16. Strawberry cakes in the afternoon.
. . .
-¿Por qué llegaste tarde? Habíamos quedado que estarías aquí a las doce en punto.
Apenas llegó al dichoso lugar en el que lo esperaban, el sentimiento de odio comenzó a gobernarlo completamente.
No podía decirle que había estado hablando con Edgar y divirtiéndose con él... Muy seguramente le diría que eso fue tiempo desperdiciado y más con un... "Vagabundo".
Su padre parecía saberlo todo, le gustara o no.
Y claro, seguro él ya hasta sabía quién era su nuevo amigo y como era. No le sorprendería si hasta supiera dónde vive.
-Me tomó más tiempo de lo debido el comprar los suministros, además de que surgió una plática entre la dueña de la tienda y el alumno bajo vigilancia. Hice lo que pude para venir rápido.
Su padre simplemente lo miró totalmente incrédulo sin creerle nada de lo que decía.
Comenzó a sudar frío...
-Hm... Y tenías que vigilar a una mala influencia.
Para nada, no le sorprendería que su padre si supiera dónde vive.
Y que él no.
La pregunta que surgió horas atrás sobre el barrio peligroso apareció rápidamente en su cabeza. Sería realmente molesto y humillante para Byron el que su padre supiese sobre el hogar de Edgar y él no.
Le molestaba.
Más que nada porque ahora estaba seguro de que Edgar le había mentido sobre su dirección.
"Barrio peligroso"... Que curioso, ¿no?
Al menos tendría una hora libre apenas su padre y sus empleados tengan la clásica junta privada donde nadie más que los "adultos responsables" podían entrar.
Acomodó su camisa y abrochó el botón que tenía sin abrochar. Seguido desempolvó su saco antes de que su padre se diese cuenta.
Lo hizo tan bien como pudo, tratando de que todo se viera derecho y en su lugar, pero...
-Eres tan inútil.
Se detuvo de lo que estaba haciendo y miró fijamente los ojos de su padre por mero instinto.
-¿Acaso solo quieres decepcionarme? ¿Acaso sabes todo lo que estás haciendo mal?
No dejó de mirarlo por más nervioso que estuviera, simplemente lo miraba obediente en un completo silencio incómodo.
-Acomódate bien las putas mangas, te ves igual de mal que tú pequeño amiguito.
Incluso si el regaño había sido de lo más violento se sentía demasiado aliviado de escuchar que solo se refería a las mangas y no a cualquier otro error que pudo haber cometido.
Su padre no dejaba escapar ni una, nada, todo lo tenía bajo control.
En seguida comenzó a acomodar las mangas rápidamente tratando de no descubrir sus brazos, viendo por el rabillo del ojo como su padre vigilaba cada uno de sus movimientos.
Miedo.
Su padre le hacía sentir temor.
Y no iba a negarlo, incluso si Byron odiaba sentirse intimidado y dominado no podía evitar tenerle miedo a él y a lo que ha hecho o podría hacer, era más un instinto de supervivencia que ganas de obedecer.
También se sentía culpable...
Después de todo, él mismo había sido el causante de todo.
A pesar de su odio, sentía que sus regaños se lo merecía todo por desobedecer en primer lugar. E incluso con solo recordar lo que alguna vez fue, dios mío, le causaba náuseas.
En serio, en serio se arrepentía de haber ayudado a Charlotte aquella tarde...
Desvió la mirada.
-Muévete. Voy a llegar tarde por tu culpa.
Y comenzó a caminar a su lado.
. . .
Y tras un par de risas, los hombres de negocio comenzaron a caminar dentro de aquella sala ignorando por completo la presencia de aquel adolescente.
Byron suspiró pesadamente una vez oyó el seguro de la puerta hacer click.
Maldición, Edgar lo había llamado antes. Le había dicho que le marcara en una media hora apenas llegará a su casa, pero la plática amistosa de su padre y los otros hombres se había extendido más de lo que deseaba. Con suerte su padre no tenía problemas con llamadas pues normalmente incluso si era de madrugada, sabía que eran por trabajos con compañeros o similares.
Agradecía que no sabía que era su "amigo el vagabundo".
Corrió lejos de la sala de reuniones y sacó su teléfono móvil un tanto nervioso. Rápidamente comenzó a hacer cálculos mentales de tiempos, lugares y cuanto se tomaría, no perdería ni un segundo para que cuando su padre saliese lo viese ahí tranquilamente.
Reviso las llamadas recientes. Solo había una. Muy probablemente Edgar se puso nervioso porque no contestó y por ello no insistió... No le sorprendería viniendo de él.
Marcó, rezando porque siguiese despierto.
Los pitidos aumentaban sus nervios de forma creciente...
Hasta que al fin, alguien tomó la llamada.
-¿Byron...?
Su voz se oía cansada y rasposa. Casi una y cuarto de la mañana, debía tener sueño.
-Hola, lamento no haber contestado antes, ocurrió un imprevisto pero no importa, ¿ya te ibas a dormir?
El sonido de moqueo proveniente del lado de Edgar lo hizo dudar de su conclusión, llegando a pensar en otra.
-No, solo estoy algo cansado pero realmente no puedo dormir...
Comenzaba a considerar que Edgar realmente no tenía mucho sueño y había estado llorando mientras el no respondía.
-¿Todo bien?
No iba a decirle, ya lo conocía.
-Sí. ¿Vamos directo al grano? Estaba hablando con Colette y anoté un par de cosas que pueden servir...
Rodó los ojos. Incluso si quisiera detenerse a ayudarlo no tenía tiempo, mejor sería ir rápido y si sobra tiempo tratar de ayudarlo.
Aún así no evitaba preocuparse por él.
Después de todo lo que le ha dicho, el sentimiento de agobio de que en algún momento su padre entraría y lo golpearía era grande.
-Ya estoy aquí, dime, ¿alguna prenda, maquillaje, un juguete?
-Un libro de recortes... Si se puede con candado.
. . .
-¿Se le rompió al pelear con Bibi?
Byron dijo suavemente mientras tomaba el libro rosado que encontró en la zona de papelería y lo guardaba en la bolsa una vez la cajera le cobró de forma discreta. Esa papelería, era un lugar enorme, gigantesco donde vendían únicamente materiales de calidad excepcional, incluído aquel libro en blanco con distintas funcionalidades en él.
Traía consigo stickers lindos, y un compartimiento para guardar notas. Separadores, una cubierta resistente y, tal y como Edgar lo pidió, un candado que cerraba bien el libro haciéndolo algo más personal.
El candado con forma de corazón y la llave personalizable eran la mejor parte.
Sería perfecto, más porque se las arregló para que no haya sospecha de su padre de que hizo gaste "innecesario" con su tarjeta que ni siquiera parecía suya pues siempre la controlaba junto a todas sus compras.
La cajera era una vieja amiga suya, y le hizo el favor de pagar de su billetera e ir cobrando poco a poco de la tarjeta de Byron. Pequeños gastos de uno, dos o tres dólares se le eran permitidos.
-Sí. Lo usó sin dudarlo para defenderme. Perdió muchas cosas valiosas para ella incluído su propio apoyo emocional...
Edgar había pasado casi toda la noche contándole sobre Colette. Lo muy amigos que eran y lo complicado que era para ella vivir fuera de su libro. Cuando lo perdió y se destrozó al golpear a Bibi fue un golpe fuerte.
El libro... Era como un diario para su condición, el autismo. Era difícil para ella no poder reflejarse en un libro y Colette se lo había repetido varias veces.
Edgar obviamente no evitó sentirse culpable, pues lo había perdido todo por defenderlo. De verdad que Colette era una amiga tan leal.
Byron estaba fascinado por lo bien que se llevaban a pesar de todo, le parecía raro, Colette siempre la había visto como alguien sana. Era en serio adorable ver cómo Edgar la trataba como una persona y no como alguien con una "situación especial".
Sonrió un poco. Este chico cada vez lo sorprendía más.
Se despidió rápidamente de la cajera una vez está y su compañero terminaron de empacar el hermoso libro en una caja de regalo, con envoltura y un lindo moño.
Tomó la caja mientras escuchaba a Edgar hablar, diciendo que en cualquier momento tendría que irse o su padre lo escucharía y lo golpearía, así que no dudo en despedirse rápidamente y desearle una linda noche.
Corrió tan rápido como pudo hasta el estacionamiento y miró a su fiel compañero, el conductor que esperaba pacientemente a que padre e hijo terminarán su reunión. Sabía que podía confiar en él y en qué guardaría bien el regalo en alguno de sus compartimientos secretos que su padre no conocía. El hombre obviamente aceptó dedicándole una sonrisa amistosa al albino.
Se despidió, y corrió veloz buscando no arrugar su ropa, para volver a sentarse de vuelta en la sala donde debía esperar...
Bingo.
Todos sus cálculos fueron exactos... Segundos después de tocar el asiento, su padre salió sonriente, listo para marcharse.
Esperó... Apenas terminó de despedirse lo miró y con una orden silenciosa, ambos caminaron de vuelta al estacionamiento en el que recién había estado minutos atrás.
Byron quería reír por haber logrado engañar fácilmente a su padre sin siquiera tener problema o una mínima sospecha al respecto. Y lo había logrado otras veces, pero está ocasión era especial.
Sabía extrañamente dulce el haber engañado tan bien a su padre...
Esta vez lo había hecho para poder hacer feliz a dos pobres almas tristes.
Entró al coche, sentándose en el asiento que estaba de espaldas al conductor, disimulando su sonrisa...
Seguido, su padre entró y se sentó hasta atrás.
El coche arrancó, y padre e hijo se miraron fijamente.
Oh, ya sabía que venía.
-El semestre acaba de terminar, ¿verdad?
Byron asintió.
Exacto, preguntas sobre las calificaciones que ha estado sacando este año.
-Tus notas.
No pudo evitar comenzar a sudar frío.
-Diez... En casi todas.
El hombre alzó una ceja, incrédulo.
-¿Casi?
Sabía que no podía mentir sobre sus notas, no valía la pena, no servía de nada...
-... Saqué 9.3 en historia...
Oh, no... El rostro del hombre comenzó a contraerse en una completa molestia.
-¿Por qué?
-El consejo toma demasiado tiempo, a veces tenía que salir de la clase de historia para atender asuntos pendientes... La maestra me dejó hacer los trabajos para después pero la calificación bajó por no estar presente...
Él gruñó.
-¿Acaso sabes organizarte bien? No puedo creer que sigas haciendo todo mal. Puedes fácilmente abrirte un espacio para todo si tan solo pensarás con la puta cabeza.
Byron no pudo dejar de mirarlo a los ojos por mero instinto.
-¿Sabes cuánto dinero gasto en ti y en tu mísera existencia? ¿Sabes cuánta gente hay esperanzada de que seas exitoso? ¿Sabes lo importante que es el que estés preparado para cuando sigas es linaje?
Sus ojos...
Sus malditos ojos...
Esos orbes verdosos que tanto lo aterraban... No dejaban de mirarlo molesto. Incluso si intentaba hacerlo todo bien, nada era suficiente, no para él.
¿De verdad era tan inútil? ¿Con todo y su autoestima alta, podía pensar que era un inútil?
El hombre deslizó su mano por debajo de su saco, sacando suavemente algo de su bolsillo...
No...
No aquí.
Tragó saliva ya ansioso, completamente...
-Brazo.
. . .
-¡Hola!
A pesar de lo brillante que era el sol y lo cegante que se veía, era dulce voz la invitó a levantar la mirada un tanto nerviosa...
Lo miró, un pequeño chico de pelo negro con una larga bufanda de rayas colgando de su cuello.
Ella retrocedió, tirando lejos la varita con la que hacía dibujos en el suelo.
-Mi nombre es Edgar. Te ví aquí sola sin comida y quería invitarte de mi lunch... ¡Me lo hizo mi mami con mucho amor!
No pudo evitar mirar a otro lado en instinto sin saber que responder. Si largo cabello blanco lograba cubrir su rostro perfectamente, tal vez si no le respondía no volvería a insistir.
-Oye, ¿te sientes bien?
En serio no sabía que hacer, era demasiado nuevo para ella el interactuar con gente, todos la tomaban como rara, y ningún niño del salón quería juntarse con ella... Todos la trataban mal...
Excepto él.
Levantó lentamente la mirada viendo al niño de la bufanda. Se veía tierno, esa bufanda realmente le quedaba muy grande.
Miró el tupper que traía entre manos... Eran fresas con crema, parecía tener chispitas de colores encima.
El otro niño, Edgar, se sentó a su lado.
-Mira, toma. Comelo, no tengo problema.
Lentamente levantó el cabello que cubría casi toda su cara y miró aquellas fresas...
Se veían realmente apetecibles. Nunca en su corta vida las había probado.
Tomó el tenedor muy tímidamente y tras enterrarlo en una de ellas, procurando que Edgar no le fuese a hacer una broma pesada, se la llevó a la boca...
Era una delicia...
Parecía haber encontrado su razón de vivir, su razón para ser feliz.
No era una cruel broma de parte del chico de la bufanda, no era una trampa, no era un engaño. El seguía sentado a su lado en el sucio suelo ofreciéndole de su paraíso.
Él dejó las fresas sobre la mano libre de Colette y se levantó rápidamente para ir por la varita que esta misma había tirado segundos atrás. Regresó, se sentó frente a ella y comenzó a dibujar.
Colette se sentía en el derecho de seguir comiendo, y así siguió... Comiendo, y comiendo, y comiendo. Disfrutando de su ahora fruta favorita.
Edgar la miró de nuevo y le sonrió.
-Mira, nos dibujé.
Miró el suelo, ahí había un tierno dibujo de palitos de lo que se supone que eran ellos dos.
-Aunque bueno, tu dibujas más bonito, pero aún así.
Bueno, a comparación de su dibujo, el de Colette era relativamente más completo, y con todo y sus errores, realmente se notaba el talento creciente de la joven.
Llevó otra fresa a su boca, y tímidamente le sonrió al chico de enfrente...
-Oye. ¿Quieres ser mi amiga?
Su corazón comenzó a latir rápidamente en completa alegría. El sentimiento de ser querida por alguien más que su madre era al fin una realidad, y su joven e inocente mente no le haría dudar en decir que sí. Ella asintió mientras sonreía, comiendo las fresas que le había dado.
El chico de la bufanda sonrió igual.
E incluso si su sonrisa se borró en el presente... Hasta ahora, Edgar había vuelto a sonreír al verla soplar la vela...
Dieciocho.
Sus dulces dieciocho...
Realmente estaba agradecida de tenerlo de su lado y que la quisiera sin faltar.
La melodía que se reproducía dulcemente de la bocina del teléfono de su madre termino, y en seguida todos en la casa comenzaron a aplaudir.
Oh, y no, no era solo Edgar y su madre. También estaban Bea, Brock, e incluso el mismísimo Byron. Todos, se veían realmente contentos de estar ahí y felicitarla incluso si no la conocían de nada.
Las lágrimas se le escaparon inconscientemente, mientras la sonrisa de su rostro crecía cada vez más.
-Gracias.
Edgar los había invitado para hacerle compañía a su amiga, y todos aceptaron sin dudarlo.
-De verdad muchas gracias...
Edgar era tan lindo con ella, a veces sentía que lo no merecía y aún así el seguía ahí. Estaba tan feliz, tanto, de tenerlo como amigo por más de doce años.
Él se acercó y la abrazó con muchísima fuerza, para después acompañarla a partir su pastel...
Un muy lindo pastel de fresas, cubierto con chispas de colores, obviamente preparado por su talentosa madre.
Ella lo había pedido así, pues nunca olvidaría la gentileza y el "paraíso" con el que conoció a su único y mejor amigo.
Todos se acercaron a la mesa y comenzaron a platicar entre ellos, mientras ella y su madre se ayudaban para servir los platos con pastel. Sí, definitivamente era su mejor cumpleaños nunca.
Pero aún quedaba algo, una cosa por hacer antes de abrir los regalos.
La albina volteó rápidamente a ver al jefe estudiantil, quién miraba rápidamente su teléfono con un semblante serio.
Fue entonces que ambos llegaron a compartir miradas...
Colette le sonrió, el le regresó la sonrisa de forma amigable.
-Tú... Tengo que agradecerte por dos cosas.
Todos en la mesa guardaron silencio...
-Primero, muchísimas gracias por venir, no esperaba que estuvieras aquí hoy y es realmente lindo saber que si estuviste.
Edgar cubrió su rostro, se sentía avergonzado, como cuando tus padres dicen algo frente a tu mejor amigo y comienzan a avergonzarte. Byron al notar esa actitud del menor no evitó reír.
-Y segundo, gracias por cuidar de mi tonto amigo mientras he estado en mi castigo... Me daba miedo que mientras yo no estuviera él se quedará solo y triste, pero agradezco mucho, muchísimo de verdad, que le hagas compañía.
Y Edgar se escondió aún más apenas su mejor amiga dijo eso...
Byron sonrió aún más, y llevó su mano rápidamente sobre la cabeza de la chica, acariciando suavemente.
-Es un placer estar aquí y cuidar de tu amigo rebelde.
Los otros dos chicos rieron entre ellos pues Edgar se había deslizado tanto hasta terminar bajo la mesa. Colette Y Byron acompañaron aquellas risas.
Comieron, juntos... Poco antes de que Birdie saliese con un par de cajas y bolsas de regalos.
-Cariño, es hora de abrir tus regalos.
Oh, ha llegado la parte favorita de todos.
. . .
"My favorite part of everyday life is sharing strawberries with you. Thank you."
10/09 - Happy Birthday Colette.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top