12. A star was lost in suicide.
. . .
La luz roja se prendió. Entonces, golpeó el volante.
¿Dónde mierda estaba ese niño depresivo?
Llevaba mucho rato ya buscándolo por toda la ciudad todo para salvarse de un estúpido castigo.
El director le pidió que lo encontrara antes de que finalizaran las clases y así nadie más de la escuela sabría que había fallado como líder del consejo estudiantil. Esa era la promesa.
Pero ya llevaba más de una hora buscando y no podía encontrarlo.
Incluso fue a su casa pero nadie abrió la puerta, no oyó ni un ruido. Esto comenzaba a desesperarlo, se ponía demasiado ansioso y se estresaba de más el pensar que ese tonto niño se estaba escondiendo de él, pero no solo eso...
Que había cometido una estupidez y él no podía encontrarlo.
Era desesperante.
Siguió manejando apenas pasó el semáforo en el que estaba parado y se dirigió a quién sabe dónde. No sabía que hacer, no sabía dónde podría estar Edgar.
También le asustaba el hecho de saber explícitamente que es lo que su padre diría de él apenas se entere que dejó a un alumno bajo vigilancia escaparse de la escuela.
¿Cómo permitió que eso pasara?
Fácil, las cortadas. Lo hicieron entrar en pánico y en un estado de shock. Ahora realmente sentía impotencia de no tener a Edgar cerca para ayudarlo.
Si lo encontraba antes de que acabaran las clases se salvaría de muchas; Del suicidio de Edgar, de la baja de puntos en su calificación, de los regaños de su padre y del obvio chisme que se generaría al alrededor de él y su familia.
Suspiró pesado, completamente estresado.
¿Dónde podría estar? Vamos, Byron, piensa. Debe haber un lugar en el que muy probablemente esté Edgar.
No debería ser lejos.
Debería ser un lugar solo, tranquilo, sin gente que pueda molestar.
Un lugar donde pueda sentirse libre... Donde... Pueda sentir el aire fresco.
Un lugar alto.
Un lugar como el mirador, al que lo llevó hace unos días.
Claro, no había pensado en eso. Cabía una gran probabilidad de que no estuviera ahí, pero también cabía el que sí. Eso no hizo perder las esperanzas al muchacho que en seguida comenzó a manejar en dirección al mirador al que iba siempre.
Era un lugar alto, debía llegar rápido antes de que fuera demasiado tarde. E igual, si fallaba, todo saldría mal porque habría perdido tiempo valioso.
Le daba terror pensar en que Edgar ya no estaba con vida.
Siguió manejando montaña arriba intentando mantener la calma. Eran tantas cosas pasando por su mente, tanto dolor interno, tantos sentimientos de negatividad.
Puede que Edgar no sea el tipo de chico de su agrado... Pero comenzaba a estimarlo un poco después de pasar apenas solo dos días junto a él.
Y aunque fuese poco tiempo, demonios, el chico era todo un libro abierto, era fácil leer lo que sentía. Siempre lo veía apagado, siempre lo veía solo y triste. Hasta cierto punto le tenía empatía... Más después de que Colette dijo que, probablemente, Charlotte fue la abusadora de la relación.
Charlotte.
La odiaba tanto.
No podía estar en su contra porque su trabajo era ser alguien equitativo, sino perdería su honor como jefe del consejo, pero el odio que sentía por ella era aún más fuerte.
Quería acercarse y ahorcarla.
Sabía el tipo de persona que era, y ahora sabía que era una abusadora.
La empatía creció con fuerza tras pensar en todo lo que tuvo que pasar Edgar al lado de esa piruja, y todo lo que tiene que soportar en la actualidad por su culpa.
El auto se detuvo... Era ya casi la tarde, las clases acabarían en un par de horas más. Salió del coche sin pensarlo dos veces, rezando en su interior para encontrar a su compañero con vida.
Pasó por entre un ancho camino de tierra, entre un par de árboles con mucha flora creciendo al rededor.
Siempre iba ahí de noche... Nunca se le había dado oportunidad de ver ese lugar de día. Era en serio hermoso verlo a la luz del sol.
Eso no duraría mucho, pues poco a poco el claro cielo comenzaba a nublarse.
Movió su mano sobre una de las plantas y... Ahí estaba él.
Sentado al borde del mirador... Sujeto desde adentro del barandal blanco que evitaba cualquier caída al vacío... No hacía nada, solo estaba ahí, sentado.
Notó pequeños espasmos en él, muy probablemente habría quebrado en llanto.
Entre más lloraba, más pena sentía por él.
Se acercó lentamente para no asustarlo...
-Edgar...
El chico dió un brinco del susto y volteó a ver con una cara de temor al mayor. Si, bueno, a Byron le gustaba que le tuvieran miedo, pero este no era el momento.
No sé sentía bien que el pobre muchacho temiera de él.
Al menos no de la forma que quisiera.
El muchacho pasó muy rápidamente sus manos sobre sus ojos llorosos para secar sus saladas lágrimas. Frunció el seño tratando de parecer molesto, para no verse débil.
Volvió a voltear a ver la gran ciudad.
-¿Qué mierda quieres ahora?
Estaba tan agresivo y violento como de costumbre. Siempre a la defensiva, queriendo escapar de los problemas.
Era molesto, pero a la vez entendible. Sin embargo Byron no era así, Byron era lo contrario y siempre enfrentaba lo problemas cara a cara sin titubeos.
Edgar exactamente necesitaba que alguien hiciera eso por él.
-¿Estás bien?
Ambos eran chicos con muchos errores, que podían hacer cosas hirientes, que podían alejar a la gente que querían. Pero... Esos errores, esos mismos e hirientes errores... Los hacían complementarse tan bien.
Edgar, el que siempre huía y Byron el que siempre perseguía.
Edgar, el que siempre se negaba a ser ayudado y Byron el que siempre quería ayudar.
Edgar el rebelde, Byron el que buscaba que siguieran sus órdenes al pie de la letra.
Edgar el chico silencioso de la clase... Byron el que se ponía el megáfono en frente.
Edgar en que hacía enojar a la gente. Byron el que se enojaba exageradamente.
-Te vale mierda.
Edgar el vulgar, y Byron el chico educado.
-Si me valiera mierda creo que no estaría aquí en primer lugar.
Silencio. Ninguno de los dos volvió a decir nada.
Empezaría a llover pronto.
Y no solo de forma literal.
-No entiendo qué putas quieres...
-Edgar... Necesito llevarte a clases de nuevo...
No era momento de ser honesto, menos si la verdad podía doler.
-Agh... Eres igual que todos. No entiendo por qué pensé que podrías ser diferente a toda esa bola de idiotas. Solo piensas en tí, y en tu trabajo, y en lo que piensen de tí. ¡No te importa como me sienta yo!
Byron sintió molestia...
-Estoy haciendo todo lo posible para ayudarte. Trato de subirte los ánimos, trato de darte lo que tus padres no te dan. ¡De todas maneras apenas empezamos a hablar desde hace dos días! ¿Qué más quieres que haga?
-¡NO LO SÉ! ¿¡TAL VEZ ESCUCHAR LO QUE TENGO QUE DECIR POR UNA VEZ!?
Respira. No puedes alterarte, el otro chico ya estaba lo suficientemente alterado como para que tú también lo hagas, dos explosivos no resolverán nada.
Respira...
-Entonces... Dime lo que tienes que decir.
El viento comenzó a soplar silenciosamente... Haciendo la larga bufanda del muchacho moverse al ritmo y melodía del aire. Sollozos fue lo único que escucho de su parte mientras que poco a poco la escena se tornaba cada vez más gris por las nubes de lluvia.
¿Qué debía hacer ahora?
Eran pasadas las dos de la tarde, quedaban tres horas para convencerlo de volver. Debía calmarlo, dejarlo desahogarse, dejarlo hablar y gritar tanto como quisiera y así llevarlo a la comodidad de su hogar.
Pero Edgar no se dignaba a hablar.
Tal vez estaba nervioso de hacerlo.
Y cómo no, si era la primera vez en años en la que hablaba de sus problemas con alguien que no fuera Colette.
—Te odio... Tanto...
Su voz poco a poco se quebraba más, se agudizaba al punto en que era reconocible su dolor...
—Eres un engreído de mierda... Tienes toda tu puta vida resuelta.
Byron no respondió, y solo dejó al chico que dejara sus emociones fluir y caer como si de una cascada se tratase...
—Me lastima que trates tanto de ayudarme... No entiendo por qué lo haces, fuera de que sea t-tu puto trabajo... No merezco nada de lo que haces por mí.
Las gruesas lágrimas comenzaron a derramarse por el rostro del muchacho, completamente fuera de la vista del mayor.
—No merezco nada. Soy una mierda de persona y solo trato mal a la gente, solo tuyo de todo, solo lloro como un imbécil cuando nadie me ve... Bull tiene razón...
El mayor comenzó a acercarse un poco más apenas escuchó el nombre del chico problema... Las nubes estaban cada vez más grises, la lluvia que caería sobre ellos sería enorme.
Edgar se veía tan débil en ese momento... Tan frágil. Tan solo. Lamentaba cada gesto que hizo en su contra cuando el chico no obedeció su orden, esa sonrisa macabra que hizo de forma inconsciente... Comenzaba a sentir el peso de la culpa por ello.
—Nadie quiere personas asquerosas como yo...
El mayor se acuclilló cerca del muchacho de ojos tristes... Y puso su mano en su espalda nuevamente.
Esos gestos, esos dulces gestos hacían estremecer el pequeño cuerpo del chico... Se sentía tan bien, tan dulce el vivir con ello. Quería que durará por siempre ese sentimiento, quería que durará y así no sentir su dolor de todos los días.
Y ese mismo gesto dulce fue lo que hizo a Edgar quebrarse aún más.
Comenzó a llorar de forma más intensa mientras que el mayor lo acariciaba de la espalda. Le gustaba sentirse querido pero a la vez se sentía tan raro, ¿por qué le molestaba recibir cariño? Tipo, nunca lo había recibido así antes, tal vez era demasiado nuevo para él.
Era como un pequeño perro callejero... Que temía ser tocado y ser ayudado... Porque temía ser lastimado... Temía recibir cariño que no le correspondía.
Pero Byron conocía el final de esa historia.
El perro callejero comenzaría a aceptar ese amor, y lo correspondería con todas sus fuerzas y su lealtad.
Tal vez solo debía darle tiempo al muchacho para adaptarse.
—¿P-por qué?...
De momento, toca escuchar sus problemas.
—¿¡Por qué tengo que sentirme tan mal todos los días!?
Comenzó a gritar desesperado mientras más lágrimas cubrían su rostro.
—¡No sé qué mierda hice para merecer esto! ¿¡Por qué mi vida en tan asquerosa!? ¿¡Qué debo hacer para sentirme mejor!?
Las pequeñas gotas de lluvia comenzaron a caer lentamente...
—Me siento terrible Byron... Mi familia es la típica mierda de familia pobre sacada de una película... Mi padre toma y gasta todo el maldito dinero en putas, y mi madre solo se droga hasta casi quedar inconsciente para olvidar que todos los días mi padre la engaña con una perra diferente...
Ok, bueno, eso sí fue una sorpresa. Y no porque no lo esperara, sino porque lo dijo de forma tan detallada y cruda, no esperaba que fuese tan lejos el problema de sus padres.
Se acercó más tratando de no ensuciarse con el suelo, para así poder medianamente abrazar con su brazo al pobre muchacho que lloraba en el suelo... Uso su otra mano para acariciar su cabello suavemente, y así poder mantener en calma al menor.
—... Tengo que lidiar con problemas en casa, y ahora también en la puta escuela, porque la gente no tenía suficiente con que todos los días mis compañeros me traten como a una basura, ¡ahora tengo que soportar que todos los amigos de Charlotte me persigan para golpearme!
Y cada vez el chico se quebraba más y más... No podía calmarse, su cuerpo temblaba exageradamente y sus manos solo apretaban sus piernas con demasiada fuerza.
—E-eso no es ni siquiera la mitad de lo que siento... Estoy en un puto hoyo del que no puedo salir porque soy un inútil de mierda.
Byron se volvió a acercar para tomar gentilmente las manos del muchacho y así evitar que se siguiera lastimando... Sostuvo sus manos entre las suyas... Mientras veía más de cerca el lloroso rostro de Edgar.
La verdad podía sentir empatía por el muchacho, no porque haya pasado por algo así, sino porque las emociones que sentía Edgar eran fácilmente transmitibles, al menos desde él, que era todo un libro abierto cuando no cubría su rostro con su pelo y su bufanda.
Pasaron un rato así... Edgar ni siquiera podía continuar hablando, siempre que lo intentaba su voz no respondía y no podía generar palabra alguna.
Byron se acercó aún más, y sujetó a Edgar entre sus brazos... Tratando de darle un caluroso abrazo.
Más silencio... En el que Edgar lloraba.
—Tranquilo... Yo estoy aquí.
El dolor era completamente visible.
—La vida nunca va a ser de colores, Edgar... Todos tenemos que pasar por distintos problemas, y algunos peores que otros... Pero arreglarlos queda en tí.
El chico se removió entre los brazos del mayor, queriendo negar sus palabras pero sin lograrlo, todo por el enorme nudo en su garganta.
—Sé que no es fácil y nunca lo será. Problemas como los tuyos son realmente complicados de tratar, no te lo niego. Pero, ¿conoces la palabra determinación?
Entonces Edgar comenzó a corresponder de apoco ese abrazo.
—¿Paciencia? ¿Esperanza? Estás a nada de convertirte en un adulto y eso te da la oportunidad de independizarte. Necesitas ser paciente, necesitas ser muy fuerte. Trata de mejorar, de darte lugar en esta vida, mantente determinado a hacerlo.
El chico aferró sus manos al grueso abrigo blanco de Byron... Se sujetó tan fuerte, como si estuviera a punto de caer al vacío.
—Con la persona correcta lograrás salir de ese hoyo... Y mientras esa persona aparezca, yo permaneceré aquí para tí.
Poco a poco los fuertes sollozos regresaron, esos llantos fuertes que lo habían traído aquí en primer lugar, habían vuelto.
Su cuerpo volvió a temblar mucho, y sus manos se enrollaron en puños.
El chico comenzó a gritar y a llorar con demasiada fuerza. Sus puños comenzaron a golpear la espalda del mayor mientras que su punto de quiebre era tocado gentilmente.
—¿¡POR QUÉ ERES TAN DULCE CONMIGO!?
Gritó... Escuchando también como su llanto llegaba a toda la ciudad.
—¡TE ODIO TANTO, TE ODIO POR SER TAN AMABLE CONMIGO! ERES UN PUTO IDIOTA.
Byron reforzó el abrazo ignorando los golpes que recibía en la espalda.
—¡TE ODIO!... ¡Te odio!... Te odio...
Realmente no lo odiaba.
Solo quería negar que realmente alguien se preocupaba por él.
Entonces las gruesas gotas de lluvia comenzaron a caer sobre ellos.
—P-perdón... Perdón por irme d-de la escuela y por hacerte enojar...
Una vez el rostro de Edgar era cubierto por el hombro de Byron, este último empezó a deslizar sus manos por su espalda y su cabeza, acariciando tiernamente al chico que lloraba en sus brazos.
—Está bien, te perdono. Pero ahora perdóname a mí por actuar como un idiota egocéntrico.
Edgar rió tristemente
—Te p-perdono.
Ni siquiera notaron cuando el agua a montones estaba cayendo sobre ellos. Muy probablemente era demasiado tarde, posiblemente habían pasado una hora o más ahí, y el camino de regreso a la escuela tomaba mucho también...
También tenía que asegurarse de que las heridas en los brazos de Edgar fuesen tratadas.
¿Tendría que aceptar su castigo por ello? Al parecer sí, pero ya ni siquiera le preocupaba eso, había logrado hacer hablar a Edgar, había logrado hacer aunque sea un poco por él. Se sentía bien consigo mismo, y si regresaba a casa y era golpeado por su padre, no, no importaba.
Se sentía demasiado agusto atrapado en el dulce aroma a caramelo que traía el chico consigo... Ni siquiera le preocupaba el castigo por el que lo había perseguido en primer lugar.
—Saldrás de esto... Solo ten paciencia y muchas esperanzas, ¿de acuerdo?
Lamentablemente a pesar de todas las lindas palabras de Byron, ambos sabían que no sería tan fácil arreglar al chico de las lágrimas, podría estar inspirado a cambiar ahora, pero puede recaer en cualquier momento.
¿Qué debían hacer si eso pasaba?
Mantenerse juntos... No era una tarea fácil, para nada, el tratar con alguien así.
Pero Byron se sentía determinado a hacerlo, se sentía en la obligación personal de hacerlo.
Sujetó con fuerza a Edgar y comenzó a levantarse a su lado.
Cuando Edgar se separó del pecho de su superior, lo miró a los ojos.
Byron le dedicó una sonrisa.
Y Edgar correspondió.
—Vamos, te llevo a casa, ya está lloviendo demasiado fuerte.
El chico asintió... Y tomado de la mano del mayor, ambos caminaron de regreso al coche.
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