La segunda prueba

Tras la desastrosa noche que pasé maldiciendo a todas las personas que me hacían sentir insegura mientras hablaba a un retrato que tenía del profesor Snape y que solo sabía mirarme con cara de disgusto llegó la hora de tomar las riendas. 

Los siguientes días los pasé dedicándome a mis clases y alumnos, ayudando a que confraternizaran con los visitantes. Conseguí esquivar a la mayoría de personas que me traían malos recuerdos o problemas. Una lista que cada día que pasaba en Hogwarts se iba haciendo más grande. 

Y así, entre clases y historias, llegó el día de la segunda prueba. Al menos había podido felicitar a Marissa por su victoria, gracias a que Draco me lo recordó pues mi cabeza navegaba por otros derroteros. Peter Grant, de Griffindor, fue el otro ganador. La mayoría del colegio le mostraba su apoyo pero Marissa también tenía sus seguidores. Estaba siendo todo tan cordial y divertido para los alumnos como Hermione había pronosticado. 

—¡Bienvenidos y bienvenidas!¿¡Habéis venido con fuerzas para gritar!?

La voz de Lee resonó por todo el prado. Estábamos en una gran explanada donde los alumnos se colocaron en unas gradas parecidas a las que se utilizaron en la primera prueba. Todos rugían y gritaban, animados por el comentarista. Los ganadores de la primera prueba se encontraban delante de todos. Algunos saludaban, como Peter. Otros estaban más concentrados y los chicos de Durnstrang estaban pensativos sin mover un ápice su pose marcial.

—Los ganadores tenían en sus manos las pistas que les llevarían a la siguiente prueba. Veremos si les sorprende lo que se van a encontrar...

El suelo comenzó a temblar y los ganadores, que estaban mirando hacia el público, se dieron la vuelta. El suelo comenzó a deslizarse formando un cuadrado perfecto. Cuando paró un chasquido se escuchó y la gente permaneció en silencio. Comenzaron de nuevo los temblores con más fuerza y aparecieron, poco a poco, unas estatuas de mas de dos metros de altura en un tablero tan grande como el espacio que se había creado. En un lado eran de color blanco y en el otro negro.

Sonreí. Era un tablero de ajedrez mágico.

—Como ya habéis visto, chicos y chicas —continuó Lee con su voz amplificada—, la segunda prueba medirá vuestra inteligencia y destreza. Pues el ganador del Torneo de la Concordia no solo tiene que ser fuerte, veloz y saber utilizar la magia, sino que debe de ser capaza de vencer de forma estratégica a su rival.

Miré a Hermione que estaba muy emocionada. La prueba había sido idea suya después de que Blaise y yo le comentáramos que queríamos conocer la capacidad estratégica de los ganadores. Lo veíamos necesario para conocer mejor a los jugadores que podrían ayudarle a completar el equipo de Quiddittch. 

Recordar a Blaise me dio un pinchazo breve en el estómago. La forma en la que se burlaron de mí aun seguía haciéndome sentir triste y un poco sucia. Pero ver como Ron, que no sabía nada, corría hacia su novia y le daba un apasionado beso delante de todo el mundo hizo que olvidase mis problemas. 

—Muy bien, para poder tener a nuestros tres finalistas, cada participante jugará contra su compañero de colegio —se escucharon algunos abucheos y Lee tuvo que esquivar algunos objetos que le lanzaban —¡Eh!¡No matéis al mensajero! Me lo agradeceréis más adelante pues cualquiera de vosotros podrá ser elegido para participar en la prueba final.

Los gritos se convirtieron en una ovación. No habíamos contado en que consistía la última prueba y todos estaban expectantes. Marissa era la única que no jugaba al Quiddittch de los finalistas pero era una chica muy inteligente. En caso de que ganase sabría delegar o elegir con imparcialidad a los integrantes del equipo que defendería a la escuela. 

—Sin más preámbulos damos comienzo a el primer enfrentamiento. Karlos Dimitar de Durnstrang se enfrentara a su compañero Aleksand... Alexan... ¡Alek Grozdan!

La partida comenzó mientras todos animaban. Era impresionante ver las figuras gigantes moviéndose y luchando entre ellas. Cada vez que una pieza caía el estruendo se hacía insoportable aunque estoy segura de que la mayoría de los presentes, entre los que me incluía, no sabíamos jugar al ajedrez mágico. 

—Chssssss... Eh, Black.

Escuché que alguien me llamaba desde debajo de las gradas. No podía ver quien por lo que no hice caso, pensando que puede que me hubiese equivocado y volví a mirar el juego. 

—Marta.

Sentí como tiraban un poco de mi túnica, lo que hizo que me asustase un poco. Bajé hacia la zona donde se encontraba la persona que me estaba llamando y vi al pelirrojo apoyado en uno de los postes mientras me miraba con las manos en los bolsillos. Me recompuse, guardé mis ganas de salir corriendo y me acerqué despacio con la cabeza bien alta y los brazos cruzados.

—¿Qué quieres, Weasley?

Llevó una de sus manos a la cabeza para colocarse el pelo. Estaba evitando mirarme a los ojos mientras en su cara se dibujaba una media sonrisa que hizo temblar un poco mis piernas. Pero solo un poco. 

—Quería...esto... Quería pedirte perdón por lo que pasó con Draco. Sois amigos y yo no tenía ningún derecho a pedirte explicaciones. No debería haber actuado así, tengo que aprender a respetar los límites de los demás.

Parecía que se había quitado un peso de encima. Me quedé esperando a que continuase, que me explicase lo que había pasado en el jardín con Leonor. Solo para ver si era totalmente sincero conmigo, puesto que él no sabía que los había visto. 

—Bueno, ¿qué me dices? —dijo al ver que yo no tenía intención de contestarle.

—Te perdono —contesté mientras me enfadaba cada vez más—. Pero no entiendo por qué me montaste el numerito cuando tu y yo no somos nada. No tienes derecho después de...

Sus ojos se oscurecieron un poco con mis palabras y su cuerpo volvió a tensarse. Se colocó en la misma pose defensiva en la que yo estaba, con los brazos cruzados. De perdidos al río, no me importaba que supiese que los había visto y que me había molestado. Pensaba que había empezado algo entre nosotros y, por lo visto, estaba comportándome como una estupida.

Así es que, ¿qué más da que supiese todo? A lo mejor así conseguía respuestas para poder continuar.

—¿A qué te refieres, Black? 

—No me voy a andar con rodeos, Weasley. No me apetece jugar a este juego —dije mientras levantaba las manos—. El día de la primera prueba te vi besándote con Leonor.

Su cara se puso colorada y pude atisbar en su mirada algo parecido a la vergüenza. Volvió a fijarse en un punto detrás de mí mientras los segundos pasaba. Se acercó hacia donde yo estaba, lo que hizo que retrocediese hasta apoyarme en uno de los pilares de madera de las gradas. Tomó una de mis manos con delicadeza mientras suspiraba.

—Black... No se que piensas que pasó con ella pero no es lo que parece.

—¿Quieres decir que no os besasteis? —contesté enfadada mientras soltaba su mano.

—No, bueno... si, pero yo no la besé. Fue ella quien lo hizo, me aparté en cuanto me di cuenta de lo que estaba pasando y créeme que después le conté que no la veía de la misma manera. 

Mis defensas bajaron un poco y destensé los hombros. Puede que me estuviese contando la verdad, la verdad es que salí corriendo en cuanto los vi y no se que pasó después. Pero no sabía si confiar en el después de todo lo que me había pasado este año.

—Te prometo que ella no me gusta, Marta —respondió tomándome de nuevo de la mano y acercando más su cuerpo—. Y aunque así fuese, no haría eso sabiendo lo que te...

¡Desmaius!

Empujé a George con fuerza, lo que hizo que el hechizo que nos habían lanzado pasase entre los dos. Nos miramos durante unos segundos hasta darnos cuenta de que Draco se acercaba a nosotros con la varita en la mano, mirando al pelirrojo con cara de odio mientras se interponía entre nosotros.

—Comadreja —dijo entre dientes el rubio—, es la primera y ultima vez que te lo digo. Aléjate de Marta.

La situación me había dejado desconcertada, no sabía como reaccionar ni que estaba pasando. Puse una mano en el hombro de Draco intentando que me mirase pero seguía centrado en Weasley. Este le miraba con furia mientras apretaba los puños.

—Malfoy —dijo el pelirrojo intentando contener la furia—, Tu no tienes nada que ver con esto. 

—Si vas a hacer más daño a mi mejor amiga claro que tengo que intervenir. ¿No crees que ya ha sido bastante con tus jueguecitos?

—No sabes de lo que hablas...

—Draco, él solo... —intenté intervenir.

—Si se de lo que hablo. No has visto lo que ha sufrido por tu culpa —respondió el rubio, ignorándome completamente. 

George se acercó más a él, imponiéndose. Su diferencia de altura hizo que el rubio retrocediese un poco achantándose, pero no cambió su postura. Este duelo de testosterona ya me estaba resultando pesado. 

—Justo por eso me estaba disculpando —dijo el pelirrojo—. Y eres el menos indicado para acusar a los demás de hacer sufrir a la gente.

—Weasley, te estas... —quise intervenir de nuevo, pero con el mismo resultado.

—¡Estoy pagando cada día por eso! —gritó Draco mientras levantaba su varita.

—No lo suficiente...

—¡Ya basta! —grité mientras me colocaba entre los dos— Estoy harta de esta discusión y creo que lo estáis llevando a lo personal. Además los alumnos van a darse cuenta de que algo esta pasando.

Seguían mirándose mientras sus ojos echaban chispas. Al menos estaban callados. Draco había bajado la varita y George se había cruzado de brazos, pasando a una pose más defensiva.

—No necesito que nadie me defienda, Draco —quiso responderme pero levanté la mano haciéndole callar—. No lo necesito. Soy adulta como para tomar mis propias decisiones y lidiar con mis problemas. Te agradezco tus consejos pero con esto te estás pasando. 

Levantó las manos en señal de rendición mientras se guardaba la varita. Colocó su pelo engominado que se había movido un poco por la situación mientras su mirada se relajaba. 

—Y Weasley —dije dándome la vuelta mientras lo señalaba— no me creo que hayas esperado tanto tiempo para hablar conmigo después de lo que pasó. Si de verdad no significó nada deberías habérmelo contado y tengo bastante claro que si no os hubiese visto seguiría sin saberlo. 

Quiso contestarme pero algo en mi rostro le hizo ver que no era buena idea. Suspiré después de intentar ponerlos en su sitio. Las piernas me temblaban un poco pero tenía que disimular para que viesen que iba totalmente en serio con esto. 

—Y ahora, si me disculpáis, me voy a dar una vuelta por el castillo a ver si me despejo —vi que Draco quería decirme algo y lo corté —. Yo sola. Espero que reflexionéis sobre esta pelea de gallos que acabáis de tener dos hombres adultos. 

Me fui y sin necesidad de darme la vuelta supe que los dos me estaban mirando. El enfado se fue esfumando mientras me acercaba al castillo y dio paso al orgullo. Por como me había enfrentado a ellos, me sentía satisfecha. Se que no estaría enfadada eternamente pero me alegraba haber marcado mis límites. 

—Vaya, vaya... ¿a quién tenemos por aquí?

Eso fue lo último que escuché antes de que la oscuridad se cerniese sobre mi.

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