6. Silent Nights.
. . .
-Edgar...
En medio de la oscuridad infinita, pudo escuchar una voz gruesa hablándole...
-Edgar, despierta.
No se podía mover. Estaba sumergido bajo el profundo mar de su cabeza... No podía ver nada, solo podía oír a lo lejos su nombre ser llamado.
-¡Edgar!
Poco a poco comenzó a recobrar conciencia, estaba dormido solamente, no se estaba ahogando en ningún mar extraño. Poco a poco comenzó a abrir los ojos, adolorido. El ojo derecho no lo podía abrir del todo, ese le dolía el doble.
Todavía estaba medio dormido, pero podía ver un techo blanco y una luz muy brillante golpeándolo en la cara... ¿Dónde estaba?
Volteó hacia un lado y ahí lo encontró a él, a un chico albino, un tanto barbudo con anteojos raros en el rostro... Lo podía reconocer, pero su cerebro no lograba procesar nada, seguía chueco por los batazos que recibió.
-¿Abuelo?
Una risa se oyó de fondo, mientras el chico albino cambió su mirada preocupaba a una de molestia.
-Abuela tu madre. Todavía que te ayudo, me tratas así.
-Byron, relájate, creo que ni siquiera está despierto del todo.
Eso era cierto a decir verdad. Edgar no procesaba nada de lo que pasaba, se sentía atrapado entre las nubes de su sueño.
-Sácame de casa, por fa.
Entonces comenzó a hablar de cosas nada que ver, casi delirando.
-Dale unos segundos, ahorita lo procesa todo.
-Pero son las siete, señora Junker. Todos ya se fueron y solo quedamos nosotros dos aquí.
-Dale paciencia. Después de todo lo golpearon con un bate varias veces.
Poco a poco una extraña desesperación hizo a Edgar reaccionar.
Mientras que Byron y la enfermera hablaban, el muchacho de ojos tristes comenzaba a quedarse sin aire, tenía al parecer algo en la nariz que no reconocía, y mientras más tiempo pasaba, más nervioso se ponía.
-¿¡Qué mierda tengo acá!?
Se levantó de golpe, y enseguida se arrepintió de eso por un punzante y horroroso dolor en su cabeza que hizo acto de presencia en el peor momento. Edgar fue arrastrado por el dolor de vuelta a la camilla. Su cuerpo le pesaba como cemento.
-Tranquilízate, eso es por tu nariz rota, aún puedes respirar por la boca, bobo.
Incluso si el insulto había sido lo más suave posible, Edgar no evitó sentirse ofendido.
-Boba tu abuela.
Ya parecía poder procesar todo.
Byron rodó los ojos y se levantó del asiento mientras Edgar aún lidiaba con su fuerte dolor de cabeza.
Miró por la ventana. La oscuridad de afuera era notoria, podía ver su propio reflejo por lo noche que era.
Entonces reaccionó...
-... ¿Qué hora es?
-Las siete cuarenta y uno.
Oh, mierda.
Su padre lo iba a retar horrible apenas llegara a casa y su madre trataría de intervenir, y toda una pelea lo iba a esperar por toda la noche.
Estaba perdido.
-Necesito volver a casa ya... Me van a matar si llego tarde y-...
Mientras se levantaba sintió una mano tocar su pecho suavemente, deteniendolo de seguir con lo suyo...
-Perdón, pero... ¿Acaso escuché bien?
Byron dijo en respuesta con un gesto confundido. Edgar se molestó y tomó el brazo del mayor para alejarlo de él, sin lograr nada.
-Qué te importa, abuelo. Ni siquiera te incumben mis problemas.
-No, no me incumben, pero literalmente acabas de decir que te matarían si llegas tarde frente a mí, mientras platicabas conmigo, bobo.
Edgar se molestó más por esto.
-Bueno pues ahora te digo que ignores eso y me dejes ir.
Y dicho eso, trató con el doble de fuerza para sacar el brazo de Byron de encima suyo, pero era demasiado fuerte, lo mantenía muy fácilmente contra la cama.
Sintió un terrible pánico que inundaría sus mejillas cuando vio el rostro del otro acercarse al suyo.
-No pongas esa clase de problemas frente a tu salud, pedazo de imbécil. Te estás muriendo, ¿de verdad tus padres se molestarán porque llegaste tarde todo porque te golpearon en la escuela?
Aún con los nervios haciéndole jugadas muy pesadas, Edgar logró responder firme.
-Sí, ¿y? No es tu casa, no es tu problema, ahora déjame ir.
-¿Eres tonto o te haces? Debo llevarte al hospital, ¿creíste que la enfermería sería suficiente?
Byron ya estaba mostrando la vena del enojo, no hacía más que intimidar al menor.
-¡No puedo llegar muy noche a mi casa! ¿¡Acaso a ti no te regañan!?
-No tengo cinco años. ¿Cuántos años tienes tú?
-¡Pero sigues en la escuela! Mira, entiendo que tú seas mayor de edad y que por eso te den libertades pero yo aún tengo diecisiete, ¡DIECISIETE!
-Oh, demonios, eres un niño, no lo había notado. No quería tomarme tu personalidad infantil tan en serio.
Edgar estalló en ansiedad y enojo cuando escuchó ese tono sarcástico en la cruda voz de Byron. Vale, bueno, era el jefe del consejo, muy bien, pero a ese punto no sentía justo que le hablara así y lo tratara como un niño.
Estuvo a punto de gritar en forma de berrinche cuando el mayor lo acalló.
-Vale, ¿y si te digo que le hablé a tus padres, y aceptaron que te llevara al hospital? ¿Te calmarías un rato?
¿Eh? Le había marcado a sus padres, y ¿ellos contestaron?
Bueno, eso sí que era una sorpresa.
-¿Cómo mierda lograste contactarlos?
-Insistí tanto hasta que se preocuparon por tu carita de ángel endemoniado.
El fuerte sonrojo brillante e intenso volvió a cubrir su rostro al escuchar ese extraño pero lindo apodo. Fue entonces que Edgar cedió ante los regaños y miradas asesinas del intimidante jefe del consejo estudiantil, y así desvió la mirada ya completamente avergonzado por la extraña situación.
Ninguno de los dos notó que la enfermera ya no estaba ahí. Y vaya suerte, Edgar se estaría muriendo de pena por esa incómoda pose que mantenía con Byron.
Lo tenía casi encima a regañadientes, con una mano en su pecho y la otra a un costado del rostro del chico del flequillo, que curiosamente ese día por los golpes, lo tenía sujeto hacía atrás.
-... No quiero ir al hospital.
-No te pregunté. Es una orden del director.
-No quiero, mierda, no quiero ir.
Byron estuvo a nada, literalmente nada de deslizar su mano al cuello del más chico y ahorcarlo desesperado. ¿Por qué estaba tanto a la defensiva? ¿Acaso es su instinto emo el ser rebelde, o por qué siempre quería ir a la contra?
Decidió respirar profundo y calmarse. Vaya, que es su trabajo, según, el soportar esta clase de actitudes. Los alumnos estaban pasando sus peores etapas en cuestión emocional, debía darle un momento al menor... Seguro había algo que no le dejaba aceptar cosas buenas de nadie.
-Solo revisaran si no hay fracturas o daños graves en órganos importantes. Apenas revisen eso, te llevaré a tu casa personalmente, ¿sí?
Aunque realmente Byron estaba haciendo más de lo que debería. No tenía la orden de nadie de llegar a extremos como llevar a un alumno al hospital y a su casa. Su trabajo estaba en la escuela, y nunca había salido de ella.
Pero vaya, que quería muchísimo que Edgar cediera a sus órdenes por una vez en todo el rato que llevan conviviendo. Estaba hasta las pelotas de que cada orden le cueste más de media hora acatarla.
Y eso ya había sucedido tiempo antes de que se volvieran medianamente cercanos por el tema de las duchas.
Edgar era un antisistemas y quería corregirlo, quería corregirlo tanto.
El muchacho suspiró muy ansioso, se notaba que comenzaba a tener un ataque de ansiedad...
¿Tanto miedo le tenía al hospital?
-Está bien... Pero no te entrometas dónde no te llaman, ¿oíste?
Byron finalmente se alejó de él y asintió triunfante.
-Es un trato hecho.
. . .
-¿¡EN SERIO TIENES COCHE!?
Los extraños pero sorprendidos gritos de Edgar se escuchaban con fuerza dentro de aquel vehículo en movimiento. Las luces de la carretera pasaban rápidamente, y el vidrio que separaba el viento del rostro de Edgar estaba tan limpio que hacía que esas luces se vieran como magia.
-¿Cuántas veces debo de decírtelo? El coche me lo prestó mi padre para este problema y una persona lo llevó a la escuela por eso. No... Es... Mío.
-¡PERO MIRA ESTO! Es como si fuese tuyo... ¿¡TIENES PERMISO DE CONDUCIR!?
Byron asintió hostigado por la actitud infantil de su copiloto.
-¡Woaah, bro, qué genial! Seguro puedes ir a dónde quieras cuando te lo prestan... Los asientos son muy cómodos además. No, man, que cool poder ir en uno de estos coches de lujo...
Edgar continuó fascinado por el coche. Revisaba el tapizado del asiento, tocaba los botones de su puerta, miraba los espejos y las luces elegantes del interior... Y vaya, ver ese pedazo de la ciudad que casi nunca visitaba, brillando en la oscuridad de la noche... Era increíble. Era simplemente hermoso para los tristes ojos de Edgar.
Byron aún así no lograba comprender la razón de su fascinación. Cosas que él veía todos los días, típicas cosas que un ciudadano cualquiera veía. Edgar parecía ser de esas personas que se sorprendía por cualquier cosa, o al menos esa era la impresión que le daba.
Tal vez se la pasaba mucho rato encerrado en casa, y por eso nunca había visto las luces de la ciudad correr, y lo hermoso que se veía el cielo de fondo de una increíble ciudad, gigante, magistral.
Suspiró tratando de poner en blanco su mente. Sabía que Edgar estaba necesitado de atención, pero no sabía que hasta estos desniveles.
Pasó un rato más el viaje en el coche cuando se detuvieron frente al hospital de la ciudad y el más cercano a la escuela.
Byron bajó primero para poder ayudar a su compañero a salir de su lado.
Le abrió la puerta, encontrándose con un chico con la mitad del rostro cubierto por su bufanda ensangrentada... Era raro verlo con el cabello recogido. Esa noche sabía que era una excepción por el daño causado en su ojo que solía cubrirse pero no dejaba de parecerle raro.
-Yo puedo abrir la puerta solo.
¿En serio estaba molesto por eso?
En serio que Byron estaba aguantando las ganas de ahorcarlo ahora mismo.
-Si, bueno, esperaba un gracias de tu parte.
Edgar frunció el seño y se dispuso a salir por su cuenta.
-Qué... ¿Qué haces, idiota?
-Salgo del coche, ¿qué no ves?
-¿Y tu dolor en las piernas?
-Estoy lastimado, no soy una dama en apuros.
¿Había una ley que lo protegería si decide ahorcar a Edgar? No sabía pero si existiera usaría todo su valor posible.
-Pues entre más gritas y chillas, más pareces una dama en apuros. Anda, déjame ayudarte.
-¡Que no necesito ayuda, puta madre!
Pero a pesar de los reclamos provenientes de Edgar, Byron solo se limitó a pasar sus brazos por debajo de los hombros del menor, para así cargarlo y sacarlo del coche más rápidamente.
Entonces Edgar comenzó a armar una escena, gritándole a Byron que no hiciera eso, que era vergonzoso y que eso afectaría su imagen de chico malo, pero Byron no respondió y se mantuvo sereno mientras cerraba la puerta del coche.
Y así, en aquella extraña posición lo llevó casi a rastras hasta la entrada del hospital, tratando de que Edgar no tocara demasiado el suelo y así prevenir el sufrimiento del menor.
Las puertas se abrieron, todos voltearon a verlos, pues Edgar había hecho tanto escándalo que logró oírse hasta dentro de la sala de espera. Por su parte, Byron solo lo abrazaba para que no se lastimara, y así llamó a las enfermeras del lugar.
Mientras ellas llegaban, todos miraban fijamente a Edgar.
¿Acaso tenía 12 años o por qué hacía tanto berrinche?, era una de las preguntas que se hacían los que esperaban pacientemente por noticias de sus familiares.
Esto obviamente causo vergüenza en Edgar, y en seguida se cubrió el rostro avergonzado...
-Oye, tú te buscaste esas miradas, no te pongas a llorar.
-¡Cállate, maldito engreído de mierda!
Oh, y ahora era engreído. Cada vez le sacaba más insultos de encima.
Las enfermeras llegaron un par de segundos después y tomaron a Edgar para ayudarlo a subir a la camilla. Este, aunque como siempre estaba a la defensiva y negaba los agarres de las señoritas, logró subir a esta un tanto por su cuenta.
Una de las enfermeras volteó a ver a Byron, para preguntarle algo antes de llevar a Edgar a dónde sea que iba a ir...
-Buenas noches, señor Wayne... ¿Esto es por el problema del bate en su escuela, verdad?
El chico albino asintió y sacó su teléfono móvil rápidamente.
-Creo que le llegó la indicación desde la tarde, pero cualquiera que sea la cantidad de dinero que deba de cobrar puede sacarla de la cuenta bancaria de la escuela.
La señorita asintió.
-Sí, esas son las indicaciones del director. ¿Sabe si hay alguien más herido de gravedad?
-No, solo este muchacho, y solo hay que hacerle una revisión para asegurar que no haya daños mayores.
-Entendido, nos encargaremos de eso rápido... ¿Va a esperarlo aquí?
Byron volteó a ver silenciosamente a las bancas vacías en la sala de espera, y apenas encontró un lugar perfecto confirmó su estancia en el lugar mientras Edgar volvía a salir.
La enfermera le sonrió, y tomó el borde de la camilla para llevarse a Edgar a una rápida revisión.
-En seguida le doy a conocer cualquier noticia importante.
Y así, mientras Edgar era llevado por un pasillo vacío en el hospital, Byron lo miró unos segundos antes de perderlo de vista.
Ese chico era un lío, y estaba un tanto hostigado de tratar con él. Le era sorprendente el haber aguantado tanto su presencia teniendo en cuenta sus problemas de ira.
Se sentó en su lugar elegido y sacó su mochila rápidamente. Tenis mucha tarea que acabar y obligaciones del consejo que atender. Avanzar un poco mientras esperaba no haría daño, no podía perder ni un segundo más de su valioso tiempo.
Ahora, a esperar.
. . .
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