En el Callejón Diagon

Solo a mí se me ocurría estar invitada en una casa y transgredir una de las normas más específicas: no dormir en la habitación de los chicos.

Aún estaba amaneciendo cuando abrí los ojos. Lo primero que vi fue la cara de George, que dormía en paz. Las primeras luces del alba hacían que su pelo resplandeciera de manera suave. Su cicatriz, totalmente visible debido a su postura, marcaba los surcos alrededor de lo que una vez fue su oreja. Acerqué mi mano para acariciarla con cuidado, sintiendo el tacto rugoso que la maldición había dejado en su piel. Se revolvió en sueños, lo que hizo que me sobresaltase y me diese cuenta del error que había cometido.

- No, no, no...

Murmuraba mientras buscaba mis pantalones en la habitación. No sabía donde habían acabado la noche anterior y no podía ir desnuda de cintura para abajo por la casa. No sabía si la señora Weasley había vuelto, ni si se había dado cuenta de que no estaba en mi cama. Al fin, aliviada, encontré mi ropa. 

- ¿Qué haces? - dijo George con voz ronca, lo que hizo que me sorprendiese mientras me ponía los pantalones y caí al suelo - ¿Por qué te tiras al suelo?

- Me has asustado, idiota - dije mientras me frotaba el trasero dolorido - Pensaba que estabas dormido.

- Estaba, antes de que empezases a hacer ruido.

- Lo siento - murmuré - Esto... me voy a mi habitación antes de que...

Me quedé sin habla durante unos segundos. George se había incorporado un poco en la cama, lo que hizo que la manta resbalase y pudiese ver de nuevo su torso desnudo. Sus marcados abdominales, sus grandes brazos cuyas venas se marcaban mientras se rascaba la cabeza con pereza, sus ojos entrecerrados por el sueño con el pelo desaliñado...

- ¿Hola? 

- Esto, si. Antes de que venga tu madre y me eche de casa el primer día de vacaciones. - me quedé pensativa en el umbral de la puerta, sin saber muy bien como despedirme - Mmmm... nos vemos.

Me di rápidamente la vuelta, lo que hizo que me golpease en el hombro con el quicio de la puerta y trastabillase. Conseguí mantener el equilibrio pero no la compostura, pues mi cara se puso roja al escuchar la risa de George a mi espalda mientras intentaba correr en silencio por las escaleras. 

Llegué a la habitación y abrí despacio, esperando no haber hecho demasiado ruido por el camino. Suspiré aliviada cuando vi que Hermione estaba roncando en su cama, literalmente. Puede que fuese por culpa del alcohol de la noche anterior, pero mi amiga estaba con la misma ropa y con los brazos y piernas abiertos, boca arriba y soltando unos sonidos espeluznantes. 

Me tumbé en la cama y me quedé un rato disfrutando del sol que entraba por la ventana, mientras recordaba la noche anterior. Mi piel se erizó recordando el encuentro con George, su rudeza y cariño al mismo tiempo. Como me había hecho cosas que no sabía ni que se podían hacer. Todo lo malo de las anteriores semanas se había borrado por una noche y pensar en ello no dolía tanto.

- ¿Por qué estas encima de la cama con una sonrisa tan sospechosa?

Hermione se había despertado e intentaba levantarse de la cama entre quejidos. Su voz estaba pastosa y ronca, debido a la resaca. Casi no podía ver su cara porque su pelo estaba tan enmarañado que le tapaba completamente. Se sentó en el borde, poniéndose las manos en la cabeza y dando un gran trago del vaso de agua que tenía al lado.

- No se como la gente puede soportar el alcohol muggle, es horrible.

- Sobre todo si no estas acostumbrada - contesté con una sonrisa - No bebas tan rápido o vomitarás, poco a poco.

- No has contestado a mi pregunta.

- ¿Qué pregunta? - dije mientras me levantaba para coger mis cosas e ir a ducharme a uno de los baños.

- No te hagas la tonta.

- Esta noche hacía calor - contesté, intentando ocultar mi cara para que no sospechase mientras buscaba en mi maleta - Y estaba despierta porque era imposible dormir con tus ronquidos.

- ¡Qué dices! Si yo no ronco.

- Pues estuve a punto de ir a buscar a Harry para ver si me podía traducir, porque parecía parsel... - respondí mientras salía de la habitación, esquivando una zapatilla que me lanzó.

La mañana fue bastante tranquila. Ginny y la señora Weasley llegaron mientras estábamos desayunando. Todos menos Harry, que según Ron estaba demasiado resacoso como para bajar las escaleras. No se si se acordaría de lo que pasó la noche anterior, pero esperaba que también estuviese un poco avergonzado de las tonterías que hizo para poder meterme con él. 

La señora Weasley dijo que necesitaba que la acompañásemos al callejón Diagon para hacer unas compras que necesitaba en la casa. Tenía una lista bastante larga y así podíamos dividirnos el trabajo para poder volver antes de la cena, que el señor Weasley ya estaría en casa para esa hora. Me pareció un plan genial, podría mirar unas cosas que necesitaba para las clases.

Subimos todos a prepararnos y en quince minutos estábamos en el salón para poder utilizar la red flu. Ron comentó que Harry seguía sin encontrarse bien, así es que no vendría. Vi que Ginny ponía cara de alivio, creo que no le apetecía pasar mucho tiempo con él en ese momento. Y menos aún delante de su madre, que parecía bastante perspicaz. 

- De acuerdo - dijo la señora Weasley - haremos tres equipos para poder comprarlo todo y a cada uno os daré una parte de la lista. Ron, tu vienes conmigo.

- ¡Pero yo quería ir con George! Tenemos que hacer...

- No pienso dejar que vayas con tu hermano, o con Hermione - dijo mirando a la aludida con una sonrisa divertida, que se puso roja como un tomate - Te despistarás si te dejo con alguno de ellos. George irá con Ginny y Marta con Hermione.

- ¿Puedo ir con Hermione, mama? - preguntó Ginny inocentemente - Quiero que me ayude a elegir algo de ropa, George tiene el gusto perdido.

-¡Eh! - dijo el pelirrojo fingiéndose ofendido.

- Vale - contestó su madre y dirigiéndose a mi continuó - Tu irás con George, cielo. Buena suerte.

Miré al aludido que levantó los brazos con una sonrisa pícara. Se la devolví divertida y me di cuenta de que Hermione y Ginny estaban cuchicheando, lo que me hizo bajar la mirada azorada. Me guiñaron el ojo a la vez y fueron rápidamente a la chimenea antes de que pudiese contestarles. Iba a matarlas, seguro que lo habían preparado todo mientras estaba en el baño después del desayuno. 

Llegamos al callejón sin incidentes y nos separamos, no sin antes escuchar un pequeño sermón de la señora Weasley sobre que teníamos que ser responsables y que no le importaba lo que hiciésemos mientras estuviésemos en casa a la hora acordada con todo lo que teníamos en la lista. 

Nos separamos, yendo cada pareja a sus recados. George caminaba un poco por delante de mi, no soy bajita pero sus piernas eran demasiado largas para poder seguir el ritmo. Tampoco me importaba, ese día me había puesto unas mayas negras con jersey ancho verde claro y unas deportivas del mismo color, por lo que iba lo bastante cómoda como para ir ligera y disfrutar del paseo. El llevaba vaqueros y un jersey rojo que de seguro le había hecho su madre. Caminaba con las manos en los bolsillos y la cabeza alta, disfrutando también de la mañana. No había demasiada gente por la calle, pero se notaba el bullicio de un día de vacaciones. Nos cruzamos con bastantes alumnos de la escuela que nos paraban para saludarnos, preguntarnos cosas o simplemente reían, nerviosos por ver a sus profesores en un contesto que no era la escuela.

Terminamos antes de lo que creíamos de las compras, que guardé en un bolso que me había prestado Hermione con un encantamiento de extensión, así es que no tenía problemas para llevar las cosas. No hablamos mucho en el camino, pero había dejado de notar la tensión que había entre nosotros. Estábamos mucho más relajados después de nuestro encuentro...

Después de comer y hacer una para en Sugarplum para comprar unos dulces, íbamos andando por la calle cuando el pelirrojo se paró de repente, lo que hizo que me chocase contra él por andar despistada mirando a mi alrededor.

- George, ¿qué pasa? - pregunté colocándome delante de él.

Su semblante estaba sombrío, recordándome los primeros días que coincidimos en la escuela. Tenía todo el cuerpo en tensión, apretando los puños. Sus ojos estaban húmedos y eso si que era una novedad. Miré hacia el frente, donde su mirada se dirigía, para encontrarme con una tienda enorme en la esquina. De color rojo anaranjado, con grandes cristaleras, muchos clientes y un muñeco que ocupaba toda la fachada que era idéntico al pelirrojo. 

Sortilegios Weasley 



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