"Protegida"

Miles de dudas crecen en mi interior y lo único que se me ocurre es preguntarle a ella.

—Eis ¿Por qué Hass quiere divertirse conmigo? —giro la cabeza dejando de ver el paisaje helado.

Eis suspira.

—Él no quiere jugar contigo, lo que en realidad quiere es matarte —responde mientras regala una mueca.

—Entonces, ¿por qué dijo eso? —pregunto dirigiendo otra vez mi mirada al paisaje.

—Dijo eso porque a él le divierte ver a la gente morir y por eso de seguro que ya ha mandado a sus espías... —murmura mientras sus ojos se empiezan a aguar.

—Entonces, ¿por qué quiere matarme? Yo no le he hecho nada, al menos que recuerde —mi voz se apaga de poco a poco. No sé quien soy, no tengo memoria.

—No lo sé, por eso mismo pienso protegerte de él. ¡No dejaré que mate a nadie más! —En el frío paraje y sobre su blanca piel, una lágrima recorre su mejilla congelándose al final de su mandíbula.

—Hey, no llores —consuelo abrazándola y limpiando la lágrima con mi pulgar.

—Lo siento, es que es duro estar sola, bueno, sola no estoy porque tengo a los lobos y a mis amigos, pero aun así es duro haber tenido una familia y luego haberla perdido —responde controlando su sollozo.

Sus palabras me petrifican, ¿cómo es que tuvo una familia y luego la perdió? La verdad, no quiero ser cotilla sin embargo ahora mismo se la ve muy mal.

—¿Qué le ocurrió a tu familia? —pregunto cuidadosamente mientras froto su espalda con mi mano.

—Fallecieron en la última guerra —esconde su rostro en mi pecho.

—¿Quieres hablar de ello? —inquiero suavemente.

—De momento no, si lo hago es muy probable que me dé algo —responde mirando hacia delante. Los armiños frenan ligeramente—. Casi hemos llegado.

Asiento aturdida con más preguntas que respuestas, aunque pronto serán resueltas todas ellas, o eso espero. Miro hacia el frente y veo asomar entre las hondonadas el techo de una enorme casa decorada por la nieve, de la chimenea sale humo.

Tras unos minutos el trineo comienza a frenar.

—¡Venga! —Eis tiende su mano para ayudarme a bajar.

Agarro su mano y comenzamos a caminar. Llegamos a la entrada de la casa y dos lobos nos reciben. Eis abre la puerta con ademán sin llegar a tocarla, los lobos entran primero.

—Klarheit ellos son Getreu y Bieder, mis más fieles lobos. Ya que Hass quiere matarte, Bieder te acompañará en todo momento... por protección —explica quitándose las botas—. Bieder, llévala a que se arregle —pide al lobo. El animal asiente y comienza a caminar por un pasillo, estrecho y oscuro—. Síguelo —indica. Giro el rostro extrañada—. No me mires así, él te guía para que te arregles. ¡Con esas ropas que llevas acabarás muriendo de hipotermia! —explica con cierto tono burlón mientras señala el pasillo.

Sigo al cánido, el cual anda a paso decidido, sus uñas resuenan secamente contra el suelo de mármol. Pasamos puerta tras puerta hasta que para delante de una, la empuja con la pata abriéndola. Entro encontrándome con un baño enorme. La puerta se cierra tras de mí, sola. Salto del susto. Espero, pero no vuelven a abrirse. Ando hasta la bañera y abro el grifo dejando correr el agua, cuando siento que está lo suficientemente caliente, pongo el tapón y dejo que se llene, mientras se termina por llenar me quito la ropa. Poco a poco entro en la bañera sintiendo como el agua caliente invade cada parte de mi cuerpo, estoy tan relajada que cierro los ojos. Pasan los minutos y sigo relajada, pensando.

—Que hermosa vista... —murmura alguien. Abro los ojos de par en par encontrándome con Hass que me mira apoyado en el borde de la bañera.

—¿Qué haces aquí? —pregunto aterrorizada mientras intento taparme con las manos.

—Solo vengo a verte, ¿acaso no puedo? —dice burlón mientras juega con un mechón de mi cabello.

—¡No! Márchate o grito —amenazo apartando su mano.

—Tranquila pequeña, hoy no morirás. —Un corto suspiro de alivio sale de mis labios—. Pero como Eis te ha dicho, mis espías irán a por ti —se levanta levanta.

—¿Por qué me quieres matar? —pregunto temblando. Él me mira y acerca su rostro al mío.

—Esa es una pregunta que hoy no voy a resolver —susurra—. Te estaré vigilando —coloca su dedo índice bajo su ojo derecho tirando ligeramente de la piel hacia abajo. Me ve. Eso ya lo sé. Retrocede. Guiña un ojo y sin más se esfuma en el aire formando niebla roja que desaparece a los pocos segundos. Alguien toca a la puerta sobresaltándome.

—Oye Klarheit, ¿puedo entrar para dejarte ropa? —pregunta Eis desde fuera.

—Un momento —me levanto y agarro una toalla envolviéndome en ella—, ya puedes.

Eis entra dejando ropa sobre la pila.

—En veinte minutos la cena estará lista —informa, sin más sale del baño.

Me acerco a la pila y observo la ropa, un pantalón vaquero largo y un jersey de lana gris. Comienzo a ponerme la ropa y la puerta se abre de golpe dejando entrar a Bieder, el cual lleva un par de botas en la boca.

—Gracias —agradezco rascando su cabeza. Él simplemente deja las botas en el suelo y sale.

Termino de vestirme y salgo. El lobo esperase tras la puerta sentado, se levanta y comienza a caminar, instintivamente lo sigo. Caminamos hasta el final del pasillo donde termina en una enorme puerta, Bieder la empuja con el hocico y deja a la vista un hermoso dormitorio en tonos blancos, grises y azules​. Unos grandes ventanales permiten el paso de la luz. La cama en el centro está rodeada por un escritorio y una librería situados en los laterales. Llego a la cama y me dejo caer en ella, Bieder se acerca y sube quedando tumbado a los pies, cierro los ojos y por unos minutos me siento segura, como si no tuviera preocupaciones o el tiempo se detuviese. A veces pienso que esto es un mal sueño del cual voy a despertar.

Un pequeño movimiento me hace abrir los ojos y veo a Bieder salir por la puerta, automáticamente lo sigo, bajamos unas escaleras y pasamos otro pasillo hasta llegar a una enorme sala de estar con chimenea. Eis asoma la cabeza desde la habitación continua.

—Klarheit, ve que la cena está lista —dice acercándose y agarrando mi mano. La sigo—. Para cenar tenemos arroz —comenta señalando una silla, me siento y espero a que ella tome asiento también, cuando estamos listas comenzamos a comer.

Tras unos minutos de silencio absoluto, decido romperlo haciendo una pregunta que me tiene intrigada.

—¿Qué le pasó a tu familia? —soy cautelosa. Eis, que está masticando, se atraganta. Rápidamente coge el vaso y bebe—. Perdón, no quería incomodarte —agacho la cabeza.

—No es eso, solo es que no estoy acostumbrada a hablar de ello —mirándome mientras sus ojos azules se tiñen de un gris tormenta.

—Tranquila —susurro.

Eis se aparta de mí levantándose de la silla y comenzando a caminar.

—¿Vienes? —pregunta sin esperar respuesta.

La sigo sin entender a dónde me lleva. Salimos a la sala de estar con chimenea, Eis avanza tomando asiento en un sofá frente a la ventana, desde la cual se puede ver el hermoso bosque. La joven da palmadas sobre el sofá indicando que me siente junto a ella.

—No hace falta que me lo cuentes, si no quieres —insisto precavida. Haciendo caso omiso de mis palabras comienza a narrar.

—Todo comenzó unos años atrás, cuando los dioses del Odio encontraron la forma de que uno de ellos consiguiera salir del exilio, donde fueron mandados hasta que aprendieran a apreciar la vida. Como de todos ellos solo podía salir uno, eligieron a su hijo mayor, el príncipe Hass, para que viniera a nuestro mundo a destruirlo. Tras su llegada reunió un ejército de Hombres Sombra... —suspira—, este se crea matando a otros seres mágicos y robando sus almas. Un día sin más la guerra comenzó, tanto los dioses como sus hijos combatieron con fiereza. Pero eso no fue suficiente, mi padre murió junto a mi madre y mis dos hermanas pequeñas... Al principio de esta guerra éramos tres hijas menores y un hermano mayor, sin embargo nuestro hermano fue convertido en un Hombre Sombra. Mi padre, iluso, intentó traerlo de entre las sombras, pero fue en vano, ya que lo único que consiguió fue condenarnos. Tras una larga lucha con mi 'hermano' yo fui la única superviviente, pues Kirsche me salvó de una muerte segura. Ganamos esa batalla y Hass se retiró malherido. Muchas vidas se perdieron solo para ganar una batalla, no la guerra —sus ojos continúan fijos en el bosque, más allá del cristal—. Hoy en día esperamos un milagro que salve a nuestro mundo, ya que mientras nosotros nos debilitamos día a día, Hass se fortalece creando un nuevo ejército de Hombres Sombra. Ahora que ha absorbido los poderes de algunos dioses, nada podrá detenerlo. —Termina su narración dejando por fin de mirar al frente.

Extrañamente la palabra poderes se ha quedado clavada en mi cabeza, como si estuviera encerrada en un rompecabezas.

—¿Quieres ver algo guay? —La joven cambia de tema, alzándose sin previo aviso. Se acerca a la ventana, la toca con la yema de sus dedos y en cuestión de segundos el cristal se escarcha formando un copo de nieve gigante. Yo entro en estado de shock sin reacción alguna o comprensión—. Ahora mira afuera —habla señalando al exterior. En pocos segundos comienza a nevar.

En este momento me pongo a pensar en todo lo que ha dicho y en todo lo que he visto, mi cabeza solo atina a hacerse aún más preguntas.

—Entonces, ¿eres una princesa y tienes poderes? —pregunto alejándome de ella.

—Sí, pero si te quisiera hacer daño ya te lo habría hecho. Además, acabas de ver mis poderes —intenta agarrar mi mano. El cuerpo me reacciona por sí solo, como si mis instintos tuvieran la necesidad de protegerse. Doy un paso hacia atrás y echó a correr. Corro y corro hasta llegar a la puerta de la casa, salgo adentrándome en el bosque, ignorando a Eis quien me llama.

Sigo corriendo, pero el bosque es cada vez más frondoso, lo que provoca que tropiece con una raíz y caiga por una ladera golpeándome con ramas, piedras y arbustos. Mi caída cesa gracias a un tronco inclinado en el cual quedo enganchada. Poco a poco me estabilizo ignorando el dolor, mi alivio dura poco, ya que es interrumpido por una risita familiar, alzo la vista encontrándome con Hass el cual me mira risueño. 



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