Capítulo 4


—Sí papá, estoy comiendo bien —resopló.

—¿Y tu hermana está ahí contigo? —preguntó su padre, Bennett Evans.

—Nop —respondió.

—¿Y por qué no? —cuestionó y Theo podía vislumbrar el ceño fruncido en el rostro de su padre a pesar de que no estuviera parado directamente frente él.

—Porque, papá, Lia trabaja, tiene novio y una vida aparte de la mía —contestó tranquilamente—. Ella no es mi niñera ni un guardaespaldas, es mi hermana mayor quien amablemente me aceptó en su departamento solo porque ustedes se lo pidieron —le recordó.

Si cariño, pero nunca sabes cuándo vas a tener un mal momento, necesitas a alguien constantemente a tu lado —expresó preocupado.

—No es así, papá, no soy un bebé —suspiró observando a ambos lados antes de cruzar la calle—. No tengo cáncer o cualquier enfermedad terminal, solo artritis con la cual he vivido desde que cumplí los quince años prácticamente, es algo que es parte de mi vida y que tengo que lidiar con ello.

—Ahora, yo no te estoy diciendo lo contrario...

—No puedo tener siempre a alguien a mi lado o me acostumbraré y el día que nadie esté conmigo, no podré hacer nada por mí mismo —expresó—. Agradezco tu preocupación, la de ambos, pero tienen que admitir que los dos exageran un poco cuando se trata de mí.

—Solo un poco —murmuró su padre—. Pero eres nuestro bebé.

—Un bebé que tiene 24 años —indico con una sonrisa.

—Está bien, intentaré no-... ¿Qué fue eso? —cuestionó cuando el claxon de un auto se escuchó.

—Oh, fue un auto intentando acelerar —explicó observando como finalmente lo lograba.

—¿Un auto? ¿Estás conduciendo? —exclamó exaltado.

—Claro que no, papá —se rio Theo y su padre suspiró en alivio.

—¿Qué película estás viendo? ¿Rápido y furiosos?

—No estoy viendo películas, estoy teniendo mi caminata matutina de la tarde para conocer un poco más del pueblo —explicó.

—¿¡Qué tú qué!? —exclamó su padre.

—No grites —regañó frunciendo el ceño.

—Lo siento —se disculpó inmediatamente—. Pero tú... Theo...

—Estoy bien papá, en la casa también lo hacía —le recordó.

—Sí, pero no solo —argumentó.

Theo bufó y observó una banca desocupada frente al parque, tal vez ya era hora de tomar un descanso.

—Adiós papá, no te preocupes que ya voy de vuelta al departamento —mintió—, te llamó mañana y dale mis saludos a mamá —se despidió cortando la llamada luego de escuchar la despedida de su padre.

Tomando asiento en la banca, Theo hizo una mueca cuando sus rodillas tronaron al doblarse y su cuerpo se estremeció ligeramente en un dolor tristemente común, tal vez debió de haber mantenido sus caminatas cortas y no haberse aprovechado que el nuevo medicamento de Alex le hacía sentir un poco mejor que los anteriores para caminar durante casi una hora... O tal vez un poco más.

Masajeando distraídamente sus muslos, suspiró y guardó su celular en su bolsillo sacando en cambio las capsulas.

Ahora sólo necesitaba conseguir algo de beber para poder tomárselas y estaría bien.

Intentando pararse, solo quedo en eso, en un pobre intento donde sus rodillas y tobillos protestaron.

Así que... Necesitaba levantarse para tomar el medicamento que le quitaría el dolor, pero el dolor en sus piernas le estaba impidiendo levantarse, por lo que no podía tomarse el medicamento que le aliviaría el dolor...

Interesante, tal vez por casos como el presente era que sus padres querían que alguien estuviera siempre a su lado, pero él ya era un adulto así que lo manejaría a su modo.

Observando a su alrededor en busca de una cara amigable para pedirle un favor, su aliento quedó atrapado en sus pulmones cuando contempló al novio de su hermana luciendo hermosamente atractivo mientras caminaba a través del parque.

Y tan jodidamente apuesto como era, Theo no quería que lo viera en esa situación por dos razones.

Hayes era muy apuesto para su salud mental, y demasiado divertido, agradable y amable para su ingenuo corazón, y eso solo lo había comprobado el día anterior luego de tener un entretenido almuerzo con el hombre.

Y aun así, no había vuelto a ver a Hayes en el departamento a pesar de que recordaba a su hermana comentándole en sus llamadas que su dulce novio le caía varias veces a la semana de forma sorpresiva.

Si bueno, hasta el momento no había ocurrido y seguía preguntándose si era debido a él.

¿A caso le caería muy mal? ¿O muy bien?

Pff, si claro. Era obvio que el sheriff era dolorosamente hetero y estaba interesado en su hermana, así que solo se trataba de su flechazo jugando con su cerebro en una fea broma.

Observándolo a la distancia, suspiró como bobo enamorado hasta que sus ojos se encontraron y como había sido obvio que lo estuvo mirando, saludo con un movimiento de mano, esperando que le correspondiera y siguiera con su trabajo, no que fuera directamente hacia él como estaba haciendo en ese momento.

—Hey, pensé que estarías encerrado en una oficina trabajando —comentó el pequeño hombrecito.

—Estoy reemplazando a Jeria, mi ayudante —respondió tragando pesadamente cuando el perfecto, delicioso y afrodisiaco aroma de la pequeña cosita lo golpeó directamente, agitando a su lobo—. ¿No has tomado tus medicamentos? —preguntó respirando lentamente mientras luchaba con los deseos de su lobo.

Si su gemelo había podido soportarlo por más de seis meses, entonces él también podría.

—Uh, no. ¿Cómo lo sabes? —preguntó curioso.

"Porque tu aroma es demasiado delicioso para controlarme" pensó, pero no lo dijo obviamente.

—Estás haciendo muecas —señaló.

—Estás mintiendo —se rió.

—No, es en serio —insistió.

—Creo que es la primera vez que me dicen que mi sonrisa es una fea mueca —se burló.

—Yo no dije eso, yo dije que estabas haciendo una mueca de dolor —corrigió.

—¿En serio? Porque estoy seguro de que estoy sonriendo en este momento —se mofó señalándole su propia sonrisa.

—Entonces podrías pararte y caminar, ¿no? —insistió y ya toda burla y diversión desapareció del rostro del pequeño hombrecito—. ¿Theo?

—Estoy bien —dijo con una sonrisa de labios.

—¿Te duele algo? —preguntó ignorándolo.

—Siempre duele —bufó—. La diferencia es que algunos días son más soportables que otros —explicó.

—Pero ahora te duele, ¿no? —adivinó—. ¿No has tomado tus medicamentos? —preguntó a pesar de que sabía la respuesta.

—Mi médico me aconsejó durar lo más que podía sin ellas —explicó observando el suelo.

—¿Qué clase de médico aconseja eso? —gruñó el alfa.

—Bueno, puede que haya estado abusando un poco de los medicamentos así que... —se encogió de hombros—. Prefiero obedecerle, Alex sabe lo que es mejor para mí.

Si... Hayes estaba comenzando irracionablemente a odiar un hombre mayor que ni siquiera conocía solo por la confianza que le tenía su dulce pareja.

Joder, que Theo no era su pareja. No podía estar pensando así.

—Habría estado bien si me hubiese quedado en el departamento, pero quería conocer un poco más y revisar en las tiendas por un bastón —explicó—. No me di cuenta de que había caminado tanto hasta que me senté y mi cuerpo se quejó.

—¿Por qué un bastón? —preguntó Hayes confundido.

—En los días que son más difíciles que otros usualmente uso un bastón, pero el mío lo perdí en el autobús cuando venía de camino —comentó—. Pensé en comprarme otro, ya que Lia me aseguró de que aquí eran más tolerantes con las personas que son un poco diferentes por lo que pensé que no me iban a molestar si me veían usando uno.

—¿Alguien te molestó en tu antiguo hogar por ello? —cuestionó furioso con el pensamiento de que algún estúpido se estuviera burlando de una persona tan dulce como Theo.

—En casa no, al menos —respondió observándolo—. Fue más cuando fui a la universidad. ¿Increíble, no? Uno pensaría que serían personas más maduras la que asisten, pero la realidad no es así —bufó.

Joder, ¿cuánto había sufrido un alma tan dulce como Theo? No solo soportando el constante dolor de sus huesos, sino que también las burlas de aquellos imbéciles.

De pronto tenía tantos deseos de ir a golpear a esos bastardos.

—Por favor, no me mires así —pidió la pequeña dulce cosita contemplando el suelo.

—¿Así cómo? —preguntó controlando su furia.

—Con pena, compasión, etc. No me gusta, yo estoy bien —insistió con firmeza, observándolo de frente.

Dios, esos maravillosos ojos transmitan tanto a través de ellos.

—Claro que estás bien, eres un hombre fuerte —aseguró y Theo parpadeó sorprendido.

—Lo soy —dijo con una pequeña y dulce sonrisa, volviendo a mirar hacia al frente para dejarle la vista de su perfecto perfil.

Sus facciones eran tan suaves y perfectas, casi como si hubieran sido pintadas por los mismos dioses.

¿Y si Theo era realmente su pareja?

¿Pero y si no lo era?

En su momento se había sentido igual por Lia y luego su lobo perdió completamente el interés en ella.

No podía dejar a Lia para intentarlo con su hermano pequeño cuando nunca se había interesado en un hombre antes, ¿y si resultaba también ser solo un potencial a pareja? Estaría perdiendo una buena mujer como Lia quien sería perfecta para quedarse su lado.

Además, ni siquiera sabía si le interesaba a Theo, el chico era amigable, bonito y escondía muy bien si estaba interesado en él o no.

Pero si el chico era su potencial a pareja, entonces obviamente también debía de sentir el tirón, ¿pero por qué entonces no lo demostraba?

"Porque eres el novio de su hermana, imbécil. Eres hetero" le recordó una parte de su mente y Hayes gruñó, realmente lo hizo.

—¿Me gruñiste? —preguntó la pequeña cosita con expresión sorprendida.

—Uh... Yo solo pensé en los idiotas que te molestaron —mintió.

—Lia siempre se burló que las personas que me conocían sentían la necesidad de cuidarme y protegerme, ¿es verdad? —preguntó curioso.

—Eres pequeño, bonito y agradable, Theo —dijo antes de poder detenerse a sí mismo—. No creo que no haya a una persona a la cual no le agrades.

Theo resopló—. Entonces aún no conoces a mi otra hermana, Cloe.

—¿Qué tiene ella? —preguntó curioso.

—Cree que uso mi enfermedad para agradar a los demás y obligarlos a que estén a mi alrededor cuidando de mí —respondió.

—Te apuesto que es la típica amargada que siempre está sola y se cree superior a los demás, mirándolos así —anunció imitando una exagerada mirada de desprecio.

Theo se carcajeó y asintió con su cabeza.

—Ella hace exactamente eso —se rió.

—Ella seguramente te debe de tener envidia —intentó consolar, alegre de haber quitado esa fugaz tristeza de tan bellos ojos.

—Lia dice lo mismo —sonrió y se enderezó levantándose lentamente.

—¿Vas a algún lado? —preguntó el alfa imitándole inmediatamente, tratado de estar cerca en caso de que Theo perdiera el equilibrio sin que fuera demasiado obvio.

—Quiero comprarme un agua para tomar mis pastillas y seguir en mi búsqueda de un bastón —explicó—. Nos vemos después —se despidió comenzando a caminar lentamente.

—Puedo llevarte a una tienda, pero está algo lejos por lo que tendríamos que ir en mi patrulla —anuncio siguiéndole de cerca, casi actuando como una mamá patito estando sobre su hijo.

—No te preocupes, ahora estás trabajando y no quiero molestar —le recordó, brindándole una pequeña sonrisa amable.

—No hay problema, por favor, déjame llevarte —insistió y Theo gimió internamente frustrado.

¿Qué acaso el hombre no sabía que no era bueno para su corazón estar tanto tiempo juntos? Pronto comenzaría a tener sueños estúpidos donde Hayes dejaría a su hermana por él.

—Mira, apenas estás caminando ahora —indicó frunciéndole el ceño—. Qué dirá Lia si descubre esto.

Claro, Lia, su hermana.

—Está bien —suspiró rindiéndose.

—Bien —sonrió el sheriff—. Vamos a mi auto y me esperas ahí mientras te voy a comprar un agua —ordenó.

—O mejor yo me dirijo hacia tu auto mientras tú vas a comprar el agua.

—¿Puedes llegar? —preguntó dudoso.

—Déjame decirte que estás actuando peor o igual que mi padre en este momento —advirtió la pequeña cosita, cruzándose de brazos.

—Está bien, ve al auto y yo a comprar —accedió el alfa no muy feliz, pero era obvio que Theo también podía ser terco.

Y su lobo estaba gruñendo ante ser comparado con una figura paterna, eso no era bueno.

Cuando Theo llegó a la patrulla, Hayes ya estaba de vuelta con una botella de agua en manos y una rosquilla, recordando las palabras de su madre sobre comer algo luego de tomar el medicamento.

—¿Corriste? —preguntó con sus ojos entrecerrados.

—Nop, solo caminé rápido —respondió entregándole las cosas mientras abría la puerta del auto.

Subiéndose con cuidado, toció sus labios cuando sus huesos volvieron a crujir simultáneamente, casi como si una muñeca de porcelana se hubiera roto.

Esto no era bueno, seguramente mañana no sería un buen día para él a juzgar por cómo estaban tronando tan ruidosamente sus huesos.

—¿Qué fue eso? —preguntó Hayes preocupado, inclinándose para colocarle el cinturón de seguridad.

—Uh... Esos fueron mis huesos quejándose y necesitando un ajuste de aceite —dijo alzando el agua—. No te preocupes, es algo-...

—No digas común —pidió el cambiaformas lobo.

—Cotidiano entonces —le sonrió juguetón.

Pero Hayes simplemente no pudo corresponderle el juego y escapó cerrando la puerta para rodear el auto y así subirse detrás del volante.

Mientras Theo bebía agua, estiro su brazo entregándole la rosquilla. Hayes negó mientras comenzaba a conducir.

—La compré para ti, mamá dice que no es bueno tomar medicamentos con el estómago vacío —explicó.

—Gracias entonces —murmuró buscando su billetera.

—Si intentas pagarme, ahórratelo o en realidad... Te acusaré con tus padres por salir solo —amenazo.

—No te atreverías —chilló Theo, contemplándole con sorpresa.

—Pruébame —le sonrió malvadamente sexy.

Santísimo joder, muchas escenas pasaron por la mente de Theo ante la implicación de esa palabra y no podía creer que se estuviera excitando con ello.

Dios, era el novio de su hermana, joder.

Cuando un picoso aroma de excitación llegó al olfato de Hayes, el lobo de este se removió y aulló.

Su pareja estaba interesado en él, y eso le tenía feliz, eufórico. Theo solo estaba aparentando lo contrario.

Pero el aroma era demasiado agradable para que Hayes mantuviera su control, demasiado delicioso, por lo que tuvo que bajar un poco la ventana para que el casi afrodisiaco aroma concentrado no rompiera finalmente la cuerda de la que estaba dependiendo su autocontrol.

—Uhh —aclaró su garganta—. No te preocupes, no te acusaré con nadie —pronunció el sheriff.

Theo asintió y observó a través de la ventana, ocultando el ligero sonrojo en sus mofletes.

—Lia me dijo que solías caer en su departamento constantemente. ¿Por qué ya no vas? —preguntó mordiendo su rosquilla—. ¿Es porque estoy yo?

Por eso y porque usualmente sus visitas al departamento de Lia terminaban en sexo, pero ahora ni siquiera podía pensar en esa forma respecto a su pareja, el simple pensamiento de ello le hacía sentirse mal y su lobo le gruñía disgustado.

—¿Te molesta que sea gay? —preguntó Theo sorpresivamente.

—¿Qué? —exclamó observándolo con sorpresa—. No, claro que no —le aseguró cuando percibió la duda y tristeza en aquellos bonitos orbes—. Por dios Theo, mi hermano es gay y mi ayudante de trabajo también. Si lo pienso, todos los que me rodean lo son si no cuento a mis padres, por lo que no, no me molesta que te gusten los hombres —aseguró.

Luego de escucharlo de la propia boca de Hayes, Theo se sintió un poco más tranquilo al respecto.

—Entonces tú eres el único hetero —comentó, y eso era una lástima.

Sin poder decirlo, el alfa simplemente asintió con fuerza.

Deteniéndose frente a una tienda, Theo observó confundido a Hayes mientras se bajaba del auto.

—Pensé que me dijiste que me llevarías a una tienda donde vendían bastones —pronuncio llegando a su lado.

—Dije que te llevaría a una tienda donde podrías conseguir uno —corrigió colocando su mano en su espalda baja mientras lo guiaba al interior del local.

—Pero Hayes, aquí construyen muebles —murmuró.

—De madera, por lo que son perfectos para construir tu bastón —aseguró.

—Puedo pedirlo por internet —dijo deteniéndose.

—No, no lo harás —anunció el alfa y comenzó a hablar con un extraño hombre con una redonda panza y barba casi blanca.

Ellos dos hablaron amigablemente como si Theo no estuviera ahí mientras se mantenía en silencio, contemplando las cosas a su alrededor con sorpresa.

No había solo muebles de madera, había todo tipo de cosas hechas con madera, y cada una lucía sorprendente y hermosa.

—No, es para él —anunció Hayes colocando su brazo alrededor de sus hombros mientras tiraba suavemente de él más hacia adelante.

Joder, cómo podía ser posible que apenas era unos centímetros más alto que su hombro, su rostro podía ocultarse perfectamente en la curvatura de su cuello.

—Él es Theo Evans, hermano menor de Lia —presentó.

—Hola —saludo Theo con una tímida sonrisa.

—Dulce, es una pequeña cosita adorable —rió peinando su barba—. Yo soy Mark, pero será mi hijo Reizor quien te ayudará con tu pedido —anunció y colocó sus dedos en su boca soltando un fuerte silbido que paso sobre los sonidos de golpes de martillos que venían detrás de la tienda.

Entonces, un hombre caliente y sin camiseta atravesó la puerta mostrando orgullosamente su piel bronceada junto a su firme abdomen, con sus pantalones a la cadera.

Theo alzó ambas cejas y estuvo tentado a revisar su mentón en busca de saliva.

A su lado, escuchó un gruñido y observó con sorpresa a Hayes.

—Es peligroso trabajar así —espetó Hayes queriendo tomar al pequeño hombrecito y sacarlo lejos de ahí para nunca más volver a entrar.

Mierda, su lobo estaba irritado ante el aparente interés de Theo en otro hombre. Eso no podía ser, Theo era suyo.

—Yo antes también era así de apuesto —rió Mark mientras su hijo se colocaba una camiseta.

—¿Qué sucede? —preguntó observando a Theo, quien seguía pegado al costado del sheriff Miller.

—Quiere un bastón a medida, será pan comido para ti —anunció golpeando su hombro—. Los dejaré en buenas manos —aseguró alejándose y dejando a los tres solos.

Entonces, Reizor le sonrió mostrando todos sus perfectos dientes.

Si... Theo sentía que se estaba volviendo un poco loco, ya que podía sentir como cierta tensión comenzaba a crecer desde el novio de su hermana.

¿Por qué?

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