La eterna lucha
La tarde pasó peor de lo que esperaba. Tuve algunas clases y el sentimiento de opresión en el pecho no me dejaba apenas respirar. Recé para que mis alumnos no se diesen cuenta y pasé la tarde en las mazmorras, intentando ocupar mi mente en cualquier cosa. La decepción por como me había abordado mi mejor amigo cuando yo quise contarle algo importante para mi se había transformado en ira con el paso de las horas. No podía creerme que no se alegrase por mi, más aún, que creyese que cualquier intento de un chico para acercarse era puramente interesado. No he sido muy segura de mi misma nunca, Draco lo sabía, y no pensó (o si) en que esos comentarios me dolerían.
Me dirigí al gran comedor para cenar, el estómago me dolía. Con todo lo que había pasado se me había olvidado comer en el almuerzo y las tripas me rugían. Cogí un par de bocadillos vegetales y me acerqué a Hermione para decirle que no me encontraba bien y que estaría dando un paseo. Se preocupó por mi pero le contesté que el día me había mareado un poco con tantos vapores de amortentia. Me fui, dejando a mi amiga un poco intranquila. Sabía que no me escaparía de una charla en cuanto me encontrase pero esperaba alargarla lo más posible. No me apetecía abordar el tema en ese momento, primero tenía que poner en orden mis pensamientos.
Pasee por los exteriores del castillo, respiré el aire fresco de febrero. Contemplé las estrellas y traté de adivinar de que criaturas fantásticas eran los sonidos que escuchaba. La comida me sentó muy bien y el paseo mejor. Me ayudó a despejar a la mente y a no pensar en lo que había pasado. El tiempo pasó deprisa, cuando volví al castillo noté que la mayoría de alumnos ya no estaban. Quedaban algunos rezagados y los prefectos que les indicaban que tenían que ir ya a las habitaciones.
Viendo que todo estaba controlado me fui para mi habitación, solo quería darme una ducha y dormir hasta el día siguiente. Pero cuando estaba cruzando por uno de los pasillos escuché unas voces, como si alguien estuviese peleando, así es que me dirigí hacia allí.
- Profesor, yo no quería...
- Como vuelva a escucharte decir esas palabras, te las tendrás que ver conmigo.
La escena que presencié me dejó paralizada. George sujetaba a un chico de Stlytherin, Melvin Starcoff, del cuello de la túnica y lo tenía contra la pared del pasillo. Dos alumnos más de último curso, al igual que Melvin, miraban la escena con miedo. Dos chicas de Griffindor miraban la escena con orgullo. Una de ellas tenía la expresión decidida y otra parecía que había llorado un poco, pero en su rostro se dibujaba media sonrisa.
Fui corriendo, intentando mantener la compostura y me coloqué al lado de Melvin, delante de George. Sus ojos estaban tan oscuros que no se distinguían las pupilas y su expresión destilaba ira. Las venas de su cuello y brazos estaban muy marcadas, conteniéndose.
- Georg... Profesor Weasley - dije intentando parecer lo más tranquila posible - ¿Hay algún problema?
Al principio no contestó, pero cuando se dio cuenta de que estaba allí pareció relajarse y soltó el agarre del chico, que a pesar de seguir manteniendo el miedo en su rostro soltó un sonoro suspiro de alivio.
- Profesora Black, aquí esta todo solucionado - dijo con voz tranquila - los chicos han discutido pero ya esta todo solucionado. 30 puntos menos para Slytherin y quiero que todos os vayáis a vuestras habitaciones.
- Ya habéis oído al profesor - ante las protestas de los otros dos chicos de Slytherin continué - y como no lo hagáis ahora mismo, serán treinta más.
Los chicos se dirigieron a las mazmorras protestando y las chicas de Griffindor agradecieron de forma coqueta a George que las hubiese defendido, aunque él no parecía darse cuenta de lo que estaba pasando. Solo asintió con la cabeza mientras continuaba mirándome fijamente. Cuando nos quedamos solos me puse en guardia, no me había gustado nada lo que había visto. Y quise pedirle explicaciones al pelirrojo.
- ¿Qué ha pasado? ¿Por qué tenías a un alumno contra la pared? - dije cruzándome de brazos.
- No tengo que darte explicaciones - contestó con su voz grave - Ya está todo solucionado. No volverán a meterse en lios.
- Si tienes que darme explicaciones. Es un alumno de mi casa y quiero saber que ha hecho para tomar las medidas oportunas. Melvin no es un mal chico, puedo intentar hablar con él.
- Perfecto - contestó llevándose las manos a la cabeza - ha llamado a Karen "sangre sucia" y sus compañeros le han reído la gracia. No voy a permitir que ningún Slytherin siga propagando su filosofía por este centro.
Me quedé petrificada. Pensaba que esos comentarios ya estaban más que erradicados. Con todo lo que pasó hace tres años, hasta los que de verdad habían apoyado a el que no debe ser nombrado procuraban guardar las apariencias para salvarse de cualquier juicio o auror. Además, Melvin era un buen chico con un amor por la naturaleza especial. Seguro que sus compañeros le habían intentado gastar una broma animándolo a hacerlo, o las chicas fueron crueles con él y reacciono de mala manera.
- No quiero justificarlo - dije calmadamente - cualquiera que fuese el motivo por el que lo ha dicho no tiene excusa. Pero no creo que sea motivo suficiente para tratarlo así. La próxima vez, te pediría que les quitases los puntos pertinentes y los mandases a hablar conmigo. Por algo soy la jefa de su casa.
- ¿Para qué? - preguntó George encolerizado - ¿Para que les dejes irse con una advertencia? O mejor aún, le felicitarías por su comentario. Entre serpientes sabéis protegeros. Además, no es ningún niño. Ya casi es mayor de edad, tiene que aprender que en el mundo real si dice esas cosas no se librará tan fácilmente.
- ¿Perdona? - dije, alejándome de él - ¿No estarás insinuando que yo protegería a alguien que utilizase esas palabras?
- No lo insinúo, lo digo - respondió, sin apartar sus ojos de mi - Todos los Stlytherin sois iguales, no deberían haberos dejado volver después de todo lo que pasó. Fue vuestra culpa todo el dolor que hubo. No lo parasteis.
Con esto, se dio la vuelta y se alejó por el pasillo. Yo me quedé petrificada, sin saber que hacer. Después del día tan horrible que había tenido, después de lo que había pasado ayer entre nosotros... Puede que Draco tuviese razón, que no hubiese sido nada más que un juego para él o peor, una venganza retorcida.
Caminé como un fantasma, con sus palabras resonando en mis oídos, que tapaban los recuerdos de las caricias de la noche anterior y los convertían en amargos. Llegué a la sala común y fui automáticamente hacia mi habitación. No me di cuenta de si había más gente, escuché que alguien me llamaba pero lo ignoré. Llegué a la habitación y me tumbé en la cama. Alguien entro en mi habitación y noté como me hablaba pero yo no podía escucharle, la culpa y la vergüenza me invadían. Noté como alguien se tumbaba a mi lado y unos brazos fuertes me abrazaban. Me di la vuelta y con los ojos cerrados me acurruqué en su pecho.
Y lloré, por segunda vez ese día, hasta que me quedé dormida.
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