Capítulo 3
—¿Hayes sabe que soy gay? —preguntó sorpresivamente Theo, logrando que Lia se ahogara con su taza de té y escupiera.
Apresurándose al lado de su hermana mayor, Theo comenzó a golpear suavemente su espalda y a masajearla, esperando ayudarla.
—Eso fue increíble —exclamó con una pequeña risa el menor de los dos—. Deberías de ir a un concurso de escupir, obtendrías el primer lugar.
—Muy chistoso, Theodore Evans —gruñó limpiándose la boca con una servilleta—. ¿Por qué preguntas eso de la nada?
—Es que... Desde aquel día en que me salvó de las escaleras no lo he vuelto a ver, y ya han pasado tres días —explicó—. Pensé que se había percatado de que soy gay, ya que solo mírame —se señaló—, es como si con tan solo una mirada todos lo supieran y creí que no se lo tomó bien —añadió algo apresurado.
La realidad era que quería volver a apreciar la obra de arte que tenía su hermana de pareja, aunque también tenía muy claros los límites entre ellos dos, Hayes siendo hetero y saliendo con Lia mientras que él era gay, con una enfermedad extra y siendo el hermano menos de su pareja.
Era bastante obvio que era imposible, pero eso no significaba que no podía apreciar de lejos a una belleza como esa, todos lo hacían, y generalmente se les nombraba como los crush, aquel amor imposible que aun así seguías apreciando a la distancia.
Era extraño, no era la primera vez que había desarrollado un pequeño enamoramiento imposible, un crush, por alguien, pero sí era la primera vez en la que estaba tan metido en ello.
Era, simplemente algo muy dentro de él que se lo exigía.
—No te preocupes por ser gay aquí, Theo —aseguró Lia con un tono más suave, colocando su mano sobre la de su hermano—. A diferencia de otras ciudades, aquí no hay discriminación por nada, perfectamente puedes ver a una pareja de hombre y hombre, mujer y mujer, o la común hombre y mujer caminando de la mano o besándose, nadie les dice nada —prometió.
—¿En serio? —preguntó ahora sorprendido.
—Sí, incluso si por ser bajito y bonito anuncias que eres gay, nadie te dirá nada —dijo volviendo con su desayuno.
—¿Pero en serio no me dirían nada si estoy caminando por la vía pública con otro hombre tomados de la mano? ¿O si estoy sentado en el parque besándome?
—Bueno, mientras no cometas adulterio como meterte manos con tu novio frente a otras personas, no creo que no haya problemas —indicó divertida.
Theo se sonrojó y negó rápidamente con su cabeza, sacándola una carcajada divertida a Lia.
—No seas tonta, jamás haría algo como eso —negó avergonzado.
—Eso dices ahora —rió.
—Yah, Lia —refunfuño al ser el centro de entretención de su hermana.
—Ya, me detengo —sonrió—. Pero por qué tanta pregunta, ¿te gusta alguien? —preguntó interesada.
"Tu novio" pensó Theo, y agitó su cabeza quitando ese pensamiento.
—Quién me va a gustar si no conozco a nadie, boba —se burló—. Tu novio es guapo, ¿no tendrá un hermano? —preguntó interesado.
Quien sabe, tal vez con él si tuviera alguna oportunidad.
—Tiene un gemelo idénticamente igual que es un bombero —anunció para sorpresa del menor.
—¿En serio? —exclamo interesado.
—Si, pero está tomado —sonrió—. Tiene pareja que es igual de guapo y dos hijos.
—Ay, por qué me das estas ilusiones y me las quitas así —dijo juguetón.
—Tú preguntaste —se carcajeó revisando la hora.
—¿Ya te tienes que ir a trabajar? —preguntó.
—Me quedan unos segundos —se encogió de hombros—. Pero dime, por qué tantas preguntas sobre chicos guapos, ¿quieres salir con alguien?
—Claro —asintió—. Tengo que aprovechar de que no estoy en el nido de nuestros padres y que tampoco con los idiotas de la universidad.
—¿Te molestaron en la universidad? —preguntó frunciendo el ceño.
—Tu misma lo dijiste, soy bajito y bonito, con un bonus de una extraña enfermedad por la que hasta el momento había tenido clases privadas en casa —se encogió de hombros—. Hubo algunos idiotas que se burlaron de mí, pero misteriosamente las burlas se detuvieron de un día para otro y siento que tiene que ver con la gran sombra que me perseguía a todos lados.
—Uy, ¿descubriste al guardaespaldas que te contrato papá? —torció sus labios.
—No fue algo muy difícil considerando su porte y que siempre que me iban a molestar, esos idiotas miraban sobre mi hombro antes de decir cualquier cosa —sonrió divertido—. Fue de gran ayuda por lo que no me moleste con papá.
—¿Y esto ocurrió en las dos universidades? —intentó averiguar.
—Nah, la segunda era más fácil, pero lamentablemente no escogí bien la carrera —aseguró moviendo su mano como si no fuera nada.
—Bueno, ahora si me tengo que ir —anunció Lia levantándose de la mesa—. Toma tus pastillas y vuelve a dormir un poco, aún es muy temprano.
—Si mamá —rió tomando una tostada.
—Recuerda que no vendré a almorzar, saldré con unas compañeras de trabajo —dijo desde alguna parte del departamento—. ¿Me escuchaste Theo?
—Sí, ¿dejaste comida hecha? —preguntó.
—Oh mierda, lo olvidé —exclamó volviendo a la cocina—. El ascensor ya fue arreglado, tal vez podrías bajar y comer en un restaurante.
—No saques dinero que yo tengo —advirtió—. También podría simplemente cocinar para mí —le recordó.
—Tomaste un curso de pastelería, no creo que te haga bien comer solo cosas dulces —negó desordenando su cabello—. Si no quieres caminar o si te duele el cuerpo, en el refrigerador hay números de lugares que hacen entregas a domicilio —señaló.
—Está bien, estaré bien —le sonrió—. Ve a trabajar o llegarás tarde —le recordó.
—Si ya me voy —asintió besando su frente antes de salir de la cocina—. Recuerda tomar tus pastillas —gritó retirándose del departamento.
Una vez la puerta se cerró dejando un agradable silencio, Theo suspiró a gusto. Levantándose, se dirigió al pequeño balconcito de su hermana y respiro profundamente el aire limpio mientras disfrutaba la vista del tercer piso.
Era tan diferente a la ciudad en todos los sentidos que era incluso relajante, todos parecían conocer a todos e incluso el tráfico era mucho más movilizado, que era una de las ventajas de vivir en un pequeño pueblo.
Bebiendo lo último de su café, Theo frunció el ceño cuando el sol se ocultó tras las nubes y se mantuvo ahí.
Solo esperaba que de pronto no comenzara a ser frío, los días helados eran los peores para sus huesos quejosos.
Entrando al departamento nuevamente, Theo observó el cómodo sofá y sonrió antes de tomar su computador portátil y volver a la sala de estar.
—Tal vez pueda adelantar algo de mi historia antes de que sea hora salir a almorzar —planeó encendiendo el aparato.
No hace mucho, una editora de la aplicación online que usaba para publicar sus historias de romance gay le había contactado para conversar la posibilidad de publicar en físico sus historias, las cuatro sagas que tenía en realidad.
Al momento, ya habían sacado los tres libros que tenía de su última saga y le estaban pidiendo el cuarto libro. Tal parecía, que lo que más se estaba vendiendo en ese momento eran las historias fantasiosas sobre romance de cambiaformas lobos, aquellas personas que podían transformarse en lobos.
Todo había empezado como un juego para Theo cuando comenzó a escribir esa saga gracias a un trabajo de investigación que le había dado un profesor de la universidad al respecto.
Las leyendas, historias, cuentos, toda la información que había recolectado Theo le había cautivado tanto que, sin darse cuenta, de escribir el típico libro de romance gay, había pasado a escribir algo un poco fantasioso como hombres que podían transformarse en lobos enamorándose de otros lobos, o humanos mayormente en su caso.
Su imaginación a veces podía ser asombrosa, o eso le había dicho su editora lo cual seguía alentando a Theo hasta al momento.
Guardando los capítulos que había avanzado, estiró su cuerpo y torció sus labios cuando sus huesos crujieron por haber pasado tantas horas en la misma posición, sus dedos incluso se sentían algo adormecidos.
Apagando la computadora, observó la hora y abrió enormemente sus ojos cuando contempló que ya eran la dos de la tarde.
—Pero si hace un momento eran las ocho —murmuro desconcertado.
Ugh... Teniendo un mal presentimiento, Theo se levantó y fue a su habitación encontrando su celular cargando en la mesita de noche al lado de su cama, la pantalla parpadeaba revelando una llamada perdida de su hermana Lia, dos de su madre y tres de su padre.
Buscando algo de ropa, Theo se la colocó mientras llamaba a su hermana primero, teniéndole en altavoz.
—¿Estás bien? ¿Por qué no le contestas las llamadas a nuestros padres? —interrogó inmediatamente.
—Bueno, me quedé dormido y desperté hace poco —mintió, ninguno de su familia sabía que escribía y quería mantenerlo así de momento.
Conociendo a sus padres, ellos podrían comprar sus libros y promocionarlo entre sus amigos. Le provocaba vergüenza de solo pensarlo.
—Lo sabía, se los dije, pero ellos no me creían —resopló.
—¿Puedes llamarles y decirles que estoy bien? —pidió—. Tengo hambre y si los llamo sé que no me dejaran ir tranquilo.
—Bien, pero les diré que los llamarás esta noche por video cámara —advirtió.
—Hecho, gracias, te quiero, adiós —se despidió cortando antes de que se arrepintiera.
Terminando de vestirse, torció sus labios con dolor y observó los tres frascos con medicamento algo resentido antes de tomar las tres cápsulas. A decir verdad, no le dolía tanto, pero era mejor prevenir que lamentar si iba a salir del departamento solo, ni siquiera tenía su bastón con él, lo había perdido en su viaje en el autobús.
Tal vez debería de darse unas vueltas en las tiendas en busca de uno, si era verdad que eran más tolerantes en el pequeño pueblo como su hermana había dicho, tal vez nadie le molestaría por llevar uno los días difíciles, porque en los malos tendía a no levantarse siquiera de la cama.
Con un plan hecho, Theo salió del departamento y agradeció internamente cuando observó al ascensor funcionando. Saludando a la pareja que se bajó tras abrirse las puertas, se subió marcando el primer piso.
Saliendo, Theo caminó con tranquilidad por las calles, observando todo mientras buscaba un lugar donde comer.
—"En el bosque" —leyó el gran cartel y observó a través de los ventanales a las personas comiendo a gusto en un ambiente casi hogareño.
Entrando en el restaurante, se dirigió a la única mesa libre y tomó asiento con cuidado, la caminata había sido algo larga y el clima un poco helado para su gusto, al menos se había tomado el medicamento.
—Hola yo soy Glorieta, la dueña y camarera del restaurante "En el bosque" —se presentó la mujer un poco rellenita—. ¿En qué puedo ayudarte, encanto?
—Oum... Yo soy Theodore Evans, pero prefiero que me llamen Theo —sonrió dulcemente.
—Aww, llegó otro bombón dulce además del doctor Jimmy, y eres más tierno —exclamó—. ¿Dijiste Evans? ¿Cómo la profesora Lia Evans? —preguntó.
—Sí —rió bajo—. Soy el hermano menor de Lia y me acabo de mudar con ella hace algunos días.
—Entonces deja que la casa invite —anunció con una sonrisa, acariciando su cabello castaño con destello dorados casi como si no pudiera evitarlo.
—No es necesario, puedo pagar —aseguró.
—Tonterías —anunció guardando la pequeña libre en el bolsillo delantero de su mandil—. Te traeré el especial de la casa —dijo y se alejó, sin darle más oportunidad a Theodore.
Un poco sorprendido por la amabilidad de la mujer, Theo decidió utilizar su teléfono para distraerse mientras esperaba la comida.
Tenía algunos mensajes de sus padres y unos pocos de un compañero de la universidad. ¿Por qué le estaba hablando Casius?
—Hola Theo.
Alzando su cabeza, los grandes ojos brillantes de Theodore mostraron sorpresa mientras observaba al novio de su hermana parado a su costado.
—¿Estás esperando a alguien? ¿Lia? —pregunto señalando la silla frente a él.
—Eh, no... Eso... Desocupado... Lia no... —balbuceó y cerró sus ojos.
Dios, ¿cómo se le ocurría al hombre aparecer con un traje de policía delante de él? ¿A caso no sabía todas las cosas que pasaban por su mente creativa?
—No hay nadie, adelante —logró pronunciar finalmente.
Los labios de Hayes se arquearon en una sonrisa ante los adorables balbuceos de la pequeña cosita y tomó asiento frente a él.
No había ido al departamento de Lia nuevamente desde aquel día, por lo que obviamente no se había encontrado con Theo hasta ese momento.
Y si era sincero con él mismo, lo había estado evitando a propósito, porque sus pocas llamadas con Lia siguieron aquellos días e incluso el día anterior los dos quedaron en almorzar, pero cuando su pareja le había invitado a su departamento le negó usando su trabajo como excusa.
Tenía temor de ver a Theo de nuevo y no poder controlar a su tonto lobo que le seguía exigiendo que tomara al pequeño hombrecito y lo marcara como suyo, cosa que claramente no iba a ocurrir pronto... Corrección nunca, si eso, nunca iba a ocurrir.
Él era el alfa, el próximo líder de la manada y Theo era un... Humano... Hombre... ¿Y por qué no podía tener más excusas, Jesús? El chico era el hermanito menor de su actual pareja.
—Pensé que Lia iba a estar aquí —comentó cuando se dio cuenta de que solo se había quedado mirando a Theo fijamente sin decir nada, otra vez.
—Oh no, Lia quedó en una salida con sus amigas —respondió encogiéndose suavemente de hombros.
"¿A caso hacer ese simple gesto le provocaría dolor?" se preguntó preocupado.
"Clámate joder Hayes" se regañó mentalmente apenas conteniéndose de expresar su preocupación y la de su lobo.
Estúpidos instintos exigiéndole velar y cuidar de su pareja.
Potencial a pareja, claro.
—¿Y está bien para ti salir solo? —preguntó y gruñó interiormente ante la preocupación en su tono.
Joder, ¿cómo aquel brillo travieso podía lucir tan bonito en aquellos ojos azul grisáceo?
¡Mierda! Ya hasta estaba teniendo pensamientos románticos y cursis como su gemelo. Por eso no quería volver a ver al chico.
—No tengo cinco años, Hayes —contesto divertido—. El ascensor ya estaba funcionando por lo que no hubo problemas —aseguró y su atención fue directamente a Glorieta, quien le servía su comida—. Gracias, se ve delicioso.
—Y sabe aún mejor —le guiñó un ojo—. Hola Hayes, ¿lo mismo de siempre? —preguntó.
—No, hoy quiero lo mismo que Theo —pidió.
—Enseguida, sheriff, y no molestes a esta cosita —advirtió alejándose.
—¿Molestarme? —arqueó una ceja.
Tierno.
—Eh... Sí, a veces puedo ser algo bromista o divertido a pesar de mi trabajo, creo que lo dijo por eso —sonrió inclinándose hacia adelante.
El cambiaformas lobo frunció ligeramente el ceño cuando se percató de que el aroma de Theo permanecía suavemente oculto bajo el aroma a medicamento, convirtiéndolo en una agradable fragancia que calmó a su lobo, pero no exaltó ni actúo como afrodisiaco.
—¿Ocurre algo? —preguntó Theo observando atentamente su expresión.
—No, la comida huele deliciosa.
—Si esa es la expresión de que está deliciosa, no quiero imaginar la que sabe mal —bromeó y Hayes se rió divertido, sin saber los estragos que provocaba en el interior de Theo aquella simple acción.
—Bueno, en realidad es algo así —dijo arrugando su frente mientras hacia una expresión extraña.
Theo se carcajeó casi ahogándose con la comida que había llevado justo a su boca.
—¿Estás bien? —preguntó el apuesto sheriff, disfrutando del sonido de risa que parecía ser tan libre como el pequeño cuerpo frente a él.
Theo asintió—. Sí, yo solo pensaba que en realidad iba a ser así —le siguió el juego, arrugando su pequeña nariz mientras ponía sus ojos algo viscos al intentar mirar lo que había al medio.
Esta vez Hayes se carcajeó libremente, atrayendo la atención de algunos clientes con ello, pero a Theo no le importaba porque había sido él quien colocó esa hermosa sonrisa en el gran hombre guapo.
—Lindo, parece que tengo a dos niños comiendo ahora —bromeó Glorieta mientras le servía la comida al alfa.
—Lo dices por él, ¿cierto? —dijo Theo juguetonamente, con un brillo travieso en sus ojos destellantes que parecía ser algo característicos en aquellos hermosos orbes.
Negando con la cabeza, Glorieta se alejó dejándole a solas.
—Tierno, eres gracioso —comentó Hayes sintiéndose extremadamente cómodo ahora que el aroma de Theo no le afectaba tanto.
Eso podría ser malo en realidad, pero siendo que su lobo estaba tan tranquilo como no lo había estado en los tres días que no había visto a la pequeña cosita, prefería disfrutar de ello y luego pensar.
—¿Lia no lo es? —preguntó curioso el joven chico.
—Lia es madura, generalmente no me sigue en mis travesuras —se encogió de hombros.
—Siempre ha sido así, es porque es la mayor —explicó rodando suavemente sus ojos—. Yo le digo que solo tiene alma de vieja, y entonces me lanza un cojín —rió bajito.
Hayes le sonrió, pero evitó decir algo llenando su boca con comida, no quería hablar de Lia mientras estaba con Theo, no se sentía... Bien.
La comida transcurrió pacíficamente luego de ello, afortunadamente sin mencionar a Lia o su relación con ella, por lo cual agradeció eternamente.
Cuando el alfa llamó a Glorieta para cancelarle su almuerzo, Theo también lo había intentado siendo ignorado olímpicamente con ello.
—Ahora, no sé si eso fue muy dulce o muy malo —refunfuñó.
—Y prepárate, porque seguramente será así en cualquier tienda de comida que entres por primera vez. Según Glorieta, eres un bomboncito al igual que la pareja de mi hermano, Jimmy, lo que significa que estarás recibiendo constantemente comida gratis como él —explicó divertido.
—Oh, ¿este es esa clase de lugar donde la información viaja más rápido que el internet? —comprendió.
—Pueden ser algo chismosos, pero todas son buenas personas —aseguró levantándose.
—Uhm... Mientras no se transformen como mis padres —suspiró levantándose también.
—Puedo entender por qué lo dices, pero estará bien...
—Aunque no lo dijiste, oí muy claramente el creo —se mofó saliendo de la tienda, quejándose por lo bajo con ello.
—¿Qué sucede? —preguntó Hayes con sus instintos protectores rápidamente abordándolo.
Tal parecía que, aunque el aroma de Theo no les estuviera afectando tanto, no significaba que sus instintos de lobo con su pareja iban a desaparecer.
Al menos preocuparse era justificable debido a la enfermedad Theo.
—Estoy bien, solo que los días helados no son lo mío —explicó masajeando suavemente cada uno de sus muslos—. Bueno Hayes, fue divertido almorzar contigo —se despidió.
—Espera, te llevo a casa —anunció colocándose delante de él.
Ni loco iba a permitir que se fuera solo al departamento de nuevo.
—Oh, no quiero molestarte, tienes que ir a trabajar.
—No te preocupes, el departamento de Lia queda en la misma dirección que la comisaria —aseguró y señaló su auto.
—Cool, nunca he estado en una patrulla —accedió Theo con una sonrisa.
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