Condenada al fracaso
Pensé que la noche iba a ser movida y no estaba equivocada. Pero no por el motivo que yo creía. Cuando llegué a la habitación después de la cena tan intensa que había tenido con George y la posterior charla de mujeres con la señora Weasley (que nos recomendó decenas de pociones distintas para manejar el dolor de espalda) encontré a Ginny llorando.
Nos quedamos las tres consolándola, intentando que se despejase y solucionar unos problemas amorosos de los que ninguna tenía experiencia. Es más, de nosotras la que más relaciones había tenido era la pelirroja, y si ni ella podía controlar todo lo que estaba pasando con Harry, nosotras menos. Pero lo intentamos, e inclusa la hicimos reír en alguna ocasión contando intimidades de sus hermanos.
Me vino bien porque hablamos del tema de Blaise y me di cuenta de que había conseguido afrontarlo de una manera que ya no dolía. La traición y vergüenza que había sentido los primeros días habían dado paso a la indiferencia. Mis amigos estaban consiguiendo que me evadiese de los problemas que me habían causado.
A la mañana siguiente nos levantamos bastante temprano gracias al señor Weasley, que necesitaba que arreglásemos el jardín y echáramos a los gnomos, que estaban empezando a crear una comunidad demasiado grande y sus travesuras provocaban demasiados desperfectos. Además de estarse volviendo demasiado agresivos, al punto de molestar y agredir a todo el confiado que se aventurase a pasar un rato en soledad en el campo.
Con los ojos medio cerrados conseguí darme una ducha fría que me despertó y tras un desayuno en el que estábamos todas demasiado adormiladas como para comenzar una conversación salimos al jardín para empezar con nuestra labor.
Llevaba unas botas de agua negras que me había prestado Ginny, unos pantalones negros y una camisa blanca y ancha. Era lo primero que había pillado, no parecía muy apropiado pero tampoco había traído ropa para trabajar en el jardín. El sol primaveral comenzaba a calentar la mañana y el campo verde hizo que me animara un poco.
George apareció con un conjunto muy parecido al mío, solo que él llevaba una camisa negra demasiado ajustada de manga corta. Sus grandes brazos se marcaban, haciendo que no pudiese dejar de imaginarlos agarrando mi cintura...
- ¡Marta!
Mientras estaba ensimismada en el pelirrojo, no me di cuenta de que un gnomo se había acercado hasta donde yo estaba y me había quitado la pala que iba a utilizar para remover las malas hierbas. Salí corriendo detrás de él pero era mucho más rápido. Con una risa histérica desapareció entre la hierba alta y volvió a aparecer a los segundos ya sin la herramienta.
- Es algo típico de ellos cuando ven que venimos a echarlos - dijo George con la voz ronca mientras se colocaba a mi lado - Nos esconden las cosas para que tardemos en encontrarlas.
- Ha sido divertido - contesté con una sonrisa.
- No te lo parecerá tanto cuando lo hagan decenas de veces. Toma - dijo mientras me daba otra pala - Puedes usar esta, pero la próxima vez intenta no desconcentrarte mirandome.
Me puse muy colorada, un calor recorrió todo mi cuerpo. Se había dado cuenta de que me había quedado embobada cuando llegó al jardín. Se colocó detrás de mí, poniendo disimuladamente sus manos en mi cintura, rozándola. Noté como sus labios iban acercándose a mi cuello, lo que me hizo cerrar los ojos y soltar un pequeño gemido.
- Anoche me dejaste solo en mi habitación. Tuve que aliviarme yo solo. Fuiste una chica mala, Black.
Me giré rápidamente, pensando una réplica que no llegaba a mis labios, cuando escuchamos unos gritos que nos hicieron girarnos hacía la casa. Era Ginny, que mientras chillaba lanzaba varios gnomos que habían conseguido atrapar a un abatido Harry.
- ¡No me puedo creer que, después de todo, sigas empeñado en ignorarme!
- Ginny... - intentaba decir un abatido Harry - te juro que todo esto es por tu bien.
- ¿Por mi bien? - contestó la pelirroja lanzando otro gnomo que tras errar su tiro volvió corriendo al cubo para ser usado de nuevo, riendo divertido - Me dejaste, no me hablas, fuiste al baile con Cho. Creo que tienes una manera muy extraña de hacer las cosas por mi bien.
- Eso... tienes razón, no tuve que haber ido con ella, pero pensé que era la mejor manera.
- La mejor manera ¿de qué?
- La mejor manera de que te olvidases de mí. De que siguieses adelante y encontrases al alguien que te mereciera. Alguien que no estuviese roto, que fuese digno de ti.
Las lágrimas rodaban sin parar por el rostro de Ginny, que cambió durante un segundo de la furia a la extrañeza, pero no tardó en volver a su enfado mientras limpiaba sus mejillas.
- ¿Qué tonterías estas diciendo? ¿Qué no eres digno de mí? Potter, eres el Elegido, el que nos salvó a todos. Acabaste con Voldemort, trajiste la paz de nuevo al mundo mágico. Todos nosotros - dijo abriendo los brazos para dar más énfasis a sus palabras - estamos aquí gracias a ti.
- ¡Y gracias a mí hay muchos que no están! - contestó Harry gritando con voz grave, lo que hizo que todos, incluida Ginny, nos sobresaltáramos - Tonks, Lupin, Fred, Dumbledore, Sirius... ¡No pude salvarlos!
Harry comenzó a llorar desesperado. Ron se acercó hacia el, pero el moreno lo impidió con un gesto. Pude ver como Ginny luchaba contra si misma, debatiéndose entre ir a consolarle o mantenerse firme en sus convicciones.
- Harry... no fue tu culpa - contestó Ginny con voz serena - Y si crees que no puedo ayudarte a luchar contra ese sentimiento, es que lo que piensas realmente en lo más profundo de tu ser es que yo no soy digna de ti.
Soltó el cubo y se dio la vuelta, entrando en la casa. Harry se derrumbó en el suelo mientras Ron lo abrazaba. Vi como Hermione no sabía que hacer, así es que me acerqué a ella y le susurré que fuese con Harry. George y yo pasamos a la casa a buscar a Ginny, que seguramente había ido a su habitación. Antes de entrar me fijé en que el pelirrojo tenía cara de enojo, seguramente provocada por la mención de Fred y ver que su hermana estaba sufriendo.
- George - dije tomando su mano, impidiendo que accionase el pomo de la puerta - creo que debería hablar yo sola con Ginny.
- Pero... - contestó con cara de desconcierto.
- Se que es tu hermana, pero estas demasiado alterado. Y ella también. Déjame calmarla y ve a ver si los demás necesitan algo. Alguien tiene que encargarse de los gnomos o tu madre nos matará.
- De acuerdo - dijo mientras sonreía y cogía un mechón de mi pelo para colocármelo detrás de la oreja - Pero avísame si necesitas ayuda.
- S-si - contesté tartamudeando.
¿Qué me pasaba? Había hecho cosas con él que me eran incluso imposibles de imaginar antes de empezar el año. Y me ruborizaba que colocase mi pelo, que me acariciase la cintura, que me sonriese...
Sacudí mi cabeza y carraspeé antes de entrar a la habitación. Este tema era demasiado serió como para que mi mente estuviese pensando en otras cosas. Con la puerta abierta y antes de entrar sentí un escalofrío que recorrió todo mi cuerpo, como si alguien me estuviese vigilando. Me asomé por la pequeña ventana del pasillo y me pareció ver una figura oscura a varios metros de la propiedad, que se ocultaba detrás de un arbol.
- ¿Quién ha abierto la puerta? ¡No quiero hablar con nadie! - gritó Ginny desde dentro de la habitación.
Me hizo apartar la mirada y cuando volví a fijarme en el árbol ya no había nada. Seguramente habría sido mi imaginación, o el cansancio y el estrés de la mañana. Pasé a la habitación, viendo a mi amiga en la cama, hecha un ovillo. Me tumbé a su lado, abrazándola. Nos quedamos así durante mucho tiempo, hasta que noté que se había quedado dormida.
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