Sangre pura

No me podía creer lo avergonzaba que estaba. Siempre haciendo el ridículo.

—Gracias... puedes soltarme —dije incorporándome y cogiendo la mano que me estaba sujetando. Una mano cálida, grande y fuerte, cuyo contacto me hizo recordar cuando tiempo llevaba sin que nadie estuviese tan cerca de mí. Podía sentir su respiración, lo que me puso más nerviosa.

—De acuerdo, pero recuerda que no siempre estaré aquí para sujetarte.

Su voz suave y divertida se cortó cuando me di la vuelta y nos miramos por primera vez. La expresión de su rostro pasó de sorprendida a volverse como el hielo. Y yo no fui menos. No es difícil reconocer a un Weasley cuando lo ves. Ni tampoco a una Black.

Alto, pelirrojo, delgado pero fibroso, con una cicatriz en la oreja y ojos profundos, George Weasley era dos años mayor que yo, pero todos en el mundo mágico lo conocían. Además, mi tía había sido una de los que había contribuido a matar a su hermano gemelo tres años atrás.

—Yo... —dije suavizando mi expresión. 

Su cara cambió, mirándome con un odio que creía haber olvidado de tiempos atrás, pero me di cuenta de que dolía tanto como el primer día. Él estaba en el andén y yo elevada en los escalones del vagón y, aun así, era más alto que yo. Echó su cuerpo hacia delante, lo que hizo que reculara. Abrió la boca para hablar, pero...

—¡George! ¡Vamos a por los rezagados! Creo que alguien ha puesto un carrito en la entrada para que se choquen los alumnos al pasar.

Sin dejar de mirarme, se apartó, girándose después hacia una chica de piel oscura que lo tomó del brazo, alejándose. Al menos, ella no me vio. Me quedé allí plantada mirando al andén, con el bolso en el suelo y los recuerdos golpeándome con fuerza en el corazón. De pronto, alguien volvió a asustarme, pero esta vez desde dentro del tren.

—Ya te digo yo, empezando siempre con mal pie.

—¡Draco! —exclamé, asustada— No vuelvas a hacer eso.

—¿Qué pasa? ¿Le estabas mirando el culo a Weasley? No es buena idea, somos compañeros de trabajo.

—Vete a la mierda— respondí abrazándole.

Hacía mucho tiempo que no nos veíamos y me alegré de tenerlo allí. Nos habíamos escrito mucho durante estos años, solo él compartía mi dolor con todas las cosas que habían pasado. Ambos éramos esclavos de nuestro legado y, aunque Draco tomó peores decisiones que yo, llevábamos mucho tiempo intentando enmendarlo.

Nos separamos y pude verlo mas de cerca. Estaba más alto que la última vez que nos vimos y menos delgado, pero le favorecía. Tenía la melena rubia y lacia estaba cortada con despreocupación, sus ojos ya no estaban tan cansados como antes: tenían un brillo distinto, esperanza. Su sonrisa aún me hipnotizaba, a pesar de que mi cuelgue infantil por él había pasado hacía años.

—Me alegro de tenerte aquí, Marta. No contesté a Mcgonagall hasta que supe que tú ibas a estar. No me veía con fuerzas... —dijo Draco tomándome la mano.

Que sensación tan reconfortante.

—Te entiendo, pero tenemos que conseguir que cambien su percepción hacia nosotros. No solo por ti y por mí, si no por todos los niños que vienen después.

—Va a ser un año duro, pero lo conseguiremos.

Un grupo de alumnos de primer año paso sin darse cuenta de que estábamos allí. Estaban tan emocionados... Recordé cuando era como ellos, lo feliz e ingenua que era. Sonó un ruido que indicaba que el tren estaba a punto de salir.

—Deberíamos dar una vuelta y comprobar que nadie se mete en líos —dijo Draco señalándome el pasillo.

—Eso será difícil —dije con una risa—. Qué extraño es todo. ¿Recuerdas mi primer viaje? Me puse tan nerviosa que lo pasé vomitando en el baño.

—Claro. Y yo esperándote para que no estuvieses sola mientras maldecía a mi padre por haberme obligado a vigilarte —contestó mientras me acariciaba el pelo.

Siempre me había tratado como una hermana pequeña, pero yo seguía emocionándome con cada contacto de su cuerpo. 

—Al final no fue tan malo cuidarme, ¿verdad? —dije parándome y mirándole a los ojos.

—Verdad —contestó sonriendo y quitando su mano de mi cara. Ya la echaba de menos.

¿Pero que me pasaba?

—Bueno... —dije carraspeando, rompiendo ese momento incomodo— ¿Y Pansy? ¿Qué va a hacer sin su novio todo el año?

Su semblante cambió, noté que había tocado un tema delicado. Deseé poder retirar mis palabras, pero Draco solo bufó y volvió a la normalidad.

—Ha venido también de profesora. Ya sabes, los adultos tienen aún demasiadas cosas que solucionar en el mundo mágico y muggle. Muchas rebeliones, mortífagos fugados... Es bueno que este año estemos aquí profesores que los niños puedan reconocer, de todas las casas y... bueno, de todos los bandos. El caso es que Mcgonagall se lo propuso también, y aceptó.

—¿Qué asignatura va a dar? —pregunté por cortesía.

Odiaba a Pansy desde el primer día. No había cambiado nada en este tiempo y siempre me había dado de lado. No creía que fuese una buena influencia para los alumnos, pero es verdad que quedaban pocos Slytherin que sí lo fuesen.

—Alquimia, así es que tendrás que tratar con ella —dijo Draco mientras me tomaba de la mano—. Será buena contigo, lo prometo.

—Claro... —contesté, no muy segura— ¿Y tú? Aún no me has dicho que asignatura vas a impartir.

—Esto... —dijo sonrojándose y pasándose una mano por el cabello— Estudios Muggles.

—¿Qué? —reprimí una carcajada.

—Vale, vale. Ríete todo lo que quieras, pero creo que es la mejor opción para demostrar que los Malfoy podemos cambiar.

La ternura que despedían sus palabras me hizo abrazarle. Él me lo devolvió, pasando sus manos alrededor de mi cuello, podía oler su perfume...

—¡DRACO!

El grito nos asustó a los dos, haciendo que nos separáramos al instante. En ese momento apareció Pansy con cara de pocos amigos, que se tornó en divertida cuando me reconoció.

—¡Ah! Eres tú, Black. Pensaba que mi cariño estaba abrazando a alguna furcia.

—Me llamo Marta, Pansy. Yo también me alegro de verte. —Reprimí mis ganas de darle un tortazo cerrando fuertemente los puños. Aunque, para que nos vamos a engañar, nunca me hubiese atrevido a hacerlo.

—Lo que tú digas —dijo mirándome con cara de pocos amigos mientras besaba a Draco y lo abrazaba fuertemente, hasta que él se sintió incomodo y la apartó con suavidad— Ya estamos llegando. Tienes que ayudarme con mis cosas.

—Si las hubieses dejado en el transporte mágico...

—Sabes que se pueden perder. Además, ¿para qué quiero un novio si no me ayuda a llevar el equipaje? —dijo, coqueteando, cogiéndolo de la corbata y atrayéndolo hacia si para besarle de nuevo.

—Pansy... los niños. Tenemos que ayudarles a ir a las barcas.

—Black se encargará de ello, ¿verdad que sí?

—Claro. Id a disfrutar antes de la cena.

—¡Gracias! —contestó Pansy arrastrando a Draco mientras este me miraba con furia, lo que hizo que le sonriese y levantase mi pulgar diciendo con mis labios: "de nada"

—Creo que Mcgonagall no ha pensado lo mala idea que puede ser poner de profesores a tantos chicos y chicas de veinte años o menos que no llegaron a disfrutar de la adolescencia —dije en voz alta mientras bajaba de tren.

—No le dio muchas vueltas —contestó una voz detrás de mí

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