Capítulo 9: Los Andes de Kareina
Erot observó al grupo de niños sentados en sus mesas, realizaban las tareas sin pronunciar palabra alguna. Era, en tal caso, el momento más importante para concentrarse en sus deberes, de lo contrario, la maestra, una mujer de mirada aterradora, nariz fina y labios tan delgados como si no tuviera; les daría el castigo necesario por su desobediencia. Alyssa había concebido aquella academia desde el momento en que tomo las riendas de su casa natal, luego de la muerte de su hermano. Había hecho lo que consideraba necesario para sacar a los niños del abandono y lograr un Hoogland mejor.
Miró sobre su hombro a duras penas, notó la mano mecánica teñida de un color negro y los adornos en plata. El hombre a su lado hizo una mueca de disgusto. Sentía que desperdiciaban el lugar. Era una zona geográfica perfecta para La Orden de Cereser, para un puesto de avanzada militar, para cualquier cosa menos para atender niños. No sabía cómo los generales lo habían permitido, pero Erot había tomado el lugar y nunca salió de él.
Desde el balcón, cerca del techo cobrizo con inscripciones apenas visibles de lealtad y hermandad al reinado de Lauren Lauh, Alyssa contemplaba más que a un par de niños. Vio los resultados en uno de ellos, un chico de dieciocho años listo para formar parte de La Orden, a sus veinticinco, sería un noble guardián o un noble militar, sería un hombre cuyo lema era el de proteger a su nación a capa y espada, con armas de fuego o sin ellos. Eso, era lo que Garson no veía y lo que, lamentablemente, jamás vería.
—Uno ha decidido salirse del molde... —murmuró. Un niño menudo de cabellos rubios ha mirado a su alrededor y luego ha dejado de escribir para hacer algo más—. Una pérdida de tiempo, sí señor.
—Habla de una vez, Garson ¿Qué te trae hasta mi casa? —El hombre se cruzó de brazos. Dejó de mirar al pequeño que estaba siendo reprendido por la maestra. Los gritos eran algo que todos escuchaban y que nadie miraba.
—Tu casa está en la vista del consejo, tan solo vengo a advertirte. Sabes que tienes en mí un buen amigo —Ella bufó,
—¿Y cuánto me costará tu nobleza, buen amigo? —escupió.
—Unas cuantas rupias, por supuesto. —contestó. Aunque ella bien lo sabía, en el mundo de la nobleza la amistad era una palabra peligrosa—. También te puedo advertir de otras cosas, costará algo más que un par de rupias.
—Habla.
—Han visto a tu muchacho salir de Hoogland —La mirada de la mujer se ensombreció. Todo buen ánimo que pudiera tener lo había perdido en ese instante.
—No tengo idea de qué hablas. —Él carcajeó pleno, consciente de que ella negaría toda relación con el mercenario. Lanzó la vista hacia atrás esperando que algún otro chiquillo se moviera e hiciera alguna estupidez, pero no lo hicieron.
—Todos sabemos de tu mercenario, Alyssa, si algo sabemos es que a los Erot siempre les ha encantado manejarse con personajes tan extraños. —respondió—. Además, ninguno de ellos podría costearse un proto como el tuyo ¿Teressa creo se llamaba? Yo nunca he visto un proto como ella, mucho menos en manos de mercenarios a menos que sean desmantelados, es la única manera. Te advierto, Erot, en cualquier momento harán una reunión extraordinaria para hablar de tu casa. A la nobleza no le gusta que se metan en sus intereses y ellos se meten en las del reinado.
—Yo jamás haría algo que comprometiera al reinado o a Lauren Lauh, sirvo a ella como tú o cualquier otro. Y si el tan conocido mercenario ha salido de Hoogland, les debiera alegrar, pues al parecer es muy peligroso para ustedes —siseó furibunda.
—Una vez entró en el círculo, Erot, recuérdalo. Quizá no logro su objetivo, pero entró y tu casa no hizo nada. Es un criminal al que resguardan, los crímenes deben ser pagados en esta vida —zanjó.
—Hablas de mis crímenes mas no de los tuyos Gerald Garson, los de tu casa son más antiguos que los míos y no sirvieron al reinado. Debieras ver primero tus fechorías antes de hablar de las mías —Garson miró a la mujer con odio, uno profundo que solo ella podía sacar y que él no podía acallar. Había hecho tanto mal como la misma Erot y solo por eso callaba ante las verdades que ella mencionaba.
Salió del lugar y de la vista de Erot, no sin antes recordarle su pago. A lo que Alyssa tan solo asintió y bufó. Las noticias de Garson, aunque pudieran ser una trampa, le hacían temblar. Una reunión del consejo solo para hablar de su casa era un problema. Hacía mucho tiempo que no increpaban a ningún noble, no mientras mostrasen su lealtad al reino vigente y mostrasen que les seguirían aún en la muerte. Los Erot tenían en cuenta ello, eran los segundos en una posible línea de sucesión, buscaba siempre estar a la orden de Lauren Lauh como fuese.
Alyssa caminó con pasos decididos pero desesperados hasta dar con la puerta de salida, bajó las escaleras hasta verlas abrirse a un amplio camino de intricadas columnas, fuente de pinturas de todo tipo y detalles finos hechos a mano. El suelo había sido ilustrado y sellado de forma tal que el reflejo de sus pies se notaba por cada paso que daba. Salió al exterior buscando el vehículo que le llevaría hasta ese lugar. Necesitaba ir a toda prisa a la casa de Consejería, necesitaba estar presente y esperar que Garson estuviese diciendo mentiras inconsistentes para alterarla. Sin embargo, sabía que el consejo estaba detrás de Knox aun cuando ella había hecho lo necesario para que olvidasen el tema, un viejo pedante siempre volvía a llevarlo y como si el consejo borrara su memoria, volvían a tratarlo.
Volvió la mirada a la Academia, había tanto esfuerzo en ese lugar que no permitiría que su casa fuese vejada por las decisiones de un cuarteto de ancianos. Haría lo necesario para lograr sus objetivos a como diera lugar.
La forma de su rostro era un reflejo que ella evitaba, a través de las ventanas del vagón en el cual viajaba ella solo ansiaba mirar más allá de las grandes áreas montañosas, pero eso era imposible. Aquella vía ferroviaria había sido construida como una forma de transporte alterna durante la tercera guerra. El cielo no era el lugar más seguro durante la guerra y aquellas vías habían sido la única manera de ir de un lugar a otro, de país en país. Y, aunque pudiera tornarse peligroso por las posibles avalanchas, aquella parte en especial era la más segura.
La chica se recostó nuevamente del sillón azulado y miró a su contraparte leer con especial entretenimiento una serie de papeles. El hombre, ataviado en un traje de color negro con camisa azul oscuro y un corbatín platinado, tenía las manos enguantadas con un reloj de bolsillo cayendo de ellas. La muchacha fijó la vista en las manecillas intentando leerlo.
—13:54 p.m. —comentó el hombre sin dejar de mirar los papeles—. ¿Aún se te dificulta leer la hora? —Ella arrugó el rostro y cruzó de brazos.
—No, lo sé leer. Debes tener presente que estas lejos y el reloj se movía. —Él sonrió y afirmó.
—No he visto que hayas tomado tus libros de historia, Erin —dijo finalmente prestando toda su atención en ella—. La zona a la que vamos no es la mejor en toda Kareina y ellos no gustan mucho de la nueva administración ni división geopolítica; tampoco gustan de quienes desconocen sobre ellos.
—Mis libros de historia no dirán cuáles son los intereses de las personas en la actualidad, Adrián. O si gustan o no de la situación geopolítica. —Se movió hasta ella y, con los papeles en su mano, le mostró lo que en ellos decían.
—Quizá, pero muestra que sabemos y tomamos en cuenta su aparición y posterior estancia en la zona. Luego de la cuarta guerra, las divisiones geográficas actuales y las políticas por igual; muchos creían que podían hacerse de una zona territorial como si fuesen amos y señores, pero la realidad es otra. Es por eso que surgió un gobierno que pudiera dar y responder por los problemas de la sociedad...
—Claro, voy al otro lado del mundo para saber de historia —chistó.
—No, tú has decidido ir al otro lado de Kareina para conocer la situación poblacional del sector. —Aclaró. Suspiró luego de verla encogerse de hombros y darle una mirada altanera—. También debo aclararte que estoy en una visita oficial, exigiré toda tu atención como auxiliar y compañía, tu respeto y buen comportamiento. Esto no es el circulo principal, no somos resguardados por el cuerpo policial ni nadie que se le parezca.
Erin resopló cansada de escucharlo, aunque era verdad. El sitio al que el tren se dirgía no precisaba de ser de las mejores zonas, ello podía notarse en la situación de aquel tren. Faltaban algunos vagones y otra parte había sido recubierta con metales pesados para evitar que las balas les atravesaran. El conductor era un Proto-23G10, una máquina con un solo objetivo y era el de detener o avanzar el tren. No importa quien se metiese en el camino, el tren seguiría su ruta hasta llegar.
—Creía que a los enviados especiales se les daba alguna especie de protección —murmuró.
—Solo lo que el pueblo pueda dar. Si cuenta con alguna especie de puesto policía, en teoría, están obligados a darnos protección, pero a donde vamos no hay puesto policial. Tienen un puesto militar. Contactaremos con el teniente de la zona. —Adrián notó el aislamiento de la chica, era la primera vez que ella saldría de Kareina y del círculo. Sabía de las ciudades alrededor y pueblos únicamente por sus clases en la Universidad Nacional de Kareina, sin embargo, desconocía por completo la vida fuera de las paredes del recinto—. Ahora puedes tomar tus libros, llegaremos en poco tiempo a un puesto avanzado, nos quedaremos allí.
—¿Un puesto avanzado? ¿El tren no llega directamente a Queva? —Él negó.
—¿Ves lo complicado de la situación? Le dije a tu madre que llevarte sería peligroso, pero le insististe tanto que no quedó de otra. No podría soportarla a las dos después de esto —replicó—. Erin, esto no es una excursión ni un viaje de campo de la Universidad.
Con una media sonrisa, la chica afirmó un tanto agradecida por el esfuerzo sobrenatural de quien fuera su tío y por otro lado preocupada por el lugar al que se dirigía como un blanco fácil. Lo único que la mantenía firme en su decisión era su palabra. Cuando le habían dicho que debía buscar a alguien en Queva no lo había dudado, una vez supo de los recientes altercados y enfrentamiento entre la población, los Yasuas y la milicia, su corazón había empezado a latir con mayor velocidad. No creía poder llegar, pero el trato se había hecho y ella debía cumplir.
Con los primeros rayos del sol entrando por el ventanal, Ravi se removía a ver el horizonte. Había pasado varios días ahí, confinado a esa esquina para evitar ver al mercenario. Los pasados días habían discutido y no deseaba seguir escuchándolo. En su lugar, prefería ver al horizonte o hablar de banalidades con Teressa quien siempre encontraba un momento para tratar detalles con él.
Karl se movía por la habitación con cierta cara de fastidio. Tocó varias veces la puerta esperando que se abriera y aquella rutina lo hacía todos los días, cada cuatro horas. Ravi lo había calculado al mismo tiempo en que el hombre se dio a la tarea de hacerlo. Sabía por West que reconocer el entorno, en cualquier lugar donde una persona pudiera encontrarse era importante, mas tener que hacerlo le fastidiaba. Sin embargo, Knox no perdía tiempo, era puntual y la respuesta era la misma: nadie entraba, nadie respondía.
Tomó asiento nuevamente, observó la puerta y luego al muchacho.
—Falta poco —lanzó—. Podrás dejar la ventana cuando quieras —se mofó.
—¿Te lo dijo la puerta?
—Mi bitácora ha estado activa durante todo el viaje, joven Zoraj, se lo he hecho saber al señor Knox hace poco —comentó Teressa desde su lugar. Se había mantenido quieta cercana a la puerta por órdenes de Karl y de ahí no se movería hasta que él le diera una especie de señal. Más excentricidades de Karl.
—Bueno, ¿qué haremos? —Karl, cruzado de brazos y sentado frente al juego de ajedrez; vio la pieza de la reina confiado.
—Saldremos una vez toquen puerto.
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