Capítulo 5
Estacionando su auto frente la casa de sus padres, Hayes Miller se bajó reconociendo estar un poquito animado, después de todo, su padre le había llamado informándole de que el bastón de Theo ya estaba listo.
El día anterior, luego de que el mocoso de Reizor se presentara de aquella forma tan cuestionable y además coqueteara descaradamente con un repentinamente tímido Theo mientras supuestamente hablaban sobre el bastón a medida, Hayes no había podido aguantar más.
Si la familia de Reizor hubiera sido cambiaformas, el mocoso desarrollado de 17 años se habría percatado de como el cuerpo de Hayes se había tensado, además de escuchar perfectamente los gruñidos bajos que estaba emitiendo el alfa en advertencia al descarado joven, manteniendo así la distancia.
Pero no, el idiota era un joven humano hormonal que expresaba sus deseos tan entusiastamente que incluso había comenzado a colocar incómodo a su Theo, quien le dirigía pequeñas miradas de auxilio que Hayes rápidamente aceptó con gusto e inventó una excusa para sacar a ambos de ahí.
Era eso, o poner su puño en el rostro del mocoso, lo cual obviamente no se vería bien considerando que él era el sheriff.
Claro que su lobo no estuvo para nada satisfecho con la elección, aunque obviamente estaba un poco más relajado por haber sacado a su pareja de aquella tienda, su instinto le pedía volver y poner en su lugar a ese hormonal chico estúpido, reclamando a Theo como suyo.
Sí, había sido un infierno controlar a su agresivo lobo cuando todos sus instintos de pareja estaban despiertos.
Y eso había despertado un pequeño problema. Su lobo ya no era el único que estaba pensando que Theo le pertenecía, de a poco, él estaba pensando de igual forma, lo cual obviamente no era bueno.
Él seguía aferrándose a la excusa de no estar interesado en los hombres, pero era un cambiaformas, pronto esa barrera que limitaba a la mayoría de los humanos de amar a quienes gustase sin importar el sexo dejaría de existir, como en todo cambiaformas lobo, y entonces se quedaría sin excusa, o mejor dicho sería una excusa menos, porque mientras se descartaba una, Hayes inmediatamente pensaba en otra.
Entrando en el porche delantero de la casa, la puerta se abrió y quien le recibió fue ni más ni menos que su cuñado Jimmy.
—Hey, pero si es mi sheriff favorito —saludó con una sonrisa.
—Hey, pero si es mi cuñado favorito —saludó atrayéndolo para un corto abrazo.
—¿Y Lia? —preguntó observando sobre su espalda—. Pensé que vendrías con ella.
—No, ella tenía cosas que hacer —excusó internándose en la casa, alejándose de Jimmy antes de que este pudiera interrogarlo con más preguntas al respecto.
El karma realmente le había caído de vuelta cuando Jimmy y Micah se habían interesado en el camino de su relación con Lia, y ellos dos eran peores entrometidos y chismosos que él mismo, Micah sobre todo.
Todavía no lograba comprender cómo el tranquilo y pacífico Nolan era capaz de preservar su paciencia teniendo de pareja aquella bola de fuego que parecía tener cafeína constantemente en su sistema a juzgar por como nunca se le iba la energía.
—Hola mamá —saludo acercándose a la sala donde Sara sostenía a uno de los gemelos entre sus brazos—. Y hola a ti también, pequeño Thomas.
—Elias —corrigió su madre con una sonrisa divertida.
—Si, lo sabía —respondió obvio, ignorando la risa tintineante de Jimmy.
Antes, habría concordado con su gemelo sobre la perfecta y melódica risa de Jimmy siendo un sonido hermoso, pero ahora, después de haber escuchado la de Theo, dulce, traviesa y alegre, no estaba tan seguro de ello.
—¿Dónde está papá? —preguntó.
—Atrás, en su taller con tu hermano —respondió.
Acariciando la pequeña cabeza del bebé de ocho meses, Hayes salió de la casa por la puerta trasera y se dirigió al taller que su padre había construido para trabajar con la madera sin molestar a su madre, era una afición del alfa que había adquirido fuerza luego de que las responsabilidades comenzasen a caer más en él.
—¿Un camión? —exclamó con sorpresa al contemplar al pequeño Thomas sentado en la parte de atrás de un camión hecho completamente de madera, incluyendo las ruedas que giraban perfectamente mientras August sostenía a su hijo y balanceaba el automóvil.
—Sí, yo tampoco me lo esperaba cuando me dijo que le tenía un regalo a los chicos —sonrió su gemelo—. También hizo uno para Elias.
—¿Por qué no mejor abres tu propia juguetería? —preguntó hacia su padre—. Te harías un buen dinero.
—Estás manos solo trabajan para hacer felices a sus nietos —desestimó
—¿Y si hubieses tenido nietas? —preguntó curioso.
—Casas de muñecas —respondió con simpleza—. Grandes casas de muñecas y un castillo —asintió satisfecho—. Tal vez debería de hacerles una casa en el árbol a los chicos.
—Papá, ellos son muy pequeños para jugar en ellas y no hay suficiente espacio en nuestro jardín para ello —pronuncio August, levantándose con su hijo entre sus brazos.
—Puedo construirla aquí, así vienen a jugar y pasar más tiempo con su abuelo —decidió satisfecho.
—¿Acabo de escuchar un plan de chantaje? —se burló Hayes.
—Es bueno tener un testigo, pensé que solo era mi imaginación —rió August—. ¿Qué pasa campeón, ya tienes hambre? —preguntó moviendo su cuerpo en un intento de calmar el repentino llanto de su hijo.
—Dámelo, iré a buscar su biberón —anunció quitando con cuidado el pequeño cuerpo de los brazos del padre—. Hayes, ahí atrás está tu pedido —señaló su mesa de trabajo antes de retirarse hacia la casa.
—Creo que es verdad ese dicho de que los padres aman más a sus nietos que a sus hijos —comento divertido August—. ¿Viste como ambos se derriten con tan solo una sonrisita sin dientes de mis pequeños?
—Si, no tienes por qué verte tan orgulloso de eso —resopló Hayes cruzando la habitación.
Tomando la manta sobre la mesa, la removió y contempló un perfecto bastón barnizado con detalles y a medida.
—Vaya, eso es otro nivel —silbó su gemelo apreciando lo mismo que él—. ¿Desde cuándo usas bastón?
—No es para mí, es para Theo —respondió probando el bastón.
Era demasiado bajo para él, pero sería perfecto para Theo con su pequeña altura.
—¿Theo? ¿El hermano pequeño de Lia? —preguntó.
—Sí, perdió el suyo en el autobús en alguna parte del trayecto, le dije que papá le podía hacer uno —explicó.
—Vaya, ese es un dulce gesto de tu parte —comentó—. ¿Y cómo van las cosas con Lia? —preguntó.
—No quiero hablar de ello —anunció sin mirarlo.
—Oye, soy tu hermano —pronunció colocando su mano sobre el hombro de Hayes para llamar su atención—. Después de lo que me contaste ¿sinceramente esperaste que no me preocupara? ¿Qué no quisiera investigar y ayudar?
—¿Ayudar? —bufó—. Un compañero no es algo en lo que puedas ayudar, August. Y yo no debí de exponer mis problemas hacia ti, no debí de haberte contado nada.
—¿Por qué no debiste de contarme nada? ¿Porque te haría ver débil cuando eres un alfa? Por favor, ambos sabemos que eso es una idiotez, fuimos criados con un mejor pensamiento que eso —expresó colocándose frente a él cuando intentó retirarse.
—Eso no tiene nada que ver, August. Viste a papá, ¿cuándo él expresó sus preocupaciones cómo yo lo hice? Exacto, nunca.
—Tal vez no a nosotros o a cualquier otro miembro de la manada —coincidió—, pero ¿y a mamá?
—Sigue siendo diferente, tú eres mi hermano y no debí de molestarte con eso, hay una diferencia entre hablar con un compañero destinado a hablar con tu hermano o hasta tus padres —expresó terco—. Tú deberías de saberlo, ya tienes a Jimmy y dos hermosos hijos.
—Pero me lo contaste y no te dejaré tranquilo hasta que hablemos al respecto —anunció—. Tal vez eres el hermano entrometido, pero yo soy el gemelo terco —le recordó cruzando sus brazos sobre su pecho.
Observando a su hermano gemelo, Hayes suspiró cuando no observó nada más que determinación en aquellos ojos tan parecidos a los suyos.
—No le dirás nada de esto a Jimmy —advirtió.
—Bien, quedará entre nosotros, pero te advierto que mi dulce pareja está demasiado interesado en tu relación con Lia desde que apostó con Micah que ibas a marcar a Lia esta luna llena —advirtió—. Y también está preocupado por ti, él fue el que me dijo que te había estado sintiendo algo diferente este último mes —expresó.
—Espero que no le hayas dicho nada de nuestra conversación —advirtió con sus ojos entrecerrados.
—Estuve tentado, pero no dije nada. Aunque Jimmy sintió a través de nuestro lazo que también me tenías preocupado, lo que encendió más su preocupación —confeso—. Pero ya, dejemos eso y mejor cuenta que pasa con Lia.
—¿Qué pasa con ella? —respondió encogiéndose de hombros.
—Hayes —advirtió.
Chasqueando su lengua, el gemelo mayor apoyo su trasero sobre la mesa de trabajo, sin soltar por ningún motivo el bastón entre sus manos, cosa que August se percató.
—Básicamente nosotros seguimos saliendo.
—¿Aun cuando obviamente su relación se está apagando y tu lobo no tiene el más mínimo interés en ella? —arqueó una ceja.
—¿Qué quieres que haga? Ella solo es... —suspira—. Siento que sería como la pareja perfecta para estar a mi lado.
—Pero no es tu compañero y no la amas, puede que la quieras, pero no la amas.
—No puedes decir sobre cómo me siento, tal vez sí la ame.
—Pero no de la forma como ella esperará, ¿y crees que eso es justo para Lia? ¿Para ti? —presionó.
—Pero no puedo ir detrás de... —se calló apretando sus labios juntos.
Observándolo en silencio, August bajó sus brazos.
—¿Sabes que desde que comenzamos a hablar de todo esto, has mencionado más de una vez compañero en vez de compañera como siempre has hecho? —indicó suavemente, aun así, el cuerpo del otro alfa se tensó.
—No sé de lo que hablas —negó.
August asintió.
—Sabes, salí de compras hoy temprano, a reponer los pañales de los chicos y esas cosas —comenzó—. Pasé por algunas tiendas y en ellas se hablaba sobre ti siendo todo un caballero dulce y protector con una pequeña cosita linda llamada Theo.
—¿Y qué? Theo tiene una enfermedad que afecta sus huesos, él sufre constante dolor, no es inusual que esté preocupado por él y lo ayude. Por dios, es el hermano pequeño de Lia —exclamó, inquieto.
—Sé que no eres un mal hombre, Hayes, pero dime, ¿cuándo te has preocupado tanto por tus otras exparejas? —cuestionó—. ¿Cuándo has sido así de atento y considerado? ¿Cuándo has sentido esa innegable necesidad de ayudarle y proporcionarle hasta la más mínima cosa? ¿De hacer cualquier cosa para minimizar o quitar su sufrimiento?
—Es Theo y está enfermo, cualquiera lo haría —gruñó.
—Tal vez, pero tienes que reconocer que tú nunca fuiste así de atento con tus parejas, por dios, ni siquiera lo eres con Lia —argumentó.
—Debido a que mi exparejas eran independientes que no necesitaban de mi ayuda —se defendió—. Pero Theo es nuevo, no conoce a nadie y necesita de mi ayuda.
—Entonces no te molestara que Jimmy y Micah lo conozcan y lo ayuden a conocer a más personas, otros chicos.
—Cállate —gruñó observándolo, sus ojos destellando con amarillo anunciando lo cerca que estaba su lobo de la superficie.
—Theo es tu compañero, ¿no? —dijo tranquilamente.
—No, no lo es —respondió enderezándose.
—Todos aquellos sentimientos que te describí y aceptaste, son los de un lobo cuando encuentra a su destinado —anunció.
—No voy a hablar de esto —espetó comenzando a alejarse.
—Bien, cuando quieras hablar mis puertas estarán abiertas —anunció—. Pero espero que no sea demasiado tarde para cuando te decidas —expresó viendo cómo se alejaba como alma que lleva el diablo.
( * * * * )
Hayes se estacionó frente al departamento de Lia y se quedó unos largos minutos ahí, simplemente observando el manubrio entre sus manos mientras la conversación que había tenido con su hermano seguía repitiéndose una y otra vez.
No debió de haber conversado con su gemelo, Hayes sabía que no debía de haberlo hecho, ahora todo estaba confuso y peor que antes.
Sabía que los cambiaformas habían sido criados con el pensamiento de que un compañero aparecería para acompañarlos el resto de su vida, así como a mantener la mente abierta para no rechazar aquella única persona especial, que debían de creer en que el destino escogería a la persona correcta, pero...
Antes también había pensado que Lia era la correcta y no había resultado así. ¿Y si se trataba de lo mismo otra vez? ¿Y terminaba con Lia para salir con Theo y luego perdía el interés?
Lia saldría lastimada.
Theo saldría lastimado.
Y ninguno de los dos se lo merecía, menos Theo quien ya parecía haber sufrido y estar sufriendo en su vida, no tenía por qué agregarle más drama a su vida.
¿Y qué iba a hacer entonces?
Esa, parecía ser la gran pregunta del año, y una a la cual no tenía respuesta aún.
Soltando un suspiro cansado, algo que parecía estar haciendo mucho últimamente, observó el asiento de copiloto donde yacía el bastón hecho especialmente para Theo por su padre.
Tenía que ir a entregarlo, no quería que el dolor de Theo aumentara solo por no estar usando el bastón.
Tomándolo entre sus manos, Hayes se bajó del auto y caminó bajo los reflectores de los postes de luz que iluminaban las calles de noche y se adentró al edificio yendo directamente hacia el ascensor.
Bajándose en el tercer piso, se dirigió hacia el departamento de su pareja y tocó el timbre una, dos y tres veces. Cuando nadie salió, frunció el ceño y tomó su celular para llamar a Lia.
—Hey, estoy fuera de tu departamento —pronunció cuando le contestó.
—Salí a comprar, pero ya voy de vuelta —respondió—. Puedes usar la llave de emergencia que escondí en el marco de la puerta o seguir insistiendo hasta que Theo te escuche, pero no creo que ese vaya a ser el caso —advirtió.
—¿Está durmiendo? —preguntó frunciendo el ceño, observando el bastón en su otra mano.
Él había tenido el deseo de querer apreciar el bonito rostro de Theo cuando se lo entregara.
—Si, hoy no fue un día especialmente bien para él —anunció despertando los sentidos del alfa.
—¿Qué ocurre? —preguntó alerta.
—Hoy simplemente no fue su mejor día, fue uno de los malos —suspiró—. Tuve que hablar con Alex y le di su medicamento poco antes de salir a comprar, por lo general se queda dormido luego de tomar una alta dosis —explicó.
—¿Y aun así saliste a comprar dejándolo solo y enfermo? —cuestionó sin poder ocultar el tono de acusación en su voz mientras rápidamente buscaba la llave.
—... No me gusta tu tono, Hayes —anunció no particularmente enojada, pero tampoco amigable—. Sé lo que es la enfermedad de Theo mejor que tú, sé que lo único que podemos hacer por él es esperar mientras los medicamentos hacen efecto en él, pero sigue siendo mi hermano y no me gusta verlo así de mal, sufriendo, así que perdóname si lo dejé solo para tomar un respiro —expresó cortando la llamada, al final su tono volviéndose helado.
Torciendo sus labios en una mueca al saber que se había equivocado, Hayes volvió a guardar su teléfono mientras entraba al departamento.
Podía entender el punto de vista de Lia, pero aun así no creía que debía de haber dejado solo a Theo. ¿Y si despertaba y necesitaba ayuda?
Pasando frente a la habitación de Lia, entró directamente en la de Theo contemplándolo hecho una pequeña bolita temblorosa sobre la cama, soltando pequeños gemidos de dolor que atravesaban el alma del alfa.
Dejando el bastón al lado del pequeño escritorio, se trasladó rápidamente al lado de Theo y a pesar de que tenía miedo de tocarlo, sus manos lo alcanzaron antes de que pudiera detenerse así mismo.
Theo soltó un quejido de dolor y luego se acurrucó instintivamente más cerca de Hayes, buscando de su calor corporal.
—Joder bebé, estás helado —murmuró agarrando una manta que descansaba sobre los pies de la cama para ponerla encima el delgado y pequeño cuerpo.
Como el pequeño cuerpo en forma fetal seguía temblando, Hayes tomó asiento en la cama y con cuidado, traslado a Theo con manta y todo sobre su regazo.
Theo se quejó, pero mantuvo sus ojos cerrados mientras ocultaba su rostro entre el cuello y hombro de Hayes, acurrucándose más cerca mientras absorbía el calor de aquel cuerpo y la protección y seguridad de aquellos fuertes brazos.
—Shh, estarás bien bebé, el dolor pronto pasará —susurró el alfa acariciando con extremo cuidado los brazos y espalda del pequeño cuerpo, intentando proporcionarle el calor que necesitaba.
Theo siguió soltando quejidos y su cuerpo estremeciéndose por unos largos minutos más, hasta que finalmente, se calmó.
Pero su lobo no, ambos seguían preocupados por Theo. ¿Era algo normal en la enfermedad de Theo?
Recargándose en el respaldar de la cama, aun negándose a soltar el cuerpo entre sus brazos, se acomodó para poder observar el rostro del pequeño hombrecito, sin saber cómo ahora podía dormir como si todo estuviera bien en el mundo cuando hace solo unos momentos estaba estremeciéndose de dolor.
Alzando su mano, corrió un mechón ondulado detrás de la oreja y siguió contemplando y admirando las facciones de su rostro, como sus cejas eran un poco más gruesas, sus pestañas largas, su nariz de botón y cómo ese labio inferior parecía estar estirado en un constante puchero adorable.
Ellos eran rosados un tanto oscuros, brillantes y... Suaves, los labios de Theo eran suaves, dulces y maravillosos. Y el sabor de su boca, dulce e inexperto, tierno como un algodón de azúcar.
De pronto, siendo consciente de lo que estaba haciendo, Hayes retrocedió sobresaltado, contemplando como aquellos hermosos ojos grandes le observaban fijamente.
Había besado a Theo.
La cabeza de Hayes giró en la dirección de la puerta cuando escuchó ruido cerca de la entrada.
—¿Hayes? ¿Estás aquí? —preguntó Lia.
El alfa volvió a observar a Theo, pero este tenía los ojos cerrados. ¿Realmente los había abierto o todo fue su imaginación?
—¿Hayes? —pronunció Lia bajo el marco de la puerta de Theo.
A juzgar por como apretaba sus labios, no estaba muy feliz de la posición en la que se encontraba con su hermano pequeño.
—Esto es increíble —exclamó alejándose, enojada.
Hayes observó dividido a Lia y al chico dormido en su regazo, entre sus brazos, antes de finalmente dejar a Theo sobre la cama con cuidado e ir detrás de quien, en ese momento, era su pareja.
—¿Qué hacías con Theo? —exigió con los brazos cruzados.
—Cuando llegué estaba temblando de frío y quejándose, solo quería ayudarlo —se defendió.
—Pues fácilmente podías haberle dado una manta.
—Y le di una manta, pero sé que el calor corporal es lo mejor para ayudar —argumentó con el ceño fruncido—. No puedes estar reclamando por cuidar a tu hermano quien está enfermo.
—¡Claro que puedo! —exclamó—. Dios, sé que me burle de ti adelantándome a los cuidados que tendrías con Theo, pero alrededor de él actúas tan diferente, tan cuidadoso y protector —expreso celosa—. Yo soy tu pareja, no Theo.
—No, no me vengas con eso que, si yo me hubiera puesto en plan contigo de la misma forma que trato a Theo, te estarías quejando, tú misma me dijiste que no te gusta nada de eso y que te gusta valerte por ti misma —le recordó.
—¡Lo sé! —gritó—. ¡Lo sé y aun así no puedo evitar sentir celos de mi enfermo hermano! —siguió gritando y luego las lágrimas cayeron.
Cubriendo su rostro con sus manos, se dejó caer en el sofá y comenzó a sollozar.
—Lo siento yo... No tengo excusas, solo tuve un mal día —se excusó.
Suspirando, Hayes tomó asiento a su lado y la rodeó con sus brazos.
—Les dije a mis padres que no era un buen día para Theo, y ellos comenzaron a molestar y presionarme y luego lo dejé para ir a trabajar y solo fue peor —se desahogó entre sollozos.
—Está bien, estás haciéndolo lo mejor que puedes —intentó consolar.
—Lo sé, pero con Theo... Nunca es suficiente para ellos —sorbió su nariz—. Gracias por cuidarlo y escucharme —susurró abrazándolo de vuelta, escondiendo su rostro en su cuello.
Y eso se sentía tan... Equivocado.
Pronto, Lia lo estuvo besando de manera dulce en busca de consuelo, y antes de que Hayes se diera cuenta, ambos estaban en la cama, teniendo sexo, con Theo del otro lado de la pared, sufriendo y...
Escuchando todo.
La historia completa la pueden encontrar en Dreame, buscándome por sakaikuro <3
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