25. All your progress will be ruined if you die.

. . .

Y entonces la olla comenzó a sonar.

Edgar se alejó de golpe por mero instinto, pensando en las mil y un formas en las que moriría sin hacía todo mal y permanecía cerca de la olla.

Sin embargo... Nada pasó.

La olla continuó con su trabajo ignorando por completo el pánico constante de Edgar al intentar cocinar.

Deseaba con todo el alma que no se le pasará la comida pues su sabor era miserable cuando eso pasaba. Apenas estaba entendiendo que hacer, y su madre Birdie había sido muy amable con enseñarle todo y explicarle que hacer.

Sin embargo su pequeño y frágil cerebro apenas podía mantener la información dentro, a veces se sentía inútil por eso...

¡Pero no puede ser tan malo! Anotó todo lo que necesitaba en su diario, así que si su mente que pasaba todo el tiempo pensando en morirse no quería guardar lo que necesitaba, su querido y adorado diario lo haría...

Si es que no se detiene a leer las hojas dónde pasa hablando sin parar de lo hermoso que es Byron, claro.

Se alejó de la olla, quince minutos deberían ser suficientes ¿verdad? Lo ideal eran los veinte, pero Birdie le recomendó menos por si se le olvidaba.

Esa mujer... Siempre tan atenta con él...

Inevitablemente volteó a ver al sofá cerca de la televisión... Y la vió a ella ahí, sentada, en un estado completamente perdido, desconectada de la realidad.

A su madre, Ada.

Le tenía pena, de verdad que sentía pena por su situación, pero el enojo en su contra no dejaba de estar presente... Quería llorar, quería gritar, quería golpearla por permitir que las drogas tomarán control de ella.

Mientras ella vivía dopada en otro mundo dentro de su propia mente, él tenía que hacer las cosas que se supone ella tenía que hacer por él cuando fue joven. Ahora no tiene chiste que le intente preparar de comer, su vida de niño ilegal acabaría pronto y apenas eso sucediera, huiria a vivir en cualquier lugar menos ese.

Cualquier lugar era mejor que su casa.

No planeaba reclamarle por no querer preparar de comer, ahora Edgar podía hacerlo sin su ayuda. No planeaba reclamarle por no protegerlo de su padre, ahora Edgar podía hacerlo sin su ayuda.

No le reclamaría por nunca llevarlo a esos columpios.

Al final del día Edgar ya tenía diecisiete años, ya no era un niño para disfrutar de esos juegos...

¿Verdad?

Su mirada se entristeció apenas pensó en eso... ¿Acaso sentía la necesidad de huir a ese mágico lugar al que NUNCA en su vida se había permitido ir? No podía negarlo, quería... Saber que se sentía columpiarse.

Nunca antes se había columpiado.

Tal vez... Podía intentar.

Tal vez podía invitar a Byron a que lo acompañara.

Una salida al parque... ¿Sería como una cita? Si su rostro se sonrojaba en ese preciso instante no sería problema,no había nadie en ese lugar más que él, y no, su madre no contaba, su cuerpo estaba ahí pero su mente vivía en otro mundo.

Una salida al parque... En otoño... Justo como el primer día en que todo comenzó a salir mal. Cuando le lloró a su madre por última vez por querer ir a los columpios.

¿Por qué situaciones así de traumantes se guardaban en su mente pero no el como preparar sopa? La crueldad de la vida.

Se detuvo a ver el reloj, ya habían pasado trece minutos, tal vez debería dejarlo a los veinte, total, su ansiedad le obligaba a revisar el reloj cada segundo.

Sonrío.

Sería lindo ir al parque al lado de Byron. Aunque sería vergonzoso decirle que nunca había visitado uno para detenerse a jugar. ¿No sería muy infantil de su parte el invitarlo ahí y no a un lugar adulto sofisticado?

A la mierda, tenía diecisiete años, no setenta.

Tomó su celular, era temprano, por primera vez en su vida se había levantado antes de las doce en un día sin escuela, y eso porque iba a salir a hacer la práctica de la banda. ¿Qué importaba? Aún tenía tiempo, muchísimo a decir verdad.

Se atrevería a invitar a Byron a salir antes de ir a la reunión y si... Y si Byron quería, lo invitaría a verlos practicar.

Aunque... Tal vez debería dejar la salida al parque para después, para cuando tuviera más tiempo.

Quería disfrutar al máximo ese día, y no verse presionado por la necesidas de correr para llegar a tiempo a su reunión de banda.

Se levantó marcando el número de Byron silenciosamente mientras se acercaba a la olla como si de una bomba a punto de detonar se tratase.

Cinco minutos y se harían los veinte recomendados. Que orgullo sería decirle a Birdie "¡mira ma', lo logré en el tiempo necesario!"

Sonrió intentando no acercarse demasiado a la olla, y el otro respondió después de un par de segundos.

-¿Qué tal, pequeño?

El apodo lo hizo sentir bonito a decir verdad, aunque sabía que le llamaba así por la altura, edad y nivel de poder que los diferenciaba.

Mmm, que divertido sería pegarle con lo mismo.

-¿Qué tal, anciano?

Escuchó como el mayor se reía del apodo en la otra línea.

Bueno, al menos lo hizo reír, con eso se marchaba satisfecho del campo de batalla.

Entonces tomó aire un profundamente mientras que preparaba un guante sobre su mano para apagarle a la estufa. Mejor prevenir que lamentar...

Vamos, si puedes, ¡pregúntale!

-P-perdón si es muy repentino... Pero... ¿Hoy estás libre?

¡Bien hecho, lo lograste Edgar, eres increíble!

A decir verdad aunque sintiera que había logrado ganar un premio Nobel por ser el más valiente, sus manos temblaban sin parar de la ansiedad que sentía por miedo a ser rechazado.

Comenzó a respirar un tanto pesado, pero aún así espero la respuesta.

Byron se quedó pensando un rato en la otra línea...

-Iba a tomar un baño justo ahora, si quieres salir, acepto con todo gusto y me pongo mi mejor ropa.

Edgar rió nervioso, pero no dijo nada. Le intimidaba que Byron dijera eso, pues toda su ropa es increíblemente cara y de buena calidad, a comparación de la suya, que la había comprado de una venta de garage en la esquina y que, además, venía con aire acondicionado grátis. Que increíble servicio.

-Y... Si quieres podemos intentar de lo que te hablé ayer.

-¡Ah, sí! Ayer, cuando huí de tí y que cuando regrese mágicamente había olvidado todo sobre tu sugerencia, cierto...

Ambos rieron.

-Pero ¿no hoy tenías que salir a una práctica?

-Es por la tarde-noche, y ahora es muy temprano, ni siquiera yo esperaba despertar a esta hora.

Llevaba despierto desde las siete y media de la mañana... Tal vez la emoción que le causaba el empezar a planear su futuro como una banda le hacía levantarse temprano, así como cualquier otra persona haría cuando es un día importante para ellos.

-Tal vez debiste haber intentado dormir un poco más, es demasiado temprano...

-¿Y tú a qué hora te levantaste como para decirme eso?

-Seis de la mañana. Pero me dormí a las diez, y estoy seguro que tú dormiste a las dos de la mañana.

...

... Tal vez.

-No... Yo nunca haría eso...

Byron rió ingenuo en la otra línea.

-Bien, yendo al punto, hoy estoy libre. ¿Quieres que vaya hoy a... Tu casa... A buscarte?

... Mierda.

-A-ah... No, podemos vernos en otro lugar, no te preocupes por eso...

-No, no, insisto, déjame ir a buscarte a tu casa personalmente, ¿o hay un problema con eso?

¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿En qué momento comenzó a sospechar? Y sabía que sospechaba, por la forma en la que mencionó el "tu casa" y su obvia insistencia...

No dijo nada, pero mantuvo su mirada fija en la manejilla de la estufa...

-¿Edgar, sucede algo?

Tal vez debería aceptarlo, después de todo, la confianza que le tenía ya era suficiente para saber que no se burlaría de él o que no sentiría vergüenza de ir a su casa...

Después de todo, le ofreció ir personalmente, a buscarlo, a un barrio peligroso.

Pero...

Oh rayos.

-¡Mierda, mierda, mierda! ¡Espera!

Dejó el celular sobre la isla de la cocina y se lanzó en pánico contra la estufa apagandola y, en seguida, retrocediendo con temor a que fuese a explotar o algo por el estilo.

Tal vez estaba exagerando, pero eran sus primero días en la cocina... El medio lo inundaba como a un perrito en medio de una carretera.

Se pasó... Por cinco minutos.

Pero al momento de levantar la tapa de la olla, se dió cuenta que la comida aún estaba con vida. Se había pasado por un poco, pero no estaba tan horrible como su mente le había hecho pensar...

Suspiró aliviado y en seguida dejó la tapa de la olla a un lado.

Entonces el pánico volvió a inundarlo cuando recordó que había dejado a Byron colgado en la línea sin ningún especie de explicación. Volteó de regreso a su celular y se lanzó casi de la misma manera con la que se lanzó a la olla segundos atrás.

Tomó el móvil, y sintió el sudor bajar lenta y tortuosamente por su frente cuando oyó los gritos preocupados del otro.

-¿¡Edgar!? ¡Contesta! ¿Estás bien?

-¡Sí, sí, perdón, perdón! Fue la olla que me metió el susto de mi vida, lo siento, no quería asustarte.

El suspiro de alivio de su superior lo hizo calmarse un poco.

-¿Todo bien? ¿No te lastimaste?

Oh, de nuevo comenzó a sentir bonito con solo oír aquel tono preocupado.

-Estoy... Bien. Sí. Creo que ya voy a servir la comida para salir de esta cárcel de una vez...

Puso el teléfono entre su hombro y su oreja para desocupar sus dos manos, se aproximó a la olla nuevamente tomándola de las agarraderas y así la cargó hasta la mesa.

-Está bien... Me alegro que estes bien, pero sigues debiendome una explicación.

Edgar rodó los ojos una vez dejó la olla en su lugar. Se aproximó a buscar un par de platos entre el montón que había roto en el lavavajillas.

Tomó un par que no estaban quebrados y se regresó a la mesa.

-Bien... Te explicaré entonces.

. . .

Nadie dijo nada.

Su madre permanecía mirando al plato sin expresión alguna, y su padre intentaba mantener el dolor de cabeza a raya esa mañana.

Apenas almorzara se iría de fiesta de nuevo, ¿verdad?

Edgar juntó ambas manos en silencio y agradeció en voz baja por tener algo de comer aquel día... Sus padres seguían ahí, sin responder ante lo que su hijo les estaba ofreciendo.

Pero no reclamó, y se dispuso a comer teniendo en mente que Byron llegaría a buscarlo en cualquier momento.

Silencio. Su madre comenzó a comer con las manos temblorosas y el semblante frío... Mientras que su padre se tambaleaba intentando mantenerse sentado sobre su lugar.

Entonces la tensión del lugar aumento cuando la expresión de la mujer se tornó en una de molestia... De rabia...

-Eres tan inútil... Q-que tú hijo tiene que traer de comer a esta casa en vez de tí... Es... Tu puta responsabilidad.

Edgar retrocedió en su lugar intentando mantener la calma y comer por su cuenta...

-Ja... Mira quién habla. Tú también eres tan inútil que tú hijo tiene que hacerte de comer en vez de tí... Es, tu puta responsabilidad.

El tono que el hombre usó lo hizo sentir ansioso, pues conocía a su madre, y odiaba que le hablarán con esa clase de sátira.

Ella se levantó de golpe azotando las manos contra la mesa, saliendo de la droga en la que había entrado horas atrás.

Edgar sentía como su mundo se iba para abajo cuando la vió tomar el vaso con una increíble cantidad de violencia...

Sabía que debía correr cuando vió como la mujer lanzó el vaso contra el hombre con tanta violencia, que incluso si el hombre intentaba cubrirse, los vidrios igual salieron volando en todas direcciones.

Él también se levantó y tomó a la mujer del cuello sobre la mesa e intentó azotarla contra esta misma.

Edgar fue el último en levantarse, y fue para correr detrás de su padre tomándolo de la ropa para intentar alejarlo de la mesa y de su madre.

Lo jaló con todas sus fuerzas, pero solo podía oír como su madre comenzaba a perder el aire, y al hombre le rechinaban los dientes de la rabia.

Entonces, en completo pánico, soltó un puñetazo con todas sus fuerzas al hombro de su padre... Este por primera vez volteó, soltando a la señora abruptamente como si de un muñeco de trapo se tratara.

Lo miró, Edgar sentía como se le salía el alma del cuerpo cuando notó como su mirada se clavaba violentamente contra él...

-¿Estás de su lado, verdad?

El chico retrocedió hasta quedar contra la pared y se encogió aterrorizado...

-N-no... Solo... Solo quiero que dejen de pelear...

El hombre pareció no escuchar la sentencia de su hijo cuando lo tomó del brazo jalandolo consigo. Edgar solo se quejó pues el dolor en sus brazos ya era habitual.

Sujetó las mejillas de su joven hijo y lo obligó a mirar a su madre...

Permanecía contra la mesa... Intentando levantarse, inútilmente. Su plato había sido tirado al suelo, rompiéndolo al momento. Habían vidrios por doquier, y restos de comida en el suelo...

-¿En serio quieres proteger a... Eso?

El hombre dijo, apretando los dientes de la rabia...

-Ni siquiera entiende nuestro idioma, Edgar. Solo llegó aquí a arruinar nuestras vidas, y hacerlas una mierda...

Edgar podía pensar que tenía razón, y que su madre había arruinado su vida por el simple hecho de querer drogarse diario... Pero el mismo caso era con su padre, y aún así los protegía a ambos.

Intentó alejarse del rudo agarre de su padre, pero este no lo soltó y ahora lo obligó a verlo directamente a los ojos...

-¿Por qué sigues intentando? ¿Ah?... ¿No te das cuenta que tu futuro está lleno de mierda por su culpa? ¿Que no vas a poder cumplir tus sueños por gente como ella?

-... T-también es tu culpa... Y a-aún así me atreví a servirte de comer... Agradeceme, puto i-imbécil...

No fue grato recibir un puñetazo en el rostro apenas terminó su declaración... Sintió como su cuerpo chocaba contra la pared de nuevo y como el terror volvía a adormecer cada parte de su cuerpo...

-¡Tú también arruinaste mi vida, pequeño idiota!

Cubrió su ojo, y su padre se acercó a él lentamente... Con un vidrio en la mano.

Ambos se miraron... Jaxon se veía realmente muy molesto, rabioso, se veía consumido por la negatividad y una aura extremadamente pesada.

Planeaba...

Planeaba matarlo.

¿De verdad a eso habían llegado?

-... Te daré la oportunidad de correr...

Y ni siquiera pudo terminar su frase cuando Edgar se levantó con el corazón a mil por hora y salió disparado a la puerta principal.

Tomó la perilla y con todo el pánico del mundo de ver que de nuevo sus manos comenzaron a fallar, intentó abrir, volteando una y otra vez en dirección a su padre quien se acercaba lentamente.

Entonces escucho un coche acercarse fuera de la casa...

Por favor, que sea él.

La pared a su lado recibió un puñetazo y entonces, aterrorizado, Edgar abrió y salió corriendo con el corazón en la garganta. El hombre solo lo siguió a pasó lento, gritando una y otra vez que lo iba a matar y que le haría pagar por lo que le había hecho.

Entonces sintió como un rayo de esperanza lo atravesaba cuando Byron abrió la puerta del piloto y salió del coche, mirando la escena completamente consternado.

-¡ABRE! ¡POR FAVOR, ABRE!

Le gritó, y Byron reaccionó de inmediato volviendo a entrar al coche, abriendo la puerta del copiloto.

Edgar solo se lanzó dentro de este y cerró la puerta más asustado que nunca.

Entonces el coche arrancó, huyendo muy rápidamente de la escena.

Dejando atrás todo eso que lo aterrorizó por años.

Dejando atrás todo...

Byron mantuvo sus manos apretando el volante, ansioso... Volteó a mirar a su acompañante, quién iba más horrorizado que nunca.

Su respiración no podía calmarse, su pecho subía y bajaba y sus manos y piernas temblaban a más no poder.

Su mirada... Solo miraba al espejo restrovisor, con una expresión que no había visto antes en nadie.

Terror.

Edgar estaba aterrorizado.

Y Byron no sintió más que lo mismo cuando vió como la piel al rededor su ojo derecho se tornaba lentamente cada vez más rojiza, cada vez más morada.

Suspiró, y entonces puso su mano izquierda sobre la cabeza del más joven, acariciando suavemente, intentando hacer que mantuviera la calma...

Edgar volteó a verlo después de mirar hacia atrás todo ese tiempo... Y en seguida desvío la mirada.

Sonrió tristemente.

-P-perdón, no me puse nada decente.

Lentamente el mayor comenzó a frenar cerca de una zona más segura y sin mucha gente transcurriendo.

Una vez el coche estuvo completamente quieto, Byron volteó para poder quedar de frente al pobre chico que temblaba más que un chihuahua.

Extendió sus brazos y lo tomó por los hombros.

-No te preocupes por eso... ¿Estás bien? ¿te hizo daño?

Edgar negó con la cabeza mientras se sobaba el golpe que recibió recién...

-Solo fue un golpe... Pero no importa, igual c-creo que estaba muy ebrio.

La verdad es que la adrenalina seguía entre las venas de ambos, tanto en Edgar por todo lo que pasó dentro de esa horrible casa, como Byron por el terror que sentía de ver cómo su amigo perdía cada vez más el control.

Se sentía impotente... Quería protegerlo de todo y de cualquier cosa que pudiese hacerle daño, quería asegurarse que siempre estuviera feliz y sonriente pero... Habían momentos en los que él no estaba presente, y no podía cuidarlo de gente perdida como lo era su padre.

El terror lo inundaba aún más puesto a lo que su padre le gritó antes de que salieran corriendo.

"Te voy a matar, y pagarás por arruinar mi vida."

¿En serio lidiaba con cosas así todos los días, todas las noches?

Sentía como su pecho dolía de solo pensarlo, de solo tener en mente la idea de que su padre pudo haberle amenazado con matarlo antes.

Sentía que... Quería llorar.

Entonces tomó con fuerza a Edgar y lo acercó a él con una obvia preocupación en el rostro. Él más pequeño no evitó tomarse por sorpresa esto... Tardó en reaccionar... Pero apenas lo hizo, los sollozos se hicieron presentes de nuevo.

Sollozos que no había odio desde hace una semana, por que Edgar estaba disfrutando al fin de su vida.

Lo apretó contra su pecho y mantuvo el abrazo mientras que el menor lloraba en su pecho. La idea de huir juntos a cualquier otro país ahora era más placentera de imaginar. Comenzó a acariciar su espalda y su cabello una vez sintió que el chico volvía a perder el control de sus emociones.

Lo sostuvo aún con la palanca de velocidades estorbando en medio de ambos, y lo sujetó en sus brazos brindándole el calor y cariño que no le daban en casa, aún queriendo asegurar de que pudiese sentirse seguro con alguien.

Entonces, inconscientemente, posicionó sus labios cerca de la frente del muchacho...

No hubo reclamo alguno, y Byron ni siquiera se dió cuenta de que lo hizo.

Y poco después de eso, el llanto del muchacho comenzó a calmarse después de un largo rato llorando en medio de la carretera. Byron se alejó un poco, viendo el rostro de su acompañante esperando verlo más calmado.

Tenía los ojos rojos e hinchados, y aquel moretón comenzó a crecer más...

Esa apariencia le rompía el corazón, se lo quebraba en mil pedazos.

Podía adorar el rostro de Edgar y cada una de sus expresiones, pero aquellas que vió ese día le lastimaban, le quebraban el corazón.

Quería ver sus expresiones de felicidad de nuevo.

Lo tomó de las mejillas y limpió sus lágrimas con gentileza. Su piel estaba áspera y completamente húmeda por la enorme cantidad de lágrimas que había derramado.

-¿Crees poder ir a la reunión de hoy?

Edgar lo miró aún con su rostro demacrado, y enseguida desvío la mirada.

-Si quiero ir, pero... N-no quiero que me vean así...

-¿Te gustaría tomar un descanso hoy? Podemos ir a dónde quieras y pasar el rato...

El menor sonrió después de un largo rato, y puso sus manos sobre sus mejillas, procurando no tocar su ojo morado.

-G-gracias, en serio gracias, pero... Tampoco quiero dejarlos mal.

Byron negó con la cabeza y sacó su celular de su bolsillo, dejando su otra mano sobre la cabeza del chico, acariciando tiernamente.

-Estoy seguro que van a comprender la situación.

Y así, se decidió a marcar a alguien, alguien que Edgar pudo reconocer como Brock apenas respondió a la llamada.

No dijo nada, porque realmente no se sentía de humor de reunirse con nadie, y no quería que lo vieran al borde del colapso. Solo dejó que su superior le acariciara la cabeza... Se sentía como un perrito callejero de nuevo, pero no iba a negar que le gustaba la idea de recibir esa clase de cariños.

Se quedó en su lugar aceptando gustoso el cariño que Byron le brindaba, y lo escuchó hablar por teléfono, explicando sin mucho detalle la situación y asegurando que cuidaría del chico por el resto de la tarde...

No tardó nada en oír como Brock le deseaba bien y que esperaba que Edgar no se preocupara por la reunión.

"Su bienestar es más importante, no se preocupen, dejamos esto para luego."

Era sábado, así que aún tenían domingo para reunirse.

Tal vez para ese día ya se encuentre mejor... Ojalá para ese día ya se encuentre mejor.

Entonces por fin Byron alejó su mano de la cabeza de Edgar, y se dispuso a tomar el volante con fuerza. Volteó, y le sonrió al más joven.

-¿Vamos de paseo?

. . .

弾丸から学ぶことはあなたと一緒に簡単になります。

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top