Herbología
Me levanté con la cabeza embotada. Había tardado mucho en dormirme la noche anterior. Mi habitación era gigante, la cama muy cómoda y en el servicio la bañera parecía un sueño, pero las palabras de Angelina la noche anterior me habían puesto mal cuerpo. Además, que mi habitación estuviese justo al lado de la de George Weasley no ayudaba mucho. Los había escuchado discutiendo. Aunque sus palabras eran inaudibles, se podía sentir los gritos. Me estaba costando levantarme cuando la puerta de mi habitación se abrió de golpe y me incorporé, asustada.
—¡Marta! ¡Vas a llegar tarde a tu primera clase! ¡Ya te has perdido el desayuno!
La castaña gritona que abordó mis aposentos era Hermione Granger. No había tenido casi trato con ella, pero rápidamente entró en la habitación como si nos conociésemos de toda la vida y abrió las cortinas, cogiendo mi túnica y lanzándomela mientras murmuraba que esto no era propio de una profesora y menos de la jefa de una casa.
—Tranquila, ya voy —dije a la vez que me levantaba e iba hacia el baño.
—No hay tiempo de duchas. ¡Vamos! Te acompañaré al aula.
—¿No tienes clase? —pregunté, extrañada.
—Hoy no. Mcgonagall me ha pedido que os vigile y me encargue de que sale todo bien. Por eso no quise ser la jefa de la casa Griffindor, prefiero...
—Ser la jefa de los profesores —dije riéndome y esquivando un zapato que me lanzaba.
—Muy graciosa. Venga, no tenemos todo el día. Y, por cierto, esta noche tenéis reunión los jefes para ver cómo van las puntuaciones y qué método vais a seguir. Todo esta explicado en un pequeño dosier que os he dejado...
Continuó hablando pero ya no le estaba escuchando. Mientras me acompañaba a mi clase pensé en por qué tenía que ser yo la jefa de Slytherin. Draco lo haría mucho mejor, aunque seguramente no habría querido. Recordé mi conversación pendiente con la directora, pero viendo mis horarios me di cuenta de que tendría la tarde libre antes de la reunión, así que me encargaría de comprobar que tenía todo lo necesario para las clases de la semana. Tampoco corría prisa, sabía que me iba a ser imposible convencerla para librarme de mi nuevo cargo.
—Y cada fin de semana tendremos reunión todos los profesores para ver como van los alumnos y vuestras ideas para... —Se paró un momento mientras una figura fuerte y pelirroja se cruzaba con nosotros, pero antes de que nos diéramos cuenta salió corriendo fingiendo que no nos había visto—. ¡Ron Weasley! ¡No huyas de mí! Tenemos que ponerte al día con los hechizos de...
Salió corriendo detrás de él y sonreí. Pobre Ron. Me di cuenta de que habíamos llegado a la puerta de la clase. Les tocaba a los de segundo año de Slytherin y Ravenclaw. Respiré hondo, puse mi mejor sonrisa y entré, intentando estar preparada para lo que pudiese suceder.
Sin embargo, fue todo mucho mejor de lo que me esperaba. Eso sí, la clase me dejó agotada y las siguientes, también. No recordaba haber sido tan ruidosa, pero era normal. Para algunos era el momento de más felicidad del año: empezar el curso y aprender cada día más sobre la magia. Usé un hechizo para limpiar la clase y conté lo que me hacía falta. El profesor Snape había dejado un buen sistema de organización que Slughorn no había tocado mucho, así que decidí continuarlo. Había sido una gran ayuda para mí mientras estuve en la escuela, siempre apoyándome cuando nadie más lo hacía. Lo echaba muchísimo de menos.
Aguanté las lagrimas y me dirigí hacia los invernaderos. Necesitaba algunas plantas para las clases futuras. Rezaba porque no hubiese nadie, pues bastante había interactuado durante el día con los alumnos. Entré, silenciosa, pero me paré cuando escuche unas palabras...
—Los dos somos de sangre pura, ¿lo sabes? Creo que podríamos llevarnos bastante bien, profesor Longbottom, si quisieras...
Sin darme cuenta tiré un recipiente en el cual había unas plantas y con el ruido se hizo el silencio. Me habían descubierto así es que me asomé, viendo a Pansy demasiado cerca de Neville. Lo tenía acorralado y este estaba sonrojado con las manos apoyadas en la mesa. Pansy soltó su corbata y se acercó a mí, con furia. Pero no iba a ser menos. Se suponía que era la novia de Draco, ¿que hacía firteando con Neville?
—Black, a ver si aprendes a llamar cuando llegas a un sitio.
—La puerta estaba abierta —contesté, enfadada—. No sabía que estaba interrumpiendo algo.
—Tú siempre interrumpes —dijo dándome un empujón con el hombro mientras salía.
Neville se estaba colocando la corbata y seguía muy sonrojado. No sabía muy bien que hacer y comenzó a echar tierra a unas raíces que ya estaban cubiertas, por lo que vertió todo en la mesa. Me acerqué hacia él y apoyé mi mano en su hombro, lo que hizo que diese un respingo. Pero cuando se giró a mirarme pareció tranquilizarse.
—¿Qué tal estás, Neville?
—Muy bi-bien. ¿Y tú?
—También —dije tendiéndole una mano que estrechó con ánimo.
—Lo-lo que has visto... —comenzó a decir con voz entrecortada.
—No te preocupes, conozco a Pansy. Puede ser demasiado... intensa —Sonrió al ver que no tenía que darme ninguna explicación—. Traigo una lista de cosas que voy a necesitar para las clases de Pociones. ¿Me puedes echar una mano para conseguirlas?
—Claro —contestó más animado. Se notaba que le encantaba estar allí—. Ven conmigo. Algunas cosas son mas complicadas de conseguir, pero te enseñaré para que puedas cogerlas cuando quieras.
—Gracias. —Miré a mi alrededor, ensimismada—. Este sitio es precioso.
—¿Verdad? —Sonrió, orgulloso—. Te voy a enseñar una cosa, pero prométeme que no se lo dirás a nadie.
Me guio hacia una puerta tapada por una cortina. Era extraño, allí todo parecía de cristal. Abrió para dejarme entrar y lo que vi me dejó sin habla. Un pequeño jardín al aire libre, cercado por unos muros mientras la luz del sol se colaba por el techo que estaba desprotegido, al contrario que el resto del invernadero. Había dos bancos en medio de piedra antigua y gastada, pero eso no era lo más sorprendente.
—Son plantas muggles —dije, fascinada.
—Eso es. Me alegra que te des cuenta —contestó entusiasmado—. Cerezos, rosales, naranjos... Eso tan bonito. —Señaló un árbol enorme con largas hojas que caían hasta el suelo—. Es un sauce llorón. Me encantan sus ramas.
Siguió describiéndome más plantas, pero yo no podía dejar de mirar ese pequeño paraíso. Era un lugar lleno de colores, fragancias y sensaciones que dejarían sin palabras hasta el más dicharachero de los magos.
—Estoy orgulloso de este sitio, así que, por favor, no se lo digas a nadie. No quiero... bueno, que venga todo el mundo a estropearlo. Pero puedes venir cuando quieras, es un buen sitio para leer o pensar.
—Claro. Pero, Neville, ¿por qué me lo has enseñado? —No es que tuviésemos mucha relación y eso había sido un bonito detalle.
—Me pareció que tú sabrías apreciarlo. Te he estado observando estos años —dijo, sonrojándose— y sé que te gusta estar sola, como a mí. Además, el profesor de Herbología y la de Pociones se tienen que llevar bien.
—Muchas gracias, Neville —dije dándole un beso en la mejilla, lo que hizo que yo también me sonrojase, pero no me importó. Al fin alguien me estaba tratando bien.
—De- de nada, Marta. —Carraspeó un poco—. Bueno, será mejor que vaya a ver qué tal le ha ido a Luna su primera clase. Hasta la tarde no tengo alumnos. Coge lo que quieras, si necesitas ayuda en algo déjamelo apuntado en un papel y te lo conseguiré.
Lo miré salir corriendo y sonreí. Me permití unos minutos con mis pensamientos y luego recordé que tenía que seguir buscando algunos ingredientes. Cerca de la cabaña de Hagrid podría encontrar lo que necesitaba.
Se veía muy solo el lugar desde que el medio gigante ya no estaba, pero los ruidos procedentes del bosque me hicieron recordar que era una percepción equivocada. Allí había cientos de animales y criaturas. A pesar de ello, nunca me había dado miedo recorrer el bosque. Me sentía protegida, aunque evitaba adentrarme mucho.
Divisé un árbol donde podría coger unos frutos que necesitaba para una poción curativa que enseñaría a los de primero al día siguiente. A pesar de tener unos kilos de más, siempre he sido muy ágil, así que escalé sin problemas. Cuando estaba bajando, no me di cuenta de que la última rama crujió bajo mi peso y a pesar de estar a un metro del suelo, la pise y caí hacia atrás lanzando un grito. Pero, en vez de chocar contra el suelo, alguien me había sostenido. Nos quedamos cara a cara. Con los ojos cerrados del susto y los pies a varios palmos del suelo, pero podía sentir su respiración. Y ese olor...
—Estás tentando a la suerte, Black.
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