia constante mientras que la chica del piercing no paraba de insultar a una silente y concentrada Nayla.
Una patada circular por parte de la castaña rompió la inactividad de la escena doblando por la mitad a su contrincante casi al instante. Nayla continuó con un giro para golpear el rostro de Yesenia con el talón, logrando así derribarla para luego esperar pacientemente a que se reincorporara. En el taekwondo está mal visto agredir a un adversario que está en el piso.
Harta de la paliza, la chica del piercing por fin desenvainó su tan esperado acero, pero de poco le sirvió contra una más experimentada Nayla la cual se adelantó a la navaja y sujetó de la muñeca a su oponente, la torció con violencia obligándola a abrir su mano y luego, tomando del brazo lastimado a Yesenia para aplicar otra de sus tomas más común en Judo que en taekwondo, la elevó casi dos metros en el aire para estamparla pesadamente de espaldas contra el piso, dejando a su adversario sin aire por unos momentos.
Yesenia, en lugar de reincorporarse, comenzó a llorar dando por terminado el combate mientras la turba estallaba en vítores de alegría y burla y unos cuantos empezaban a disiparse, pero Nayla no se inmutó. Ella sabía que éste no era el final verdadero y su suposición se hizo real cuando Brian, el chico morocho que había enfrentado a Líen aquella vez, brindó acto de presencia.
Ambos se miraron enfurecidos y el muchacho le tiró una cachetada descomunal a la chica la cual la esquivó por poco dando inicio al mayor enfrentamiento de la tarde.
Nayla estaba asqueada al ver la postura de boxeo utilizada por el adolescente la cual le traía a memoria un ex novio que practicaba dicha disciplina y más de una vez la zamarreó lastimándola y justificó dicho acto diciendo que para él «era solo un juego liviano». La ira tomó control de la joven y dando pié a un intercambio parejo de puños y patadas que parecía no indicar un vencedor entre ambos contendientes.
Brian desequilibró a Nayla con una bestial trompada la cual apenas llegó a cubrir y ésta trató de terminar el enfrentamiento con una patada circular a las costillas, pero el chico la sujetó de la pierna pensando que eso le daría ventaja. Grave error. Nayla aprovechó que el muchacho malgastaba un brazo sujetándola, perdiendo completamente la posibilidad de defenderse de ese lado, y —arrojándose al suelo— utilizó su pierna libre para repetir el giro de talón a la cara que utilizara Líen en su primer encuentro para dar fin al enfrentamiento, logrando imitar eficazmente los resultados al tiempo que amortiguaba los efectos de la caída apoyándose en el suelo con sus manos.
El combate había llegado a su fin y Nayla había ganado. La turba redobló los festejos e intentaron felicitarla fervientemente, pero la joven clavó sus ojos verdes en una figura conocida que se iba haciendo cada vez más pequeña en la lejanía.
—¡Líen! —Lo llamó la muchacha agitada por una breve carrera que hizo hasta alcanzar a su profesor quien volteó a verla con un aire de desdén.
—Te felicito, resolviste tu conflicto.
—Gracias, pero no creo que esto en verdad resuelva nada.
Líen asintió meditabundo. —Puede que tengas razón en eso.
—Ya sé lo que pensás; perdí el control, me dejé llevar por las emociones y lastimé a alguien, pero quiero que sepas que yo no quería llegar a esto.
—Ya sé. Los demás me dijeron que trataste de conversar con ellas, pero que no te dieron opción.
La duda poseyó las expresiones de la joven antes de contestar. —¿Entonces estás enojado conmigo?
—¿Eso importa?
—Sí, me importa mucho.
Suspiró. —Estoy decepcionado, a decir verdad. Yo me esperaba mucho más de vos.
Esas palabras le dolieron aún más que si le hubiera dicho que estaba furioso.
—Perdón... Bueno, ya está —desvió la mirada consumida por la frustración; no quería lastimar el vínculo que llevaba con el joven—. Si no querés que vuelva más a taekwondo lo voy a entender. Vos me habías dicho que no peleara en la calle...
La reacción del chico fue opuesta a lo que Nayla esperaba; Líen parecía divertido con su planteo. —¡Por supuesto que sí! Tenés que volver.
Nayla estaba perpleja, las actitudes del muchacho de rulos no eran lo que esperaba. —¿Cómo?...
—Uno de los principios básicos del taekwondo es el espíritu indomable, el cual consiste en defender lo correcto sin importar lo que te digan los demás. A vos no te importó que yo me enojara, defendiste tu derecho a vivir sin miedo y ahora reconquistaste la calle y no tenés que andar gastando plata que no sobra en un remís para volver a tu casa todos los días. Yo respeto eso.
—Gracias...
—Lo que me molesta es que te hayas arriesgado tanto en el proceso. Esa chica tenía un cuchillo damita, esto fue muy peligroso. ¿Podrías defender lo que considerás correcto sin poner en riesgo tu vida? Por favor... No sé si te diste cuenta, pero vos sos muy importante para mi.
La adolescente estaba conmovida. Líen realmente era impredecible. —Bueno, lo voy a intentar.
—Y otra cosa —Se apuró a agregar el muchacho—: quiero que me enseñes a bailar.
—¿En serio?
—Sos demasiado buena, me siento muy superado, y además por tu pelea me acabo de dar cuenta que estás aprendiendo mucho taekwondo sin que yo pueda aprender nada. En verdad lo disfrutaría.
—Veré que puedo hacer.
—Volvé a tu casa, necesitás inventar una buena excusa para tu madre porque te dejaron la cara toda roja. ¡Parecés una cereza!
—¡Qué rico!
Líen rió. —Deliciosa a decir verdad, y hasta un poco tentadora... —El sobresalto de la adolescente ante sus palabras hizo que Líen también se sonrojara—. Nos vemos damita, cuidate mucho.
—Hasta luego, Sabóm.
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