Prólogo

Recordaba perfectamente la última vez que estuve en este andén, fue uno de los días más felices de mi vida. King Cross estaba igual que hace tres años, pues todos los destrozos causados en la época oscura habían sido reparados por el Ministerio. Mi último año en Hogwarts fue justo el siguiente a la caída de Voldemort, a la gran batalla donde tantos perdieron la vida y a sus seres queridos. Lo que no vimos venir en ese momento fue que los siguientes serían un suplicio para todos los familiares y amigos de los que habían tomado partido.

Especialmente si, como mi familia, había sido del bando de los perdedores.

Mi nombre es Marta Black. Por el apellido ya sabréis que en que lado de la historia estaba, aunque en realidad fui forzada a ello. Mi sangre, ser una Slytherin, el gran parecido con mi tía Beatrix: ojos y pelo negros, piel pálida, aunque mis curvas no se parecían en nada a su delgadez; hicieron que todos pensaran que estuve de parte del Señor Oscuro, cuando en realidad nunca había creído en su causa. 

Intentaba siempre pasar desapercibida. Viví la gran batalla escondida en las mazmorras con todos los niños y niñas que pude encontrar para ponerlos a buen recaudo, me daba igual su procedencia. Lo único que quería era que nadie más muriese. El siguiente año, ayudé a la reconstrucción del castillo mientras me sacaba mis EXTASIS con las mejores notas que pude. Pero, aún así, sufrí mucho desprecio por parte de mis compañeros. 

Unos creían que había sido una traidora a mi sangre. Otros que, al igual que muchos de mis compañeros, estaba fingiendo para no ser castigada, a pesar de solo tener diecisiete años. Al final, intenté pasar lo más desapercibida posible, terminando todo y volviendo a mi hogar, donde ya solo quedaba yo. Pude independizarme con la herencia que tenía e intentar escapar de todo lo que me había hecho sufrir.

Pero ahí estaba, esperando en el andén 9 y 3/4 a que el expreso a Hogwarts me llevase a mi nuevo puesto de trabajo. Mi nueva túnica negra con bordes verdes que, a pesar de que mi figura no era esbelta, me quedaba como un guante, mi bolso y una carta era lo único que llevaba en la mano, pues el baúl sería enviado para que yo no cargase con el.

La carta que lo cambió todo, que me hizo volver al lugar donde no había sido feliz, por la que había dejado un trabajo en el Ministerio donde no tenía que tratar con nadie y podía llevar una vida tranquila.

Señorita Black:

Imagino que después de tanto tiempo le sorprenderá que le escriba, pero siempre le tuve en muy alta estima y quiero proponerle una cosa.

Necesito una nueva profesora de Pociones. Es un puesto que hemos estado cubriendo con suplentes, pero ninguno se quiso quedar demasiado. Ha pasado poco tiempo desde la caída de quien usted sabe y la gente aún esta recelosa de entrar en nuestro colegio. Estoy pidiendo ayuda a distintos exalumnos para que me ayuden a levantar de nuevo Hogwarts y usted era la mejor en Pociones que hemos tenido en muchos años. 

Hablé con el Ministerio y aceptaron concederle un permiso de un año. En caso de que le guste, podría quedarse con nosotros. Espero que acepte esta oferta, le necesito.

Sinceramente:                                                                                                    Minerva Mcgonagall

                                                                                                                                   Directora de Hogwarts.

Impulsada por mi deber y decidida a enfrentar a mi pasado, acepté la propuesta. Así intentaría que nadie tuviese que pasar por lo mismo que yo, que no fuesen juzgados por su apellido. Así que con diecinueve años me encontraba dispuesta a subir al tren que me llevaría a una nueva aventura. Subí al vagón con tan mala suerte que tropecé con el dobladillo de la túnica, que era más larga de lo que debería. Justo cuando creía que iba a dar con los dientes en el escalón, alguien me agarro fuerte de la cintura mientras me decía al oído.

—Eso sí que es empezar con mal pie.

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