51. The relics that Amelia left you.

. . .

—Bienvenido de vuelta, joven Byron.

Edgar miraba atento como el albino abrazaba a aquellos empleados que estimaba con mucho cariño, con una gran sonrisa, feliz de haber regresado.

Aún así, su expresión al ver la blanca y casi vacía mansión seguía siendo de puro odio y miedo. Podía notarlo. Pasaron muchas cosas ahí, en los rincones más oscuros de los largos pasillos cubiertos con alfombras caras, cosas que perseguirían de por vida al pobre Byron.

Hasta el momento parecía irreal que haya podido vencer a su padre con exponer información confidencial. Normalmente esperaría que sus aliados en negocios lo cubrieran pero el plan de Byron funcionó a la perfección, haciendo que ninguno de esos negociantes se atreviera a meter mano por miedo a poner en juego su propia reputación.

No entendía cómo, pero lo logró. Logró que todos estuvieran en contra de Gabriel.

Y cómo no hacerlo, si aparecieron cientos de videos y entre ellos uno donde le disparaba a un menor de edad. Muchos adultos que consumían sus productos se vieron ofendidos, las huelgas no faltaron.

Y dejaron sola al mando a Belle mientras Gabriel buscaba a Byron.

No entendía por qué el temible hombre subió solo a la habitación de los jóvenes conociendo las consecuencias, pero una explicación debía haber, no podía ser tan tonto para caer así.

En fin, por lo menos ya estaban de regreso, y Edgar notó a una chica medio albina corriendo a abrazar a Byron.

Era curioso, en realidad Edgar no tenía ni idea de quién era ella, solo escuchó el nombre de "Belle" y supuso que era una familiar que había cuidado de la casa, pero no estaba seguro...

—Lograste mantener a salvo a tu novio, bien hecho.

El rostro de Edgar se ruborizó, ¿ella ya sabía de su existencia?

Byron en respuesta le dió un leve golpe en el hombro mientras una sonrisa tonta se dibujaba en su rostro, desviando la mirada tímidamente.

Belle solo lo miró sorprendida, pero con una sonrisa burlona dibujándose en el rostro.

—¿Y ya son novios en serio?

Preguntó, mientras los empleados, que aunque quisieran aparentar, se notaba que solo paraban la oreja en busca de escuchar el chisme.

Byron y Edgar se miraron, el menor sonrió atontado y el mayor actuó más tímidamente que antes.

Belle nunca lo había visto así, ese muchacho si que lo tenía loquito.

Entonces, esperando una respuesta de parte del mayor, Edgar permaneció mirándolo curioso de la respuesta...

Entonces Byron negó.

—Aún no.

Respondió con orgullo, abrazando al menor de los hombros aprovechando que ya podía hacerlo con más libertad.

—Aunque nuestros sentimientos ya son más que obvios, me gustaría que la propuesta sea más formal y memorial que simplemente preguntarle mientras lo curo después de pelear con mi padre.

Belle abrió los ojos sorprendida.

—¿¡Peleaste con mi padre!?

Ella lo tomó de los hombros y casi lo sacudió, Edgar fue tomado por sorpresa y solo asintió ocultando su rostro bajo su bufanda.

Una sonrisa se dibujó en su rostro, y Byron se interpuso apartando a la chica de su -casi- novio. Ella solo carcajaó y dió media vuelta antes de hacer una señal con la mano, pidiéndoles que la siguieran.

—Hablaremos de tu lucha después, muchacho. De momento vengan, tengo lo que me pediste Byron.

El rostro molesto -y celoso- del mayor se apaciguó, y dedicándole una sonrisa al menor lo invitó a acompañarlos.

Edgar correspondió y abrazo al otro por la espalda, para después encaminarse a su lado en la dirección en la que fue Belle.

. . .

—Eso si que fue un acto heróico, ¿qué tal quedó su cara?

Belle susurró desde el sofá sentada al lado del chico de la bufanda, el otro asintió acomodándose plácidamente en el mismo lugar.

—Estoy seguro de que le hice una reconstrucción facial con eso, lo golpeé con un palo, si pudiera lo ahorcaba con mi bufanda.

—Eso hubiera estado genial considerando que por dejarlo así te disparó en el hombro... ¿Aún duele?

Edgar negó.

—Ya estoy mejor, es una simple herida ahora. Lo único que se le complica es levantarme, siento las piernas realmente entumidas hace días.

Belle asintió, y siguió hablando con Edgar sobre lo épico que fue su viaje junto a su hermano, por qué si, ahora Edgar sabía que ella era hermana de Byron.

Habían pasado mucho rato así, platicando de cosas tan banales como si hubiera confianza de años, mientras que el otro adolescente revisaba lo que parecía ser una caja con objetos viejos. Belle clama que aquellos objetos eran de Amelia, la madre de Byron.

Este mismo chico solo podía oír todo lo que hablaban en esa oficina mientras de vez en cuando echaba un reojo a los otros dos, intentaba concentrarse en revisar las viejas reliquias, pero no podía evitar cierto desconcierto y desconfianza de verlos hablar. No estaba celoso, más bien seguía teniendo cierta desconfianza de su hermana pues, claro... Ella lo había tratado terrible casi toda su vida y apenas habían podido hacer las paces.

Además, temía que pudiera meterle ideas a la cabeza a Edgar, muy malas ideas.

Fuera cuál fuera la realidad, no negaba que confiaba en el muchacho de la bufanda y en que no se dejaría meter esas ideas en la cabeza muy fácil. Tal vez era su instinto de protección queriendo evitar que Edgar tenga que lidiar con esas cosas.

Sonrió resignado ante la situación, y entre sus manos encontró un collar de gemas preciosas... Un collar que podía recordar muy bien... Rebuscó entre todas las gemas que tenía y ahí lo encontró, una pequeña gota de lo que parecía ser un líquido rojizo y ya muy oscurecido residía sobre una gema. Podía notar que alguien había intentado retirar esa mancha con limpieza profunda pues estaba medio borrada, pero no fue suficiente lo que sea que haya usado, la mancha seguía presente.

La sangre de su madre cuando fue asesinada, recordaba el collar pues la encontró ya muerta con este mismo.

Cerró los ojos y suspiró. Estaba feliz.

A pesar de los crudos recuerdos, estaba feliz de saber que esas reliquias permanecieron intactas por su padre, y que no las vendió ni las usó para algún otro propósito.

Volvió a mirar de reojo a los otros dos solo para asegurar que nada malo estuviera pasando, y ahí se dió cuenta que ambos jóvenes lo miraban fijamente desde el sofá.

Belle le sonrió, y Byron fue tomado por sorpresa, ¿habran notado sus extraños celos?

Sin embargo la chica no procedió a burlarse de él, al contrario, alzó una mano y le señalo la caja que había dejado sobre el escritorio que alguna vez le perteneció a Amelia Wayne.

—Creo que por ahí hay algo que te va a gustar.

Byron alzó una ceja y se levantó de su asiento dejando de lado el collar de gemas preciosas que había encontrado, para acercarse a esa caja y abrirla con curiosidad, preguntándose qué podría haber ahí adentro para que Belle dedujera que le gustaría tanto.

La abrió, y en el tope fue lo primero que encontró.

Esa foto...

Que creyó perdida.

La tomó con temblorosas manos viendo el único recuerdo que tenía de su madre, antes de que su padre lo rompiera e hiciera que se perdiera para siempre.

Al menos eso creyó, hasta que su hermana mayor se tomó la molestia de recolectar cada cosa que perteneció a su madre... Reliquias, objetos, vestuario, papeles y... Esas fotos.

Fotos de ella, que eran lo único que mantenía vivo el rostro de la mujer en la cabeza de Byron.

Él sonrió y un par de lágrimas amenazaron con salir, pero intentó contenerlas.

Entonces su hermana aclaró su garganta, llamó su atención...

—¿No aprendiste algo en tu travesía con tu "casi" novio?

Exclamó mientras sacudía al muchacho que tenía al lado, quien fue tomado desprevenido mientras veía lo que parecía ser un vídeo de una persona jugando.

A pesar del susto, Edgar levantó la mirada en dirección al jefe del consejo estudiantil, mientras de fondo sonaba la voz de aquella persona narrando los sucesos del videojuego. Ambos chicos se miraron... Hasta que Edgar comprendió, y sacó a relucir su sonrisa más empática posible.

Byron correspondió la sonrisa, y dejó las lágrimas derramarse.

No estaba acostumbrado a eso, pero dejar los sentimientos fluir cada vez parecía ser algo más placentero... Sonrió mientras repasaba su pulgar por el marco de la foto. Un marco decorado por aún más gemas preciosas que relucía ante la tenue luz de aquella oficina... Relucía tanto como la sonrisa de la mujer, quien abrazaba a su hijo frente a un pastel hecho por ella misma... Nunca había notado que desde muy pequeño se le había negado expresar emociones como tristeza o felicidad, pues en aquella foto aparecía con una cara sería, apenas notable una muy ligera sonrisa encurvando su boca.

Ese, a pesar de su rostro, fue uno de sus mejores recuerdos en toda su miserable vida. Se la pasó tan bien, con verdaderos amigos, con su madre, con gente que apreciaba. Ese día fue su mejor cumpleaños, además del único. El resto de días simplemente se basaban en un pastel al lado de su madre, lo cual no era algo que despreciara pero no se comparaban al increíble día que fue aquel.

Estaba feliz de ver esa foto... Y por primera vez en mucho tiempo, dejó las lágrimas salir por voluntad propia.

Entonces su concentración en aquel divertido recuerdo se interrumpió cuando sintió un par de brazos rodearlo. Miró a su costado y ahí encontró a un Edgar sonriente mirando la foto a su lado. También era gratificante ver a alguien que, en un principio solo se negaba a expresar algo que no fuese enojo, sonriera por el simple hecho de acompañarlo a ver una vieja foto.

—Hey, hermanito... Saca la foto del marco.

La voz de su hermana hizo acto de presencia de igual forma apenas Byron salió de sus pensamientos. Solo le devolvió una mirada confundida, alzando una ceja.

—... No quiero arruinarla, en caso de que sea la última...

Belle rió.

—Confía en mí.

No tuvo más opción que aceptar, sintiendo como Edgar se alejaba para darle espacio a aquel movimiento.

Con lentitud y temor de causarle el más mínimo daño a la foto, le dió la vuelta y retiró el pedazo de madera que cubría la parte de atrás. Una vez fuera, con un suspiro comenzó a sacar la foto con extremo cuidado de este mismo marco.

La sostuvo con cuidado entre sus manos y miró con detalle, la foto estaba perfectamente bien y captaba a la perfección cada pixel tomado aquel lejano dieciséis de diciembre de dos mil once. No entendía que debería estar buscando, veía cada rincón de la foto en la busqueda de alguna anomalía pero no encontraba nada.

La albina rió a carcajadas y se levantó de su lugar... El chico le regresó la mirada confundido y ella solamente empezó a caminar en dirección a la salida.

—Mira al otro lado, tonto.

Byron cayó en cuenta de a lo que se refería con aquello... Y le dió la vuelta a la fotografía a aquella parte blanca y vacía que tenía al reverso... No estaba tan vacía.

La puerta se cerró una vez Belle se retiró de la habitación... Y el joven a su lado se alzó en puntillas para ver qué era lo que había generado tanto misterio.

Byron pudo sentir su corazón cubrirse en una oleada de calor una vez leyó aquello que venía al reverso...

"No tengo miedo de abandonar este mundo, pero temo que este mundo te abandoné a tí... Por eso rezo, para que un ángel venga del cielo y te cuide si un día falto yo."

Firmado, Amelia.

Ahora ella faltaba...

—¿Cuándo crees que llegue el ángel?

Edgar preguntó con ingenuidad... Pero el ángel por el que Amelia rezó ya estaba ahí.

A su lado.

—Creo que ya lo hizo.

. . .

—Edgar Cottsweld de primero C, tercer nivel educativo, favor de presentarse en la dirección para tratar temas importantes. Ahora mismo.

Una voz que reconocía muy, muy bien sonó en las bocinas que habían esparcidas en toda la escuela.

Una voz que ya no podía sacar de su cabeza.

La misma que durante varias semanas le había dicho que todo estaría bien, la misma que le había dicho que lo amaba...

Todo el salón volteó a ver a Edgar con miradas preocupadas, curiosas, confundidas. No entendía el por qué. Había un extraño rumor que tenía todo tipo de atención sobre él, y más aún después de lo ocurrido con Gabriel Wayne y el chico prodigio con el que sospechaban que era novio. ¿En serio todos se seguían preocupando por los chismes?

Vaya metiches.

Edgar gruñó un tanto molesto y se levantó de su asiento tímidamente. Tomó su libreta cubierta de dibujos raros y hasta cierto punto obscenos, sus utensilios y finalmente su teléfono móvil, para en seguida guardar todo en su pequeña mochila oscura.

La cargó sobre su hombro, se quejó del dolor en sus piernas y se dirigió a la puerta del salón... No le sorprendía oír de repente a sus compañeros murmurar cosas a sus espaldas...

"Seguro es por lo de la arpía desgraciada..."

"¿Crees que Charlotte esté en la dirección también?"

"Ojalá la hagan pagar, maldita cerda asquerosa."

Edgar no sabía qué era lo que rondaba por los pasillos, desde que regresó solo recibió abrazos y porras, además de preguntas incómodas sobre si era novio de Byron o unas más bochornosas, preguntando "¿acaso el jefe folla rico?"... Todos sabían sobre el escape, y era claro por qué, las noticias hablaron de ellos durante una semana y poco más, pero había algo más de lo que no estaba enterado.

Una violación...

Habían acusado de vuelta a Charlotte por violación.

Pero... ¿A quién?

Byron intentó hablar con él sobre el tema, diciendo que habían revelado que Charlotte había violado a alguien con pruebas presentes... Eventualmente un nudo en su garganta hizo acto de presencia, y no pudo decir nada más pues rompió en llanto entre sus brazos. Edgar le dijo que estaba bien y podía hablar de eso después, pero eso lo hizo pensar en que la víctima era el mismo jefe.

Temía que sus suposiciones fueran correctas, porque de enterarse seguro no tendría piedad con Charlotte, ya no se dejaría intimidar nunca más.

Luego de eso Byron procedió a amablemente borrar su Twitter, Facebook y WhatsApp pidiéndole, o más bien rogándole que no hablara con nadie hasta encontrarse con él en la oficina.

Tenía miedo de lo que le fuese a revelar.

Mientras más caminaba por los vacíos pasillos del enorme instituto, más pesada se sentía su mochila... Más pesado parecía ser lo que Byron estaba cargando consigo.

¿Qué hacía un chico de 21 años cargando con eso?

Suspiró, y tras un largo camino logró llegar a la puerta de la oficina. Inhaló profundo, y tragándose su miedo de ver a Charlotte, abrió está puerta listo para confrontarla.

Pero no había nadie ahí adentro, más que Byron sentado en el asiento del director, viendo fijamente su celular.

—Eh... ¿Pasa algo?

La voz de Edgar logró entrar entre los tantos y nublados pensamientos del mayor, quien alzó la mirada hasta el chico de la bufanda.

—Hay una reunión hoy contigo. Te llamé antes por... Cosas.

Edgar torció la cabeza, confundido.

—Ni siquiera llevas aquí un día y ya estás haciendo trabajo, ¿por qué tanta necesidad de hacer esto ahora?

Preguntó mientras el otro se levantaba del imponente asiendo del director, guardando su celular con aires de incomodidad. Se acercó con una sonrisa nerviosa hasta el menor y, tomándolo de los hombros, lo sentó en el sofá que tenía la oficina principal.

Entonces se sentó a su lado y de su bolsillo sacó la foto que recién se le había sido entregada el día anterior, mirándola con miedo, como buscando una respuesta ante lo que estaba por suceder...

—Tuve suficiente tiempo de descanso, y tras el encarcelamiento de Gabriel no tengo más opción que ponerme al corriente con sus negocios y mis trabajos para asegurar un futuro tranquilo a tu lado. No me molesta trabajar de más mientras sea por nosotros, y confío en que estarás conmigo si en algún momento te necesito.

Bueno, eso tenía sentido... Y era lindo notar que Byron ya no llamaba a "Gabriel" como padre. Un pequeño avance que llevaba a tiempos mejores, pensó Edgar.

Entonces asintió y le sonrió alegre.

—Entonces creo que no tengo más opción que apoyarte... ¿Pero por qué me llamaste aquí antes? ¿Es sobre lo de Charlotte?

Byron siguió sin dirigirle la mirada al más joven, solo veía fijamente la foto, mirando fijamente la sonrisa reconfortante de su madre.

—Sí... Es sobre lo de Charlotte. Me siento mal de no haberte contado antes, y haberte prohibido el saber esta... Tan... Delicada información. Pero... No sabía cómo hacerlo, ni como revelartelo, ni como tener suficiente fuerza de voluntad y valentía para contarte.

Dejó la foto de vuelta en su bolsillo y prosiguió a cubrir su rostro entre sus manos, mientras se recargaba de codos sobre sus piernas.

Edgar lo miró preocupado y se acercó para abrazarlo, temeroso.

—Byron, está bien, no me voy a molestar de que me cuentes esto... Si Charlotte te hizo algo...

—Es que no lo entiendes...

Interrumpió al menor, con cierta ira en su interior.

—No fue a mi, ni a nadie más...

La duda creciente dentro de su mente ya no podía soportar. No comprendía, no entendía de qué era de lo que estaba hablando. Si Charlotte no le hizo nada a Byron, y a nadie más, ¿entonces a quién?

Esto ya no tenía sentido, Charlotte no pudo ser acusada de tal crimen si no había una víctima, estaba tan confundido sobre eso... Y Byron notó esa confusión, por lo que intentó de todo corazón disolver el nudo de su garganta y hablar, pero eso le tomaba más coraje de lo que alguna vez imaginó.

Suspiró, inhaló y exhaló, intentó cualquier método de calma posible pero seguía sin poder hablarlo con calma, no sabía cómo introducir el tema de a poco...

Además, cada segundo que pasaba parecía ser una tortura pues también se sentía culpable de no haber podido sacar el tema antes.

Esto parecía más difícil para Byron que para Edgar, considerando quién era la verdadera víctima.

Respiró profundamente, y cuando Edgar se puso a preguntar, inconscientemente metiendo presión, el mayor no tuvo de otra.

—Fue a ti.

Por fin lo reveló.

Edgar simplemente se quedó hecho piedra intentando procesar lo que recientemente se le fue dicho... Cuando entonces la puerta se abrió.

. . .

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