001. su berk

capítulo uno
001. su berk

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BERK, para Freya Balderofferson era algo más que la aldea en la que nació. Era algo más que la aldea en la que creció y a la que se vio obligada a conectarse antes incluso de entender lo que era una conexión. Era más que una aldea con gente con la que no podía sentirse más desapegada (al menos, lo intentaba). Era más que un clima gélido que le calaba los huesos y, algunos años, no veía el sol derretir la nieve hasta pasados unos meses. Berk no era sólo la aldea, era la isla. Puede que a Freya no le gustara pero la isla que pisaba, que sentía entre sus dedos y respiraba en sus pulmones... era lo que Berk representaba para ella.

Una isla a doce días al norte de Desesperación y unos grados al sur de Me Muero de Frío. Una isla construida sobre una costa de aguas ricas, heladas y peligrosas, con una base de formaciones de piedra que se habían abierto camino desde el fondo del mar para un día, como dicen algunos, llegar a su lugar en Valhalla más allá de las nubes. Una isla custodiada por dos vikingos para mostrar el camino a pescadores, comerciantes y guerreros descarriados en busca de su hogar, de vuelta tan pronto como ven el fuego dentro de las bocas de sus guerreros de piedra. Desde allí navegarían hasta encontrar un continente situado sólidamente en el Meridiano de la Desgracia.

Un continente precioso de día, sobre todo en esta época del año. Cuando no estaba cubierto de nieve, veías la hierba en el acantilado; pastos y pastos con maravillosas flores silvestres, muelles entrelazados que se extendían a través de las formaciones hasta las casas, que como le han dicho muchas veces a Freya, no eran nada resistentes. Granjas, caminos empedrados, cabañas de sastres, escondites de pescadores y acogedoras cabañas de madera... todo ello existía en esta isla desde hacía siete generaciones, pero cada edificio era nuevo.

Oculta bajo el imponente Acantilado de los Dragones, escondida de los interminables y brillantes bosques verdes, lagos, arroyos, cuevas y cascadas, los lugares que Freya contemplaba cada día y deseaba poder explorar, se hallaba la aldea a la que supuestamente debía sentirse agradecida por haberle sido concedida. Una aldea en la que los residentes: los Gamberros Peludos de Berk, una población de... magníficos vikingos, que eran duros, feos y a veces aún más feos, con piedras por vesículas, guijarros por dientes y cráneos aún más robustos para ocultar un cerebro más pequeño que la media. Altos, corpulentos, de pelo espeso, sonrisas torcidas (y a veces ojos) y hermosas voces cantarinas, amaban su carne, su hidromiel y, sobre todo, sus hachas y martillos.

Un lugar que tenía muchas cosas: pesca, caza y unas preciosas puestas de sol.

Una de las cosas que hacía que Freya no se sintiera agradecida (entre otras cosas) eran las plagas.

Por las mañanas, la mayoría de islas con encanto como ésta tenían plagas como ratones o mosquitos.

Pero incluso antes del amanecer, cuando la hora más oscura se abatía sobre la pintoresca aldea de Berk, la noche se volvió algo poco pacífico. Era en esa época que a sus plagas les encantaba arrasar el suelo sobre el que se había construido esta sólida aldea.

Porque tenían algo que ninguna otra isla tenía...

Dragones.

La mayoría de las personas, cuando la madrugada se iluminaba con fuego y gritos, permanecían encerradas en sus casas, orando por sus vidas. Ellos no. Eran vikingos y tenían problemas de terquedad. Y aunque Freya odiaba las plagas de su hogar, nunca impidieron que la arrastraran afuera en ese momento, esquivando a los vikingos que corrían con sus armas en alto, lanzándose a los dragones que quemaban la piedra de sus pasos hacia un lugar ahora desierto en la caótica refriega.

Nadie le prestó atención mientras corría. La mirada de los guerreros estaba puesta en el cielo; sobre los dragones que se apoderaron de sus existencias, de sus cereales (y de sus vidas), convirtiendo sus hogares en cenizas y sus provisiones de invierno en frágiles raciones. No tenían tiempo de observar a una ansiosa y joven muchacha de catorce años deslizarse entre barriles de agua, agacharse bajo boleadoras y redes voladoras, deslizarse entre dos casas y correr hacia los pastos traseros hacia una de las únicas personas que le gustaba de esta tonta isla.

—¡Freya! ¡Por aquí!

Al escuchar su nombre, jadeó y corrió más rápido. Se agachó junto a su mejor amigo, junto a las vallas de madera de la granja del Silencioso Sven. Detrás de ella, Freya escuchó los gritos de vikingos y dragones; arriba, oyó sus alas coriáceas elevarse, cargando ovejas, barriles y cualquier otra cosa sobre la que pudieran poner sus garras.

Dos jóvenes amigos, de catorce y quince años, estaban hombro con hombro, escondidos detrás del pozo de piedra y las vallas. Freya miró a Toke y soltó una pequeña risita de alivio.

Como se podría suponer, Freya no tenía que estar aquí para nada.

—Bienvenida —dijo Toke, sonriendo ante su apariencia nerviosa—. Imagino que escaparte de tu madre ha sido todo un esfuerzo.

Ella asintió.

—Un montón —se encogió de hombros, orgullosa de sí misma—. Pero lo logré.

Debería explicar por qué ella, Freya Balderofferson, no debería estar fuera en una situación tan sospechosa, y era muy importante que expresara que está aquí bajo completo secreto. De hecho, si su madre viera siquiera un atisbo de ella lejos del lugar donde supuestamente debía estar, bien podría estar castigada hasta Thawfest, que estaría tan cerca como los dioses decidieran poner fin al invierno... que podrían ser semanas, meses, un año... Freya no debería ser vista realizando cosas tan desastrosas, sucias y problemáticas como lo que estaba a punto de hacer. Como futura jefa algún día (oh, no la hagas empezar...), tenía que ser algún modelo a seguir; una imagen precisa que visitara a las madres, hablara alegremente con los pescadores, ayudara a apagar los fuegos encendidos en la aldea y, desde luego, ¡no estar aquí fuera con la esperanza de luchar contra un dragón!

Pero si alguien conocía a Freya Balderofferson, sabría que estaba decidida a ser todo lo contrario. Le encantaban las peleas de bolas de nieve y le encantaba saltar desde cualquier sitio del que no debería. A Freya le encantaba salir de aventuras con su mejor amigo Toke y nadar desnuda en aguas heladas para demostrar su valentía a los dioses (aunque después tuviera un caso grave de fiebre y quedara postrada en cama durante unos días.)

Quería estar lejos de la imagen que su madre insistía en que tuviera... aunque no tenía opción al respecto. Freya fue elegida cuando apenas tenía tres años para ser la niña con la que algún día se casaría el hijo del jefe; y once años después los dos no podrían estar más lejos de ser cercanos. Eran tan cercanos como lo sería un vikingo con un dragón si Freya pudiera evitarlo, y lo hizo. Hiccup Horrendous Haddock III era genial, no lo malinterpretes. Era amable e inteligente, pero la idea de que Freya no tuviera más remedio que algún día pasar el resto de su vida con él la desanimaba para conocerlo, y mucho menos verlo como algo más que eso.

Pero esa no era la razón por la que estaba aquí. Formaba parte, claro, pero estar allí con Toke, decididos a encontrar un dragón contra el que luchar era algo completamente distinto.

Toke Björnson era su mejor amigo. Era sobrino nieto de Gothi, la Matriarca de la aldea, y su padre era uno de los principales miembros del consejo del jefe, y así fue como Freya lo conoció. Solían jugar fuera cuando sus padres estaban en el Gran Salón, intentando pegarse con palos y fingiendo que luchaban contra dragones. Toke era alto para tener quince años y muy fuerte; iba a ser el vikingo perfecto al que las chicas adorasen y los chicos envidiasen. Freya y Toke lo hacían casi todo juntos: desde saltar desde acantilados hasta volcar yaks, ir a hacer recados por las mañanas o pelearse... y lo más importante, escaparse para entrenar.

Mientras que la mayoría de los vikingos de Berk dedicaban su tiempo a dominar sus armas y sus habilidades para matar dragones, Freya era llevada a refinar su costura. Le enseñaron a remendar y confeccionar ropa, mantas y pieles, a cocinar un guiso al fuego y a limpiar una herida. Le enseñaron los nombres de cada vikingo en Berk: qué hacían, cómo lo hacían, qué les gustaba, qué no les gustaba... Su madre le mostró el arte de ser educada, de entablar la conversación adecuada, siendo una especie de joya entre los vikingos más rudos y corpulentos al sur del archipiélago bárbaro. Lo que no le enseñaron, lo que ella quería que le enseñaran, fue cómo encajar.

Esto la hacía pequeña y débil. Incluso a los catorce años, Freya era pequeña, extrañamente pequeña para Berk. La mayoría de los Gamberros tenían un promedio de más de ciento ochenta centímetros como mínimo, y Freya apenas rozaba los ciento cuarenta y cinco. Era incluso más menuda que su prometido y era considerada una vikinga delgada e inútil, una espina de pescado que los dragones podían usar para hurgarse los dientes. Ni siquiera podía empezar a comprender lo que los demás consideraban que era ella. Pero a pesar de todo eso, sabía que estaba decidida. Sabía que era terca, inteligente y que le apasionaba su lucha por la independencia. Sabía lo que quería y no iba a quedarse sentada y no lograrlo. Después de todo, era una vikinga.

Y para serlo había que matar un dragón.

—¿Cuánto tiempo crees que pasará hasta que ella venga a buscarte? —Toke le preguntó a Freya mientras observaban a los dragones volar.

—Ni idea —murmuró Freya—. Depende de si viene ella en persona o le pide a mi padre que lo haga. Aún así, no diría que pase mucho. Se supone que debo estar apagando el fuego de las casas, cuidando de los niños o ayudando a Gothi... o algo intermedio.

Toke hizo una mueca, como si estuviera tratando de resolver algún problema terrible. Como la mayoría de los vikingos, no siempre tenía la frase más ingeniosa en ese grueso cráneo suyo.

—Uh... —pronto se encogió de hombros—, ¡tenemos mucho tiempo! Apuesto a que bajará algún dragón e intentará pillarse una de las ovejas. ¡Será la mejor oportunidad para nosotros!

Freya respiró hondo. Es cierto que estaba nerviosa. Arrastrando sus botas contra la tierra, se agarró a la madera de la cerca del Silencioso Sven, mirando por encima del borde con la esperanza de que algún dragón apareciera.

Quería más que nada ser vista como algo más. Algo mejor. Algo fuerte e independiente, alguien que pudiera tomar sus propias decisiones, que pudiera llevar un hacha y no tener que preocuparse por su apariencia. Quería tener la oportunidad de encajar... para que le gustara la aldea en lugar de sólo la isla en la que se asentaba.

Y si mataba a un dragón, tendría todo lo que quería.

Había muchos dragones en Berk. Los más vistos siempre invadían sus hogares a esta hora de la mañana: surcaban el cielo con muchos colores brillantes.

Los Deadly Nadders eran en esencia un ave gigantesca y escamosa. No muchos vikingos los consideraban dignos de un hachazo: eran esbeltos y ágiles, con dos patas y una cola adornada con púas venenosas. Sus cabezas, anchas y con pinchos en la coronilla, tenían un ojo a cada lado que adoraban contemplar a través de un reflejo, lo que convertía a los Nadders en un blanco fácil si los pillabas desprevenidos. Si no, si sus púas venenosas no te mataban, lo haría su fuego de magnesio derretido. Freya estaba segura de que si conseguía asir la cabeza de uno de ellos, al menos llamaría la atención.

DRAGONES VIKINGOS Y SUS HUEVOS
un extracto de: El Libro de los Dragones
escrito originalmente por: Bork el Temerario

DEADLY NADDEREl Deadly Nadder es una criatura
increíblemente vanidosa, ¡pero no dejes que su amor
por su propio reflejo te engañe! Estas bestias pueden
levantar cientos de espinas venenosas afiladas
y lanzarlas con una precisión increíble. Extremadamente peligroso.
Matar al ver.
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ESTADÍSTICAS
colores: verde, amarillo, azul, rojo y rosa/morado
armado con: púas venenosas, fuego mortal
ataque: 10
velocidad: 8
armadura: 16
poder de fuego: 18
límite de disparos: 6
veneno: 16
mandíbula: 5
sigilo: 10

En el lado más duro, pero no en el más grande, estaban los Gronckles. Freya a menudo se preguntaba si esos dragones rechonchos se formaron directamente a partir de las rocas del propio Acantilado de los Dragones; tenían escamas tan duras como el hierro, una cola aún más dura y una mandíbula que podía morder las extremidades de un vikingo. Derribar uno de esos seguramente llamaría la atención.

DRAGONES VIKINGOS Y SUS HUEVOS
un extracto de: El Libro de los Dragones
escrito originalmente por: Bork el Temerario

GRONCKLEEl Gronckle puede no estar hecho
para tener velocidad, pero sin duda lo está para
golpear y aplastar. Estos dragones de clase Roca son los
más duros que existen. Ni siquiera el acero más fuerte podría atravesar
sus pieles rocosas. Extremadamente peligroso.
Matar al ver.
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ESTADÍSTICAS
colores: verde, azul, beige, marrón y morado
armado con: cola apaleada, fuerza de mandíbula demoledora
ataque: 8
velocidad: 4
armadura: 20
poder de fuego: 14
límite de disparos: 6
veneno: 0
mandíbula: 8
sigilo: 5

Luego, estaban los Hideous Zipplebacks. Esos dragones grandes y astutos tenían algo que ningún otro dragón aquí en Berk podría siquiera soñar con obtener: dos cuellos largos y delgados que se conectaban a dos cabezas redondas. Dos cabezas duplicaban la inteligencia, el sigilo y, lo más importante, el poder. Un Zippleback podría crear explosiones desastrosas con una nube de gas verde nocivo desde una cabeza y una chispa que se enciende desde la otra. Freya sería instantáneamente famosa si lograra clavar su cuchillo en el corazón de uno de esos.

DRAGONES VIKINGOS Y SUS HUEVOS
un extracto de: El Libro de los Dragones
escrito originalmente por: Bork el Temerario

HIDEOUS ZIPPLEBLACKDe todos los dragones que habitan
nuestro mundo, no de los más inusuales y peligrosos
es el Hideous Zippleback. El ataque de este dragón no se parece a ningún otro.
En lugar de escupir fuego, estas cobardes criaturas crean enormes explosiones.
¡Una cabeza suelta gas y la otra está lista para encenderlo!
Extremadamente peligroso.
Matar al ver.
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ESTADÍSTICAS
colores: verde, azul o dorado con manchas
armado con: dos cabezas, explosiones de gases nocivos
ataque: 12
velocidad: 10
armadura: 10
poder de fuego: 14
límite de disparos: 6
veneno: 0
mandíbula: 6 (3x2)
sigilo: 22 (11x2)

Acechando desde las profundidades de las cuevas oceánicas, hurtando sus peces y destruyendo sus barcos en los muelles estaban los Thunderdrums. Estos dragones de la Clase Mareada eran moradores peligrosos de las cuevas marinas que podían vivir tanto en la tierra como en el cielo y en el agua, con un cuerpo redondo que se aplanaba a voluntad y una boca que se expandía lo suficiente como para emitir una ráfaga de sonido puro que, si estuviera lo suficientemente cerca, podría arrancarle la cabeza a un vikingo. Freya estaría loca si persiguiera a uno de ellos (por eso soñaba que algún día podría hacerlo).

DRAGONES VIKINGOS Y SUS HUEVOS
un extracto de: El Libro de los Dragones
escrito originalmente por: Bork el Temerario

THUNDERDRUMEste dragón solitario habita
cuevas marinas y pozas de marea oscura. Si se asusta, el
Thunderdrum producirá una onda de sonido conmovedora que puede matar
un hombre a corta distancia. Extremadamente peligroso.
Matar al ver.
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ESTADÍSTICAS
colores: azul, morado, verde
armado con: explosiones sónicas contusivas
ataque: 12
velocidad: 14
armadura: 10
poder de fuego: 16
límite de disparos: 6
veneno: 0
mandíbula: 7
sigilo: 8

En lo más alto de la lista de algunos de los dragones más peligrosos, furiosos y ardientes estaba el Monstrous Nightmare. Sólo los mejores vikingos perseguían esas esbeltas bestias. Tenían escamas recubiertas por una fina capa de gel que, a una orden, les daba la capacidad de prenderse fuego. Tenían un límite de llamaradas extenso, mordida excesiva de dientes afilados y garras mortalmente afiladas... eran el dragón que Freya absolutamente soñaría con derrotar, y si de alguna manera lograba convencer a su madre dentro de un año para que la dejara entrar en el Entrenamiento de Dragones, tal vez tenga la oportunidad.

Hasta entonces, Freya tenía que convencerla de alguna manera de que podía hacerlo.

Y estaba nerviosa.

Porque aunque aprendió a manejar un arma, aunque tuviera a Toke a su lado, el hacha de Freya era aún más pequeña que la de los demás. Sus dedos aún eran pequeños y sus brazos y piernas aún eran cortos. Ella todavía era Freya y tenía miedo de que lo arruinara.

DRAGONES VIKINGOS Y SUS HUEVOS
un extracto de: El Libro de los Dragones
escrito originalmente por: Bork el Temerario

MONSTROUS NIGHTMARENingún dragón es más feroz que el
Monstrous Nightmare. ¡Las bocas de estas bestias son tan anchas que
pueden tragarse a un vikingo entero! El Nightmare también tiene la
desagradable costumbre de prenderse fuego. Extremadamente peligroso.
Matar al ver.
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ESTADÍSTICAS
colores: rojo, rosa/amarillo, verde
armado con: autoinmolación, problemas de ira
ataque: 15
velocidad: 16
armadura: 12
poder de fuego: 15
límite de disparos: 10
veneno: 5 (si el diente es pequeño)
mandíbula: 6
sigilo: 9

Freya observó a un grupo de Nadders acercarse a algunos barriles de pescado fresco, sin esperar que les arrojaran la red con peso encima. Uno de ellos se asustó y escapó justo a tiempo. Voló sobre los tejados y pasó junto a las boleadoras, girando en el aire con un graznido de alarma, hasta llegar a las llanuras traseras. Tanto Freya como Toke se agacharon, con cuidado de no ser vistos mientras aterrizaba en los pastos de Sven, sacudiéndose del susto. Un Nadder de escamas de color verde pálido miró a su alrededor antes de decidir que era lo suficientemente seguro para acicalarse las alas.

Toke miró a Freya y ella frunció los labios. Sostuvo su hacha en su mano derecha y notó lo pequeña que era en comparación con la de su amigo.

—Esto es bueno —le dijo y ella lo miró a los ojos. Él era mayor y más grande, y siempre tenía un aire que lo hacía sentir como si tuviera más experiencia; que sabía lo que estaba haciendo, que era alguien a quien escuchar y admirar. Y Freya lo hacía. Admiraba a Toke como si fuera un hermano mayor—. Los de Nadder son más pequeños que la mayoría de los dragones, ¿verdad? —no parecía seguro, pero Freya le creyó—. Sería el dragón idóneo para empezar.

Pero la cuestión era que ni siquiera Toke había matado a un dragón antes. Ninguno de los dos lo ha hecho. Por eso estaban aquí: porque ambos tenían algo que demostrar.

Freya retorció el agarre en el mango de su hacha. Tomó aire. Ninguno de ellos hizo ningún movimiento. Toke se quedó mirando al dragón, como si no estuviera seguro de cuál podría ser el mejor movimiento.

—De acuerdo... —decidió decir—. Está bien, podemos hacerlo. Será fácil. Un solo dragón y listo, seremos los mejores adolescentes matadragones de todo Berk —su mejor amigo trató de tranquilizarlos a ambos, con sus piernas largas curvadas como tejados puntiagudos mientras estaba agachado. Ambos se concentraron en las afiladísimas púas de la cola del Nadder—. Si esperamos más, adiós, nos pillarán.

—Y volveremos a apagar incendios... —murmuró Freya, estando de acuerdo.

Ella apretó los dientes, decidida. Extendió la mano y agarró la madera de la cerca perimetral. Sus gruesas pieles aseguradas alrededor de sus brazos rozaron la superficie rugosa mientras sus dedos se apretaban, probando si el Nadder estaba lo suficientemente distraído: estaba a solo unos metros de distancia... lo suficientemente cerca como para cargar.

Toke se fijó en ella... notó el apretar de sus dientes y el de sus dedos. Y en el fondo admitió que para él fue una decisión fácil dar un paso atrás (y dejar escapar un suspiro de alivio).

—Sigue —le dijo, señalando con la cabeza al dragón en el campo—. Puedes hacerlo.

Ella encontró su mirada y se sintió agradecida. Sus ojos volvieron a fijarse en el Deadly Nadder que aún no se había dado cuenta de sus presencias. Freya asintió para sí misma: era ahora o nunca. Y entonces tomó la oportunidad. Trepó y saltó la valla. Aterrizó en cuclillas en silencio al otro lado y se detuvo un momento para comprobar si la bestia la había oído.

No dejó de acicalarse las alas. Todo parecía ir bien.

Freya se encontró mirando a Toke. Si mataba a este dragón, tendría exactamente lo que quería... y, sin embargo, dudaba porque tenía miedo. Estaba aterrorizada; no del dragón, no de lo que podría salir mal, sino de lo que significaba poder hacer esto esta noche. Se encogió de hombros, a lo que él respondió imitando algo que parecía como golpear con su hacha lo que podría ser la cola del Deadly Nadder. No estaba segura, porque cualquier explosión de sangre que estuviera imitando podía ser cualquier cosa.

Se dio la vuelta y se concentró en la cola. Si se deshacía de ella, el Nadder tendría una cosa menos con qué defenderse. (Eso es si pudiera siquiera acercarse a su cola.)

Freya levantó su hacha y empezó. Corrió a través del oscuro pasto bajo la luz de brillantes llamas rojas. El Nadder no se dio cuenta, o tal vez no pensó que ella fuera una gran amenaza. Su corazón latía aceleradamente en su pecho, golpeando tanto su caja torácica que le dolía. Ya está, se dijo, voy a matar un dragón...

Ni siquiera a mitad de camino, un sonido terrible la detuvo.

Un chillido aumentó en el cielo, escondido entre las nubes oscuras y los cielos negros aterciopelados. Se hizo más y más fuerte... Tanto Freya como Toke conocían ese sonido en lo más profundo de sus huesos; sabían cuánto temerle.

Incluso el Deadly Nadder se sobresaltó. A medida que los gritos se duplicaban, cada vez más fuertes, él agitó sus alas y rugió, despegando antes de que Freya pudiera acercarse más.

Pero ella no se dio cuenta. Estaba en el césped, cubriéndose la cabeza, pero aun así, tuvo que levantarla cabeza para intentar ver dónde estaba: el premio final, el dragón que nadie ha visto jamás. Un dragón aterrador, sanguinario y horrible al que todos llamaban...

¡NIGHT FURY! —el temido nombre surgió de la aldea—. ¡AL SUELO!

Toke se agachó cerca de la valla. Freya se escondió entre la hierba, con la respiración entrecortada cuando la torre de vigilancia en el lado este de la aldea explotó en una explosión de color púrpura. Se hizo añicos desde el interior: la catapulta, los costados... abriéndose en una feroz explosión de llamas que envió a los vikingos más intrépidos a saltar del borde para salvar sus vidas.

El Night Fury... un dragón que nunca robaba comida, jamás se dejaba ver y nunca, nunca, fallaba.

DRAGONES VIKINGOS Y SUS HUEVOS
un extracto de: El Libro de los Dragones
escrito originalmente por: Bork el Temerario

NIGHT FURYEl vástago del relámpago y la
mismísima muerte. NUNCA te enfrentes a este dragón.
Tu única oportunidad es esconderte y rezar
para que no te encuentre.
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ESTADÍSTICAS
colores: tan negro como la noche
armado con: relámpago y muerte
ataque: desconocido
velocidad: desconocido
armadura: desconocido
poder de fuego: desconocido
límite de disparos: desconocido
veneno: desconocido
mandíbula: desconocido
sigilo: desconocido

Freya saltó cuando otra explosión sonó por los acantilados. La torre de vigilancia se derrumbó entre llamas crepitantes.

Ningún vikingo había matado jamás un Night Fury aquí en Berk, o ver uno y sobrevivir para contarlo. Era un misterio, un fantasma, una fábula... una pesadilla.

El único dragón que ni Freya se atrevería a enfrentar.

Cuando estuvo segura de que el Night Fury había desaparecido entre las nubes, miró hacia dónde estaba el Deadly Nadder. Cuando notó que no había nada allí, ni siquiera una escama entre la hierba, Freya se desplomó. Suspiró y su cabeza cayó entre sus brazos.

Así de simple, tuvo su oportunidad.

Y así de simple, la perdió.

Freya cerró los ojos con fuerza, frustrada antes de mirar hacia atrás para ver cómo había terminado Toke.

Se le cayó el estómago al ver a una adolescente rubia muy decepcionada (y muy enojada) parada detrás de Toke, con los brazos cruzados y la cadera marcada. Freya volvió a dejar caer la cabeza sobre la hierba.

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ASTRID Hofferson fastidiaba a Freya en ocasiones.

Era todo lo que ella quería ser: feroz, intimidante, independiente, alta, hermosa, fuerte... era la encarnación de la perfecta vikinga guerrera. Mientras Freya estaba atrapada en un estilo de vida pacífico, Astrid nadaba en la gloria dentro de uno violento. Con su pelo rubio trenzado, sus perforantes ojos azul hielo y su feroz hacha de doble hoja, Astrid Hofferson se alzaba sobre Freya con aire de superioridad: mandona, contundente y, lo que era más molesto, su niñera.

No lo era, pero bien podría serlo. Cada vez que Freya se metía en problemas, cada vez que hacía algo que no debía hacer, siempre era Astrid quien la encontraba. Era como si tuviera el olfato de un sabueso cuando se trataba de Freya yendo en contra de los deseos de su madre, olisqueándola antes de que llegara demasiado lejos y perdiera por completo todos los privilegios para siempre.

Ella permaneció en silencio, con los brazos cruzados y mirando con el ceño fruncido a sus pies que emprendieron el camino de regreso a la plaza sobre adoquines chamuscados. Escuchaba a Astrid discutir con Toke a su lado.

—¡¿Estás majara?! ¡Oh, espera, no respondas, es evidente que lo estás porque has dejado que se enfrente sola a un dragón adulto!

—¡Es lo que hacemos!

—Tienes mucha suerte de que haya sido yo —Astrid le señaló el pecho, echando humo—, ¿cómo crees que reaccionará la madre de Freya cuando vea a su preciosa niñita yendo por ahí a que la maten? ¡¿Cómo crees que reaccionará el jefe cuando la prometida de Hiccup ya no pueda ser su prometida porque está muerta?!

—Estoy aquí —argumentó Freya débilmente, con las manos apretadas. Astrid la miró—. ¡Y podría haberme enfrentado al Nadder perfectamente! Toke me ha estado entrenando.

No fue correcto decir eso. Freya observó a Toke hacer una mueca cuando Astrid volvió a fijar su mirada acerada en él.

—¿En serio?

Y sin más, se enzarzaron en otra discusión explosiva que Freya había aprendido a ignorar. Puso los ojos en blanco ante cada vaivén. Astrid era otra de las amigas de Toke. Los vikingos de su edad siempre trataban a Freya como si fuera una especie de niña verde. Aún siendo sólo un año mayor, era como si pensaran que necesitaba protección como todos los demás porque era más joven y más menuda. Porque ella no había crecido como ellos. Se burlaban por tener que casarse algún día con Hiccup, y se mofaban por ser aún más pequeña («Una pareja perfecta hecha en el Valhalla», decía siempre Snotlout). Sin embargo, la dejaban pasar el rato con ellos y comer en el Gran Salón, quizá porque Toke podría tirarlos al suelo si no lo hacían.

Pero no fue así como Freya conoció a Astrid. La conoce desde hace más tiempo. Sus madres eran muy unidas, así que las dos niñas crecieron básicamente en casa de la otra. Freya sintió que había ganado una hermana mayor molesta y mandona que odiaba que la obligaran a cuidarla siempre. A regañadientes, hizo que una tuviera a la otra en alta estima y cuidado, pero siempre consigo mismas. Ninguna admitiría que en realidad (más o menos) le gustaba estar en compañía de la otra. Y mucho menos lo expresaban.

Regresaron a donde Freya debería haber estado en primer lugar. La mayor parte de la incursión se había calmado por ahora, y el grupo de vikingos con el que Freya pasaba el rato andaba sentado, a regañadientes, observando los últimos momentos de destrucción.

Aparte de Astrid y Toke, estaba Fishlegs Ingerman; un niño regordete de pelo ratonil, ojos anchos y frenéticos y barbilla poco prominente. Sabía casi todo lo que había que saber sobre dragones (y nunca paraba de hablar de ello). En comparación con el resto de su grupo de amigos, él era el que más destacaba y no era por su barriga, ni por sus quejidos chillones cada vez que había un dragón cerca. No era especialmente violento ni un guerrero bien entrenado. La única arma que llevaba encima era una cachiporra en miniatura que ni siquiera podría noquear a un Terrible Terror si pusiera toda su fuerza en ella.

Sentado a su lado estaba Snotface Snotlout Jorgenson. Era el aspirante, el que podría serlo en todo. Podría ser el siguiente en la línea de sucesión a jefe, pero su padre era el segundo. Podría ser el próximo guerrero por excelencia, excepto que su puntería siempre se iba un pelín demasiado a la derecha. Podía ser el vikingo perfecto, pero cuando Toke estaba a su lado, siempre estaba a su sombra, lo que le hacía irritable. Snotlout siempre intentaba superarse a sí mismo, alardear y hacer chistes malos y terribles para hacer reír. Siempre intentaba compensar algo, ya fuera popularidad, altura, fuerza, otras cosas... de cualquier forma, Freya no sería la única que quisiera golpear su nariz de cerdo en múltiples ocasiones.

Los últimos de su grupo de inadaptados eran los alborotadores. Todo grupo de amigos tenía que tener al menos uno, ellos consiguieron tener dos. Los gemelos Thorston: Ruffnut, la chica, y Tuffnut, el chico. Ambos rubios, espigados, encorvados con risitas cuando veían a alguien caer víctima de sus muchas (peligrosas) travesuras. Si no discutían entre ellos, hacían comentarios tontos, y si no hacían eso, entonces a Freya le preocupaba que algún montón de pescado cayera sobre su cabeza desde arriba.

Fue Tuffnut quien los notó primero. Y sonrió con una sonrisa traviesa que inmediatamente hizo que Freya revisara los cimientos de la casa de arriba.

—¡Y encontraron a la niña perdida!

—Oye, Astrid —se rió Ruffnut—, ¿cómo te va de niñera?

Astrid no dijo nada. Simplemente se enfureció y le dio un puñetazo a Ruff en el hombro, haciéndola caer de cara sobre el adoquín. Su hermano se rió de su desgracia y ni siquiera hizo ningún movimiento para ayudarla.

—Eh —dijo Toke con una voz que parecía insegura sobre si estaba defendiendo a Astrid o a Freya—, nadie hace de niñera de nadie. Freya es...

Freya le lanzó un breve ceño fruncido.

—No digas que Freya es una vikinga fuerte e independiente capaz de cuidar de sí misma.

Toke le frunció el ceño. Rápidamente se cruzó de brazos, burlándose de un indignado.

—Yo no... no iba a decir eso.

Astrid lo miró por encima del hombro.

—¿Y qué ibas a decir?

Se quedó allí por un segundo. Tropezó con sus palabras, dándoles una sonrisa tímida antes de murmurar:

—Que Freya es una vikinga fuerte e independiente capaz de cuidar de sí misma...

Freya puso los ojos en blanco y caminó hacia la roca en la parte de atrás, lejos de los demás. Se sentó y miró fijamente su hacha. Un hacha pequeña, tonta y liviana, igual que ella.

—Tranquila, Freya —habló Snotlout, inclinándose hacia atrás para mirarla—, yo creo que eres muy capaz.

Ella simplemente le devolvió la mirada.

Sólo entonces se dio cuenta de la destrucción absoluta de la plaza. Y no era de dragones. Freya se quedó boquiabierta, sentándose para mirar los senderos de madera que conducían a los muelles: estaban rotos, destrozados y esparcidos en llamas... todo desde la torre de vigilancia en llamas que se había asentado en el fondo.

Incluso antes de verlo, sabía exactamente a quién pertenecía la firma.

Hiccup Horrendous Haddock III estaba de pie frente a la destrucción, encorvado y paralizado en un gesto de dolor. De pelo castaño claro, cara pecosa y delgado, sólo medía la mitad que su gigantesco padre: el jefe, Stoick el Vasto. Con una altura de dos metros y una barba de fuego igual de grande, miró con desprecio a su hijo, que frunció los labios y miró hacia arriba, avergonzado debajo del pelo que le colgaba. Se balanceaba de un lado a otro sobre las puntas de los pies, torpe para darse cuenta de que todos los vikingos que lo observaban, agitados y furiosos.

Esa era la persona con la que algún día tendría que casarse.

Hiccup intentaba no hablar. Pero no pudo contenerse. Sin mirar a su padre a los ojos, soltó:

—Oh, vale, pero le he dado a un Night Fury... ¡ah! —luchó mientras Stoick el Vasto agarraba el cuello de su chaleco de piel, tirando de él hacia arriba para que sus pies colgaran mientras lo arrastraba por el camino adoquinado. Hiccup todavía discutía—. ¡Que ahora sí que sí, papá! ¡De verdad que le he dado! Vosotros estabais liados y le tenía a tiro. Ha caído justo detrás de Raven Point. Vamos a mandar a alguien antes de que...

¡Para!

Ante su grito, Hiccup se quedó en silencio. Lo dejó nuevamente sobre sus propios pies, alejándose de su padre, quien apretó las manos, respirando profundamente antes de agregar en un tono más suave y perdonador:

—Por favor, para. Cada vez que sales fuera, hay una catástrofe. ¿Es que no ves que tengo otros problemas? ¡El invierno está llegando y tengo que dar de comer a toda la aldea!

Freya trató de no mirar cuando escuchó a Hiccup ser reprendido. Escuchó a los gemelos reírse mientras se burlaban de él, Snotlout se burlaba suavemente de ellos y Astrid lo hacía en voz baja, pero no dijo nada, solo jugueteaba torpemente con el cuero de la empuñadura de su arma.

Hiccup miró a los aldeanos que escuchaban. Murmuró:

—Bueno, entre tú y yo, no les vendría mal comer un poquitín menos, ¿no crees?

Los aldeanos de Berk refunfuñaron entre ellos, compartieron miradas y se frotaron el estómago, todos un poco cohibidos por su dieta rica en carne.

El Jefe Stoick no estaba contento.

—¡Esto no es una broma, Hiccup! —espetó. Pronto suspiró, sacudiendo la cabeza hacia su hijo, quien jugueteaba con sus pulgares, con las orejas de un rojo brillante—. ¿Por qué no puedes obedecer una simple orden?

Hiccup tropezó con sus palabras y trató de defenderse. Agitó los brazos.

—¡No n-no puedo evitarlo! —dijo—. Veo un dragón y tengo que matarlo, ¿sabes? —imitó que golpeaba algo—. Así soy yo, papá...

—Oh... —su padre se frotó las cejas, una mezcla de exasperación y cansancio fluyendo en un suspiro entrecortado—. Eres muchas cosas, Hiccup. Pero cazador de dragones no es una de ellas —Hiccup se desplomó y su mirada se dirigió hacia la ceniza en el adoquín a sus pies—. Vuelve a la casa —levantó la voz hacia Gobber el Rudo que estaba cerca—. ¡Acompáñale! Yo tengo que arreglar este desastre...

Freya fingió encontrar muy interesante el ligero desconchado en el mango de su hacha mientras Hiccup los pasaba por el camino. Mientras sus amigos se reían y se burlaban, ella frunció los labios y apretó la mandíbula, negándose a que pareciera que lo estaba viendo salir por el rabillo del ojo.

Nunca había visto a nadie tan torpe —se burló Snotlout Jorgenson directamente en la cara de su primo e Hiccup puso los ojos en blanco. Señaló la destrucción que los rodeaba con un brillo delicioso ante la desgracia—. ¡Te has salido!

—Gracias —respondió Hiccup sarcásticamente. Él asintió con la cabeza a su primo, burlándose de él—. Muchas gracias. Lo he hecho a posta...

Sus ojos captaron la mirada de reojo de Freya Balderofferson e inmediatamente, ella contuvo la respiración y apartó la mirada, tensa y rígida. Hiccup suspiró y también rodó los ojos hacia ella, preguntándose cuánto más podrían odiarlo los dioses. Sin embargo, una vez que no pudo verla, su mirada lo siguió a medida que avanzaba. Mientras Snotlout caía al suelo ante el empujón de Gobber y los gemelos se reían en su cara. Mientras Astrid se cruzaba de brazos y murmuraba a Toke cómo pensaba que Hiccup no podía ser más inútil, la rígida mirada de Freya se volvió suave, con las cejas levantadas al sentir un tirón en el pecho; uno que comprendía la forma en que los hombros de Hiccup Haddock se hundían al amanecer.

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como dato para ir avisando, la autora original dijo en una nota en el capítulo 1 que freya tendrá un deadly nadder porque a ella (autora) le ENCANTAN los deadly nadders. no significa que astrid no vaya a tener al suyo, claro, pero las dinámicas serán distintas porque no todos los dragones, por ser de la misma clase, son iguales.

toke tendrá un thunderdrum, que es básicamente un dragón de agua.

también dijo que no fue planeado, pero que toke tiene vibes de kristoff 👀

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