Comienza un nuevo año

Llegué rápidamente a la habitación. Disimulé muy mal y algunos compañeros me miraron cuando pasé por la sala, sobre todo por que iba descalza y con las botas en la mano. Cerré la puerta y me lancé a la cama, colocándome boca abajo con la cabeza en la almohada y empecé a gritar.

Grité y grité. No me podía creer lo que había hecho. En ese momento sentía una mezcla de vergüenza, emoción, terror... el corazón me iba a mil. ¿Cómo pude haber hecho eso? ¿Qué me había pasado por la cabeza?. Yo, que era virgen, que no había tenido ni novio. Que  nunca había dado más de un beso, de repente George Weasley me sienta en sus rodillas y pierdo la razón.

Seguramente se mezcló la tensión del momento, la emoción de ser pillados, el roce de su ropa contra mi piel desnuda, su gran miembro apretado contra mí...

Y su mirada.

Nunca había sentido eso, que alguien me mirase a los ojos con esa fiereza, que me viese como lo que realmente soy: una mujer. Sentir que me deseaba fue nuevo para mí, no lo había hecho experimentado nunca antes. Sus manos fuertes y rudas agarrando mis curvas... 

Dejé de pensar en ello o iba a tener que aliviarme yo sola. 

Comencé a cambiarme para la noche, había quedado con Hermione y si llegaba tarde entraría en mi habitación. Antes de ello, tuve que darme otra ducha, por razones obvias. Me puse unas mallas negras, mis botas militares y un jersey de cuello alto de color gris oscuro. También peiné mi cabello y me puse el colgante que Draco me había regalado.

Draco. No había pensado en él hasta ese momento y el corazón me dio un vuelco. Al igual que yo, no tenía buena relación con los Weasley y menos con el mayor, pero no tenía por qué enterarse. Además, no le importaría. Él tenía novia y nunca había pensado en mí de otra manera, por mucho que yo...

—¡Marta! ¡Qué llegamos tarde! —dijo Hermione aporreando la puerta.

—Voy —respondí mientras cogía mi varita.

—¿Estás bien? —preguntó cuando salí por la puerta y empezábamos a bajar las escaleras.

—Claro, ¿por qué? ¿No te gusta mi ropa?

—No, pero no es por eso. —Le pegué un codazo amistoso—. Estas... no sé. Radiante.

—¿Sí? —dije azorada—. Será que me ha sentado muy bien el baño.

—Será eso —contestó mientras me miraba con suspicacia.

En seguida llegamos a la sala común de Griffindor. No había cenado y me rugía el estomago, pero me aguanté de decírselo a Herms. Pasaría por las cocinas a ver si había sobrado algo que me pudiesen dar lo elfos. Los chicos parecían tranquilos, jugando a un juego muggle llamado "Los lobos de Castronegro", así que en la sala se unían gritos de discusión, risas y silencios prolongados. Nos invitaron a jugar, pero desechamos la propuesta. Había algunos grupos alejados y no queríamos que, al igual que nosotros en nuestra época, abusasen de las bebidas alcohólicas. 

—Bueno, ¿tienes a alguien a quién besar esta noche? —preguntó Hermione, lo que hizo que me descolocara.

—¿Qué? ¿Por qué me preguntas eso? —Mi cara debió de parecer un cuadro porque me miró interrogante—. Quiero decir, ¡claro que no!

—Marta, lo pregunto inocentemente. Es tradición en algunos países besar a una persona cuando comience el año, para tener buena suerte. Ron vendrá a dármelo, así no te dejamos sola. Pero ahora me has hecho sospechar.

—¿Cómo? ¿Sospechar de qué? —dije con una risa nerviosa, lo que me delató más aún.

Hermione tomó mi mano. Pensaba que iba a reírse de mí, pero me miró dulcemente.

—Estos meses creo que nos hemos hecho bastante amigas, ¿no crees? —Asentí mirándola—. Si hay algo, sea bueno o malo, puedes contármelo. Las alegrías y las tristezas se llevan mejor compartiéndolas con las amigas. Y si no quieres, también estoy aquí. Podemos cambiar de tema. Es más, iré a dar una vuelta que creo que he visto a unos Ravenclaw demasiado sospechosos en la esquina.

—Tranquila —dije soltando una carcajada—. Te lo voy a contar, pero tienes que prometerme que no se lo contarás a nadie. Ni si quiera a Ron.

—Lo prometo.

Le conté lo que me había pasado y me rondaba por la cabeza. Desde que empecé a coincidir con George, sus cambios de actitud conmigo y terminando con el incidente en el baño. No entré en muchos detalles, pero le conté que había sido un encuentro sexual. Me miraba con la boca muy abierta y un brillo de diversión en los ojos. Me quedé muy tranquila al poder compartir lo que me había pasado con alguien, aunque me arrepentí un poco al ver su gesto.

—Pero... —intentó continuar Hermione—. Entonces... cuando dices sexual... ¿os acostasteis?

—No.

—Entonces, ¿os enrollasteis con la ropa puesta? ¿Tocamientos?

—¡Ay, Herms! Me da mucha vergüenza hablar de esto. No sabía que te gustase tanto el morbo.

—A todas nos gusta. Pero no me has contestado.

—Hubo tocamientos, roces, creo que los dos tuvimos un orgasmo. Yo seguro al menos. Y bueno, besos no hubo ninguno.

Agaché la cabeza, avergonzada. No me había dado cuenta de eso hasta ese momento. No nos habíamos besado. Mi primera experiencia sexual y no hubo ni caricias ni besos. Pero fue todo tan intenso que ni me había dado cuenta, no lo veía como algo sucio.

—No te tienes que avergonzar de nada, Marta. Sois los dos adultos, solteros y disfrutasteis del momento —dijo Herms tomándome del brazo—. Me das un poco de envidia. Ron es más tradicional, cualquier cosa que le propongo que se sale de lo normal le bloquea. 

Reí más relajada. Estaba muy contenta de haber confiado en ella. Necesitaba que alguien me dijese que no pasaba nada, que no era una fresca ni nada de eso debido a mi constante necesidad de aprobación.

—Gracias, amiga —dije dándole un abrazo—. Por favor, no digas nada. No sé cómo manejaré todo esto.

—Tranquila. Pero me gustas más tu como concuñada que Angelina.

Le di un leve codazo mientras nos reíamos juntas. No nos habíamos dado cuenta, pero ya iban a ser las doce de la noche, el nuevo año comenzaba. Llegó Ron, al que se le notaba un poco afectado por el alcohol. Su cara estaba casi tan roja como su pelo. Hermione lo abrazó y se besaron mientras los demás festejaban. Algunos alumnos nos felicitaban y los mandamos a sus habitaciones o a quedarse tranquilos en la sala común. Quitamos la música, las bebidas y algunos se quedaron en la sala charlando y otros subieron para sus habitaciones. Cuando terminamos, nos fuimos a nuestras habitaciones. Entramos en la sala donde aún quedaban algunos compañeros, entre ellos Blaise que se acercó a nosotros mientras Ron y Hermione se iban juntos riendo a la habitación de esta. Hoy iba a haber movimiento en la cama de la Granger.

—Vaya, te estaba esperando —dijo cuando se acercó a mí—. Me has dejado solo para celebrar el año.

—No podía abandonar a Hermione —contesté sonriéndole—. Además, seguro que has estado bien acompañado. —Me dirigía a mi habitación cuando él me tomó de la mano para que me detuviese.

—Espera. Tenemos que besar a alguien esta noche, para tener un buen año.

—Seguro que ya has encontrado a quien besar y lo has hecho —dije, nerviosa.

—Ya te he dicho que te estaba esperando.

Vi como se acercaba lentamente hacia mí mientras colocaba una mano en mi mejilla. En él último momento recordé mi aventura y moví ligeramente la cara, con lo que el beso fue en la mejilla, solo rozando un poco mis labios. Blaise se apartó sonriendo divertido, parecía que no se había molestado, incluso que le había gustado que me apartase, como si fuese un juego. Respiré aliviada, no quería ser desagradable con él, pero no me parecía bien besarle después de lo que había pasado esta tarde. 

Sonó un portazo detrás de mí, alguien había entrado en la sala común. Cuando me giré vi a George mirándome con indiferencia. Me dolió que lo hiciese. Ni siquiera nos saludó, no sabía cuando tiempo llevaba allí. ¿Me habría visto con Blaise? 

—George, espera —dije armándome de valor y siguiéndole hasta el pie de las escaleras—. Tenemos que hablar de...

—No tenemos nada de lo que hablar tú y yo, Black —contestó sin darse la vuelta. 

Se metió en su habitación con otro portazo. Me di la vuelta y miré a Blaise que contemplaba la escena con gesto interrogante. Reuní fuerzas para fingir una sonrisa, levanté los hombros para hacerle entender que no sabía lo que estaba pasando y con un adiós subí para mi habitación. 

Allí, el llanto llegó a mis ojos y me quedé tumbada sobre la cama hasta que me quedé dormida.

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