Frenesí

Después de cenar me dirigí al aula de pociones, aún descolocada por lo que había hecho. No era nada propio de mí. Puede que fuese la edad, las hormonas, todo lo que me estaba pasando... Me daba mucha vergüenza pero no podía cambiarlo, aunque a partir de ahora tendría que aprender a controlarme. Contaba al fin con una habitación para mi sola en Hogwarts, allí podía dar rienda suelta a mis instintos en la intimidad. Aunque no podía dejar de pensar en que el riesgo añadía un punto de excitación a la experiencia...

Me puse a colocar todo en su sitio, mirando el reloj y viendo que ya era demasiado tarde. Seguramente el castillo entero estaría ya durmiendo. Me había dado tiempo a darme una ducha rápida antes de venir, el día había sido muy intenso y aun me dolía un poco la cabeza del accidente. Empecé a recoger para irme a dormir, tenía que hacer caso a la señora Pomfrey y descansar. Aunque en el exterior hacía frio, había utilizado un hechizo para que la clase fuese cálida y quitar la humedad que predominaba en las mazmorras. Sabiendo esto me había puesto un camisón verde de tirantes, que era bastante escotado, debajo de la túnica. Me quité esta última para no sudar mucho y no tener que volver a ducharme de nuevo al volver a la habitación. 

Mientras estaba colocando unas cosas encima de una estantería, subida a una pequeña escalera porque no llegaba, escuché como llamaban a la puerta. Maldije por no poder moverme, estaba siendo más difícil de lo que creía. 

- Adelante - dije agitada - no puedo abrir y necesito ayuda. 

Como estaba de espaldas a la puerta no vi quien entraba a la habitación. Debería haberme dado vergüenza que me viesen en camisón pero en ese momento me preocupaba más mi integridad física amenazada por una caja de pieles de serpiente que no quería colocarse en su sitio.

Sentí una mano grande que me sujetaba por la parte baja de la espalda y otra cogía la caja que tenía por encima de mi cabeza y la colocaba en su sitio. Vi de reojo un reflejo pelirrojo, que subida donde estaba se encontraba a mi misma altura. 

- Gracias - dije colocando un mechón de pelo por detrás de mi oreja.

George no contestó, se limitó a mirarme fijamente con sus ojos marrones. Me sentí un poco incomoda por la situación, dándome cuenta del camisón, así es que carraspeando bajé de la escalera y me dirigí al pupitre. 

- ¿Necesitas algo? - dije mientras me hacía una coleta, intentando apartar mi pelo rebelde para poder ponerme mejor la capa y evitar sudar más.

- Te he visto.

Su voz ronca me dejó paralizada. Tragué saliva e intenté recomponerme. Terminé de hacerme la coleta y me di la vuelta para mirarle.

- ¿El qué me has visto? - contesté intentando sonar lo más relajada posible.

- Te he visto - dijo mientras se acercaba a mi, soltándose el nudo de la corbata que llevaba - en el jardín, cuando pensabas que me había ido.

Estaba en frente de mi, tuve que alzar la cabeza para mirarle a los ojos. Se estaban volviendo negros, me miraban con el mismo deseo que en el baño de prefectos.

- Has dicho mi nombre.

- Yo no...

No pude contestar, pues tomó mi cara con sus grandes manos y me besó. Un largo beso que me dejo sin aliento. Le correspondí de inmediato, sintiendo como la razón me abandonaba en un momento. 

Me tomó de la cintura, sin separar sus labios de los míos y me subió al escritorio. Se colocó entre mis piernas, lo que hizo que un rubor subiese por mis mejillas. Comenzó a darme pequeños besos por el cuello, pero con fiereza, succionando en la zona de detrás de mi oreja, lo que hizo que soltase un pequeño gemido. Sus manos subieron por mi cintura, llegando a mis pechos, donde comenzó a masajearlos con suavidad por encima de la ropa. Paró de besarme para mirarlos mientras los tocaba. Su respiración estaba demasiado agitada y sus labios rojos de los besos me parecían muy excitantes. 

Una de sus manos bajó hasta mis mulsos, rozándolos suavemente por debajo del camisón. Subió este un poco mientras volvió a besarme con desesperación. Yo no sabía que hacer con las mías, así es que saqué su camisa del pantalón y comencé a acariciar su vientre. Sus abdominales se marcaban duros como una roca y no pude evitar agarrarlo más fuerte. Su mano ya estaba llegando a mi sexo, pero antes llevó sus dedos a su boca para lamerlos, aunque no hubiese hecho falta. Ya estaba muy mojada.

Comenzó a tocar los labios con suavidad, haciendo que pequeños gemidos escapasen de mi boca. Tras eso, metió dos de sus dedos dentro de mi. Pegué un respingo, pues era la primera vez que alguien que no fuese yo me hacía eso. Mientras hacía esto, moviéndolos lentamente sin sacarlos, con su dedo pulgar comenzó a frotar mi clitoris despacio, para ir acelerando el ritmo poco a poco. Dejó de besarme para mirarme fijamente, mientras yo intentaba apartar la mirada, me avergonzaba mucho que me viese así.

- Mirame. 

Dijo con su voz ronca. Obedecí, temiendo que dejase de darme tanto placer. Me estaba volviendo loca y comencé a desabrochar sus pantalones como podía. Bajé sus pantalones y ropa interior, dejando al descubierto su miembro. Miré para abajo y me sorprendió. Era aún más grande de lo que me imaginaba. Puse mi mano en el, acariciandolo, y ahora fue él quien soltó un gemido al notar el contacto de mis dedos. Estaba duro y lo notaba palpitar. 

- Black, voy a follarte.

Dijo esto mientras me miraba a los ojos. Sentí su deseo, como era igual que el mio. Abrí más las piernas, invitándole a entrar dentro de mi. Cogió mi trasero con las manos, acercándome al borde de la mesa y empezo a introducir su pene en mi sexo. Me dolió un poco, pero estaba lo suficientemente lubricado para que entrase. Agarré su cuello y apoyé mi cara en su pecho, intentando no gritar. Viendo que me estaba costando aguantar, el pelirrojo bajó su mano y volvió a masajear lentamente mi clitoris mientras seguía introduciéndolo despacio. Esta oleada de placer hizo que mi cuerpo se relajase del todo y pude soltarme de él. 

- Joder... - dijo George.

Estaba dentro de mi, podía notar sus palpitaciones. Comenzó a moverse lentamente, entrando y saliendo de mi mientras mi sexo se acostumbraba a su grosor. Coloqué mis manos detrás de mi apoyadas en la mesa. De esta manera el podía verme y yo a el. Vi como su sudor caía por su frente, como sus ojos oscuros deseaban mi cuerpo, como su pelo revuelto brillaba a la luz de las velas. Como sus fuertes y musculosos brazos se tensaban. Su mano seguía frotando mi clitoris y me estaba llevando a la locura. 

- Black - dijo mientras aumentaba el ritmo de sus embestidas - quiero que digas mi nombre.

Notaba como sus movimientos se hacían más torpes, su miembro estaba aumentando de tamaño. Sus dedos comenzaron a moverse más deprisa y su la mano que estaba agarrando mi cintura apretó más fuerte. Una corriente nacía desde la parte baja de mi estómago y se iba haciendo más intensa conforme el ritmo aumentaba.

- Dilo  

- George!

Grité entre jadeos, sus embestidas se hicieron más profundas y un orgasmo recorrió todo mi cuerpo, haciendo que me fallasen las manos y mi cuerpo derrumbó en el escritorio. 

- Joder, voy a correrme Black. 

Sacó su miembro de dentro y comenzó a bombearlo en mi estómago mientras un gemido escapaba de su boca y el semen manchaba mi camisón. Nunca lo había visto, era muy espeso y abundante. Me incorporé en la mesa, seguía agitada. Nuestros pechos se movían rápidamente. Le miré tímidamente a los ojos y el tomó mis mejillas con sus fuertes manos, besó mis labios con suavidad y colocó su frente junto a la mía. Así nos quedamos unos segundos, recomponiéndonos. 

- ¿Estas bien? - preguntó mientras utilizaba un hechizo para limpiarnos y nos colocábamos la ropa.

- Si, ¿y tu? - me puse la túnica, acabada la pasión había vuelto la vergüenza.

- Estoy genial - contestó con una sonrisa ladeada - ¿Vienes conmigo para las habitaciones? Es tarde. Mañana tenemos clases.

- Enseguida voy. Tengo que arreglar unas cuantas cosas aquí - dije disimulando ¿George Weasley se había ofrecido a acompañarme a mi habitación después de tener sexo? Esto era un sueño.

- De acuerdo. Tenemos que repetirlo, Black. - acompañó esto con un guiño mientras salía de la clase.

Cuando se hubo ido y calculé que ya no volvería, comencé a gritar de alegría. Esa había sido una noche que nunca iba a olvidar.

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