Prólogo
★— Prólogo —★
—¡He vuelto! —anunció, cansado pero alegre, un joven quinceañero de cabellos almendra, sacando a su azabache amigo de su pacífica lectura.
—Bienvenido —respondió mientras dejaba el libro encima de la mesa para levantarse a ayudar al castaño con las pesadas bolsas de la compra que apenas y podía cargar—. Menos mal que dijiste que solo serían un par de cosas —reclamó cargando cinco de las seis que tenía el joven entre manos debido al propio impedimento de este.
—Quería demostrarte que puedo hacerlo yo solo —infló las mejillas mientras le seguía hacia la cocina—. No quiero ser una molestia.
—Ya hemos hablado de eso —objetó el azabache mientras dejaba las bolsas en el suelo y empezando a ordenar la compra.
—Pero sigues pensando que soy un niño, y tengo quince años —se quejó imitándole—. Casi dieciséis —se apresuró a corregir, aunque bien sabía que era inútil.
A su compañero de piso no le importaba si tenía quince, seis o cuarenta años, seguiría viéndole como aquel pequeño que conoció en el orfanato y al que protegía como un hermano menor.
Y a Tsuna, por una extraña razón que ni él comprendía, no le gustaba que eso fuera precisamente así.
—Y yo tengo dieciocho —se encogió de hombros sin siquiera mirarle—. Casi diecinueve —le imitó—. Por tanto, sigo siendo mayor que tú.
—Y siempre será así, porque cada año ambos cumplimos —dijo con obviedad.
—Exacto —cedió—. Y como soy mayor, tengo que protegerte.
—¡Pero...! —una mirada de reojo bastó para hacerle saber que no había posibilidad a réplica—. Está bien...
Kyoya dejó de ordenar los objetos para mirar al menor, notando su voz de tristeza.
—¿Qué te ocurre? —se acercó al castaño, quien le dedicó una leve sonrisa fingida para tratar de tranquilizarle. Obviamente no sirvió—. Dímelo, Tsunayoshi —levantó su rostro con suavidad para ver sus orbes chocolate.
—No me dejarás solo, ¿verdad? —el azabache pestañeó sorprendido ante sus palabras—. ¿Verdad? —insistió.
—Claro que no, ¿a qué viene eso? —preguntó intrigado. ¿Qué podía haberle pasado?
—Cosas mías —sonrió feliz por su respuesta, y repentinamente le abrazó. Kyoya correspondió el acto sin saber muy bien la razón de su actitud cambiante.
Aunque el castaño solía ser espontáneo y sorprendente, cada día podía salir con algo nuevo, así pues debería estar acostumbrado.
Con un suspiro, no hizo más preguntas al ver que la sonrisa del menor era como le gustaba: dulce y sincera.
Siguieron arreglando las cosas que había traído el castaño, esta vez sin interrupciones para el azabache pero sí para Tsuna.
En realidad, eran sus propios pensamientos los que hacían que se desconcentrara.
Tenía miedo, y es que se había dado cuenta de que sus sentimientos eran extraños con respecto al de orbes azul grisáceo.
No lo veía solo como su mejor amigo. Era algo más que no sabía identificar y que siempre achacaba al sentimiento de agradecimiento por haberle salvado cuando era un niño. Sin embargo, esa razón iba perdiendo fuerza, siendo menos creíble cada día que transcurría.
Y lo peor era que quería saber qué significaba ese sentimiento pero a la vez temía descubrirlo. Tenía la sensación de que, si lo averiguaba, Kyoya le dejaría solo.
Añadido a eso, hacía unos pocos días que había podido notar que le estaba ocultando algo, y por alguna razón eso le molestaba en demasía. Aún cuando él mismo se guardaba un par de cosas, el secretismo de Kyoya, más que enfadarle, le dolía.
Dolía saber que no le tenía la suficiente confianza como para contarle lo que fuera que ocultaba. De hecho, tenía el extraño presentimiento de que estaba relacionado directamente con él.
Desde que escaparan de aquel lugar, su vida no habría podido ser mejor. Era cierto que al principio todo le parecía demasiado irreal, un sueño del que despertaría y Kyoya no estaría ahí. Que todo había sido demasiado bonito para ser verdad y que su martirio continuaría.
De hecho, hacía años, despertó y el azabache no estaba ahí. Se desesperó por completo y echó a llorar a mares hasta que un alertado Kyoya regresó.
—Tranquilo —había dicho él—. No estás solo.
Y con esas palabras, Tsuna se había quedado dormido en sus brazos.
Sonrió ante el recuerdo. Sería demasiado avergonzante admitirlo, pero añoraba aquellos días en los que dormía abrazado a él. Sabía que no pasaría nada mientras estuviera ahí, y las pesadillas no vendrían mientras se aferrara al azabache.
Él era como su escudo contra todos los miedos y los fantasmas del pasado, esa seguridad que le proporcionaba era inigualable.
Claro que eso ya no lo hacían. De niños era una cosa, pero ya eran adolescentes y no estaba demasiado bien visto. La vergüenza impedía a Tsuna pedírselo al mayor, pese a que sabía que poco le importaban ese tipo de cosas.
—Estás en las nubes —la voz de su compañero le sacó de sus pensamientos, alterándole y haciéndole caer de la silla donde se había subido.
Para su buena fortuna, el azabache tenía buenos reflejos y le atrapó antes de que se diera un buen golpe contra el suelo de mármol, quedando encima de los brazos de Kyoya.
—Gra-gracias —se ruborizó ante la situación sin poder evitarlo. Últimamente le pasaba mucho cuando estaba tan cerca de él como ahora o le decía algo que le lograba avergonzar.
¿La razón? Se lo achacaba a su personalidad demasiado tímida.
—Si sigues así, te darás un buen golpe —replicó—. Ten más cuidado.
En vez de bajarle al suelo como hubiera esperado, el azabache le llevó hacia su habitación y le recostó en su cama.
—Será mejor que descanses, parece que tanto esfuerzo te ha pasado factura —recomendó, sacándole un puchero.
—¡Eso no es verdad! —negó cruzándose de brazos. El azabache arqueó una ceja, divertido—. Bueno, estoy algo cansado... —admitió—. ¡Pero no es para tanto!
—Duerme un poco —Tsuna sintió su rostro como una caldera cuando le acarició la mejilla en un gesto tierno—. Te vendrá bien.
—S-sí... —afirmó, sacándole una leve sonrisa. El azabache se dispuso a salir de la habitación para dejarle descansar, pero le cogió de la muñeca antes de que se fuera.
—¿Ocurre algo? —cuestionó ante su agarre, sorprendido por ello.
Tsuna quiso decirle que se quedara, que sus pesadillas presagiaban que le iba a dejar solo y que solo abrazándole iba a lograr que todo aquel mal augurio se fuera.
Pero era algo absurdo y quedaría como el niño que Kyoya pensaba que era.
Y no quería que le viese como un niño indefenso, porque no lo era. Ya no.
—N-no, lo siento... —le soltó tras un momento de vacilación.
El azabache no sabía qué pensar acerca de ello, pero supuso que el cansancio le hacía tener cambios de actitud.
—Si necesitas algo, avísame —dijo, para después salir del cuarto y dejar al castaño con sus propios dilemas mentales.
En cuanto la puerta se cerró, Tsuna se encogió sobre sí mismo y abrazó la almohada que tenía más cerca. Sin embargo, no era igual.
No sentía esa calidez, esa seguridad que le proporcionaban los brazos de Kyoya. Una almohada no podía acariciar sus cabellos, no podía desprender ese aroma tranquilizador, no podía secar sus lágrimas con esa ternura que el azabache tan solo tenía con él...
Porque ningún objeto inanimado podía compararse a lo que Kyoya le hacía sentir.
No, se corrigió, nada ni nadie podía hacerle sentir de esa manera, aunque no supiera qué era exactamente.
Ese cosquilleo en el estómago, ese ardor en sus mejillas, esa necesidad de abrazarle y la seguridad que le daban esos brazos cuando le rodeaban se daban tan solo con Kyoya.
Porque solo él desprendía ese aroma que era como una mezcla de menta y limón. Tan solo el azabache podía lograr estremecerle con una caricia y hacerle sentir la persona más importante y la más tonta a la vez.
Y porque con Kyoya, nada malo podía pasar.
★~★~★
Salut, lectores.
En realidad, pensaba subir esto el 5 de abril, por el cumple de Ama-kun, pero después de todo lo que ha pasado ahora, en estos instantes, necesito dedicar esto a una gran amiga, compañera, una escritora magnífica que lamentablemente parece ser que lo va a dejar —espero que temporalmente— pese a la insistencia mía y de Ama-kun, y estoy segura de que cualquier otro buen amigo habrá hecho lo mismo.
La persona en cuestión es barbiebush26 más conocida como Bar-chan, Barbie-chan, Diana... A Ella va dedicado el inicio de esta historia.
Espero que la lea y le guste, al igual que todos vosotros, lectores, que estáis leyendo esto ahora mismo.
Au revoir. Nos leeremos pronto~.
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